domingo, 14 de febrero de 2010

A tu lado

Abro los ojos, la noche aún nos regala horas de sombras y silencios. Noto tu mano apoyada sobre mi cintura, gesto interrumpido de querer atraerme hacia ti. Aún quedan en mi cuerpo tus caricias y tus besos, tus manos haciendo surcos en la humedad de mi cuerpo mientras las mías se enredaban en tu pelo.
Duermes, duermes tan placidamente como un bebé en su cuna. Siento tu respiración en mi cuello, no roncas, no te mueves, sólo… duermes. Quisiera acercarme más a ti, acurrucarme en tu pecho y taparme del frío con tus brazos, pero me da miedo despertarte. No quiero sacarte del lugar donde estés. Puede que sea en un bosque, en un estadio o en una isla desierta, pero sé que allí estás cómodo. Me encantaría ser la protagonista de tus sueños, como heroína que salva tu mundo o como bella modelo que se desnuda ante tus ojos y busca darte el más dulce de los placeres.
Me tapo con las sabanas, testigos directos de la pasión que nos envolvía, que me huelen a ti y me hacen recordar. Cierro los ojos y te descubro encima de mí. Tus codos apoyados sobre la cama y tu boca alterando todos mis sentidos. Tu cuerpo muy pegado al mío, sin moverse, sólo disfrutabas del deseo de mi mirada. Recuerdo las risas para hacerme con el control del momento y tu falsa resistencia. Me dejaste ganar, lo sé, dejaste que tomase yo las riendas de un caballo difícil de domar, haciéndome creer que ya estaba en mi poder, que era todo mío. Me dejaste deslizarme suavemente por tu torso, mi melena me seguía como fiel animal que confía en el líder de la manada.
Aún duermes, desearía poder volverme y contemplarte así, quieto, relajado. Poder dibujar en el aire la forma alargada de tus mejillas, la delicada curva de tu nariz y las líneas de tus cejas. Pero no quiero despertarte, quiero seguir sintiéndote cerca, notar el calor de tu pecho en mi espalda, saber que estas a mi lado durante varias horas más.
Te mueves en sueños y cambias de postura. Ahora me das la espalda y tus pies rozan mis piernas. Los noto fríos. Me vuelvo, quisiera poder calentártelos con los míos, enredarlos con los tuyos como una madeja de hilo, donde no se encuentra el principio del final. También quisiera abrazarte para acurrucarte en mi regazo, pero temo despertarte. No me muevo, no suspiro… sólo quiero mirarte.
Una lágrima tiembla entre mis pestañas, baja lentamente hasta deshacerse en la almohada. Es la emoción de estar a tu lado, de disfrutarte, de tenerte. Y como si me leyeses el pensamiento, despiertas de tu letargo. “Perdona si te he despertado” te digo mientras te robo un beso de tus labios. Aprovecho para apretarme contra tu pecho, me cubres con tus brazos y yo te envuelvo entre mis piernas. Me siento como el oso que llega a su cueva, a salvo de todos los peligros que le acechan fuera. Me acunas, me meces, me regalas toda tu ternura. Ahora soy yo la que se duerme, me dejo llevar por el sabor de tus besos y las sábanas, cómplices de mis deseos, nos arropan en la oscuridad de una noche que aún no acaba.

lunes, 8 de febrero de 2010

Primeras citas VS Entrevistas de trabajo

Con la crisis que nos acecha y las miles de personas que se han quedado en el paro, la búsqueda de empleo esta a la orden del día. Prensa, Internet, amigos, vecinos... da igual la fuente pero intentamos agarrarnos a lo que sea. Bueno, según las condiciones porque los sueldos últimamente están por los suelos, vamos, que casi no me da ni para comprar pipas. De esa búsqueda salen las temidas Entrevistas de trabajo. Hay que actualizar el curriculum, no sabes que decir, no sabes que ponerte, que tipo de preguntas harán o si te intentan hacer una prueba de idiomas o de informática, cosa que de sólo de pensarla te da un repelús. Pues ¿sabéis? Las primeras citas son exactamente iguales a las entrevistas de trabajo.

La primera vez que ves a un chico, en discoteca, amigos de amigos o incluso porque os conocisteis en un chat, las cosas son más fáciles. Temas de poca profundidad y, como estas de marcha, tienes a tus amigos cerca que te respaldan. Estás mentalizado a disfrutar de la noche y te olvidas de los formalismos y de los protocolos. Sin embargo, llega el momento crucial de “Bueno, si quieres me das tu teléfono y quedamos…”. Una de dos, o te emocionas porque te lo ha pedido o piensas “ya esta el típico pringado que pide el teléfono y nunca llama”. Como en las ofertas de trabajo, tú mandas el curriculum y un día cualquiera te llaman para concertar una entrevista. En el caso de la cita, el chico, días después decide llamarte. Te emocionas y gritas: “¡bien! ¡Me ha llamado!”. Se establece un día para la entrevista y a partir de ahí es cuando empieza el proceso de selección.

