domingo, 20 de enero de 2013

Las frases más temidas en el AMOR

El amor es… es… ¿Qué es el AMOR? Creo que el ser humano lleva preguntándose está cuestión desde hace mucho tiempo y no hay una única respuesta porque depende de la persona de quien te enamores y las circunstancias de ambos. Lo que si es cierto es que el AMOR tiene momentos muy bellos, increíbles y fascinantes que te llenan de vitalidad y la vida se te hace maravillosa. Pero todo tiene su lado oscuro y el Amor no lo es menos, así que, también hay dosis de miedo, dolor e incertidumbre. Mucho se ha hablado del lenguaje del Amor, de los gestos y posturas, de los besos… pero nadie dice nada sobre las frases más temidas en una relación. Sí, son esas frases que en cuanto las escuchas te dan un vuelco el corazón, te paralizas y necesitas unos minutos para poder reaccionar o si eres tú quien las pronuncias estás con el alma en vilo esperando la reacción o la respuesta de la otra persona.
 
“Me gustas”: Parece un poco infantil o adolescente pero los adultos también usamos estas palabras cuando queremos hacer saber al otro que estamos empezando a sentir algo, aunque en su caso también decimos “me encantas”. Da un poco de miedo porque es la frase que marca los límites, la que delimita si surge o no algo. Si es recíproco da tranquilidad, el problema es cuando no lo es porque el que no siente lo mismo está recibiendo la señal de “peligro continuar por este camino” y se plantea la opción de escaquearse y poner barreras. Aunque hay quien aún así sigue con el tonteo sólo porque sabe que hay alguien a quien llama la atención.
 
“Te Quiero”: Pensareis que es una tontería que se pueda temer un “Te quiero”, ¡si lo deseamos y nos gusta que nos lo digan! Cierto es, pero… ¿Qué ocurre con el primer “Te quiero”? Ese es el que impone porque vuelve a marcar un ciclo importante en el que abiertamente se expresa lo que se siente en dos simples palabras. Escucharlo impacta y decirlo impone y en ambos casos los segundos antes de decirlo o escucharlo entras en un estado de parálisis corporal, no mueves ni un músculo y contienes la respiración, vamos, que ni pestañeas. Al decirlo estás a la expectativa de la reacción del otro. Has buscado un momento íntimo en el que ambos estéis a gusto y tienes la necesidad de expresar lo que sientes pero no te atreves. “¿Lo digo o no lo digo?” piensas, hasta que decides arriesgarte, te armas de valor, coges aire y… lo sueltas con la sensación de que estás tirando una bomba. Cuando lo escuchas, te quedas sin palabras y no sabes muy bien cómo responder, principalmente porque no te lo esperas. Lógicamente, lo más apropiado sería “Yo también te quiero” pero cuesta abrirse tanto o incluso a veces dudamos de las palabras del otro pues podemos pensar que lo dice por complacer y no porque sea sincero.

“Tenemos que hablar”: En el momento en el que oyes esto ya te pones alerta y a la defensiva, como un boxeador que se cubre el rostro esperando el golpe de su contrincante porque estas palabras nunca traen nada bueno. Mi amigo Roberto se quedo helado cuando escuchó esta frase en la boca de la que ya era su ex, la siguiente frase le dejó más congelado aún… “Estoy embarazada”. O mi amiga Charo que después de esa frase escuchó… “tenemos que dejarlo… he conocido a otra persona”. Pero más impactada se quedó la hija de mi vecina cuando su prometido le dijo que “no me caso” a un día de la boda, con el banquete y el viaje de novios pagados. ¿Y por qué sabemos que el “Tenemos que hablar” no trae nada bueno? Pues porque si fuera bueno no empezaríamos con evasivas sino que lo soltaríamos sin más. Para darte una sorpresa, tu pareja te diría “Tengo una sorpresa para ti, cierra los ojos…” y cuando los abres te encuentras dos billetes de avión a ¡Roma! O a tus padres les anuncias que te casas con un “Papá, Mamá... ¡nos casamos!” y a tus amigos se lo dices con un increíble “¡Me caso!” y todo ello acompañado de una sonrisa de oreja a oreja y llena de emoción. Por eso sabemos que un “Tenemos que hablar” es malo, porque no va acompañado de gestos alegres, más bien todo lo contrario.
 
