sábado, 31 de diciembre de 2011

Despedida al 2011

Nunca sabemos lo que nos deparara el destino. Unas veces nos pilla por sorpresa, otras lo intuimos, otras ni siquiera habíamos pensado que podría suceder algo así. Sin embargo, aquí estamos, un año más, lleno de minutos que corren sin cesar, horas que pasan rápido y que desearíamos que se detuviesen o momentos que estamos ansiosos de que se pasen cuanto antes.

Nos deja un año difícil en todos sus aspectos. Una época marcada por la crisis laboral, económica e, incluso, existencial. No sabemos adónde ir, muchos incluso ya no tienen adónde ir, desconfiamos de todo y de todos y vemos un futuro lleno de sombras. Nos acordamos de lo malo, de aquello que nos ha marcado por el dolor, la pena, la desesperación pero no debemos olvidar que, tras esa fachada gris, también hemos vivido situaciones agradables ya sea con amigos, familiares, pareja, hijos… Piensa en ese día que sonreíste, acuérdate de ese día que lloraste de alegría, de esa cena inolvidable, de esa caricia suave… Porque si perdemos todos esos momentos buenos ¿qué nos queda? Nada mejor para salir adelante que coger fuerzas, mirar al frente y pensar que todo es posible si uno quiere, andar despacio para lograr pequeños objetivos hasta llegar a la cumbre y darse cuenta de que las metas se han conseguido. No es un camino fácil ¿quién dijo que lo sería? Pero tenemos un año para lograrlo, un año para caminar con miedo, buscar la decisión, trabajar con tesón, profundizar en la paciencia, sacar la alegría, encontrar la ilusión, sonreír al amor y sobre todo sentirse felices por lo que somos.

Mi 2011 comenzó cuesta arriba, poco a poco la montaña se hizo más pequeña y al final se ha convertido en una llanura llena de verdes praderas, flores, mariposas e incluso palmeras. He sido feliz y me he esforzado para conseguir lo que quería, esperemos que este año la racha se mantenga. Seguiré estudiando, escribiendo y bailando, retomaré mis cursos que ahora tengo aparcados y quién sabe si dentro de unos años reconoceréis mi voz en cines o televisión.

Por eso hoy puedo decir que:

A ti que eres de mi familia, volaremos juntos allá donde nos quiera llevar el viento. Surcaremos cielos soleados o con miles de estrellas, pasaremos tormentas, descansaremos en árboles frondosos para coger aire y retomar el vuelo. Allí estaremos, sea de día o sea de noche, sea invierno o sea verano porque juntos conseguiremos avanzar más rápido.

A ti que subiste al más allá, no pienses que te he olvidado ni tan siquiera pienses que no te he llorado. Busca en mis sueños donde apareces de vez en cuando como si aún siguieras estando. Que desde aquí te añoramos, que desde aquí te recordamos, cada uno de una manera, cada uno emocionado. Aunque no puedo besarte ni acariciar tus manos, te mando un beso para despedir este año, espero que allí recibas el año con el cariño que te mandamos.

A ti amigo, seremos como los soldados, pasaremos muchas horas en la retaguardia esperando para ser llamados al frente. Nos reiremos delante de una botella de vino mientras contamos aquellas anécdotas de nuestro pasado. Y en la batalla, lucharemos codo con codo, espalda con espalda para ayudarnos y hacer frente a tantas y tantas aventuras que quedan por llegar.

A ti que te conozco o te acabo de conocer, espero que poco a poco se incremente nuestra buena relación. Que sepas mi nombre, que sepas si estoy, que sepas cómo soy. Conozcámonos y déjame mostrarte las cosas buenas que hay en mi interior y, si por algún casual vieras alguna mala, no me lo tengas en cuenta pues además de virtudes también tengo defectos.

A ti que estás en mi mente, no sé si vienes o vas, no sé si quieres o querrás, de momento dejo la puerta sin llave para que puedas pasar. Si quieres puedes abrirla ¿qué encontrarás? Un mundo de sorpresas, de alegrías, de mimos y de pasión, también cabezonería y, no lo dudes, alguna discusión. ¿Tienes miedo? Si es así, busca la luz en mis ojos, podrás ver con claridad ¿No te quieres arriesgar? Yo también me arriesgo a lo que pueda pasar, cógeme de la mano y pongámonos a andar. ¿Aún necesitas tiempo? Lo tendrás, potenciaré la paciencia y sabré esperar pero recuerda que las oportunidades se pasan y los trenes se van.

