jueves, 27 de octubre de 2011

Me Gustaría

Me gustaría sentir cada día tus labios sobre mi piel. Despertarme rodeada entre tus brazos, perderme en tu mirada somnolienta y disfrutar cinco minutos más del calor de tu cuerpo.

Me gustaría hechizarte, que la magia de mis labios llenase de ilusiones y alegrías tu vida. Que me desearás con la misma fuerza que un niño desea sus juguetes, que me extrañaras si no estoy a tu lado.

Me gustaría ser tu ángel, tener alas para volar cuando me necesites, velar tu sueño, cuidarte cuando estés enfermo y ofrecerte mi regazo para limpiar tus lágrimas.

Me gustaría ser amiga, confidente, consejera, amante. Me gustaría ser tu mar, tu fuego, tu aire, tu tierra. Donde quiera que estés, allí me gustaría estar con el alma, con el corazón, con el pensamiento.

Estar en tus planes y que tu estuvieras en los míos, que nuestros destinos se juntasen para buscar nuevos horizontes y objetivos, sin prisas, sin presiones, sin miedos.


Muchas cosas me gustaría hacer contigo, cosas hermosas bajo las sábanas para regalarnos momentos de pasión y ternura. Un paseo por una calle cualquiera, junto al mar o entre montañas. Una barbacoa con amigos, una fiesta, un viaje… No importa lo que sea, sólo tener tu compañía.

Mientras pienso en todas las cosas que me gustarían, sigue andando por tu camino. Busca cumplir tus sueños, haz lo que deseas, disfruta del día a día. Y cuando creas que has alcanzado tus metas, cuando quieras compartir tu vida, ven a buscarme, llama a mi puerta, cógeme de la mano y dime “Me gustaría estar contigo, sentir tu cuerpo a mi lado”.

Pero esto… es sólo lo que a mí me gustaría.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ni contigo ni sin ti

¡Paso! ¡Paso totalmente! Paso de todo, paso de todos y paso de él. Sí, me gusta ¿y qué? No puedo estar detrás de él día sí y día también como si fuera su perrito faldero ¿no? Que yo también tengo una vida, ¡ni que solo fuera él quien tuviera cosas importantes! Ains… mierda... ¿por qué me engaño? Si mañana le volveré a ver y se me caerá la baba de nuevo. No puedo evitarlo y me molesta, sí, me molesta fijarme en él, en lo que hace, si se acerca… que todas las mañanas se me encoge el estomago porque sé que voy a verle. Y lo más gracioso es que él ni se da cuenta, ¡no sabe nada! ¡No me conoce! ¡No sabe ni como me llamo!

Por desgracia, esto nos pasa y más veces de las que nos gustaría reconocer. Mira que ya somos mayorcitas para amores imposibles pero nos empeñamos en que algún día lo conseguiremos. Sí, recordamos nuestros años de colegio o de instituto cuando te enamorabas del más guapo de la clase que, por supuesto, no se fijaba en ti. Aquella vez no lo lograste, pero esta vez sí, esta es la definitiva, ¡tiene que serlo! Porque ya estás cansada de soñar con un príncipe azul que nunca llega y de interesarte justo de los que menos se merecen que te preocupes por ellos.



En serio, no sé porque sucede pero… por algún motivo incomprensible nos enamoramos de aquellos que no se enamoran de nosotras. Primero te fijas en alguien, un desconocido hasta ese momento, luego empiezas a sentir algo, una especie de sensación extraña que genera la necesidad de querer verle y poco a poco las emociones van en aumento hasta que te das cuenta, tarde, de que vuelves a tener un amor imposible. Y puede ocurrir en cualquier lugar: en el metro, en la parada de autobús, en la cafetería donde desayunas habitualmente, en el trabajo, en el super de tu barrio, haciendo footing en el parque mientras sacas al perro, en el gimnasio, en la academia de inglés… Pero sobre todo, ocurre cuando menos te lo esperas y de quien menos te esperas.

