sábado, 29 de septiembre de 2012

Cupido en la red

Una amiga mía se casa. Si, ya vamos quedando menos solteros y son más los emparejados, casados y papás principiantes. La verdad es que el futuro marido de mi amiga es majete, cuando le conocí no pensaba que durarían tanto pero de momento les va bien… ¡y que siga! Lo curioso es cómo le conoció, ni en un bar de copas, ni en el trabajo ni tan siquiera en un viaje. No, le conoció por internet. ¿Cómo? Sí, sí, por internet. Bueno, cuando me contó que hablaba con un chico por internet le dije que si estaba loca, que hay muchos frikis en ese mundo y que a ver si iba a ser un pervertido o un bromista. Pero resultó ser alguien normal, al menos eso parece. Así que, puesto que a mi amiga le ha ido muy bien en ese tema, he decidido experimentar y no faltan anécdotas para contar.

Son muchas las webs que ofrecen perfiles de chicos y chicas para conocer, tanto de tu ciudad como de otra. ¿Cuál elijo? Probé con una conocida y procedí a inscribirme. “Nombre de usuario”: ummm… a ver… está claro que mi nombre no lo voy a poner. ¿Gata Salvaje? No, demasiado provocador. ¿Baby69? Esto… creo que puede dar lugar a confusiones sobre lo que busco. ¿Manzanita? ¿Piruleta? Ufff… imposible elegir un Nick medianamente decente y que no dé lugar a bromitas ni malas interpretaciones. Al final di con uno (no diré cual por si acaso alguien me encuentra). Siguiente paso, rellena tu perfil: gustos, aficiones, habla sobre ti, qué buscas, estado civil… Siguiente, pon una foto… ¿cuál pongo? Soy algo reacia a poner fotos pero si quieres conocer gente, ¿Cómo te van a intentar conocer si no te ven? Y como una imagen vale más que mil palabras… bueno, pues hale, pondré una foto decente. Una vez que termino con el perfil, investigo el funcionamiento de la web en cuestión y doy con el perfil de un tal “Dani”, en la foto se le ve en la playa, sentado en una roca, con gafas de sol y sin camiseta, y la verdad que el chico tiene buen cuerpo. Clickeo en su imagen y aparece toda su información. “37 años, moreno, complexión atlética, sin hijos, soltero, no fuma” y al lado una casilla en la que él mismo pone “Busco una chica natural, sin complejos que le guste la naturaleza, el deporte y vivir sin malos rollos. Abstenerse divas”. ¡Aleluya! ¡¡Un chico que no quiere niñas pechugonas!! Me decido a mandarle un mensaje y ¡oh sorpresa! Hay que pagar. Vamos a ver, si ya es difícil encontrar a alguien coherente en un fin de semana y no nos queda más remedio que acceder a este servicio… ¡no me cobres! Y más teniendo en cuenta que no es seguro que vayas a conocer al amor de tu vida, vamos, que te gastas una pasta y sin resultados. En fin, después de esta inocentada de novata en este tipo de cosas, investigo un poco y consigo encontrar alguna en la que no sea necesario pagar por un primer contacto. Así que… vuelta a empezar con el perfil y búsqueda de candidatos.

Después de un tiempo “buceando” por estas redes sociales, me he dado cuenta de que hay que fijarse en tres cosas: Nick, Fotos y Comentarios. Explico el por qué.

Nick: Aquí es donde realmente un hombre se describe así mismo y lo que quiere. Puede que sólo ponga el nombre y necesites ver toda su información pero otros son muy claros. “Potente XXL”, vaya, tenemos a un actor porno en potencia, ¿superará a Dinio? “Payasete”, seguramente te rías con sus chistes y sus tonterías pero un poquito de seriedad también se necesita ¿no? “Osito_35”, ohhh ¡que dulce! ¿Demasiado pastel? Al final suelen ser más fiables los que ponen un nombre o un Nick normalito y sin excentricidades.

