sábado, 28 de julio de 2012

Rehab, o lo que es lo mismo, desintoxicándome

Sí, he de reconocer que me he hecho adicta a una droga y necesito desintoxicarme. Es una droga bastante fuerte, su efecto es muy rápido y te deja en éxtasis por un tiempo pero cuando te das cuenta se ha esfumado y quieres más. Eso hace que sea altamente adictiva y crea dependencia. Realmente no quería pero una cosa llevo a la otra y al final caí. ¿Cuál es ese narcótico tan potente? LOS HOMBRES. Justo es en este momento cuando los hombres se levantan en pie de guerra, empiezan a abuchearme y a criticarme de que siempre estamos generalizando al sexo masculino. Pero no, aquí no es una generalización, me refiero a esos hombres que nos han dejado huella en algún momento de nuestras vidas y de los cuales estuvimos perdidamente enamoradas hasta el punto de hacer locuras y de dejar de pensar en nosotras mismas para pensar única y exclusivamente en ellos.

“Yo controlo”. Eso es lo que te dices a ti misma cuando conoces a un hombre. Estás tan segura de ti misma que tienes muy claro lo que quieres y hasta dónde quieres llegar con él. Estás convencida de que vas a llevar las riendas y poner los límites que quieras, así, si él te propone quedar harás lo posible para que sea en el momento que a ti te venga bien, te harás de rogar e intentarás que sea él quien se muestre más interesado. Sin embargo, ese control de la situación empieza a tambalearse a partir de la cuarta cita o en el momento en el que las caricias y los besos ya han tenido lugar.

El beso de un hombre te indica lo adictivo que puede llegar a ser: si te encanta, ya estás perdida. Es un beso tan bueno que quieres repetir, te deja una sensación intensa en los labios, un qué se yo que yo qué sé que te sube a lo más alto y de donde no quieres bajar. Con las caricias ocurre más de lo mismo porque sólo el contacto de sus dedos sobre tu piel ya supone un choque electrizante, una tensión que te recorre de arriba abajo. Cuando estás con él disfrutas de cada abrazo, de cada roce, cuando no le tienes, añoras todas esas cosas y las quieres con más fuerza.

Cuando conoces a un hombre estás convencida de que no va a ocupar todo tu mundo y que tú también necesitas tu espacio, pero poco a poco sólo tienes una cosa en mente: ÉL, o al menos la visión que tienes de él y de cómo te sientes a su lado. Fantaseas con lo que puede llegar a ser y planificas demasiado el futuro olvidándote del presente. En este punto, ya no hay marcha atrás, ya has caído completamente y te has vuelto adicta a él. Incluso las mujeres más independientes, más seguras y con más autoestima han sucumbido al encanto especial que emanan los hombres, unas veces puede que por dinero, otras por sexo (o las dos cosas) y otras muchas por su forma de ser.

Amoldas tu agenda a la suya y esperas hasta el último minuto para planificarte. Lo haces porque realmente quieres, porque te interesa estar con él y no te importa perder un poco de tu espacio para cedérselo a él. Sin embargo, él no cede de la misma manera. Por ejemplo, te propone pasar un fin de semana loco: sofá, películas y, por supuesto, sexo, mucho sexo. Emocionadísima les dices a tus amigas que no cuenten contigo y que no se les ocurra llamarte, ¡vas a estar muy ocupada! Ya te ves con ese modelito sugerente y te preparas para la ocasión: sesión de manicura, pedicura… Pero cuál es tu desagradable sorpresa que el viernes por la mañana te dice que mejor lo dejáis para otra ocasión, que está cansado, que quiere hacer cosas en casa, que tiene un compromiso ineludible… ¿Perdona? Un momento, por favor ¿dónde está la cámara oculta? Porque esto es una broma ¿no? Da igual la excusa que te ponga, la cara de estúpida que se te queda es para harte una foto y lo peor de todo es que no reaccionas, bueno, no, más bien no sabes cómo reaccionar. Así que, te quedas sin tu super fin de semana loco y sin amigas con quienes salir. Y lo que es más, te enfadas contigo misma por ser tan confiada.

Y llegan las paranoias, muestra clara de que estás enganchada a ese hombre. Buscas explicación para todo: se ha aburrido de mí, ha conocido a otra, le he agobiado, tiene miedo… Algo que afecta a tu estado físico y mental porque pierdes el apetito y prestas menos atención a la cosas. Tus amigos, que son los que soportan estoicamente horas al teléfono mientras les hablas de él y que te ven pasarlo mal, intentan sacarte del lado oscuro de tu adicción y que veas la luz con frases como “no te lo tomes así que no es para tanto”, “no te obsesiones”, “dale tiempo”, “no te precipites”… Todas ellas pretenden calmar esa sensación de mono que se ha creado en tu interior y esos nervios en el estomago, pero no sólo no lo consiguen sino que te sientes una incomprendida... hasta que un día reaccionas y comienza el proceso de desintoxicación.

Desintoxicarse del hombre por el que sientes algo es difícil y requiere mucha fuerza de voluntad. Intentas seguir con tu vida e ignorarle pero sólo consigues estar unos días sin dar señales de vida. Es más, te mueres de ganas por llamarle y caes en la tentación y le mandas un mensaje por whatsapp, ¡mensaje que no te contesta! Te arrepientes de haberlo mandado y te dices a ti misma que no volverás a caer, pero caes en el momento en el que él te dice un “hola guapa”. Te derrumbas y vuelves a crear un mundo de fantasías. También dicen que una mora quita otra mora ¿no? Te presentan amigos, conoces chicos nuevos y tienes algún escarceo pero ninguno te llama la atención, incluso les comparas con tu “hombre-droga” y no consigues olvidarte de él. Sólo con el paso del tiempo te desenganchas, vuelves a centrarte en ti misma, en lo que te gusta, en lo que dejaste de hacer o haces cosas nuevas que siempre habías querido.

Cierto es que las comparaciones son odiosas y puede que hasta exageradas, pero los hombres pueden llegar a ejercer ese efecto de enganche en nosotras, a veces de forma inesperada y de quien menos te lo esperas. Sin embargo, también hay “hombres-elixir”, que te llenan de vida y con los que puedes llegar a un verdadero paraíso. Encontrémoslos para disfrutar de esos pequeños y escasos regalos que nos ofrece la vida.