A ti que te miro con deseo, ¿cómo te podría conquistar? Contigo no valen las miradas, ni las palabras ni tan siquiera hacer que no estás. ¡Ay, si me dejases! La de cosas que podrían pasar. Te haría suaves caricias que te harían querer más, mis labios recorrerían cada centímetro de tu piel mientras mi cuerpo buscaría pegarse al tuyo y sentir tu calor. El tiempo se detendría para volver a empezar y caer rendida en tus brazos en los que ansío estar. Pero eres un reto difícil ¿algún día te dejarás? Seguiré jugando al gato y al ratón.

A ti que te alejaste, ya me desprendí de todo lo que me ataba. Vuelvo a ser yo, sin penas ni recuerdos, sin lágrimas ni sueños. Quédate dónde estás, no vuelvas, no me recuerdes no me vuelvas a buscar. No espero que lo hagas, de hecho no lo harás, pero si lo haces te darás cuenta que es tarde para dar marcha atrás, que sé de lo que hablo, que te puede pasar, que no es raro que suceda, que ya me ha pasado y me puede volver a pasar. Ya te aviso que si me buscas, no me vas a encontrar.

A ti que me criticas o me has criticado, piensa que tus palabras son como el agua, moja pero no mancha y ayuda a que las raíces se fortalezcan y las plantas se conviertan en hermosas flores que dan colorido a un increíble paisaje. No dejaré que tus lanzas lleguen a mi castillo, no dejaré que las sombras de tu caballería invadan mis tierras porque cuento con un arma más poderosa que las serpientes que me envías. Tengo valentía, seguridad y esperanza, tengo ilusión, alegría y confianza. No me importa lo que digas o lo que dirás, lo más triste es que tu vida esté tan vacía que necesites fijarte en la de los demás.

A ti que hemos viajado, que el nuevo año nos depare nuevos lugares que conocer y que visitar. A ti que estás en la distancia, que el destino nos vuelva a encontrar para brindar por nosotros a la orilla del mar. A ti que no te he correspondido, que encuentres a alguien a quien mostrar tu ternura, sentimiento y esas grandes cosas que eres capaz de dar. A ti que has sido madre/padre o lo serás, que afrontéis los nuevos retos con entusiasmo, comprensión y mucha paciencia, pues el desarrollo de la vida es lento y con algunos dilemas que con ayuda de los tuyos serán fáciles de afrontar. A ti que escribes, que lees, que cuentas cuentos, que cantas, que bailas, que trabajas, que sueñas, que ríes. A ti que me quieres, que me escuchas, que me apoyas, que me hablas. A ti que te quiero, que te llamo, que te echo de menos, que te animo y que me importas.

En definitiva, a todos los que en este año habéis pasado por mi vida, unos que siguen en ella y otros que ya no están, a todos os mando mis mejores deseos para esta nueva época que va a comenzar.

¡FELIZ AÑO 2012!

jueves, 24 de noviembre de 2011

Confesiones de una joven dama

Desde el ventanal observo cómo el sol anaranjado desciende tras las verdes colinas y ofrece una visión distinta de las calles, plazas y fuentes de la ciudad. El mercado ya ha cerrado sus puertas, sólo quedan los comerciantes que recogen sus mercancías y hacen balance de los beneficios de todo el día. Las mujeres ya preparan la cena, desde aquí puedo ver el humo de las chimeneas y me imagino que tendrán el caldero en el fuego con sopa, verduras y pollo fresco. La cocina en el castillo se encuentra en la planta baja y no me llega el olor de nuestra cena, pero según me ha contado Alfonso, el mayordomo, habrá codorniz con dátiles y miel y un exquisito postre que prepara nuestra cocinera con leche, manzanas y ciruelas que es mi debilidad. Sin embargo, hoy no tengo demasiado apetito y quisiera quedarme en mi alcoba, ver como anochece y dejar volar mis pensamientos a la luz de las estrellas. Porque hoy sólo pienso en una cosa, sólo pienso en vos.