Fotos: La foto dice mucho, de hecho, dice todo sobre la persona. Los hay que ponen una foto falsa de modelos, actores, cantantes… Esos no me dan confianza ¿qué quieren ocultar si están en una página de contactos? Otros abusan de las “cutres-foto baño”, las típicas hechas en el espejo del baño con el móvil y sólo cubierto con una toalla o calzoncillo. A ver, cómo se les puede explicar a estos… vamos a decir… especímenes, que hay cámaras digitales que incluyen el modo “automático” para hacerse uno mismo las fotos colocándola en alguna estantería o que el flash en el espejo queda especialmente poco favorecedor, y lo más importante ¿en el baño? ¡Por favor! Un poquito de glamur ¿no? Al menos en la habitación, en el espejo de la entrada o el del armario pero no en el baño, con el papel higiénico al fondo, la tapa del váter abierta, la toalla mal colocada y la pasta de dientes sin tapar. Otros abusan de las fotos con gafas de sol. Ummm… disculpa, ¿eres famoso? Porque si no te veo la cara, en un día de lluvia no podríamos quedar porque no le reconocería sin ellas. Y muchos quieren fardar de sus horas de gimnasio enseñando toda su musculatura (brazos, espalda, piernas…), lo malo es que todos son tan iguales que no me convence ninguno. Fotos carnet, ¡deberían estar prohibidas! Son muy poco favorecedoras, al igual que las fotos de despedidas de solteros, borracheras o carnavales.

Comentarios: Aquí hay de todo, los que no dicen nada, los que dicen mucho, los que dicen tonterías y los que dicen algo interesante. En este caso es a gusto del consumidor y de la sensación que te dé al leerlo. Si encaja con lo que te interesa… pues adelante.

Después de estos primeros consejos, llega la hora del primer contacto. Pueden contactarte ellos o contactarles tú ¿qué se dice? Mejor optar por una frase tipo: “hola, ¿cómo estás? Me gustaría conocerte”. Pero ellos son más ingeniosos, algunos hasta sorprenden: “¿quieres pasar una noche loca con un semental?”. ¿Así sin más? ¿Sin presentaciones de ningún tipo, ni una copa ni nada? ¡Por favor! ¡Dónde vamos a parar! Esto de ligar ya no es lo que era y veo que por internet las formas se pierden un poco ¿no? Pero no me desanimo y finalmente consigo mantener una conversación decente. Hablamos de las aficiones y un poco de información banal hasta que finalmente decidimos intercambiar los emails. Duda existencial ¿le doy el bueno o el malo? Porque todos tenemos (o se suele tener) dos cuentas, una que se usa para las cuestiones serias de trabajo, curriculums.. etc, y otra en la que te envían tus amigos chorradas, fotos, emails con presentaciones… Venga, le doy la mala, que siempre le puedo bloquear ¿no? También suelen pedir el teléfono para hablar por Whatsapp pero ¿arriesgarme a que me escriba a diario y que luego no me guste? No, no… mejor el email. Poco a poco intercambiamos correos y en uno de ellos me propone quedar. Inmediatamente, se enciende una bombilla: ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Qué me pongo? ¿Qué digo? ¿Y si no me gusta? ¿Y si no es el que dice que es? ¿Cómo nos reconoceremos? ¡Qué vergüenza! Realmente es como una cita normal, más bien como si fuera una cita a ciegas que te puedan haber planeado tus amigas, es cuestión de buscar un sitio céntrico, con gente y en el que puedas encontrarte cómoda.

Y me preguntareis… ¿Has encontrado a alguien? No desvelaré el misterio ni daré cuenta de lo sucedido, pero lo que sí puedo asegurar es que encontrar pareja por internet es como en la vida real: NADA FÁCIL. Puede haber mucho material pero poco que sea verdaderamente útil. Si descartamos a los que buscan sexo sin compromiso, los que mienten, los raros, los que no son compatibles contigo, los que sólo quieren hablar o los que no te hablan, queda muy poco donde poder elegir y puede que la elección que hagas después sea no todo lo buena que esperabas. Da lo mismo si conoces a alguien en una fiesta o por internet, lo importante es que surja la química entre los dos y que el interés se mantenga cita tras cita y eso, verdaderamente, es lo más difícil… ¿o no?

jueves, 20 de septiembre de 2012

Qué NO hay que hacer cuando te gusta un hombre

Magia. Eso es lo que todas desearíamos poder hacer cuando nos interesa un hombre, un conjuro que te ayude a conseguirle para siempre o tener una bola mágica que diera respuestas a todas tus dudas. Pero como lógicamente los sentimientos no son un simple juego de cartas, eso es algo prácticamente imposible. Lo que si buscamos ansiosamente es qué hacer cuando nos gusta un hombre, queremos una guía que pueda indicarnos la forma correcta para conseguir no sólo interesarle y llamar su atención, sino formar parte de su vida y que él forme parte de la nuestra. Lo malo es que tampoco lo encontramos porque esa guía no existe por un simple motivo: cada persona es un mundo y lo que te sirvió con un hombre puede que no te valga para otro. Entonces, si esto es así ¿qué solución hay? ¿Nunca encontraremos la clave para gustar a la persona que te interesa? Seguramente nos quedemos sin una respuesta clara ante estas preguntas pero hay algo que sí es común, los errores, es decir, lo que NO hay que hacer cuando nos gusta un hombre.

