Estoy a punto de entrar y ya estoy nerviosa. Realmente no sé si
debería atreverme, nunca he entrado a un sitio así y siento algo de vergüenza.
Supe de este sitio por casualidad, en una conversación con unos chicos en una
discoteca, decían que era el mejor para eso, sobre todo por la discreción. Me
preguntaron sí lo había probado y dije que no, se rieron de mi ingenuidad y me
plantearon que si quería conocerlo que les llamase. Nunca les llamé pero
investigué por mi cuenta, la curiosidad me podía. Al principio me sorprendía lo
que iba encontrando pero luego me dije "¿y por qué no?". No tengo
nada que perder, pensé, y tampoco a nadie a quien dar explicaciones, sin
embargo, algo me inquietaba, mejor dicho, me cohibía. Un día pasé por delante
para investigar. Una calle estrecha y casi vacía, tuve que volver a pasar
porque prácticamente ni lo vi. No sé por qué pero me fui corriendo, ¡cómo si
estuviera haciendo algo malo! Paré y me dije a mi misma que parecía una
quinceañera, soy una mujer madura y no hay nada de malo en experimentar, ¡la
gente lo hace y les gusta!
Dos veces fui y dos veces me marché y ahora mismo tengo la misma
tentación. Pero no, quiero intentarlo, saber qué es y qué se siente, ¿por qué
no? Estoy justo delante de la puerta, tomo aire, abro la puerta y...entro. La
verdad es que no me lo esperaba así, parece un local normal. Amplio, con dos
barras, una enfrente nada más entrar y otra al fondo a la izquierda, metida
entre unas columnas. Y hay más gente de la que esperaba, busco un sitio
retirado cerca de una de las barras y pido una copa, tengo la boca seca,
supongo que por los nervios. La decoración, sencilla y nada recargada. Las
paredes son de tela de un color rojo oscuro con algunas fotografías de desnudos
artísticos o imágenes de parejas o grupos en posiciones eróticas muy diversas.
Unos sofás con mesas recorren todo el local y justo detrás de cada una de las
barras hay unas jaulas para los bailarines, pero ahora sólo funciona la que
está al otro lado. Veo una joven morena, con los pechos descubiertos y un
diminuto tanga dorado. Sus movimientos sensuales muestran la flexibilidad de su
precioso cuerpo, piernas largas que acaban en unos increíbles tacones de aguja,
un vientre plano y un trasero que incluso desde aquí se aprecia su firmeza.
Cuando se mueve se toca de forma sugerente y no puedo dejar de mirarla, tal es mi
atención hacia ella que no me doy cuenta de que una mujer está a mi lado hasta
que voy a beber de mi copa. Creo que mi cara de sorpresa le acaba de dar la
pista de que soy una novata, aún así me pregunta, se presenta y se sienta a mi
lado. Rondará los 45 años aunque no los aparenta, pelo castaño y ojos verdes.
Es agradable y ahora me siento algo más tranquila mientras hablamos. En un
momento determinado, señala hacía un sofá y veo a un hombre con dos copas en la
mesa. Me explica que es su pareja y que a él también le gustaría conocerme.
Dudo un poco y ante mi indecisión, ella toma la iniciativa y me coge de la
mano.
Ya sentados los tres, siento un cosquilleo en el estómago pero intento
disimular. Ella le explica que es la primera vez que estoy allí y, mirándome,
me dice que ellos me ayudarán a pasar un buen rato. Me hace un gesto para irnos
y nos dirigimos a unas cortinas rojas que hay en un pequeño rincón oscuro. En
esa zona la luz es mucho más tenue. Unas pequeñas luces anaranjadas recorren un
largo pasillo y a sus laterales se encuentran pequeños cubículos cubiertos con
unas telas, de los cuales salen susurros, resoplidos y gemidos. Más adelante
hay un salón, lleno de sofás donde hay gente besándose y tocándose mientras
otras miran la escena. La mujer me susurra al oído que es donde suele comenzar
toda la gente y donde se quedan los que disfrutan siendo observados y a quienes
les excita mirar. Seguimos por otro corredor con más habitaciones a los lados,
en esta ocasión son luces azuladas y un olor a canela impregna el ambiente. Al
final del pasillo hay una habitación con la tela blanca descubierta y es el que
eligen. Titubeo un poco pero ya no hay marcha atrás, siento el corazón acelerado
y calor en las mejillas. Entramos.