Os vi en el banquete que ofreció mi padre en los jardines del castillo hace unas semanas y ya me quedé prendada de vuestro rostro. Coincidimos en las caballerizas un miércoles a mediodía y confieso que mis mejillas se ruborizaron al encontrarse nuestras miradas y hoy en el torneo creía que mi corazón se saldría del pecho al ver que caíais de vuestro hermoso caballo, pero al poneros en pie un suspiro de alivio se escapó de mis labios. Bueno, si he de ser sincera también os vi entrenar, le pedí a mi doncella que me llevase a escondidas y no sé si fue por la emoción de lo prohibido o por el hecho de veros con el torso descubierto, pero… fue una experiencia fascinante.




Desconozco su nombre y aunque he intentado averiguar vuestra procedencia, unos dicen que sois del norte, otros que del sur y los más fantasiosos aseguran que habeis llegado de lejanas tierras en las que se comercia con seda, flores desconocidas, cuencos bañados en oro, perlas, perfumes y extrañas especias. ¿Es cierto? ¿Acaso habéis salido de un cuento de hadas? Aunque para mi sois como un cuento, o más bien, como un sueño.

Desearía retaros a una carrera por nuestras colinas y bosques, descansar a los pies del río mientras escuchamos el dulce canto de las aves y preguntaros por los lugares en los que habéis estado y las anécdotas que os han acompañado. También quisiera enseñaros la biblioteca del castillo, si es que mi padre no lo ha hecho ya pues se siente muy orgulloso de ella, y nuestro salón de recreo. Pero lo que más quisiera mostraros es un lugar especial, mi rincón favorito en las tardes de verano. Tras los jardines, un pasillo de almendros lleva a una pequeña fuente y a su derecha una escalinata asciende a las ruinas de un caserón, utilizado en otros tiempos como iglesia o almacén. Allí, debajo de un enorme cedro, me encanta leer, cantar e incluso soñar. Allí es donde quisiera llevaros para confesaros que vuestra presencia altera todos mis sentidos, que vuestra mirada me turba hasta el punto de sentirme cohibida y me despojada de todas las defensas que me enseñó mi querida madre para combatir las armas de un hombre atractivo, resistir a la seducción y no sucumbir a la tentación de caer rendida entre sus brazos.

No sé si estoy hechizada o si algún mal se ha apoderado de mi pero mis labios se mueren de deseo por acercarse a los vuestros y mis manos quisieran acariciar vuestro cabello tostado. Nos imagino tendidos en un lecho de hojas secas con mi cabeza apoyada en vuestro pecho y arropada por vuestros brazos. Sé que mis palabras son impropias de una joven de mi posición, de hecho, la garganta me quema si pronuncio mis pensamientos en alto y me avergüenza parecer una mujer locuaz y deslenguada. Tampoco quiero que me veáis como una niña descarada y encaprichada, os confieso que no sé mucho del amor y no controlo lo que siento, ¡ni yo misma lo entiendo! Cuando os veo, el corazón se me acelera, me cuesta respirar y me tiemblan las manos. Siento pequeñas punzadas en el estómago a la vez que mi garganta se seca y soy incapaz de articular palabra alguna. Miles de sentimientos galopan en mi alma como caballos indomables, inquietos y ansiosos por querer ser libres, ¿cómo puedo domarlos? ¿habré caído en pecado?

No sé si hago bien en sincerarme a vos tan abiertamente sin casi haber mediado palabra, pero si no lo hago puede que no volvamos a vernos pues desconozco cuáles son vuestros planes o cuándo partiréis a otro lugar. Pensar en vuestra marcha me provoca una gran tristeza y mis ojos comienzan a inundarse de lágrimas.

Por ese motivo, os propongo algo tan descabellado que hasta yo misma dudo si será correcto. Os convoco dentro de dos días en el caserón en ruinas en el momento en el que todos hacen la siesta. Siempre voy a esa hora y tengo dicho que nadie acuda a molestarme, de esa manera no resultará extraño que acuda allí y dispondremos de unas horas para conocernos. Las ruinas son visibles desde el campanario de la iglesia que se encuentra en la plaza mayor. Estoy convencida de que con vuestra sagacidad encontraréis el camino para acceder al punto de encuentro sin ser visto.

