lunes, 31 de mayo de 2010

Y si hubiera....

Cuántas veces nos habremos hecho esta pregunta. No sé si muchas, pero unas cuantas sí, porque nunca podremos saber si la decisión que descartamos en aquel momento era la correcta.
Miro hacia atrás y… ¿qué hubiese pasado si hubiera aceptado salir con Alberto cuando teníamos 17 años? Pues, seguramente, a los 21 ya estaría casada y con dos críos y a los 25 ya tendría otros dos más. ¿Por qué? Porque su familia era muy numerosa y todos los hijos tenían que respetar la tradición, supongo que para mantener el apellido. Su hermano mayor, que por aquel entonces tenía casi los 30 años, tenía tres churumbeles a cual más travieso y su hermana de 25 iba a poner el primero. En fin… cada familia es un mundo ¿no?
También me planteo qué hubiera pasado si hubiese estudiado medicina. Pues tendría una casa más grande, conduciría un Mercedes y en el trabajo no me estresaría, pasaría consulta de 4 a 7 de la tarde y a todos mis pacientes les mandaría el gran remedio…ibuprofeno… y mucha agua, por supuesto. Eso sí, seguramente las ojeras por las guardias ya serían permanentes y tendría que hacer los peores turnos. Pero como ventaja… conocería íntimamente a todos los médicos y compañeros de practicas, que ya se sabe que pasar muchas horas en el mismo lugar, compartiendo noches enteras… Vamos, que me imagino jugando al escondite a oscuras en el almacén con el jefe de planta de cardiología. ¡En la hora que estudié periodismo! Que era una carrera donde predominábamos las féminas.
¿Qué hubiese pasado si hubiese hecho las paces con mi amiga Alicia? Pues, probablemente, volvería a acostarse con mi actual novio, como ya hizo en su día y que fue el motivo de nuestra ruptura y, por supuesto, de la de mi ex. Y era la que decía que era mi mejor amiga ¡pero que cínica! Claro, conmigo tenía un 2x1, dos escarceos a la semana por una idiota que no se enteraba.
Otra fuente de duda se centra en el ambiente familiar.
Y si el año pasado me hubiera acordado del cumpleaños de mi suegra... ¿ahora le caería mejor? Y eso que luego le regalamos un fin de semana en un spa de lujo, idea mía, por supuesto, pero que ella le reconoció todo el merito a su hijo y para mí un simple gracias. Y si me tiñera el pelo ¿me vería con mejores ojos? Ufff… difícil respuesta, seguramente nunca sería lo suficientemente buena para su niño (porque a pesar de la edad de mi novio, para ella sigue siendo su “niño”). Es la continua lucha que tenemos las nueras para agradar a las suegras. Intentas poner buena cara aunque te reviente por dentro, procuras no saltar cuando critica tu manera de mantener la casa o de cuidar a los niños (si es que los tienes) pero lo que más molesta siempre es el gran aprecio que tenía por las anteriores parejas de mi chico. “¡Ay! Juan, ¿sabes a quien me encontré el viernes en la pescadería?” Lógicamente, estoy yo delante… “pues a la madre de ¡Sofia!”. Dice el nombre con un entusiasmo que casi le saltan las lágrimas de la emoción y después me mira y me suelta el jarro de agua fría “el gran amor de su vida… era ¡máaaaassss guapa! ¡Y qué inteligente! Ahora es abogada y está en uno de los mejores bufetes de España” (todo esto con un tono de retintín) Y para rematar la faena, le dice a su hijo “de verdad, hijo, no sé como pudiste dejar a esa preciosidad… ¡hacíais muy buena pareja!”. Dicho esto, a ti se te sube la bilirrubina de Juan Luis Guerra, la tensión… por las nubes… vamos, que revientas el aparato si te la tomasen ahora mismo y la mala leche se te va acumulando por momentos, pareciendo un volcán que quiere estallar y no puede. Así que, le sueltas la mano a Juan, le miras con cara de “hoy ya sabes donde vas a dormir” y te inventas cualquier excusa para escapar de allí.
