domingo, 25 de septiembre de 2011

Cosas del Amor y del Destino

¡Qué difícil es el Amor! Parece algo tan simple, una cosa de dos, pero de simple no tiene nada. Muchas veces somos nosotros los que complicamos las cosas y de un grano de arena hacemos una montaña por pensar demasiado en lo que estará pensando el otro. Otras son las circunstancias las que impiden que algo bonito pueda hacerse realidad y en algunas, y no pocas, las cosas no salen como a ti te gustaría.

Sabemos que a los hombres no les gusta hablar de sentimientos y les suele costar demostrarlos, ¡pero al menos que nos den alguna pista! No sé, saber qué hacer cuando se encuentra mal, qué decirle para darle ánimos o cómo actuar en los momentos de mosqueos. Pero como nos toca intuir las cosas, nos pasamos varias horas pensando si lo que le has dicho le ha enfadado o si es que ha tenido mal día, si le apetecerá salir a cenar o prefiere quedarse en casa, si cuando no me habla es por mi culpa o es por otra cosa y, sobre todo, que si le pregunto qué le pasa me diga que nada, sabiendo que algo le pasa y no me lo quiere contar, dejándome con la intriga y dándole vueltas al asunto porque él no quiere sacarme de dudas. Y claro, como pensamos en lo que creemos que ellos piensan y en lo que pensamos según esos pensamientos imaginados, pues la liamos. Sí, nos equivocamos, metemos la pata porque ni ha pasado lo que pensabas, ni ha dicho lo que imaginabas, ni ha hecho lo que te gustaría. Eso ya te ha generado una discusión inútil por mal entendimiento, has gastado tiempo y, lo que es peor, te has agobiado innecesariamente.

Creemos que lo tenemos todo controlado y no es así. Damos por sentado que el otro actuará de una manera olvidándonos de sus expectativas y sus prioridades. Porque las circunstancias nos limitan y ¡no somos conscientes de ello!

Conoces a un hombre fabuloso en un Congreso para especialistas de tu sector. Tiene todas las cualidades que te llaman la atención y no para de sonreírte pero… siempre hay un pero… está casado y tiene una niña pequeña. ¡Será posible! Mira que es casualidad, justo el que te gusta ya está cogido. También puede ocurrir que tengas un compañero de trabajo que te resulta agradable. A penas habláis, intercambiáis algún “Hola”, “Buenos días, “Adiós” o coincidís en la máquina de los cafés o en la impresora. Te gustaría decirle algo más, intentar entablar una conversación medianamente decente pero ¿cómo? Si se va a desayunar con los de su departamento y casi ni os cruzáis las miradas. Sin embargo, por otra parte empiezas a pensar que al ser del trabajo surgirán los cotilleos y si no funciona habrá tiranteces, también está el morbillo de lo prohibido y que te puedan pillar pero ¿hasta qué punto merece la pena? Con lo simpático que parece y para un chico mono que hay en la oficina y ¡no te puedes acercar!




Otra situación posible: separado y con churumbel o churumbeles. Da igual que tú también estés separada o seas soltera, el camino está sembrado de espinas. Si sólo está separado, lo peor que puede pasar es que estará tan quemado de su matrimonio anterior que no aguantará ni una pero con hijos de por medio la cosa se complica y si son pequeños mucho más. Con niños, ya sabes que ellos siempre van a ser lo primero y que el irles a buscar al colegio o tenerles el fin de semana en casa es sagrado. Lógicamente, si coge vacaciones es para estar con ellos, así que, olvídate de tener una semana romántica en algún lugar perdido, de hecho, si es de los que tiene suerte y habla con ellos a diario, sabes que los horarios de llamadas son inamovibles. Eso sin contar que si la cosa funciona tendrás que conocer a sus hijos, lo cual siempre genera tensión porque pueden pensar que quieres sustituir a su madre y ya sabes que van a verte como la mala. Si tú también estás en la misma posición, te preguntas si a tus hijos les gustará tu pareja y te tiemblan las piernas de pensar que no va funcionar. Está claro que si se quiere es posible compaginar la situación de cada uno pero el camino estará cubierto de obstáculos que, muchas veces, parecerán insalvables ya que uno de los dos tiene que ceder y ¿quién cede?