Os espero.

viernes, 11 de noviembre de 2011

La pasión del agua (**Relato Erótico**)

Siento tu cuerpo encima del mío, mi piel se estremece con tus caricias y tus labios recorren mi cuello. Tus manos descienden por mis hombros y se aferran a mi pecho, lo miras con deseo y lo rozas con las yemas de los dedos para después pasar la lengua por los pezones rosados y erectos. Me abres las piernas y vas deslizando tus dedos lentamente, sintiéndome cada vez más y más húmeda. Arriba, hacia los lados, dentro… vas cambiando los movimientos y la intensidad yo te sigo con mis caderas, no quiero que termine aún, despacio… Noto la excitación de todo mi cuerpo, arqueo la espalda y me apretó más a ti. Me besas con ternura luego con pasión, mordisqueas mis labios y juegas con ellos. El sofá se nos está quedando pequeño, podemos movernos, podemos seguir rozándonos pero quiero más. Te levantas, me coges de la mano y me llevas hacia el baño.

Nos metemos en la ducha y entre risas y besos, deslizo mi lengua por tu pecho. Me pongo de rodillas, beso tu vientre, beso tus ingles, beso la parte interna de tus muslos. Estás duro y muy excitado. Primero te acaricio, con movimientos lentos mientras las gotas de agua caen por tu cuerpo. Acerco mi boca y sostienes mi cabeza entre tus manos. Miras cómo lo hago, cómo entra y sale, cómo mis labios te rodean y se deslizan, cómo te aprietan, cómo suben, cómo bajan. Levanto la mirada y te estremeces aún más, echas la cabeza hacia atrás y gimes. Haces que me levante, me coges en vilo y rodeo tu cintura con mis piernas mientras el agua sigue mojándonos. Pegada a la pared noto como vas adentrándote en mi interior, sintiendo pequeñas punzadas según te vas abriendo camino. Sales y vuelves a entrar con mayor fuerza y vuelves hacia atrás para otra acometida, movimientos rápidos, precisos, más y más intensos.

La excitación de los dos va en aumento, cada vez estoy más húmeda y siento como mi cuerpo se estremece. Respiraciones entrecortadas se mezclan con el ruido de la ducha y con nuestros suspiros y gemidos que van aumentando de intensidad. Mis pechos se mueven al compás de tus movimientos, tus caderas se mueven rápido, estás a punto, sigues y sigues hasta que te aprietas más a mí. Tus músculos se tensan, el tiempo se detiene. Seguimos así unos segundos más hasta que bajo mis piernas y seguimos abrazados.

Retiras mi pelo mojado del cuello, para besarlo a la vez que acaricias mis hombros y mis brazos. Una mano desciende por mi cadera para masajearme entre las piernas, la otra sobre uno de mis pechos mientras tu boca juega con mi lengua para después buscar el pecho suave y turgente entre tus dedos. La punta de tu lengua hace pequeños círculos sobre él, succionas, chupas, lames… Siento un cosquilleo que recorre mi nuca y humedece mis partes, un pequeño placer que va preparándome para lo siguiente.

Pasas el mango de la ducha por todo mi cuerpo, cambiando de agua caliente, a templada y fría. Notas la reacción que provoca: piel erizada, piernas tensas, pechos encogidos. Gotas de agua recorren mis hombros, mi espalda y mi vientre, tus besos se las llevan, a veces sólo con el roce de tus labios, otras con la punta de la lengua. Siento la presión de tus dedos en mi interior, cómo se mueven en todas direcciones a la vez que los finos hilos de agua caliente rozan el exterior. Noto tu aliento cerca, tu lengua se mueve despacio, primero jugando con los bordes rosados, subiendo y bajando hasta ir más a dentro. Me estremezco al sentir el calor de tu boca, me gusta como lo haces, cierro los ojos y me dejo llevar. La respiración se acelera, la boca seca, gemidos… abro más las piernas para sentirte más cerca y mis dedos se pierden en tu pelo mojado. Los músculos se contraen, me tiemblan las piernas, ya no aguanto más y un intenso placer recorre mi espalda. Dejo escapar un gemido, las rodillas ceden, me doblo hacia ti quedando los dos de rodillas. Me pego a tu pecho, mi cuerpo aún sigue temblando y necesito sentir tus brazos y tus besos sobre mi piel. El agua se lleva nuestro sudor, nuestros fluidos, nuestra pasión… pero nosotros nos quedamos así, con el agua a nuestros pies.

jueves, 27 de octubre de 2011

Me Gustaría

Me gustaría sentir cada día tus labios sobre mi piel. Despertarme rodeada entre tus brazos, perderme en tu mirada somnolienta y disfrutar cinco minutos más del calor de tu cuerpo.