Pero no sólo nos centramos en cuestiones personales ¿eh? Las cuestiones existencialistas también afectan a cómo hubiera sido el mundo si fuese de otra manera.
Por ejemplo, que Adán y Eva no hubiesen comido la Manzana del Árbol Prohibido.
Eva va a ver a Adan con la manzana en la mano y le incita a comer, pero Adán está tan ensimismado viendo correr a una manada de once cervatillos, que no le presta atención. - Adán, Adaaaan….. ¡ADAN!
- ¿Qué quieres Eva? No ves que esto está muy interesante…
- Son sólo cervatillos… ¿Qué tiene de interesante?
- No sabes apreciar las cosas buenas de la vida… se han ido a tomar un poco de agua.. ¿Qué me decías?
- Mira por que no probamos un poco de la manzana? Seguro que esta muy buena
- ¿Y para eso me molestas? Anda, Eva... déjame tranquilo que estoy muy a gusto viendo correr a los animales y ver crecer las plantas (a falta de fútbol de verdad habría que buscarse otra actividad de no hacer nada)
- Adán, siempre estás igual…¡es que no me haces nada de caso!
- Eva, no sé que te pasa últimamente que esta un poco alterada… voy a hablar con el Todo Poderoso y que me devuelva mi costilla ¿eh?
Y Eva se da la vuelta enfadada, tira la manzana al suelo y se la come uno de los cervatillos y se convierte en un enorme y espectacular ciervo. Eva era la incomprendida de su tiempo…
Pero lo que es más… ¿Qué hubiera pasado si en lugar de ser una serpiente la que ofreciese el fruto prohibido, fuese un hada? Eva va tan tranquila por el Paraíso y encuentra a una preciosa hada que le incita a comer del árbol. Eva directamente pensaría “¡Uy! Esta harpía me está engañando… que sé de buena tienta que es una mentirosa. Y mira la ropa que lleva como si ella fuese mejor que yo que voy desnuda, lo que pasa es que soy menos pudorosa… ¡Qué poco me gusta! En la hora que he venido a pasear… si me hubiera quedado en casa no me pasaría esto...” pero pone su mejor sonrisa y le dice a la preciosa hada que Adán la está esperando y que le tiene que hacer la cena y que no le puede hacer esperar al pobre que está tan atareado… con los ciervos… ya sabes.. cosas de hombres…
¿Y si fuera un mounstro con cuerpo de león, cabeza de jabalí, patas de araña y alas de abeja? Pues que Eva estaría temblando de miedo mientras el bicho raro quiere ganarse su confianza. Eva, con el entrecejo fruncido de asco y temor pensaría “ains... que asquito… que se le cae la baba por esos colmillos amarillentos… ¿y que hago yo ahora? Pero como me voy a fiar de él si esté lo que quiere es comerme a mí…” Y mientras va andando hacia atrás, protegiéndose con los matorrales que se encuentra a su paso, la pobre Eva le diría que no tiene hambre y que la está esperando su hombretón que está de caza por la zona.
