lunes, 21 de febrero de 2011

Ahí estabas tú.

Ayer soñé que podría ser un gran día. Soñé que el mundo gira y yo voy con él, sin pensar, sin miedos, sólo disfrutar del momento. En mi sueño la lluvia mojaba las calles y escondida tras mi paraguas iba en busca de la felicidad. En mi camino me encontraba con miles de transeúntes, unos tristes, otros huraños y todos ellos con las cabezas hacia abajo. ¿Qué pasa en el suelo? ¿Acaso han perdido algo? Sólo unos pocos miraban al frente, hacia los lados y hacia el cielo nublado. Sus cabezas bien altas, con paso firme y una sonrisa en sus labios. Parece que el paseo les da vida, ¡qué más da que llueva! Y ahí estabas tú, tan alegre y tan locuaz que era difícil que no llamases la atención.

No sé como ocurrió y desconozco las horas que pasaron pero de repente vi que estábamos tras una mesa sentados, conversando como si nos conociéramos desde hace muchos años. ¿Así es el tiempo en la mente? No sabía que en la fantasía todo fuese tan rápido. Nosotros los humanos vamos siempre corriendo pero para todo necesitamos tiempo: tiempo para el trabajo, tiempo para nosotros, tiempo para la familia, tiempo para aprender, tiempo para amar. Vivimos obsesionados con nuestros relojes biológicos, sentimos que según pasan los años se nos marchita el cuerpo y la vida se nos va de las manos.

Pero ahí estabas tú contándome tu día a día, las cosas buenas que te han ocurrido y algunos obstáculos que tuviste que saltar. Y aquí estás, como si nada, no sólo con alegría sino con optimismo y ganas de sentir que cada momento es único. Buscas lo dulce en aquello en lo que te fijas como si fuese un bizcocho de chocolate fundiéndose con una bola de helado de vainilla. Te deleitas en lo suave de aquello que te gusta como si te arropases con sábanas de seda.

Otro salto. Vamos paseando con la noche fría de fondo, a veces agarrada a tu brazo, a veces cogidos de la cadera. No lo entiendo, ¿cuándo nos hemos enamorado? No puede ser, si no me acuerdo de nada, ni siquiera ¡que nos hubiéramos besado! Espera, no, parece que hay algo distinto, es justo en el momento que te sientes atraído por otra persona. Puede ser por su carácter o tal vez por su físico, pero hay algo que te llena y que te motiva a querer conocerla. La mirada es mi punto fuerte, el tuyo la ocurrencia. Puede que yo parezca inocente y tu un aventurero con espíritu de zorro justiciero y alma de trovador elocuente.

Veo que detenemos nuestros pasos, nos miramos y nos fundimos en un abrazo. Nos separamos tan lentamente que aún puedo oler el perfume de tu cuello y sentir que tus manos me sujetan de la cintura. Una ligera llovizna empieza a envolvernos pero el tiempo parece haberse detenido. De mi mejilla va deslizándose una pequeña gota de lluvia, me sostienes la barbilla y me la quitas con un beso. Mi pelo ya está mojado, lo retiras suavemente y unas cuantas gotas caen sobre mi frente. Tus besos hacen su mismo recorrido, de la sien bajas a los párpados, subes hacía la nariz y te desvías hacía un lado, sólo queda una en la comisura de mis labios. Ese beso casi parece más largo porque, poco a poco, vas apoderándote de mi boca y haces que yo te siga. Siento una mano entre mi pelo y otra acariciándome el cuello mientras me resguardo entre tu pecho.

Pero todo ha sido un sueño. No hay cenas, charlas ni paseos. No hay lluvia, ni abrazos ni besos. Sólo queda el recuerdo de una bonita velada que empezó por la tarde y concluyó de madrugada, que fue alegre y mereció la pena por la grata compañía. Pero sólo ha sido un sueño, mañana no estarás en donde te he encontrado, puede que por trabajo o, simplemente, que me hayas olvidado. Era demasiado bonito para ser cierto, era casi como un cuento representado por dos actores en un escenario. Pero ahí estabas tú, revoloteando en mi mente, ahí estabas tú en el sueño que ayer he soñado.