Me gustaría hechizarte, que la magia de mis labios llenase de ilusiones y alegrías tu vida. Que me desearás con la misma fuerza que un niño desea sus juguetes, que me extrañaras si no estoy a tu lado.

Me gustaría ser tu ángel, tener alas para volar cuando me necesites, velar tu sueño, cuidarte cuando estés enfermo y ofrecerte mi regazo para limpiar tus lágrimas.

Me gustaría ser amiga, confidente, consejera, amante. Me gustaría ser tu mar, tu fuego, tu aire, tu tierra. Donde quiera que estés, allí me gustaría estar con el alma, con el corazón, con el pensamiento.

Estar en tus planes y que tu estuvieras en los míos, que nuestros destinos se juntasen para buscar nuevos horizontes y objetivos, sin prisas, sin presiones, sin miedos.


Muchas cosas me gustaría hacer contigo, cosas hermosas bajo las sábanas para regalarnos momentos de pasión y ternura. Un paseo por una calle cualquiera, junto al mar o entre montañas. Una barbacoa con amigos, una fiesta, un viaje… No importa lo que sea, sólo tener tu compañía.

Mientras pienso en todas las cosas que me gustarían, sigue andando por tu camino. Busca cumplir tus sueños, haz lo que deseas, disfruta del día a día. Y cuando creas que has alcanzado tus metas, cuando quieras compartir tu vida, ven a buscarme, llama a mi puerta, cógeme de la mano y dime “Me gustaría estar contigo, sentir tu cuerpo a mi lado”.

Pero esto… es sólo lo que a mí me gustaría.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ni contigo ni sin ti

¡Paso! ¡Paso totalmente! Paso de todo, paso de todos y paso de él. Sí, me gusta ¿y qué? No puedo estar detrás de él día sí y día también como si fuera su perrito faldero ¿no? Que yo también tengo una vida, ¡ni que solo fuera él quien tuviera cosas importantes! Ains… mierda... ¿por qué me engaño? Si mañana le volveré a ver y se me caerá la baba de nuevo. No puedo evitarlo y me molesta, sí, me molesta fijarme en él, en lo que hace, si se acerca… que todas las mañanas se me encoge el estomago porque sé que voy a verle. Y lo más gracioso es que él ni se da cuenta, ¡no sabe nada! ¡No me conoce! ¡No sabe ni como me llamo!

Por desgracia, esto nos pasa y más veces de las que nos gustaría reconocer. Mira que ya somos mayorcitas para amores imposibles pero nos empeñamos en que algún día lo conseguiremos. Sí, recordamos nuestros años de colegio o de instituto cuando te enamorabas del más guapo de la clase que, por supuesto, no se fijaba en ti. Aquella vez no lo lograste, pero esta vez sí, esta es la definitiva, ¡tiene que serlo! Porque ya estás cansada de soñar con un príncipe azul que nunca llega y de interesarte justo de los que menos se merecen que te preocupes por ellos.



En serio, no sé porque sucede pero… por algún motivo incomprensible nos enamoramos de aquellos que no se enamoran de nosotras. Primero te fijas en alguien, un desconocido hasta ese momento, luego empiezas a sentir algo, una especie de sensación extraña que genera la necesidad de querer verle y poco a poco las emociones van en aumento hasta que te das cuenta, tarde, de que vuelves a tener un amor imposible. Y puede ocurrir en cualquier lugar: en el metro, en la parada de autobús, en la cafetería donde desayunas habitualmente, en el trabajo, en el super de tu barrio, haciendo footing en el parque mientras sacas al perro, en el gimnasio, en la academia de inglés… Pero sobre todo, ocurre cuando menos te lo esperas y de quien menos te esperas.