Confesarle tus sentimientos antes de tiempo: Nuestra manía de la comunicación y de expresar lo que sentimos nos hace pecar de imprudentes y decimos lo que pensamos demasiado pronto. Recuerdo la cara de un amigo cuando me pidió consejo: la chica que había conocido hacía una semana le había soltado la preciosa frase de “eres el hombre de mi vida”... seguido de un suspiro. ¿El hombre de su vida en una semana? ¡Madre mía! En dos meses ya tendría preparada la boda y al tercero ya sabría los nombres de los niños. Esto genera agobios y una más que posible huida.

Nada de llamadas ni mensajes desesperados: “Te echo de menos”, “Tengo ganas de verte”, “Nunca he sentido algo así por alguien”… este tipo de comentarios te sitúan en la zona roja. Es decir, te dejan en STOP como en un semáforo porque eres como un deportivo, que pasas de 0 a 100 en milésimas de segundo, y una cosa es que les guste el riesgo, pero otra muy distinta es ir sin frenos a esa velocidad. Ni que decir tiene que tampoco vale ponerse en contacto con él varias veces al día sólo para saber qué está haciendo. ¿Acaso quieres que piense que eres una psicópata o una acosadora? Si llamas tanto puede que en lugar de aparecer tu nombre en la pantalla de su móvil lo que aparezca sea un “No descolgar... pesada”.

Nuestros peores enemigos, la impaciencia y los pensamientos negativos: En momentos de incertidumbre nos convertimos en mujeres impacientes y actuamos por impulsos, dejándonos llevar por pensamientos catastrofistas, más aún cuando se produce durante el Síndrome Premenstrual. Cuando te ocurre esto, empiezas a verlo todo muy negro, que no ha valido la pena ese tiempo, que has sido estúpida por no darte cuenta, que ya está todo perdido… Vale, puede que las cosas al final no funcionen, pero seamos un poco realistas, tenemos que aprender a controlarnos pero ¡qué difícil es!

Sin noticias… ¿Qué hago?: Si estás en este momento, seguro que por tu cabeza ya ha pasado el pensamiento de no querer agobiarle y por eso has intentado no ponerte en contacto con él. Sin embargo, sigues sin noticias y pasado un tiempo que consideras prudencial, o bien le llamas e intentas estar normal si acosarle a preguntas, o bien le escribes con un mensaje sencillo para saber qué tal está… pero no hay respuesta. Dudas si volver a intentarlo o darlo por perdido, quieres hacerte la dura pero realmente tienes unas ganas locas por saber de él y “¿Qué hago?”. Nada, no hagas nada. Ya has hecho suficiente, has intentado ser amable y ya le has mostrado cómo eres. Ahora la pelota está de su lado y si no sabe apreciar lo que tiene delante, es que no te merece.

Ok, le ignoro: Cuidado, esto es un arma de doble filo. Si le ignoras demasiado puede que él se canse y se aleje de verdad. Pero plantéate si realmente eres capaz de ignorarle del todo, porque seguro que vuelves a caer en la tentación. Hasta que no te sientas lo suficientemente “desenganchada” de él, no podrás seguir tu vida sin que pase por tu cabeza. Si decides pasar, hazlo pero no busques excusas que justifiquen contactar con él.

El amor engancha: Sí, no sé por qué pero el amor nos hace dependientes y si la dependencia en general no es buena, en este caso es nefasta, no sólo dejamos de ser nosotros mismos sino que lo que conseguimos es que se sienta acorralado. Queremos hacer todo con él, pasar el mayor tiempo posible juntos e incluso a veces intentamos pensar por él o como lo haría él. Esto provoca que abusemos de frases del estilo de “¿cuándo vienes?”, “¿cuándo nos vemos?, “¿me llamas mañana?”, puede que tú intención sea buena pero si son muy recurrentes, le atosigas y le quitas parte de su espacio, y tú te quitas del tuyo, claro. Bueno, pasarse de independiente tampoco es un buen recurso, dicen que la virtud está en el término medio, la cuestión es encontrarlo.

