jueves, 18 de agosto de 2011

¿Complejos? ¡Vete a la playa!

Pechos grandes, pequeños, caídos, puntiagudos, desnudos, tapados, blancos, negros, tostados, naturales, inflados, juveniles, adultos, maternos… y así podríamos seguir describiendo toda la anatomía femenina. Da igual como sean, siempre nos quejamos, nos miramos en el espejo y no nos gustan. Sacamos muchos defectos a nuestro cuerpo en general y a nuestro pecho en particular pero no nos damos cuenta de cómo son hasta que vamos a la playa. El bikini o el bañador lo deja todo al descubierto permitiéndonos compararnos con las demás y nada mejor que ir a la playa para empezar a quitar los complejos.

En la playa, al igual que en el amor y en la guerra, todo vale (o al menos eso dicen). Lo que llama la atención son las miles de formas que tiene el pecho femenino y todas lo exhiben con naturalidad y sin pudor. La mayoría lo tapa, bueno, algunas deben llevar una talla menos porque las llevan tan apretadas que parecen que van a salir despedidas en cualquier momento. Otras las llevan al descubierto y les da igual que estén más o menos caídas o el tamaño que puedan tener, van a ponerse morenas y listo. Es una de las pocas posibilidades que tenemos de mirar escotes a mujeres sin sentirnos incómodas por ello y te comparas. El resultado es que compruebas que tus pechos son más bonitos que los de aquella del bikini de lunares y que están mejor colocados que los de la mujer que pasea por la orilla. También te encuentras a chavalinas de 16 años con unos volúmenes paranormales, vamos, casi hay que considerarlo expediente X teniendo en cuenta las pequeñas cinturas y sus escasas caderas. Y eso lo que genera es envidia, si, ¡envidia por querer unas así! Bueno, las que tengan ya suficiente más que envidia se apiadarán de la muchacha pensando “ay hija… ya verás cuando vayas a comprar sujetadores y no encuentres de tu talla”.

Otra comprobación que haces es que los tuyos se desplazan a los lados cuando te tumbas. Eso pasa siempre que estás durmiendo o tirada en el sofá, pero no eres consciente de ello hasta que estas tumbada en la arena, con las gafas de sol, los cascos de música y mirando el horizonte. Entre medias ves dos cosas que se despanzurran, y no importa lo tenso que tengas el bikini, se quedan así. Sin embargo, ves a algunas que se quedan en un perfecto estado de redondez ¡continua! ¡No se mueven! Es que son como globos perfectamente inflados que van a salir volando. Al igual que las modelos de las revistas de modas, que cualquier modelito les queda divino pero a ti no te queda ni la mitad de bien. Pero piensas “está operada” o “la foto está retocada”, en un intento de levantar tu autoestima. Pero al levantar la vista y ve lo que hay en realidad, ves que lo de la portada no tiene nada que ver con lo que hay allí, de hecho, tampoco es esa maravillosa playa de Miami donde todas las mujeres son extremadamente esculturales. Eso me recuerda que no tengo que ir a las playas de Miami…

¿Sólo nos fijamos en el pecho? No, ni mucho menos porque hacemos un repaso de arriba abajo. También hay culos planos, fofos, duros, pequeños, grandes… Y si piensas que el tuyo es muy feo, te equivocas porque en la playa seguro que los verás peores. De hecho, verás a mujeres de amplias caderas que llevan sus bikinis y tan contentas. ¿Y las tripas? Las tripas también son muy variables y es cierto que hay dos tipos de mujeres, en forma de manzana y en forma de pera, las observas a todas mientras pasean por la orilla y ves tripas prominentes, planas, abombadas, de media curva, cerveceras, de barrilete.

Por supuesto, las piernas y los muslos nos obsesionan por culpa de la celulitis, aunque en los anuncios la llaman piel de naranja, que queda mucho más fino, y más comúnmente conocida como cartucheras. En las farmacias venden productos que aseguran que se reduce incluso ¡por la noche! El caso es que vayas a Benidorm, vayas a Torrevieja o vayas a Peñiscola, vas a ver a muchas mujeres con celulitis, estrías, varices, juanetes, rodillas torcidas y las piernas podrán ser finas, gruesas, grandes, pequeñas, bonitas, feas… pero ¡ahí están! Paseando tranquilamente sin miedo a que las estén mirando.