Días antes, tienes ganas de que llegue el momento. Llevas un tiempo parada, estas en el mercado… pero nada, y te han llamado para darte la oportunidad de tu vida. No hay que perderla. El día de la entrevista ya empiezan los nervios: cómo será, qué dirás, caerás bien, que haréis, dónde iréis, cuanto durara la cita... Tu curriculum está actualizado: ducha, crema exfoliante de mango y guayaba, sesión depilatoria… Hay que estar perfecta y no puede quedar ni un detalle sin mirar. Has abierto el armario de par en par y has sacado todos los conjuntos que te suelen quedar bien con los respectivos zapatos. No hay que estar demasiado imponente, eso seria igual que parecer chica fácil, tampoco ir tapada hasta los tobillos, ir de traje es muy formal pero ir con vaqueros es demasiado casual. Se acerca la hora: Peinado perfecto, maquillaje discreto y vestimenta apropiada.

Día de la semana cualquiera, La Latina, 19:00 horas. Llegas puntual pero no está. Pasan 5 minutos, no llega “¿Me habrá dado plantón? ¿Y si le hago una perdida?”. Son los típicos 5 ó 10 minutos de rigor de toda entrevista (también de las de trabajo) así que, siempre hay que ir mentalizadas a que puede pasar o no, depende de la formalidad del entrevistador. Al fin llega, disculpándose por la demora, o bien por el tráfico o por la dificultad de aparcamiento. El saludo, muy formal. Es él quien decide donde ir, lugar cerrado, espacioso y con poca gente para hacer mas fácil la conversación. Con una bebida fría, una mesa pequeña y ambos frente a frente, comienza la parte importante. La formación es básica. Es imprescindible saber de muchos temas: cultura, deportes, trabajo, economía, viajes, animales. No puedes olvidar comentar lugares de fiesta, pero haciendo hincapié en que sueles retirarte temprano por el cansancio, la edad… No se vaya a pensar que eres una loca desenfrenada de la noche o, lo que es peor, una vampiresa, que duerme con el sol, y sale de caza con la luna. Durante la conversación, las preguntas se intercalarán con breves explicaciones o comentarios. Hay que prestar atención y no perder la mirada en lo que toman los de la mesa de enfrente. Habrá momentos de tensión por no saber que decir, silencios incómodos donde cuesta ser el primero en arrancar, risas forzadas o comentarios que no venían al caso. Aun así, hay que parecer natural.

El tema de experiencia profesional es mejor tratarlo muy de soslayo. Puede saber que has hecho un “master” con otro durante unos años, eso da estabilidad emocional, pero no le cuentes en cada oficina en la que has estado, en los tiempos que corren es mas habitual, pero no es necesario que se lo relates, y menos aún los momentos con los ex. Los idiomas son cruciales. Normalmente el inglés es el idioma más solicitado, pero en el proceso de selección femenina, los chicos suelen reclamar más el francés. ¡NO! No te piden que lo hagas allí mismo, ellos dan por sentado que controlas los verbos, las declinaciones y todo lo que conlleva el dominio de la lengua. Las lenguas vernáculas como el Griego… o el Latín no son reclamadas en un primer momento, pero pueden ser requeridas a posteriori. Una vez pasada la selección, podemos eludir el proyecto llamando la atención de otra propuesta original o recurriendo al dominio del ya mencionado francés. O afrontarlo sin más, según si estás dispuesta a abrir… otros caminos.

Otro aspecto que siempre suma puntos es la velocidad con las manos. Es una habilidad muy valorada para momentos de gran tensión, y si mientras manejas las manos, hablas francés… seguramente el puesto ya sea tuyo. Habrá que dar clases para practicar más mecanografía. No podemos olvidar la informática, saber encender el aparato desde primera hora de la mañana, por la tarde, por la noche, viendo el fútbol, durante un viaje de cuatro horas a la playa… cualquier momento puede ser bueno, sólo hay que saber qué y cómo tocar. Durante el proceso, nosotras solemos fijarnos en las temidas señales: si cruza las piernas, los brazos, si me presta atención… ¿Me esta mirando a mi o a mi escote? Cualquier signo que pueda ser positivo o negativo: “¡Oh, no! Está mirando el reloj constantemente…”

La despedida es importante, es la última imagen que va tener de nosotras. Todo queda en el típico ya te llamaré o a la próxima invito yo y unas cuantas sonrisas cordiales. Sin embargo, una vez que estás sola, nunca sabes si habrá una próxima entrevista. ¿Le habré gustado? Si pasan mas de tres días sin dar señales, no te molestes en llamarle para saber como va el proceso, directamente has sido eliminada.
También hay que mencionar a aquellos que necesitan hacerte pasar por un examen práctico de tus cualidades. Si es así, seguro que quedarán entusiasmados e incluso te llamen para una segunda visita, pero tampoco tengas esperanzas, ya saben hasta donde puedes llegar y es más que probable que te ofrezcan un contrato temporal o de obra y servicio.

