jueves, 25 de octubre de 2012

Una oposición para toda la vida

¿Opositar o no opositar? Esa es la cuestión. O más bien el dilema existencial que se presenta a muchas personas que no saben dónde dirigir sus pasos o que quieren conseguir algo mejor. El opositor se prepara concienzudamente y se pasa varios años acudiendo a academias y dedicando casi todo su tiempo a los estudios. Vamos, que opositar es casi un trabajo más. Sin embargo a la oposición que me presento una y otra vez creo que es la más difícil de superar: Los Hombres. Sí, los hombres son como las oposiciones: difíciles, hay que dedicarles mucho tiempo, se necesita grandes dosis de paciencia y un temario extenso, variable y con muchas excepciones.

Las oposiciones son difíciles al igual que los hombres que siempre se las arreglan para complicarnos la existencia. Para ellos, un no es un no. Si te dice que no puede quedar contigo es que no puede. Punto. Y no tiene por qué darte explicaciones de ningún tipo. Por supuesto, ni se te ocurra pedírselas, a no ser que él quiera dártelas, pero diga lo que diga, estará bien según su criterio. Ahora bien, cuando eres tú la que no puede, las cosas cambian. Seguramente te diga algo similar a: “ah, bueno, no pasa nada, si no quieres quedar…” o “luego no me digas que no nos vemos…”. Vamos, que te hace culpable de que no quedes con él y tendrás que decirle sí o sí el motivo para que no piense que no no quieres verle, así que, no te queda más remedio que contarle que ya has quedado con tus amigas.

Ya hemos dicho que el temario es complicado y denso, pero también puede ser variable, llevas un año estudiando y al año siguiente deciden cambiar parte del temario para después retomar el antiguo y hacerte un lio mental de lo que llevas memorizado. Así nos pasa a nosotras con los hombres, ¡nos lían! Notas que está a gusto contigo, eres su musa: le motiva, le interesa saber de ti, te desea… Y un día, sin saber muy bien por qué, desaparece ese interés, se distancia de ti y si volvéis a hablar es como si nada hubiera pasado entre vosotros. ¿Motivos? No tienes ni idea… de lo único que te das cuenta es que no tiene ningún interés en verte, pero eres buena y le das una oportunidad, pensando que con un poco de tiempo reaccionará pero sólo consigues que la cosa se enfríe más. Aún así, intentas proponerle tomar algo y te contesta con evasivas, el famoso “ya veremos”. ¿Ya veremos? ¡Pero si antes te morías de ganas de verme y ahora no quieres! Si ocurre esto, confirmado, su interés ha desaparecido y ya te puedes olvidar de él, es decir, no has aprobado su convocatoria. 


 El estudio en sí mismo requiere dedicación. Una relación también, pero cuando ellos planifican algo para los dos, no suelen contar con nosotras. El chico con el que estás empezando a tontear te llama todo emocionado y te dice que el jueves vais a una exposición de coches antiguos y que el fin de semana os vais a un hotel rural muy barato, por supuesto, te recuerda que te lleves ropa deportiva para salir a andar o hacer senderismo. ¿Hola? Disculpa, pero ¿me has preguntado si  puedo quedar el jueves o si tengo planes para el fin de semana? Vamos, no sé, una tiene vida y esas cosas: familia, amigos, trabajo, ocio, gimnasio… De hecho… ¡no me gusta hacer senderismo! Claro, si le dices que no ya sabes que le vas a cortar el rollo, por lo que, te guste o no, alguno de sus planes tendrás que aceptar, aunque sean otros distintos. Esto no ocurre a la inversa, si ellos ya tienen planes…bonita, estás perdida, olvídate de que lo acepte, te dirá que tendrías que haberle avisado antes o bien que le estás agobiando y que estás controlando su tiempo.