El Amor Imposible puede ser bonito, difícil, idílico… pero sea como sea, podemos decir que hay cinco fases importantes y según como se sucedan los acontecimientos, puede que deje de ser imposible o que, directamente, sea desastroso.

Avistamiento: Es el momento inicial, justo cuando ese “alguien” anónimo pasa a ser “algo” importante en tu cabeza. No paras de pensar en él, si le verás, cómo irá vestido y vas sintiendo cosquillas en el estómago cuando sabes que se acerca el momento, o si, por casualidad, pasa por tu lado.

Reconocimiento: Al principio no reconoces lo que sientes por esa persona en concreto pero al final te vas dando cuenta y ya no hay remedio. Aún no te planteas si va a ser positivo o negativo pero ahí está. También haces un reconocimiento de la situación como tal, es decir, dónde se produce, si es fácil acercarse a él o intentar entablar conversación, si hay más mujeres cerca en las que pueda fijarse o, incluso, que alguna se te adelante… Vamos cualquier cosa que te dé pistas de las posibilidades que tienes.

Aproximación: El siguiente dilema que se te plantea es… ¿qué hago? Por un lado te mueres de ganas de hablar con él, pero por otro no te atreves, te da vergüenza. No sabes qué va a pensar y te da miedo quedar en ridículo, aunque lo que más temes es el rechazo. Intentas acercarte de la forma más casual: si le has visto en el parque bajas a su mismo horario y procuras mantenerte cerca para que te vea o si ha sido en algún trasporte público, te sientas a su lado, le miras de vez en cuando. Intentas llamar su atención.

Lucimiento: Y que mejor forma de llamar la atención que sacar lo mejor de ti, sacar partido a tus mejores cualidades físicas y ser la chica más sexy que hayan visto sus ojos.

Análisis de situación: Está es la fase más complicada y decisiva. Después de sopesar los pros y los contras, te toca tomar una decisión, atreverte y tomar la iniciativa o dejarlo pasar. Si eres de las valientes, justo un momento antes de lanzarte te entran las dudas, “No, que mejor no lo hago… bueno, sí, que ya que me he decidido… ¿y si no sale bien?”. Si no sale bien, seguramente te desilusiones un poco pero al menos lo habrás intentado.

Y yo me pregunto ¿habré sido alguna vez el Amor imposible de alguien? Sería curioso imaginar una escena así. Estás comiendo un riquísimo plato de fettuccine a la carbonara, y en el momento en el que tienes la boca llena y un fettucine colgando del labio, un hombre te pregunta “¿puedo sentarme?”. No está nada mal y parece agradable pero como no puedes hablar aún, le haces señas para que se siente mientras intentas taparte la boca con la servilleta y tragar. Bebes un poco de agua, carraspeas y te disculpas. A ver, ¿no podía haber elegido otro momento? No sé, en el café por ejemplo… porque estás cosas siempre pasan en los momentos más inoportunos. Él intentaría ser educado, preguntar tu nombre y entablar una conversación que acabase pidiéndote el número de teléfono. ¿Qué pasaría después? En mi caso, a día de hoy no he tenido encontronazos casuales con nadie pero eso no significa que no los haya tenido, puede que no me haya dado cuenta o que no se hayan atrevido a lanzarse. ¿No habéis tenido alguna vez la sensación de que alguien os mira pero cuando levantas la vista no hay nadie que te mire? Vaya, puede ser un admirador secreto, así que, tendré que ser más observadora cuando vuelva a sentir una mirada en mi cogote.

Sea como sea, el Amor Imposible siempre deja las cosas en el aire. Es imprevisible, inseguro, inestable y, por lo general, suele dejar un sabor agridulce, más aún cuando no vuelves a ver a esa persona o bien ese amor ya tiene a alguien. Tendríamos que tener algún tipo de botón que al pulsarlo nos impidiese emocionarnos por alguien que no debemos. Lo malo es que no somos robots, somos humanos y es muy difícil controlar de quien nos enamoramos. Como bien dice una canción de amor “más quien le pone puertas al campo y quien le dice que no al amor”.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Cosas del Amor y del Destino

¡Qué difícil es el Amor! Parece algo tan simple, una cosa de dos, pero de simple no tiene nada. Muchas veces somos nosotros los que complicamos las cosas y de un grano de arena hacemos una montaña por pensar demasiado en lo que estará pensando el otro. Otras son las circunstancias las que impiden que algo bonito pueda hacerse realidad y en algunas, y no pocas, las cosas no salen como a ti te gustaría.