Lo que suele ser muy común es que coincidas con un chico que ha dejado recientemente una relación. Dalo por perdido, de hecho, ni te plantees nada, hagas lo que hagas no va a salir contigo, puede que seáis tal para cual, con gustos parecidos y os gustéis pero ¡ni se te ocurra enamorarte! Trátale como un amigo pero ¡nada más! Es peligroso porque si tu situación es distinta, está claro que las prioridades no son las mismas. Mientras que a ti te apetecería hacer cosas de dos, él prefiere ver a sus amigos y no dar explicaciones, a ti te gustaría que te llamase más a menudo y él no quiere ataduras ni que le controlen el tiempo. Él simplemente vive su vida a su gusto. Es una pena, has llegado tarde, pero así es, nunca sabrás si funcionaría o no porque ni siquiera tendrás la oportunidad de intentarlo. Eso sí, puede darse el caso que seas tú la recién entrada en la soltería. Si es así, es probable que no veas a ese chico tan simpático como un hombre en potencia sino más bien como un amigo, o si te fijas en él seguramente seas reacia a mantener algo más que unos escarceos esporádicos. Tanto si es él el que ha terminado una relación como si lo eres tú, las circunstancias de cada uno van a influir en el desarrollo de la situación.

Nos regimos por prioridades y éstas van cambiando según el momento y, cosas del destino, encuentras a un chico que está totalmente centrado en su vida profesional: buscando trabajo, trabajando de sol a sol, opositando… o en su vida personal: ir al gimnasio, quedar con sus amigos, ver a su familia, buscar compañero de piso o piso nuevo, la hipoteca, los gastos…y no puede dedicarte el tiempo que tú quieres. Tú no eres una prioridad y, por lo tanto, quedas relegada a los últimos puestos y quedará contigo sólo si puede o si su agenda se lo permite. Lo triste es que cuando él se plantea que puedes empezar a ser una prioridad, para ti ya ha dejado de serlo, el tren ya ha pasado y ha perdido la oportunidad de subir.

Y como tú también tienes tus preferencias, tienes la mala suerte de que los que no te gustan sigan llamándote mientras que aquel que quieres que te llame ¡no lo hace! En una fiesta en casa de una amiga te presentan a un chico pedante, pesado y salido. Es el típico que va de listillo y encima con unas copas de más. Al día siguiente tienes un mensaje de un número desconocido, contestas y... ¡¡ta chán!! Es él… pero… ¿cómo ha conseguido mi número?-te preguntas ingenua de ti- no sabes cómo pero lo tiene y a pesar de que le ignoras, él sigue empeñado en llamarte. Y es justo el que no te presta atención, ese que te ignora y que ni se preocupa por preguntarte qué tal estás, el que más te gustaría que te llamase. ¿Acaso hay que ignorar para que te hagan caso? ¿Hay que ser una “Cruela Devil” para que se fijen en ti? Es más ¿hay que sentirse ignorado para que pienses más en esa persona que te ignora y tengas mayores deseos de estar con ella? Es incomprensible pero así es, cuanta más atención prestas a alguien, más se aleja y si le ignoras, más interés tiene. Bueno, esto en la teoría porque en la práctica no siempre funciona, también depende de las circunstancias. Como se suele decir “lo que me dan no lo quiero y lo que quiero no me lo dan”.

Creemos que lo sabemos todo sobre el Amor y no sabemos nada, damos consejos a nuestras amigas y luego nosotras no los ponemos en práctica, no porque no los conozcamos, sino porque es difícil hacerlo cuando alguien te importa. Pensamos que hemos aprendido de nuestras experiencias y, sin embargo, volvemos a cometer los mismos errores. Nosotras necesitamos certezas, ellos creen en el “ya veremos”, nosotras queremos hechos, ellos huyen de las complicaciones, nosotras nos preocupamos del futuro, ellos viven el presente.

Pero seguiremos preguntándonos si le gustas realmente, si volverás a verle, por qué no funcionó o si funcionará. Pensarás en qué harás cuando le veas, qué te pondrás y dónde iréis. Surgirán emociones de alegría si te llama, de emoción si te besa o de rabia si pasa de ti. Sopesarás si mandarle un mensaje será un acierto o una equivocación y le darás mil vueltas pensando en qué pensará si se lo envías. Te asaltarán las dudas de si has dicho o hecho algo que no debieras o si tienes que mostrarte indiferente o demostrar interés. Aunque lo intentemos, no comprenderemos los entresijos del Amor porque las circunstancias y el destino se mezclan para complicarnos un poco más las cosas. Porque en el Amor, como en el juego, mucho tiene que ver la suerte.