Puede que te surja una cita fuera de tu comunidad. En estos casos, ármate de valor, de entusiasmo, de paciencia y, sobre todo, ve preparada para cualquier cosa. O bien le encantas o bien te deja con las maletas en la estación de tren. Pase lo que pase, no te desanimes, seguramente lo has hecho bien pero él no estaba a la altura de las circunstancias. Eso sí, no seamos pesimistas Alguna vez la entrevista puede salir tan bien que te llamen al momento y seas la candidata perfecta. Nunca podemos rendirnos ni tirar la toalla. Cada cita o entrevista será distinta, tendrá algo peculiar o algo de lo que aprenderás, pero recuerda, aunque te estén entrevistando, tú también debes de hacer el proceso de selección y, si no te convence la empresa, descártala al momento.

lunes, 1 de febrero de 2010

Te equivocaste

Estoy cansada de callarme, de ser la niña buena, la que asiente, la que escucha. Ahora voy a decirte las cosas como son, sin miedos a las replicas pero, lo más importante, sin miedo a ti.
Ya jugaste conmigo suficiente, tantas palabras bonitas, tantas promesas que se quedaron sin cumplir, ¿dónde estás ahora? ¿Dónde está ese atrevido muchacho que intentaba conquistarme? Has huido como huyen los cobardes ante el peligro de una cruel derrota, un soldado asustado que duda de sus posibilidades, que tiembla ante los estruendos de los cañonazos, que teme luchar por miedo a morir. En definitiva, realmente me temes, sabes que puedo ser peligrosa para tu corazón prepotente.
Estás acostumbrado a que te halaguen, dominas el juego de la seducción a la perfección y encandilas a las mujeres con esa seguridad que de tu carácter emana. Las tratas como muñecas, las dominas, las manipulas, las olvidas… Ellas nunca pueden apoderarse de ti porque has creado barreras que impiden el paso a tu castillo, un castillo grandioso, pero que realmente está vacío y oscuro… solo.
Pero yo soy distinta, he jugado a tu mismo juego. ¿Pensabas que sería presa fácil? Te equivocaste. Quisiste enfrentarte a mí, fui tu gran reto, ninguna hasta ahora te lo había puesto difícil. Con dulces palabras intentabas convencerme, una feroz conquista que te llevo a los pies de tu abismo personal, dejarte caer en los brazos de cupido o resistir para mantener tu ego intacto.
Nunca me fié de tu mirada, no había sinceridad en ella pero intenté creer que eras distinto. Quise darte una oportunidad, no ser desconfiada y mantener la esperanza de que aún haya gente con un corazón puro. Pero me equivoqué, me demostraste lo poco que te he importado y lo falso que has llegado a ser. Vas de hombre interesante y me descubriste tu faceta de niño que tira la piedra y esconde la mano. Pero conmigo, te equivocaste.
No me sirven de nada tus excusas o tus lo siento, no me sirve que me digas “que no eres así”, “que de verdad me importas” o que no sea tan dura contigo. Déjalo. No vuelvas a mirarme, no quiero que tus ojos tengan el privilegio de contemplarme, no quiero que tus palabras sean espinas en mis oídos, ni quiero que tus manos sean esposas en mi cuerpo. Olvida mis besos, mis caricias y el calor de mi cuerpo. Olvida las noches que pasamos juntos hablando y retozando entre las sábanas hasta los primeros rayos de luz. Bórrame de tu mente, aunque supongo que para ti será muy fácil. Descuida, yo haré lo mismo porque no te mereces ni el más pequeño espacio de mi vida. Ya me has hecho perder demasiado tiempo, así que, desanda el camino y vuelve hacia atrás como los cangrejos buscando una buena roca donde esconderte.
Huye, vuela, corre como caballo indomable hacia un destino incierto y no detengas tus pasos porque tras de ti sólo quedan bellos campos devastados por un fuego ardiente donde no volverá a crecer la hierba, pueblos desolados y mujeres con su orgullo dañado.
Ahí va la sombra del gran caballero, que por arma lleva su afilada lengua y como escudo su gallarda armadura. Va arrastrando los pies y vaga por los caminos con la mirada perdida, intentando mantener la cabeza alta a pesar de tener el orgullo caído. La vanidad le pudo, ¡quién lo diría!
¡Eh! Gran trovador, ¿qué has hecho con todas tus historias? ¿Ya no te quedan más cuentos? Vete tan lejos como tus palabras, que con el sol vinieron y con el viento se marcharon. Acuérdate que conmigo, te equivocaste.