Sabemos que a los hombres no les gusta hablar de sentimientos y les suele costar demostrarlos, ¡pero al menos que nos den alguna pista! No sé, saber qué hacer cuando se encuentra mal, qué decirle para darle ánimos o cómo actuar en los momentos de mosqueos. Pero como nos toca intuir las cosas, nos pasamos varias horas pensando si lo que le has dicho le ha enfadado o si es que ha tenido mal día, si le apetecerá salir a cenar o prefiere quedarse en casa, si cuando no me habla es por mi culpa o es por otra cosa y, sobre todo, que si le pregunto qué le pasa me diga que nada, sabiendo que algo le pasa y no me lo quiere contar, dejándome con la intriga y dándole vueltas al asunto porque él no quiere sacarme de dudas. Y claro, como pensamos en lo que creemos que ellos piensan y en lo que pensamos según esos pensamientos imaginados, pues la liamos. Sí, nos equivocamos, metemos la pata porque ni ha pasado lo que pensabas, ni ha dicho lo que imaginabas, ni ha hecho lo que te gustaría. Eso ya te ha generado una discusión inútil por mal entendimiento, has gastado tiempo y, lo que es peor, te has agobiado innecesariamente.

Creemos que lo tenemos todo controlado y no es así. Damos por sentado que el otro actuará de una manera olvidándonos de sus expectativas y sus prioridades. Porque las circunstancias nos limitan y ¡no somos conscientes de ello!

Conoces a un hombre fabuloso en un Congreso para especialistas de tu sector. Tiene todas las cualidades que te llaman la atención y no para de sonreírte pero… siempre hay un pero… está casado y tiene una niña pequeña. ¡Será posible! Mira que es casualidad, justo el que te gusta ya está cogido. También puede ocurrir que tengas un compañero de trabajo que te resulta agradable. A penas habláis, intercambiáis algún “Hola”, “Buenos días, “Adiós” o coincidís en la máquina de los cafés o en la impresora. Te gustaría decirle algo más, intentar entablar una conversación medianamente decente pero ¿cómo? Si se va a desayunar con los de su departamento y casi ni os cruzáis las miradas. Sin embargo, por otra parte empiezas a pensar que al ser del trabajo surgirán los cotilleos y si no funciona habrá tiranteces, también está el morbillo de lo prohibido y que te puedan pillar pero ¿hasta qué punto merece la pena? Con lo simpático que parece y para un chico mono que hay en la oficina y ¡no te puedes acercar!




Otra situación posible: separado y con churumbel o churumbeles. Da igual que tú también estés separada o seas soltera, el camino está sembrado de espinas. Si sólo está separado, lo peor que puede pasar es que estará tan quemado de su matrimonio anterior que no aguantará ni una pero con hijos de por medio la cosa se complica y si son pequeños mucho más. Con niños, ya sabes que ellos siempre van a ser lo primero y que el irles a buscar al colegio o tenerles el fin de semana en casa es sagrado. Lógicamente, si coge vacaciones es para estar con ellos, así que, olvídate de tener una semana romántica en algún lugar perdido, de hecho, si es de los que tiene suerte y habla con ellos a diario, sabes que los horarios de llamadas son inamovibles. Eso sin contar que si la cosa funciona tendrás que conocer a sus hijos, lo cual siempre genera tensión porque pueden pensar que quieres sustituir a su madre y ya sabes que van a verte como la mala. Si tú también estás en la misma posición, te preguntas si a tus hijos les gustará tu pareja y te tiemblan las piernas de pensar que no va funcionar. Está claro que si se quiere es posible compaginar la situación de cada uno pero el camino estará cubierto de obstáculos que, muchas veces, parecerán insalvables ya que uno de los dos tiene que ceder y ¿quién cede?