Vamos, que ninguna de estás dos versiones es creíble. Pero si no hubiesen comido de la manzana, hubiéramos vivido en un mundo de paz y amor, sin necesidad de cubrir nuestros cuerpos, sin tener que trabajar de lunes a viernes de 8 a 6. Nosotras no tendríamos el periodo todos los meses (porque en el Paraíso no puede haber dolor…), ellos estarían preocupados de su “aparato” (¡ah! Pero si ya lo están…) y tendríamos mucho tiempo libre para cuidarnos, lo que conllevaría que nuestra salud sería estupenda y no habría enfermedades. ¡Vaya! El capricho de los primeros humanos nos ha salido caro. Eso sí, hay que reconocer que la historia es machista porque ¿Y si hubiera sido Adán el que incitaba a comer a Eva? Pues sería la excusa perfecta para que Eva siempre le reprochase a Adán “¿Ves? Si ya te lo decía yo... que esa serpiente no iba a traer nada bueno. Y tu “¡pero si es muy maja! ¡Mira que simpática que nos da la comida!” ¡Hale! Pues mira que maja que nos han desterrado… y todo por tu culpa. Sí, no me mires así, porque tengo razón. Claro, como tú eres el hombre de la casa y el que toma las decisiones… en la hora que hice caso al Señor y le dije que iba a hacerle creer que él era el más inteligente de los dos por el bien del equilibrio terrenal…”
En fin… que todos estos dilemas acaban siempre en el mismo sitio, en NADA y son más pérdida de tiempo que otra cosa. Aunque hubiésemos actuado de otra manera, siempre nos plantearíamos porque no hicimos lo contrario o que hubiese sido de nosotros si hubiésemos elegido el otro camino. Lo hecho, hecho está… centrémonos en el presente y miremos hacia el futuro.

jueves, 6 de mayo de 2010

Y sin embargo...

Los hombres sólo dan problemas. Sí, es cierto, también nos dan placeres o nos miman pero muchas veces nos dan más quebraderos de cabeza que lo que consiguen con sus buenas acciones.
El primer problema es que son incapaces de entender las indirectas. No captan los juegos de palabras, los dobles sentidos en cuestiones sentimentales o incluso las ironías. Cuando decimos frases como “hace mucho que no vamos al cine…”, “que olvidada me tienes…” o “… claro, como ya no me llamas ni me dices cosas bonitas”… queremos haceros entender de una forma sutil que nos estáis ignorando. Esta claro que sería más fácil coger el toro por los cuerpos y soltar algo parecido a “veo que te importo bastante poco ¿no?”, “¿Quedamos o tengo que esperar a que te decidas?”. Sin embargo, en este último caso al final los hombres nos tachan de descaradas o bordes, y como estás entrando en un terreno más personal, se sienten tan amenazados que su único recurso es huir del enfrentamiento. Una huida que puede ser mediante el Cabreo Silencioso, que se pasen horas sin decir ninguna palabra y haciéndote sentir culpable (cosa que a nosotras nos desquicia mucho más) o a través de la huida literal, vamos, que no le vuelves a ver ni en pintura. Así que, para evitar estas situaciones queremos ser más comedidas y le damos un toque un poco más desenfadado, pero no funciona. Con lo cual, no sabes si se hacen los tontos o realmente lo son.
Los hombres también flaquean en las emociones. ¿Son humanos? Todo parece indicar que sí y cuando están con sus amigos saben expresarse muy bien emocionalmente. Viendo el fútbol utilizan una amplia variedad de gestos, expresiones faciales y formas de manifestar su estado en ese momento o haciendo deporte pueden intercambiar consejos sin que ello les suponga un dilema. Son capaces de hablar de sus intimidades con sus mejores amigos, incluso confesarles que esa chica que ha conocido recientemente por un chat le vuelve loquito. Pero con nosotras… ¡Ay, con nosotras…! Para ellos debemos ser brujas malvadas, seres malignos que les comerán las entrañas y se apoderarán de sus mentes si descubren lo que sienten. Salvo escasas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano… se ponen un muro enorme para impedir que les conozcas más personalmente. A ver… que nosotras también hemos tenido malos momentos ¿eh?, vamos, como todo el mundo en esta vida, y no por ello nos dejamos arrastrar por el miedo a sentir nuevas e inesperadas emociones. Porque las féminas podemos sentir con gran intensidad una simple caricia, un beso, una indiferencia… hasta podemos llegar a vivir los orgasmos tan intensos que se nos salten las lágrimas de la emoción. No es tan difícil decir un “te hecho de menos” o un “te quiero” cuando la situación se vuelve muy íntima, no nos vale con un simple abrazo, necesitamos que, de vez en cuando, se digan esas cosas para sentirnos bien y completas. Justo es esa palabra la que falta mientras te acurrucas entre sus brazos después de una noche apasionada. Por eso, a nosotras nos cuesta una barbaridad comprender las cosas que hacen o dicen, porque desconocemos el grado emocional que hay detrás y nos hace pensar cosas que no son, nos agobiamos y damos importancia a cosas que realmente no la tienen.
De lo dicho, surge otra de las dificultades más comunes con los hombretones: La incertidumbre. Ese no saber a qué atenerse, estar con la continua duda de si le importas o para él eres un cero a la izquierda. Porque su dificultad para ser sinceros contigo con lo que sienten hacia ti se junta el hecho de que te desconciertan. Un día te trata como una reina y al otro ni te pregunta como ha ido ese examen que tenías. De buenas a primeras te llama para quedar un domingo por la tarde y a las pocas semanas acabas siendo tú la que insiste en quedar… bueno, eso si tienes suerte de que te haga un hueco en su apretada agenda, claro. Aquí volvemos a plantearnos si tenemos que hacernos las duras o si nos mostramos tal como somos, incluyendo el abrir nuestro corazoncito.
En teoría, el hombre siempre ha sido el que luchaba. En las sociedades primitivas, era el que iba a cazar. Los chavales (y algún adulto también) resuelven sus diferencias con unos cuantos puñetazos a la salida del instituto o con el intercambio de insultos a cual más hiriente. Pero en el amor… ¡JA! En el amor se cansan rápido y dejan de luchar. Total, para que luchar por algo que ya han conseguido ¿no? Si saben que te tienen en su mano, se relajan y prestan menos atención que antes. Dejan de llamar, dejan de proponer cosas o de sorprenderte. Ya no te mandan un mensaje de buenos días mientras vas al trabajo ni te llaman preciosa por que sí. Dan por sentado que ya han hecho su trabajo y cada vez son menos las ocasiones en las que intenta hacer algo para alegrarte el día. Chicos, queremos (y necesitamos) que nos demostréis que os importamos… ¡Nos conformamos con un mínimo detalle! No hace falta una gran cena con velas ni regalarnos un fin de semana en París (bueno, con eso ya la emoción es enorme…) pero un simple paseo por un parque, un café inesperado o un “guapetona” no sólo nos alegran el día, sino que nos hacen las mujeres más felices de la tierra, aunque sea por unos minutos, pero lo disfrutamos como lo más maravilloso que nos haya podido pasar.
Y claro, si ellos no ponen la sal, no nos queda más remedio que encargarnos de esa tarea y aderezar con un poquito de alegría, una pizca de misterio, una cucharada de emoción y un buen plato de pasión. Pero de todo se cansa uno y tirar siempre del carro por los dos al final pasa factura. Pequeños reproches o cosas que se quedan por decir que van formando brechas hasta que el cúmulo de cosas es tan fuerte que el volcán entra en erupción y arrasa con todo lo bonito que había en el camino. Incluso empieza a formarse la idea de tirar la toalla o si realmente merece la pena luchar y darlo todo por esa persona que ni se inmuta.
Y sin embargo… y a pesar de todo… les queremos, les buscamos y les necesitamos. Podemos estar mucho tiempo sin sentir algo por alguien y estar a gusto con nosotras mismas, podemos hacer nuestra vida normal sin pensar en tener un hombre continuamente a nuestro lado, podemos preferir disfrutar de la vida y de los placeres sin dejarnos llevar por los sentimientos… Pero llega un momento en el que algo falta, hay un pequeño vacío y… justo en ese instante… aparece ese caballero que te quita el hipo. Y, hombres de todo el mundo, por más que queramos criticaros, por más que intentemos alejarnos de vosotros por vuestras meteduras de pata o por vuestra forma de ignorarnos, siempre buscaremos la oportunidad para encontraros. Porque hombres y mujeres somos como relojes que necesitan de distintas tuercas y en algún momento encontraremos esa pieza que encaja con nosotras, formando un engranaje perfecto y delicado. ¿Cuándo será? Y sin embargo… te espero.