Las playas españolas no son como las de California o Miami. Según las miles de series que llegan a nuestros hogares, las vacaciones perfectas no son en el Caribe, no, son en las playas de California donde las chicas son rubias explosivas y morenas espectaculares de las que, lógicamente, se enamoran los protagonistas y las quieren para que sean las madres de sus hijos. Normal, con esos enormes pechos (que seguro que son naturales cien por cien… vamos que llevan hasta garantía) más de uno se haría pasar por niño. Y por supuesto, los hombres también son de impresión, con abdominales marcados, brazos enormes y que levantan pesas en medio de la calle y a pleno sol, debe ser para sudar un poquito más. Y siempre hay patinadoras con pantalones ajustados y ciclistas sin camiseta. Es más, los socorristas californianos son increíbles. Ellas llevan unos bañadores que les estilizan las piernas, pero tan alto queda que tendrán que depilarse mucho más que sólo las ingles. Además, deben usar maquillaje resistente al agua porque siempre están perfectamente maquilladas. No sé qué hacemos aquí y no nos vamos a Estados Unidos a buscarnos marido, dicen que hay muchos obesos pero ¿dónde están? Porque en las series no aparecen.

En nuestras playas vemos a gente normal, con ropa normal y que hacen lo normal. Aquí nos traemos nuestras neveritas y ves a la abuela cuidando de los nietos en la orilla pero ella sólo se moja los pies. Ves a las madres regañando a los niños, a las quinceañeras tonteando con sus amigos, a los padres haciendo un castillo de arena tostándose al sol mientras el pequeño va a rellenar el cubo de agua. Ves a los socorristas sentados en su puesto de vigilancia con ropa cómoda y gafas de sol, incluso uno de ellos está algo fondón y otro muy delgadito. La socorrista ni mucho menos va maquillada y se recoge el pelo en un moño, para evitar que le de calor y se le venga a la cara con el aire. No hay gimnasios callejeros ni hombres musculados, el deporte más común es ir a tomar el aperitivo, con unas cervezas, unas patatitas y unas aceitunas.

En España no hay chicas despampanantes tomando el sol ni patinadoras sexys, hay mujeres de verdad que no están retocadas con photoshop ni cualquier otro programa informático. Mujeres del día a día, con sus pecas, manchas, celulitis y kilos de más. Mujeres trabajadoras, amas de casa, empresarias, estudiantes, paradas… Mujeres altas, bajas, gordas o flacas. Todas intentan cuidarse diariamente y todas tienen sus complejos, pero no sé que tiene la playa que cuando llegas los has perdido y cuando regresas vuelves a la realidad, ¿será el bronceado que sienta muy bien? Definitivamente, todos los años vendré a la playa a olvidarme de mis caderas, de mi trasero, de mis pechos, de las cartucheras, de las espinillas, de las manchas... porque soy una mujer normal que deja a un lado los complejos.

viernes, 5 de agosto de 2011

En la orilla (**Erótico**)

Entro en el recinto de apartamentos, ya es tarde y mañana quiero aprovechar el día. Me han hablado de una preciosa playa con calas en la que se puede disfrutar del sol y el mar en plena soledad, sin que nadie pueda perturbar el silencio que la naturaleza te ofrece. Me duelen los pies, me quito las sandalias y las sostengo entre las manos. Mi vestido blanco se mueve con la suave brisa y me detengo a respirar el aire fresco de la noche. Voy hacia los ascensores, oigo pasos y me giro. Te acercas y esperas detrás de mí, se abren las puertas y entramos. Pulsas la quinta planta, yo la tercera. Cada uno en una pared, evitamos que nuestras miradas se crucen pero sé que me miras de reojo, buscas mi escote, me miras de arriba abajo fijándose en el detalle de las sandalias en la mano que te hace sonreír. Por un breve instante nuestros ojos se encuentran justo cuando se van a abrir las puertas y me giro. Sé que me observas, sé que te detienes en mis caderas y mi nuca humedecida por el calor de la noche. Salgo y me giro para desearte buenas noches y las puertas se cierran. No sé si le volveré a verte pero realmente eres atractivo.