Las mujeres solemos ser muy impulsivas con los sentimientos y por eso necesitamos controlarnos y tener paciencia, lo mismo que ocurre cuando pasan los meses y siguen sin salir las convocatorias de examen. En el caso que nos ocupa, el corazón nos pierde. Nos gusta alguien y estamos deseando llamarle, verle, conocerle. Lo queremos todo YA y somos dadas a los reproches, reproches que hacemos de forma inconsciente. Por eso, muchas de las cosas que decimos con la intención de parecer una mujer indefensa suenan a reproche. “Jooo… es que me tienes muy abandonada…” o “… como ya no nos vemos…”. Sí, suena a reproche e, incluso yo diría que un poco ñoño pero… es inevitable, lo decimos porque verdaderamente nos gusta esa persona y echamos de menos no poder estar con él. Moraleja, armarnos de paciencia y que las cosas pasen cuando tengan que pasar.

A las oposiciones se presentan miles de personas y el resultado no depende únicamente de lo que tú hagas sino de lo que hagan los demás. Por un hombre compites con el resto de mujeres que quieren presentarse a la misma convocatoria. Sí, se convierte en una competición: la más lista, la más guapa, la más atractiva, la más simpática, la más inteligente… bla, bla, bla… Pero todos sabemos que una imagen vale más que mil palabras y como no le entres por los ojos… Y el que apruebes o no está relacionado con el grado de atención que consigan llamarle las otras y el que consigas llamarle tú y, sobre todo, cuantas mujeres le interesen a él en ese momento. Pero ¿cómo saberlo? Al menos en una oposición sabes que se presentan 700 personas para 20 plazas, pero con los hombres, para tener una plaza en su vida, ¡nunca sabrás con cuántas te enfrentas! Bueno, también surgen espontaneas que salen de la nada y te estropean todo o bien las ex que reaparecen y también se entrometen en tu camino. Así que, con un hombre puedes esforzarte todo lo que quieras pero eso no te garantiza conseguirle, ya que puedes aprobar con él pero no obtener la plaza que deseas o bien quedarte en la lista de espera, es decir, en su chorva-agenda, o estar como interina, o lo que es lo mismo, estás con él pero con unas condiciones limitadas: no compromisos, sólo sexo.
 

Todas estas situaciones nos complican mucho las cosas, pero más difícil aún es elegir al hombre adecuado al que quieres “optar”. Hay muchos tipos de hombres y con unos encajarás más que con otros, lo importante es encontrar el que encaje contigo y que poco a poco te des cuenta de que encajas con él. Te puedes topar con hombres tóxicos que te amarguen la existencia, aquellos de los que te enamoras perdidamente pero ellos te ignoran o conocer a alguien que en un principio te parecía una excelente persona pero que con él tiempo y sus actos te demuestran que sólo era una fachada y decides poner tierra de por medio. Por ese motivo, tenemos que tener claro lo que queremos y lo que buscamos. No es lo mismo opositar para un puesto en la Administración de un Ayuntamiento que para entrar en el cuerpo de Policía, ambas oposiciones requieren capacidades distintas y son pruebas distintas. Así, si lo que buscas es algo serio, difícilmente podrás aprobar con un hombre que desee ser libre y disfrutar plenamente de la vida, o si lo que te interesa es un escarceo momentáneo, un hombre enamoradizo y con ganas de emparejarse puede complicarte la existencia.

Opositar cansa, unos siguen y otros lo dejan. Encontrar al hombre adecuado y superar todas las pruebas es casi una “Misión Imposible”, pero si hay mujeres que lo han conseguido… ¿por qué yo no? Seguiré presentándome a pesar de los pesares pero sin olvidar un aspecto muy importante, que ellos también opositan para nosotras y tendrán que esforzarse… ¿aprobarán?

lunes, 15 de octubre de 2012

Qué parte del "NO" no entiendes

Sí, parece que al final es cierto eso de que nos falta comunicación, o eso o somos cortos de entendederas porque hay personas que les digas lo que les digas no te hacen caso, ¿será por qué tienen poca capacidad de atención o es que la tienen mermada? Pues con algunos hombres esto se eleva a la máxima potencia, no sé si es que no entienden lo que les dices o no quieren entenderlo pero hay algo que falla y ya no sé si la causa son ellos o yo.

