Hay hombres que creen saber todo sobre la sexualidad femenina pero a
la hora de la verdad desconocen mucho sobre nosotras y el sexo. Y, por
supuesto, hay que añadir clichés sociales y culturales y los tabúes y
perjuicios que aún se mantienen sobre la sexualidad de la mujer. ¿Os habéis
fijado lo fácil que resulta la penetración en una escena de cama en cualquier
película? Se tiran en la cama, ella abre las piernas, él se coloca y… chim-pum,
ya está dentro. Ni previos, ni toqueteos ni nada de nada, bueno, es que no
tienen tiempo ni de disfrutar de los besos y caricias, parte importante para
una conclusión apoteósica. ¡Ah! Y sin olvidar la tan recurrida postura del
Misionero. ¿Acaso no hay más que se recurre siempre a la misma? Las mujeres tenemos
gustos y fantasías sexuales igual que cualquier hombre, algunas las compartimos
y otras son diferentes, en definitiva, nos gusta el sexo y queremos tener sexo.
Pero realmente ¿qué nos gusta que nos hagan? ¿Somos fáciles de
complacer? Nos gusta todo aquello que nos haga sentir. El hombre es visual,
imagina con la vista y su excitación pasa de 0 a 100 en un segundo mientras que
la mujer es más sensitiva, requiere su tiempo y necesitamos las caricias y los
besos para excitarnos y no únicamente entre las piernas sino por todo nuestro
cuerpo. El “SENTIR” lleva a “EMOCIONES”. En el sexo buscamos complicidad con el
otro, que haya pasión y algo de ternura para sentirnos deseadas. ¿Qué postura
preferimos? En este sentido cada mujer tiene sus preferencias y las variantes
son infinitas, desde estar encima para poder controlar la penetración hasta
estar tumbada boca abajo o incluso de lado. La elección de una u otra dependerá
del rol en el que se encuentre más cómoda (sumisa, dominante, activa, pasiva…)
y, sobre todo, aquella con la que el orgasmo sea más sencillo.
En la sexualidad femenina hay ciertos puntos controvertidos. Uno de
ellos es la práctica del sexo oral a la mujer. Se puede decir que practicárselo
al hombre ya se considera normal, se da por sentado que al hombre le gusta, sin
embargo, hay hombres que se muestran reticentes o que ni se plantean hacérselo
a la mujer, así como también hay mujeres que lo ven como algo desagradable.
Está claro que la anatomía es totalmente distinta y que la higiene es muy
importante, pero ¿acaso el pene no tiene los mismos inconvenientes? Pues
señores, tampoco es una maravilla vuestra “cosita” porque también puede oler,
saber, tener vello y sus fluidos no son precisamente un estupendo manjar. Otro
asunto delicado es la masturbación femenina y el uso de “juguetes”. Sucede lo
mismo que en el caso anterior, la masturbación femenina aún es un tabú, de
hecho, muy pocas mujeres son capaces de afirmar abiertamente que lo hacen y no
nos engañemos con la “falsa libertad” de la sociedad actual. Socialmente se sobreentiende
que el hombre lo hace, se ve como algo natural e incluso necesario, tanto es
así que si alguno es capaz de afirmar que no se toca, se le tacha de “raro” o
que tiene algún problema. Por tanto, si no es malo para el hombre, ¿por qué
tiene que serlo para la mujer? Tampoco hay muchas féminas que afirmen usar
juguetes sexuales, es algo que se lleva más en la intimidad y en el secreto. Lo
curioso del tema es que hay un amplio mercado de estos artilugios para nosotras
y no tanto para ellos, que se han tenido que conformar con las muñecas
hinchables y sólo hasta hace relativamente poco se han empezado a comercializar
otras variantes.
Y ya que hablamos de elementos adicionales, el mercado pornográfico se
ha dirigido principalmente al sexo masculino. No es que las mujeres no vean
películas porno, sino que mayoritariamente el perfil del consumidor suele ser
hombre y, por ese motivo, se da más relevancia a las fantasías masculinas que a
las femeninas en dichos metrajes. No obstante, me veo obligada a decir que el porno ha hecho
mucho daño al sexo. ¿Por qué? Porque hombres hechos y derechos se lo creen todo
y demuestran tener ideas preconcebidas. El cine X es útil para el divertimento
y placer pero es eso, ¡cine! Por otra parte, parece que las fantasías y deseos
sexuales de la mujer empiezan a reflejarse en la literatura, de ahí el éxito de
la famosa trilogía erótica “Cincuenta Sombras de Grey”, que en breve se va a
llevar a la gran pantalla, y la proliferación de libros eróticos dirigidos a un
público principalmente femenino.