Hay una cama grande ocupando todo el cuarto y una pequeña butaca roja pegada a la pared. Él se sienta en la butaca, ella se pone de rodillas en la cama y me hace un gesto para que vaya a sentarme al borde de la cama. Cierro los ojos y siento sus manos acariciando mi cabeza, mi cuello y mis hombros, muy suave, casi con las puntas de los dedos. Baja por mis brazos para volver a subir y meter los dedos entre mi pelo. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando noto sus labios rozando mi cuello a la vez que sus manos se deslizan hacia mis pechos, masajeándolos por encima de mi camisa. Los sujeta con ambas manos, hace pequeños círculos sobre ellos, sube, baja, los junta y los aprieta. Y siento que me gusta. Voy notando la humedad entre mis piernas y mis pezones cada vez están más duros con el roce de sus caricias. Sus manos ahora bajan por mi vientre y se desvían hacía mis muslos, recorriéndolos lentamente, subiéndome la falda a cada movimiento y abriéndome las piernas poco a poco. Ahora siento cómo sus dedos empiezan a recorrer la parte interna de mis muslos hasta detenerse en las ingles y acariciarme entre las piernas por encima de las braguitas. Me arden las mejillas, no imaginaba que pudiera sentir tanta excitación con unas simples caricias.
Hay una cama grande ocupando todo el cuarto y una pequeña butaca roja pegada a la pared. Él se sienta en la butaca, ella se pone de rodillas en la cama y me hace un gesto para que vaya a sentarme al borde de la cama. Cierro los ojos y siento sus manos acariciando mi cabeza, mi cuello y mis hombros, muy suave, casi con las puntas de los dedos. Baja por mis brazos para volver a subir y meter los dedos entre mi pelo. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando noto sus labios rozando mi cuello a la vez que sus manos se deslizan hacia mis pechos, masajeándolos por encima de mi camisa. Los sujeta con ambas manos, hace pequeños círculos sobre ellos, sube, baja, los junta y los aprieta. Y siento que me gusta. Voy notando la humedad entre mis piernas y mis pezones cada vez están más duros con el roce de sus caricias. Sus manos ahora bajan por mi vientre y se desvían hacía mis muslos, recorriéndolos lentamente, subiéndome la falda a cada movimiento y abriéndome las piernas poco a poco. Ahora siento cómo sus dedos empiezan a recorrer la parte interna de mis muslos hasta detenerse en las ingles y acariciarme entre las piernas por encima de las braguitas. Me arden las mejillas, no imaginaba que pudiera sentir tanta excitación con unas simples caricias.
De repente, siento que otras manos me tocan. Abro los ojos y veo al
hombre de rodillas, subiendo sus manos por mis muslos. Ella empieza a
desabrocharme los botones de la camisa, lentamente, acariciándome,
seduciéndome. Me lame, me besa y me mordisquea el cuello. Él juguetea entre mis
piernas, presiona con sus dedos y se aleja, vuelve y se va, provocando en mi un
mayor deseo y ganas de que siga tocando. Ahora noto que sus manos suben hacia
mis nalgas para coger mis braguitas, me muevo para dejar que vaya deslizándolas
hasta mis tobillos y me las quite. Sin dejar de sentir las caricias de ella, los
labios de él ascienden por mi rodilla y, sujetándome los muslos para que no
cierre las piernas, mordisquea suavemente mi piel hasta que siento la suave punta
de su lengua, primero pausado, luego más seguido. Es una sensación extraña, sentir placer de dos formas distintas a la
vez y por dos personas distintas. Los dos me excitan cada vez más, la
respiración se entrecorta y se me escapan pequeños gemidos, aún imperceptibles.
Mientras él juega con su boca y sus dedos dentro de mí, ella aprovecha para
desprenderme de la camisa y del sujetador y me echa hacia atrás. Sus manos me
acarician cada vez con más deseo y sus labios van deslizándose por mi vientre,
subiendo lentamente hasta alcanzar mis pechos. Juega con ellos, los aprieta con
los labios, los suelta y con la punta de la lengua hace círculos que consiguen
que emita un gemido más profundo. Ahora mismo, estoy sintiendo dos bocas
a la vez jugando en distintas partes de mi cuerpo y me gusta, cada vez estoy
más excitada, más húmeda. Ella empieza a lamer mi vientre y besa y mordisquea
el pubis y las ingles. Él combina sus dedos y su lengua entre mis piernas hasta
que ella se une y los dos a la vez me dan placer oral. Es una sensación muy
intensa que nunca había sentido, sintiendo como sus lenguas se turnan y juegan
al mismo tiempo o lo combinan con sus dedos, introduciéndolos a la par,
rozándome por arriba y por abajo con tanta habilidad que me hacen perder el
control. Empiezo a notar un suave cosquilleo que va aumentando de intensidad
provocando que tensione todo mi cuerpo y un gemido de placer sale de mis
labios. Sus lenguas acompañan el ritmo de mis espasmos y poco a poco van
deteniéndose, se retiran y acarician mi cuerpo extenuado. La sensación es increíble, varias manos
acariciándome después de un orgasmo tan excitante.