“Tengo algo que contarte” o “¿Puedo preguntarte una cosa?”: Algo similar pasa con estas frases que suelen acompañarse de un “pero no te enfades”. No llevan consigo nada bueno puesto que un acontecimiento alegre se cuenta por sí solo mientras que para hablar de un suceso negativo, se aplican este tipo de frases que intentan suavizar el contenido, vamos, hacen de analgésico para que el golpe sea menos duro o, al menos, más llevadero.
 
 
“Tenemos que dejarlo”: Es la típica frase que se suelta después del “Tenemos que hablar”, o al menos es la que más probabilidades tiene. Realmente no te la esperas y te cae como un jarro de agua fría, es como si te arrancasen el corazón de cuajo y lo hicieran pedazos en un momento, acompañando todo el drama con unas lágrimas que ni un solo pañuelo puede recoger. Cuando te toca a ti decir esas duras palabras, te encuentras en una encrucijada, te encuentras entre la espada y la pared porque guardas cariño a la persona que quieres dejar pero ya no sientes lo mismo que antes o ves que la cosa no funciona pero no sabes cómo decirlo sin hacer daño. Para el que lo suelta es quitarse un peso de encima, una carga tan grande que es como “¡uff… por fin lo he dicho!”, para el que lo escucha es un “¿Cómo? Pero… ¿Por qué?”
 
“Vamos a darnos un tiempo” y “Creo que deberíamos conocer a otras personas”: Es similar a la anterior con una peculiaridad, en este caso dejas la puerta abierta “por si acaso”, en la anterior la cierras totalmente. Pero a ver ¿cómo que un tiempo? ¿Acaso somos Kit-Kats… un paréntesis en tu vida y luego seguir? Y por otra parte… ¿Vamos a ser los segundos platos? No hombre no, además, que darse un tiempo y conocer otras personas es como si dices “Mira, no me gustas y me estoy aburriendo contigo, así que, voy a divertirme a lo grande y si me aburro pues hablamos”.
 
“Ya no siento lo mismo” o “Ya no es lo mismo”: Duele escuchar está frase porque es la versión suave de un “Ya no te quiero”. Te quitan o quitas el lado romántico e idílico de la relación y no queda nada, sólo cenizas. Si eres victima de estas palabras, te queda una sensación agridulce y tienes la impresión de que han jugado con tus sentimientos. Si eres el verdugo, intentas dejar claro que la relación no tiene sentido y no hay nada que hacer para cambiar tus sentimientos.
 
“Te quiero… pero como amigo/a”: Es lo peor que te puede pasar, que te coloquen en el rango de “Sólo amigos”. ¿Sólo amigos? No, no... A ver, que yo ya tengo amigos… no, así no vale, o sí o no pero medias tintas nada.  Cuando te lo dicen te quedas con una cara de tonto, cuando lo dices pones limitaciones para que las cosas no se confundan o no vayan a más. Todos hemos estado en uno y en otro lado, en uno te  desilusionas en el otro dejas de sentirte agobiado.
 
“Hoy viene mi madre”: Es decir… tu suegra y no te hace ni pizca de gracia porque ya sabes que va a inspeccionar la casa o hará algún comentario que te obligue a morderte la lengua si no quieres liarla. Si es tu madre al que no le hará gracia es a tu pareja porque él también tendrá que mantener la compostura en lugar de estar repanchingado en el sofá.
 
Estás y muchas otras frases son temidas y odiadas en el amor porque adelantan acontecimientos catastróficos o  por lo menos no deseados.  No importa que se digan durante la cena, en la cama o entre medias de conversaciones normales, el caso es que son puñaladas por la espalda que no se esperan y que dejan una herida abierta en algunos casos y un resquemor o leve malestar en otros.