En este punto, cualquier hombre se preguntará, ¿cuáles son las
fantasías sexuales femeninas? En general fantaseamos con situaciones que no nos
atreveríamos a hacer en la vida real o que no seríamos capaces de hacerlas, como
por ejemplo lugares públicos o concurridos o utilizar complementos como
esposas, correas o fustas. También imaginamos tríos, principalmente con dos
hombres aunque también con otra mujer, sólo que en este último caso pocas se
atreven a confesarlo. Y por supuesto, fantaseamos con hombres buenorros de
fuertes brazos y cuerpos perfectos, que nos satisfacen de mil maneras posibles
y son inagotables. A esos hombres les asignamos un prototipo y nos inventamos
una historia en la que trascurre todo el proceso de seducción y sexo. Puede ser
un jovencito mecánico lleno de aceite y sin camiseta, el monitor del gimnasio
que te ayuda a estirar después del entrenamiento, el policía que está a punto
de ponerte una multa y que es irresistiblemente atractivo o el bombero que ves
cada mañana haciendo abdominales. Estos hombres “espectaculares” de nuestra
imaginación pueden ser de otros países y culturas, ofreciendo un morbo añadido
de lo diferente y desconocido. Todo lo relacionado con la sexualidad de la mujer está dentro de un
halo de misterio y, sobretodo, existen muchos tabúes que provocan la aparición de
mitos o equívocos. Para empezar, el clítoris no es un botón que simplemente se
aprieta, es mucho más y está conectado a una gran cantidad de terminaciones
nerviosas, por lo tanto, es muy sensible y si se cuida y se trabaja con esmero los
resultados serán increíbles. También hay que recordar que los pechos no son
masas de harina para hacer pan ni los pezones son protuberancias para retorcer
o pellizcar. Cada mujer tiene un nivel de sensibilidad en los pechos y para
algunas, será placentero que se toquen con más intensidad mientras que otras
requieran más suavidad en el roce.
El gran mito por excelencia “El tamaño importa”. Pues bien, ni vamos a
ser hipócritas ni excesivamente bondadosos: el tamaño tiene una importancia
relativa. ¿Por qué? Porque sí, un tamaño impresiona pero eso no quiere decir
que nos guste, es más, cuando al tacto sientes que tu compañero sexual tiene un
miembro de gran tamaño lo primero que piensas no es “¡OH, qué bien, es
enorme!”, no, lo que piensas es “¡Madre mía! ¿Eso me va a entrar?” y ya vas con un poco de cuidado por si te va a
hacer daño. En estos casos, el susodicho ha de ser muy hábil para preparar el
terreno lo suficiente para que entre con suavidad y no como si fuera una Boa
Constrictor. También hay que tener en cuenta el grosor, mucho más importante
que la longitud aunque en ambos casos un tamaño grande dificulta el sexo oral e
incluso anal…no es necesario explicar el por qué. A este respecto, se olvida que nosotras también tenemos unas medidas y
hay un tope. Es decir, si una erección
de unos 18cm es el tamaño perfecto para una mujer en particular (cada una tiene
unas medidas distintas y admitirá tamaños distintos), más supone dolor y menos
no sentirá tanto. Así que, hombres, desprenderos de esa idea absurda de que el
tamaño importa pero no os confiéis pensando que “lo importante es que funcione”
porque funcionará en tanto en cuanto se adapte a la compañera de cama y del estupendo
trabajo que seas capaz de hacer.
Y no podemos olvidarnos de dos etiquetas que la mujer ha adquirido en
el sexo. La primera es que no nos gusta el sexo (siempre se menciona la excusa
del “dolor de cabeza”), y es un gran error, que no queramos tener relaciones
sexuales en un momento dado (principalmente porque nos hayamos enfadado con
nuestra pareja) no implica que no nos guste el sexo y es perfecto para quitar
dolores de cabeza y estrés. Y la segunda, es que preferimos hacerlo a oscuras
(lo que implica considerarnos vergonzosas), y no, a nosotras también nos gusta
ver lo que tenemos delante, así que, unas velitas o una luz tenue y todo
resuelto.
Poco a poco, la mujer se ha aceptado a sí misma y su sexualidad, algo
que ha permitido que tengamos más poder de decisión al respecto. Si te gusta
cómo te lo hace, DÍSELO, si no te gusta, ENSÉÑALE, si quieres sexo, PROPÓNSELO
y, sobre todo, NO TE CORTES.
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