Abro los ojos y veo que él se incorpora y ella le sigue. Empiezan a
besarse y a acariciarse. Les miro embelesada, sus cuerpos buscándose y
deseándose, sus bocas sedientas y sus manos desnudándose mutuamente. Voy
perdiendo la timidez, me aventuro a probar y me uno al grupo. Nos colocamos de
pie, una a cada lado de él, quedando sus piernas abiertas entre las nuestras.
Primero imito los movimientos de ella y luego voy investigando por mi cuenta.
Cuatro manos tocándole el pecho, los hombros y la espalda, pasando nuestras
lenguas por sus pezones y su torso. Ella le desabrocha el pantalón y queda al
descubierto su erección. Me coloco detrás y masajeo su espalda, descendiendo
por los costados y presionando sus nalgas, las mordisqueo y subo con mi lengua
haciendo un recorrido serpenteante y pausado. Ella se encuentra arrodillada
jugando con su boca y sus manos y el sujeta su cabeza con las suyas, metiéndole
los dedos entre su pelo y apretándola más hacia él. Su excitación cada vez es
mayor, la respiración se le entrecorta y gime de satisfacción. Me arrodillo y
voy acariciando desde atrás sus piernas y la parte interna de sus muslos. Palpo
sus testículos y los dejo entre mis manos. Ella me cede el lugar y, mientras yo
continuo con la boca, se levanta para colocarse delante de él, se desprende de
la poca ropa que queda y le seduce acariciándose ella misma todo su cuerpo y se
tumba en la cama mientras sigue tocándose deseosa de que vayamos junto a ella.
Él se retira de mí y me hace un gesto para que me levante y me dé la vuelva.
Nos tumbamos a su lado y vamos acariciándola lentamente. Yo me centro
en sus pechos al igual que ella hizo conmigo. Sus pezones están totalmente
erectos, los acaricio con las yemas de los dedos, los pellizco suavemente y
dejo que la punta de mi lengua juegue con ellos. Él besa sus labios y su cuello
a la vez que sus dedos se deslizan hacia su vientre y se meten en su interior.
Siento que una de las manos de ella busca mi cuerpo, me toca y finalmente
sostiene una de mis manos y la pone entre sus piernas, dejándome claro lo que
quiere. Siento entre mis dedos la suavidad de sus pliegues mojados y entre él y
yo conseguimos que gima y se retuerza de placer. Sin darle tiempo a que se
recupere, él está tan excitado y con una gran erección que la da la vuelta, la
pone a cuatro patas y empieza a penetrarla con fuerza. Me coloco de rodillas delante de ella y con mis manos sujeto sus
pechos bamboleantes y acaricio su espalda. Él disfruta viendo como la toco,
se deleita observando las curvas de mi cuerpo y el movimiento natural de mis
pechos. Me hace un gesto para que me acerque, me muevo de tal manera que sigo
tocándola mientras él me acaricia. Una de sus manos alcanza mi
pecho, lo sostiene con firmeza, lo suelta y lo vuelve a coger. Da pequeños
pellizcos en el pezón, que va endureciéndose a su tacto. A ella cada vez la
penetra con más fuerza mientras mete la mano entre mis piernas sintiendo que
aún estoy muy mojada. Los tres gemimos cada vez más alto, ella y yo volvemos a
retorcernos de placer casi al mismo tiempo y él alcanza el éxtasis gracias a
nuestros espasmos y gemidos. Arquea la espalda y todo su cuerpo se tensiona, disminuyendo el
ritmo de sus acometidas hasta que queda totalmente parado y exhausto. Ella se
retira y deja que quede tumbado en la cama boca abajo.
Ella se levanta y empieza a recoger su ropa. Me mira de arriba abajo y
me dice que le encantaría volver a repetir la experiencia conmigo y que espera
que me haya gustado. Se acerca a mí, me coge la barbilla con sus manos y me da
un beso en los labios a modo de despedida y salé de la habitación. Él se
levanta y también recoge sus pantalones. No
me habla, sólo me mira, me sonríe y desaparece tras la tela blanca. No sé el
tiempo que ha pasado pero ya es hora de retirarse. Recojo toda mi ropa y me siento en la butaca. Me pongo las braguitas y no puedo evitar pensar en lo ocurrido. Recupero
el sujetador y la camisa y un escalofrío recorre todo mi cuerpo al recordar
cada sensación, cada caricia, cada gemido. Ya vestida, salgo y deshago el
camino andado: el pasillo de luces azuladas, el salón de los sofás, ahora
vacío, el pasillo de luces anaranjadas y al fondo las cortinas rojas. Salgo de
aquel local con la sensación extraña de haber vivido un sueño, como si nada de
aquello haya sido real. Miro hacia atrás y allí está la puerta por la que antes
entré tímida y vacilante. No, no ha sido ningún sueño, ha sido todo muy real,
una experiencia intensa e increíblemente excitante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario