domingo, 5 de junio de 2011

Lo que buscamos

Ayer conocí a un chico majísimo: agradable, atento, guapo, con inquietudes… pero ¿realmente es mi tipo? ¿Cómo sé que somos compatibles?, es más, ¿en qué me fijo para considerar que me atrae? Sí, las mujeres somos un mundo y puede que sea complicado entendernos, bueno, según ellos es imposible pero a nosotras tampoco nos lo ponen nada fácil. Lo que sí está claro es que nuestros gustos van cambiando con el tiempo y también lo que buscamos en un hombre.

En la pubertad nos fijamos única y exclusivamente en el físico. Si tiene el pelo largo o corto, como le queda mejor, el color y forma de sus ojos, la altura y su estructura corporal, si tiene buen culo y con qué vaqueros le queda mejor, si tiene el pie grande y las zapatillas que lleva… Observamos hasta el más mínimo detalle, de hecho, les hacemos una radiografía tan completa que podríamos ser capaces de decir los lunares que tiene en su brazo derecho, vamos, que ni su madre lo adivinaría ni con la ayuda del 50 por ciento del “Quieres ser Millonario”.

Con los 18, se vive un periodo de tres o cuatro años de “Living la vida loca”. No es que todo valga pero, dentro de unos límites marcados por las preferencias de cada una, queremos investigar. El alemán que ha venido de Erasmus a tu facultad te está volviendo loca, el amigo de tu amigo, ese que es alto y moreno, te parece una ricura o no puedes evitar fijarte en el hijo del vecino de enfrente cada vez que bajáis en el ascensor. A esta edad comienzan los primeros amores que siempre se consideran “el amor de mi vida”. Seguimos fijándonos en el físico pero empezamos a tener en cuenta ciertos rasgos de su personalidad, principalmente que sea divertido, que te haga reír o que tenga muchos amigos y sea extrovertido.

Es con los 25 años cuando ya buscamos otras cosas. La personalidad pasa a un primer plano y queremos un hombre que sepa escuchar, que sea cariñoso y atento, que se preocupe por ti y te llame a menudo, aunque sólo sea para decirte buenos días, o esa llamada de buenas noches que te hace ir a la cama con una sonrisa de oreja a oreja. A ver, el físico nos sigue gustando y nos llama la atención el modelo de Calvin Klein o el nuevo fichaje de un equipo de futbol, porque, seamos sinceras, los tíos macizorros nos motivan… y mucho. Ves esos bíceps duros, esos muslos prietos, ese vientre plano con abdominales marcados… y te imaginas lo que harías con un hombre así en una situación muy intima. Sin embargo, también somos realistas y en el día a día, y a los que sí podemos acceder, nos llama la atención otro tipo de rasgos físicos como puede ser la cara o los brazos, pero, principalmente queremos sentirnos a gusto con la otra persona, coincidir en gustos y aficiones… vamos, notar que hay química.

Rondando o pasando la treintena un cuerpo bonito ya no es suficiente. Necesitamos más, necesitamos que piense por sí mismo, que sea independiente, que tenga inquietudes... en definitiva, queremos un HOMBRE, en mayúsculas. Esto no quiere decir que los guapos y atractivos no tengan esas cualidades, pero son difíciles de encontrar, bueno, yo diría que casi imposible. ¿Y cómo hacemos para saber todas estas cosas sobre ellos? La respuesta es sencilla, observándoles.

La primera vez que conoces a un chico, le haces una primera radiografía visual, sobre todo, para determinar si sois del mismo estilo. Si eres de las que te gusta llevar rastas, probablemente no te llame la atención un hombre con pantalones de pinzas, y si eres de las que no se baja de los zapatos de tacón de aguja ni para ir al gimnasio, será muy difícil que te gusten los que llevan cadenas o un collar de pinchos en el cuello. Que todo puede ser ¿eh? Pero solemos fijarnos en personas con nuestro mismo tipo de vida.

Poco a poco vais tratando distintos temas, primero más banales y luego algo más personales pero sin entrar en asuntos complicados. Es en este momento cuando te fijas en qué dice y cómo lo dice para evaluarle más íntimamente y considerar si te convence o no. Te interesa saber a qué se dedica y lo qué hace cuando tiene tiempo libre. Lo que intentas sopesar es su responsabilidad y el tipo de vida que lleva.

Si te dice que entre semana está saturado de trabajo, que va todos los días al gimnasio para desestresarse, que el viernes tiene natación, los sábados hace senderismo y los domingos sale de ruta motera con un grupo de amigos, está claro que no va a tener tiempo para dedicarte. Sí, al principio quedareis e intentará hacer todo lo posible por compaginarlo con sus actividades pero no tardará en recuperar su rutina y te verás más sola que la una. En el caso de que te diga que siempre está de fiesta, que le gusta desfasar y junta el día con la noche y la noche con el día siguiente, ya sabes que él aún quiere disfrutar de su vida loca. Pero tampoco te convence aquel que los fines de semana sólo ve películas descatalogadas, juega durante cinco horas seguidas a la Wii o se queda pegado al ordenador.

Alguien me podrá decir que eso es ser demasiado exigente, pero no, lo que quiero es un hombre que: 1- Demuestre que le intereso. 2- Si queda conmigo no piense en lo que ha dejado de hacer por quedar conmigo. Yo no le estoy obligando y mi tiempo es igual de valioso que el suyo, yo también he dejado de hacer cosas por estar con él pero me interesaba verle. 3- Siga haciendo sus actividades de forma independiente, igual que haré yo, pero que me dedique tiempo de forma totalmente voluntaria y no porque haya que insistirle. 4- Entienda que me gusta quedarme en casa de relax viendo una película en el sofá a su lado, pero no todos los días porque también me gusta salir a cenar fuera, dar un paseo por el Retiro, ir al cine, al teatro o ir a bailar. Y 5- Ante todo, que no se agobie, que es posible compaginar una relación de pareja con su trabajo, familia y amigos. Que se dé cuenta de que no soy una extraterrestre que pretenda abducirle durante las 24 horas al día.

Después de un rato de estar con él, te planteas cuestiones más serias. ¿Gustará a mis padres? ¿Y a mis amigos? Necesitas estar convencida de que será bien acepado en tu entorno porque si no es así resultará incómodo y creará conflictos innecesarios. ¿Vive solo? ¿Le gusta cocinar? ¿Sabe planchar? Quieres saber si una posible convivencia será llevadera o si acabareis como el rosario a la aurora. ¿Es organizado o tira la ropa por el suelo? No quieres ir detrás de él como, muy seguramente, hacía su madre cuando vivía con su familia. ¿Es educado, caballeroso y respetuoso o ligón, pícaro y zalamero? Intentas sopesar si los elogios y piropos que te dice son sinceros o si detrás hay un objetivo oculto. ¿Es familiar o despegado? No es plan de estarle recordando siempre que llame a su madre o que sean las cinco de la mañana, tú en casa con los niños con fiebre y él aún sin llegar de fiesta.

Estas y otras tastas cuestiones surgen de forma espontánea en nuestras cabezas e incluso ni siquiera nosotras mismas nos damos cuenta de que pensamos en ello. Y no lo hacemos de forma prepotente porque realmente lo que buscamos es a ese hombre que se preocupe por nosotras, nos quiera, nos respete y, sobre todo, que nos cuide. ¿Tan difícil es encontrarlo? De momento parece que sí.