Te lo doy todo… te doy mi vida: Mal, muy mal… es un concepto erróneo pero bastante recurrente, y no sólo abusamos de él las mujeres ¿eh? Mi abuela decía “no se lo des todo a un hombre”, y que sabías palabras pero, por supuesto, pocas veces lo he puesto en práctica. Pero ¿Por qué? ¿Por qué nos pasa eso? No entiendo que nos podamos desvivir tanto por una persona que muchas veces no sólo no conocemos tanto sino que incluso ¡no valora lo que hacemos! Lógicamente todo el mundo estará pensando en el típico “no te acuestes con un chico en la primera cita” (o muy pronto) y, por tonto que parezca, es verdad. No sé si nos verán más fáciles o bien que ya han conseguido su objetivo y pierden interés, pero una cosa es cierta, cuanto más nos cuesta conseguir algo, más luchamos por tenerlo y más empeño y esfuerzo ponemos en conseguirlo. Pero no sólo es una cuestión física, el concepto de “Darlo todo” también incluye: dar todo tu cariño, comprensión, ternura, pasión, amistad, alegría. Incluso das tu tiempo porque quieres darlo, das tu apoyo porque crees que debes darlo, das consuelo porque te gustaría que te lo dieran a ti si estuvieras así… en pocas palabras… te interesas por el otro. ¿Y qué pasa cuando no es recíproco? Pues que te decepcionas, te quejas de que el otro no te ha valorado y te sientes mal. ¿Solución? Valórate más y deja que te descubran poco a poco porque el que tenga interés te conocerá, el que quiera verte, te verá a pesar de lo ocupado que pueda estar, el que quiera dedicarte su tiempo, te lo dedicará y todo ello sin que tú tengas que pedirlo. ¿Fácil? No, por supuesto que no, pero no perdemos nada por intentarlo.

Estos sólo algunos de los errores de todos los que hay. Lo importante es no volverlos a repetir, y a pesar de todo, caemos una y otra vez en ellos. ¿Alguien tiene un antídoto para este veneno al que llamamos Amor? Yo de momento no lo he encontrado… habrá que seguir buscando.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Reflexión personal: Una generación con miedo

Poco a poco voy dándome cuenta de que los jóvenes de ahora somos una generación perdida y sin rumbo. No es tan importante el año en el que naces sino el momento cultural y social que te toca vivir y muy probablemente hasta que no se llega al escalón de los 40 no se sale de ese círculo vicioso, no por la edad, sino por el peso de la experiencia.

Somos una generación que cada vez es más individualista, más centrada en el “Yo” que en “Los Otros” y que deja de lado valores tradicionales para embutirse en nuevas vías que potencian la máxima de “disfruta todo lo que puedas sin complicarte la vida”. Sin embargo, a pesar de ese derroche de energías que profesamos, esa independencia que queremos aparentar, ese afán por demostrar que las cosas no nos afectan… a pesar de todo… somos una generación con miedo. Sí, vivimos inmersos en el miedo, un miedo que queremos que sea invisible a los ojos de los demás pero que sale a relucir en la tranquilidad de nuestros hogares, que aparece cuando menos lo esperamos y que queremos acallar lo antes posible para no sentirnos débiles.