No me levanto excesivamente pronto, preparo mis cosas y voy donde me han indicado: una playa de arenas blancas, pequeños refugios de rocas y un agua cristalina recorre todo el horizonte. No hay nadie, elijo uno de los refugios de rocas y me desprendo de toda mi ropa. El sol broncea cada centímetro de mi piel, tengo calor y necesito refrescarme. Justo cuando voy a salir veo a alguien… ¡eres tú! No apartas la mirada de mí, al igual que yo no esperabas a nadie, te ha sorprendido verme pero no puedes apartar tus ojos de mis pechos. Eso me hace sentir incómoda pero no quiero que lo notes y sigo andando como si no estuvieses. El agua roza mis pies y se me eriza el vello de los brazos, está un poco fría. Sigo andando hasta que el agua me llega a las nalgas. No te veo, no sé qué haces y no quiero girarme pero tengo la sensación de que me sigues observando y por eso quiero provocarte. Meto una de mis manos en el agua y me mojo la nuca, dejando que las gotas recorran mi espalda, vuelvo a agacharme de forma sugerente para mojarme los brazos, lo hago despacio, deleitándome, como si el agua me estuviese acariciando. Me gustaría girarme, ver tu reacción y si ha surtido efecto. Mis pechos se han encogido por el cambio de temperatura pero noto la excitación en mi cuerpo. Me sumerjo y voy nadando para bordear las rocas de aquella cala y al volver me choco contigo. Nos sonreímos y al alejarme rozo una de tus manos, como si quisiera cogerla, como si quisiera decirte que me siguieras.

Ya en la orilla, me tumbo boca abajo para tomar el sol mientras el agua va refrescando mis piernas e incluso mis caderas. Veo que te sientas no muy lejos de mí, con las piernas extendidas. Se nota que también estás excitado aunque estás intentando controlarlo, recorro tu cuerpo con la mirada y desearía poder tocarte, sentirte más cerca para acariciarte. Volvemos a mirarnos y te sonrío a la vez que te hago un gesto para que te acerques. No nos decimos nada, no lo necesitamos, nuestros cuerpos hablan por nosotros y se desean. Te sientas a mi lado y uno de tus dedos hace dibujos sobre la parte trasera del muslo, subes por el glúteo te desvías a los costados y bajas por la espalda. El agua vuelve a mojar mis nalgas y las gotas dan un aspecto brillante a mi cuerpo. Siento como haces más presión sobre mi piel y tu mano masajea mi nalga izquierda. Abro un poco las piernas y aprovechas para descender lentamente hasta que siento cómo uno de tus dedos me acaricia de arriba abajo, haciendo movimientos suaves y pequeños y poco a poco a metiéndose en mi interior.


No sé si es el agua o soy yo pero siento que la humedad invade mi cuerpo, tengo los labios secos y dejo escapar un pequeño gemido. Me aprieto a ti y alargo mi mano para tocarte. Me apoyo en tu rodilla y voy subiendo por el muslo interno, me detengo y doy un pequeño respingo al notar dos dedos dentro de mí. Te acercas más aún y acaricio tus ingles. Tu erección ya es completa y dejo que mi mano te acaricie, subiendo y bajando al mismo tiempo que la tuya. Mojo mis dedos y hago círculos en la punta descendiendo por el tronco y rozando tus testículos. Tu respiración se acelera y dejas escapar varios gemidos. Nos estamos tocando a la vez, sintiendo el calor del sol y el agua que nos sorprende y nos refresca. Estamos excitados y nuestros cuerpos quieren más. Te ladeas y empiezas a besar mis hombros y mi espalda. Mis pechos se encogen al sentir tus labios y se me eriza la piel. Te colocas encima de mí, mordisqueas mis orejas y tu lengua recorre mi cuello en busca de mi boca. Levanto mi espalda y ladeo el cuello para en busca de tus labios. Nos besamos con pasión y deseo mientras tus manos tocan mis pechos erectos.


Me tumbas, me abres un poco las piernas y noto como te colocas. Siento como va metiéndose poco a poco, duro y te aprietas más a mí. Notas el calor, la humedad, el agua… sientes como las paredes se abren, un suave cosquilleo que recorre todo tu miembro y te llena de placer. Subo las caderas y sigo tus movimientos, sales para volver a entrar, sin prisas, deleitándote dejándote llevar por las sensaciones. Me agarro a tus brazos y te digo que sigas, arqueo la espalda para sentirte más dentro y las embestidas cada vez son más rápidas. Sientes como mi respiración se acelera, mis gemidos son cada vez más intensos. Sigues empujando agarrándome de los hombros, estoy acercándome al orgasmo, mis paredes se contraen cada vez más y más y ya no puedo contenerme. Clavo las uñas en la arena y mis contracciones te hacen llegar al orgasmo casi a la vez. Los dos gemimos y nuestros cuerpos se tensan del placer que nos invade. Te dejas caer hacia un lado, los dos boca arriba, recuperando el aire y dejando que las olas se lleven los restos de nuestro intenso encuentro.