El problema comienza cuando se toma como cierto el que la mujer cuando dice “No” realmente quiere decir “Si”. Vamos a ver, a mí en el colegio me enseñaron a distinguir entre las frases afirmativas de las negativas, las activas de las pasivas y las interrogativas de las exclamativas, entonces ¿qué parte no queda clara? De hecho en cualquier idioma sucede lo mismo entonces, por qué en el lenguaje del amor está norma nos la saltamos a la torera. No es lo mismo decir “No quiero verte” que “Quiero verte”, sin embargo, el “No quiero verte” los hombres lo interpretan de la siguiente manera: en realidad quiere verme pero me dice que no para hacerse de rogar y que insista un poco más porque acabará cediendo. Pues no, si te digo “No” es que “No”, por más que insistas y por más que me intentes convencer. Es más, también te puedes llegar a encontrar a los generosos, que insisten en acompañarte a casa de una forma casi desesperada o que te quieren invitar a un viaje y por más que intentas decirles que no puedes ellos se empeñan en hacerte cambiar de opinión. A ver, cielo, que no, que no me vas a acompañar a mi casa porque NO quiero, punto, y NO, no voy a ir de viaje contigo porque tengo que trabajar. Pues nada, que siguen con la cantinela y te ponen la cabeza como un bombo.

Esa constancia con la que insisten es lo que realmente más me saca de mis casillas, vamos, que al final cedes simplemente por pesados y para que te dejen tranquila. Pongo como ejemplo el caso de una amiga, su admirador no sólo la llama a todas horas sino que quiere verla a diario para hacer lo que él decida. La pobre muchacha no puede estar a su disposición todo lo que él desea y por más que le explica las cosas, él chico no cesa en su empeño, está “pico-pala”, “pico-pala”. ¿Qué hacer en estos casos? A veces estamos tan hartas que somos bordes, nos da pena pero el agobio es tal que sacamos lo peor de nosotras... aunque luego tenemos remordimientos de conciencia, no estamos seguras de haber actuado bien y nos arrepentimos tanto que intentamos solucionar las cosas, algo que a veces es peor porque en lugar de arreglarlo se estropea más y volvemos a estar como antes: agobiadas.


Sí, nosotras también nos agobiamos aunque parezca lo contrario. Se tiende a pensar que estamos ansiosas por tener pareja y casarnos pero, igual que los hombres, tenemos nuestros momentos de querer estar solas, con los amigos o simplemente con nosotras mismas. En mi caso personal, he tenido esa sensación más de una vez. Es como un arrinconamiento, una invasión de tu vida, de tu espacio vital. Ese momento en el que te encuentras observada, que estás a tu aire con tu gente y que no para de llamarte o de mandarte mensajes o si estáis en el mismo sitio no para de darte la paliza para tontear contigo y agarrarte. Lógicamente estas cosas suelen ocurrir cuando uno de los dos no siente lo mismo que el otro, en esta ocasión, fui yo la que no sentía lo mismo, no era mi momento y las circunstancias no acompañaban. El agobio llegó a su punto más álgido cuando me reprochó por qué yo prefería salir con mis amigas cuando con él lo pasaría mejor... ¿Cómo? Perdona, pero creo que soy yo la que elijo con quien me lo pasaré mejor o con quien quiero estar en un determinado momento ¿no? Se lo expliqué de buenas maneras porque mi intención no era hacerle daño pero no surtió efecto. Otra frase a la que tuve que recurrir fue la de “ahora mismo no puedo darte lo que tú quieres” (él quería que fueranos pareja y yo no). Su contestación me dejó sin palabras: que nos fuéramos conociendo, que con el tiempo las cosas serían distintas y que me esperaría. Ummm… vamos a ver… volvemos otra vez a la falta de comunicación o de comprensión. ¡Que NO! No quiero que me esperes, no quiero ser tu pareja, no quiero salir contigo, no quiero que me controles y mucho menos que me obligues a quererte. NO, NO, y NO. Y un NO es un NO.