Tenemos miedo a crecer, a evolucionar, a madurar. No queremos responsabilidades ni problemas. No queremos agobiarnos ni que nos agobien porque siempre intentamos tener la sensación de sentirnos libres, sin ataduras, sin que nadie nos controle ni nos digan qué tenemos que hacer ni cómo tenemos que hacerlo. Esto implica un miedo al compromiso, un compromiso a todos los niveles pero el que más nos afecta es el sentimental. Nos paraliza el hecho de atarnos a alguien tanto física como emocionalmente porque sabemos que perderemos parte de nuestro espacio y porque, por experiencia, sabemos que pueden hacernos daño. Del mismo modo tenemos miedo a sentir, a abrirnos a los demás y a sincerarnos. En cuanto somos conscientes de que sentimos algo especial por alguien nos ponemos nuestros propios límites y nos distanciamos, vemos a esa persona como el enemigo y decidimos desaparecer y perdernos en la oscuridad de la distancia para que no nos vea, para que no nos encuentre. Es decir, tenemos miedo a enamorarnos y a que alguien pueda enamorarse de nosotros, es una sensación de vértigo que nos invade y que nos corta el paso para no caer en el abismo de lo desconocido y de la incertidumbre que muchas veces va aparejada al Amor. Nos cuesta sincerarnos por miedo al rechazo, al qué dirán, a que nos consideren diferentes o, simplemente, a que sepan cómo somos realmente, de este modo, preferimos relacionarnos con gente que hoy está y mañana no, que va y viene, que no se implica en nuestras vidas ni nosotros en las de ellos. No queremos perder el tiempo en conocer a la gente, buscamos lo simple, lo rápido, convirtiendo todo tipo de relación en un vulgar contrato en el que hay costes y beneficios, donde se intercambia sexo por compañía, compañía por copas, copas por diversión. Pero por culpa de todos estos temores, perdemos la posibilidad de descubrir a personas que realmente pueden llegar a cambiar nuestras vidas, porque de todos esos individuos sin rostro que conocemos cada día alguno de ellos puede guardar en su interior grandes tesoros que están esperando a que alguien se moleste en descubrirlos. Pero eso, por desgracia, requiere tiempo y dedicación, algo que nos falta hoy en día, pues nadie se molesta ya en mirar más allá de una dulce mirada o agradecer una bella sonrisa.

Sin embargo, nos contradecimos a nosotros mismos y tenemos miedo a la soledad, a que nadie nos quiera o nos escuche. Estamos faltos de cariño, un cariño sincero y sin obstáculos ni trampas. Nos hartamos de insistir en que queremos a alguien que realmente nos valore tal como somos, que nos comprenda y nos apoye en los malos momentos y se alegre por nosotros en las alegrías. Nos falta hablar con alguien, compartir nuestros intereses, nuestras experiencias y que nos escuchen teniendo la certeza de que esa persona no nos juzgará por lo que digamos ni se creará prejuicios sobre nosotros. Pero, ¿cómo vamos a conseguir esto si no nos mostramos a los demás?

Si tenemos miedo a sentir, a ver, a escuchar, a oler, a saborear, a tocar… es que tenemos miedo a la Vida. La Vida es algo tan incontrolable que se nos va de las manos, año tras año se nos escapa un poco más de ese tiempo tan preciado que para unos es una marcha hacia delante y para otros una marcha hacia atrás. Vivir es enfrentarse al mundo, adaptarse al medio, a dar respuestas y soluciones, en definitiva, a tomar decisiones. Unas decisiones que, a veces son acertadas, otras muchas son erróneas y como intentamos evitar culpabilizarnos de lo que pueda suceder, intentamos que sean los otros quienes decidan, que tomen el control en determinadas circunstancias para que en nosotros no caiga el peso completo de la responsabilidad, pero únicamente cuando esto nos conviene.

Evidentemente, si la Vida nos genera momentos de tensión, la Muerte lo hace con mayor insistencia. No podemos librarnos ni de la una ni de la otra y cuanto más nos alejamos de una más nos acercamos a su contraria. Así, nos cuesta enfrentarnos a la enfermedad, nos duele pronunciar esas duras palabras e incluso decidimos que no es políticamente correcto mencionar ciertos tipos de problemas de salud. Hoy en día, la Depresión y el Cáncer son dos de los problemas más abundantes en nuestra sociedad y sin embargo, preferimos ocultarlos como secretos inconfesables. Son palabras tabú que evitamos a toda costa e incluso los medios se hacen eco de este miedo colectivo utilizando términos como “una grave enfermedad”.

Todos estos miedos nos atan y no nos dejan evolucionar, en lugar de enfrentarnos a ellos, de impulsar nuestro espíritu de lucha y de cambio, nos amedrentamos y decidimos evitar todo tipo de enfrentamiento. Pero ¿por qué? ¿Acaso somos tan distintos de generaciones pasadas? ¿Qué tenían nuestros antepasados que nosotros no tenemos? Yo diría que es más bien lo contrario, nosotros vivimos con muchas mayores comodidades, estamos acostumbrados a tenerlo todo y puede que sea uno de los aspectos por los que socialmente actuamos de esta manera.

¿Solución? La que cada uno quiera dar. ¿Respuestas? Las que cada uno quiera buscar. ¿Destino? El que cada uno se quiera marcar.