El Amor Imposible puede ser bonito, difícil, idílico… pero sea como sea, podemos decir que hay cinco fases importantes y según como se sucedan los acontecimientos, puede que deje de ser imposible o que, directamente, sea desastroso.

Avistamiento: Es el momento inicial, justo cuando ese “alguien” anónimo pasa a ser “algo” importante en tu cabeza. No paras de pensar en él, si le verás, cómo irá vestido y vas sintiendo cosquillas en el estómago cuando sabes que se acerca el momento, o si, por casualidad, pasa por tu lado.

Reconocimiento: Al principio no reconoces lo que sientes por esa persona en concreto pero al final te vas dando cuenta y ya no hay remedio. Aún no te planteas si va a ser positivo o negativo pero ahí está. También haces un reconocimiento de la situación como tal, es decir, dónde se produce, si es fácil acercarse a él o intentar entablar conversación, si hay más mujeres cerca en las que pueda fijarse o, incluso, que alguna se te adelante… Vamos cualquier cosa que te dé pistas de las posibilidades que tienes.

Aproximación: El siguiente dilema que se te plantea es… ¿qué hago? Por un lado te mueres de ganas de hablar con él, pero por otro no te atreves, te da vergüenza. No sabes qué va a pensar y te da miedo quedar en ridículo, aunque lo que más temes es el rechazo. Intentas acercarte de la forma más casual: si le has visto en el parque bajas a su mismo horario y procuras mantenerte cerca para que te vea o si ha sido en algún trasporte público, te sientas a su lado, le miras de vez en cuando. Intentas llamar su atención.

Lucimiento: Y que mejor forma de llamar la atención que sacar lo mejor de ti, sacar partido a tus mejores cualidades físicas y ser la chica más sexy que hayan visto sus ojos.

Análisis de situación: Está es la fase más complicada y decisiva. Después de sopesar los pros y los contras, te toca tomar una decisión, atreverte y tomar la iniciativa o dejarlo pasar. Si eres de las valientes, justo un momento antes de lanzarte te entran las dudas, “No, que mejor no lo hago… bueno, sí, que ya que me he decidido… ¿y si no sale bien?”. Si no sale bien, seguramente te desilusiones un poco pero al menos lo habrás intentado.

Y yo me pregunto ¿habré sido alguna vez el Amor imposible de alguien? Sería curioso imaginar una escena así. Estás comiendo un riquísimo plato de fettuccine a la carbonara, y en el momento en el que tienes la boca llena y un fettucine colgando del labio, un hombre te pregunta “¿puedo sentarme?”. No está nada mal y parece agradable pero como no puedes hablar aún, le haces señas para que se siente mientras intentas taparte la boca con la servilleta y tragar. Bebes un poco de agua, carraspeas y te disculpas. A ver, ¿no podía haber elegido otro momento? No sé, en el café por ejemplo… porque estás cosas siempre pasan en los momentos más inoportunos. Él intentaría ser educado, preguntar tu nombre y entablar una conversación que acabase pidiéndote el número de teléfono. ¿Qué pasaría después? En mi caso, a día de hoy no he tenido encontronazos casuales con nadie pero eso no significa que no los haya tenido, puede que no me haya dado cuenta o que no se hayan atrevido a lanzarse. ¿No habéis tenido alguna vez la sensación de que alguien os mira pero cuando levantas la vista no hay nadie que te mire? Vaya, puede ser un admirador secreto, así que, tendré que ser más observadora cuando vuelva a sentir una mirada en mi cogote.

Sea como sea, el Amor Imposible siempre deja las cosas en el aire. Es imprevisible, inseguro, inestable y, por lo general, suele dejar un sabor agridulce, más aún cuando no vuelves a ver a esa persona o bien ese amor ya tiene a alguien. Tendríamos que tener algún tipo de botón que al pulsarlo nos impidiese emocionarnos por alguien que no debemos. Lo malo es que no somos robots, somos humanos y es muy difícil controlar de quien nos enamoramos. Como bien dice una canción de amor “más quien le pone puertas al campo y quien le dice que no al amor”.