Una sensación muy semejante es la de Vértigo. Suele darse cuando vas demasiado rápido con una persona y de repente te das cuenta de que estás al borde de un precipicio y la opción de tirarte a ciegas no es muy halagüeña. Un chico que conoces de hace un mes. Habéis quedado en varias ocasiones y la valoración ha sido muy buena, de hecho, se palpa en el ambiente la TSNR, es decir “Tensión Sexual No Resuelta”. Hasta que un día te invita a comer a su casa. Sí, si aceptas va a pasar lo que va a pasar porque es más que evidente, ambos lo deseáis y el lugar es propicio para ello. Te sorprende haciéndote la comida (una paella… ¡qué rica!) y poco a poco el sofá se convierte en el testigo indiscreto de vuestras fantasías. Estás a gusto con él y no puedes quejarte, hasta que suelta algo como “me encantaría estar así todo el fin de semana” o “que suerte he tenido de conocerte, eres mi ángel”. Justo en este momento es cuando tu cabeza hace un “PAUSE” y como si fuera una película tienes que volver a rebobinar. ¿Me ha dicho lo que creo que me ha dicho o sólo son imaginaciones mías? Y llega ese Vértigo, vértigo por no saber a qué atenerte, a no saber si creer sus palabras, a expresar y aceptar tus emociones, a perder el control, a dónde llevará todo esto… pero sobre todo, a lanzarte al abismo sin tener una certeza de que lo que vas a encontrar es algo seguro.

Parece que sólo son los enamorados los que no entienden nuestro lenguaje. No, nada más lejos de la realidad, también hay muchos listillos que se hacen los tontos. Es lo que yo llamo el Hombre Avispa, si te pica, te salen sarpullidos. Me refiero al típico hombre prepotente, orgulloso de sí mismo, creído y que no acepta un “No” por respuesta. Todo lo que hace tiene que ser como él quiere, porque quiere y cuando quiere, consigue todo lo que se propone y si no es así, se desvive hasta que lo logra, y una vez conseguido, pierde todo interés. Si te dejas convencer a la primera por este tipo de hombre lo único que vas a conseguir es que te vea como algo rápido… “pim-pam-pum-fuera”. Y tan fuera, porque en lo íntimo son egoístas y no suelen ser dedicados, sólo piensan en su satisfacción personal. Sin embargo, si te resistes les encanta, eres como un reto, deben de pensar algo así como: A mi ninguna chica me dice que No. Pues mira “bonito”, yo te digo que No, ¿algún problema? Sí, para ellos supone un gran problema, supongo que para su orgullo personal, así que, hacen todo lo que pueden para engatusarte. Cambian de técnica según el tipo de víctima, así, usan a su conveniencia el victimismo, el romanticismo, la supuesta amistad, el pasotismo… en definitiva, se adaptan al medio cual camaleones en una gran selva. Y cuanto más le ignores y cuanto más “Noes” le dices más ansias tiene de conseguirte… ¡hasta te reprocha que no le hagas caso! Para ti misma piensas “¿es tonto o no se entera?”, de hecho lo dudas porque aún sigue intentándolo y tu cara ya empieza a reflejar los signos de mala leche y tendrías ganas de decirle “A ver, tío, que NO, que no voy a quedar contigo, ni vamos a ir al cine, ni vamos a dormir juntos… Que me dejes tranquila ya y que te pires, te lo puedo decir más alto pero no más claro, ¿ok?”. Pero como esto no es apropiado para una señorita y queda demasiado brusco y borde, sonríes y aguantas carros, carretas y carretones con la esperanza de que encuentre a otra víctima y se olvide de ti.

La verdad no sé qué habría que hacer para poder entendernos. A lo mejor tendrían que enseñarnos a leer entre líneas cuando somos más pequeños… ¿entre líneas?… ¡Pero si un “No” está clarísimo! Tal vez deberíamos leer más, dicen que leyendo se adquiere más vocabulario y agilidad de comprensión lectora o puede que tengamos que dejar de ser tan egocéntricos y pensar un poquito en lo que quieren los demás y no sólo en lo que queremos nosotros mismos. Esperemos que algún día los hombres puedan darse cuenta de estás pequeñas diferencias, si no tendremos que solicitar una nueva reposición de Barrio Sésamo para que nuestro buen amigo Coco se las explique.