Lo que suele ser muy común es que coincidas con un chico que ha dejado recientemente una relación. Dalo por perdido, de hecho, ni te plantees nada, hagas lo que hagas no va a salir contigo, puede que seáis tal para cual, con gustos parecidos y os gustéis pero ¡ni se te ocurra enamorarte! Trátale como un amigo pero ¡nada más! Es peligroso porque si tu situación es distinta, está claro que las prioridades no son las mismas. Mientras que a ti te apetecería hacer cosas de dos, él prefiere ver a sus amigos y no dar explicaciones, a ti te gustaría que te llamase más a menudo y él no quiere ataduras ni que le controlen el tiempo. Él simplemente vive su vida a su gusto. Es una pena, has llegado tarde, pero así es, nunca sabrás si funcionaría o no porque ni siquiera tendrás la oportunidad de intentarlo. Eso sí, puede darse el caso que seas tú la recién entrada en la soltería. Si es así, es probable que no veas a ese chico tan simpático como un hombre en potencia sino más bien como un amigo, o si te fijas en él seguramente seas reacia a mantener algo más que unos escarceos esporádicos. Tanto si es él el que ha terminado una relación como si lo eres tú, las circunstancias de cada uno van a influir en el desarrollo de la situación.

Nos regimos por prioridades y éstas van cambiando según el momento y, cosas del destino, encuentras a un chico que está totalmente centrado en su vida profesional: buscando trabajo, trabajando de sol a sol, opositando… o en su vida personal: ir al gimnasio, quedar con sus amigos, ver a su familia, buscar compañero de piso o piso nuevo, la hipoteca, los gastos…y no puede dedicarte el tiempo que tú quieres. Tú no eres una prioridad y, por lo tanto, quedas relegada a los últimos puestos y quedará contigo sólo si puede o si su agenda se lo permite. Lo triste es que cuando él se plantea que puedes empezar a ser una prioridad, para ti ya ha dejado de serlo, el tren ya ha pasado y ha perdido la oportunidad de subir.

Y como tú también tienes tus preferencias, tienes la mala suerte de que los que no te gustan sigan llamándote mientras que aquel que quieres que te llame ¡no lo hace! En una fiesta en casa de una amiga te presentan a un chico pedante, pesado y salido. Es el típico que va de listillo y encima con unas copas de más. Al día siguiente tienes un mensaje de un número desconocido, contestas y... ¡¡ta chán!! Es él… pero… ¿cómo ha conseguido mi número?-te preguntas ingenua de ti- no sabes cómo pero lo tiene y a pesar de que le ignoras, él sigue empeñado en llamarte. Y es justo el que no te presta atención, ese que te ignora y que ni se preocupa por preguntarte qué tal estás, el que más te gustaría que te llamase. ¿Acaso hay que ignorar para que te hagan caso? ¿Hay que ser una “Cruela Devil” para que se fijen en ti? Es más ¿hay que sentirse ignorado para que pienses más en esa persona que te ignora y tengas mayores deseos de estar con ella? Es incomprensible pero así es, cuanta más atención prestas a alguien, más se aleja y si le ignoras, más interés tiene. Bueno, esto en la teoría porque en la práctica no siempre funciona, también depende de las circunstancias. Como se suele decir “lo que me dan no lo quiero y lo que quiero no me lo dan”.

Creemos que lo sabemos todo sobre el Amor y no sabemos nada, damos consejos a nuestras amigas y luego nosotras no los ponemos en práctica, no porque no los conozcamos, sino porque es difícil hacerlo cuando alguien te importa. Pensamos que hemos aprendido de nuestras experiencias y, sin embargo, volvemos a cometer los mismos errores. Nosotras necesitamos certezas, ellos creen en el “ya veremos”, nosotras queremos hechos, ellos huyen de las complicaciones, nosotras nos preocupamos del futuro, ellos viven el presente.

Pero seguiremos preguntándonos si le gustas realmente, si volverás a verle, por qué no funcionó o si funcionará. Pensarás en qué harás cuando le veas, qué te pondrás y dónde iréis. Surgirán emociones de alegría si te llama, de emoción si te besa o de rabia si pasa de ti. Sopesarás si mandarle un mensaje será un acierto o una equivocación y le darás mil vueltas pensando en qué pensará si se lo envías. Te asaltarán las dudas de si has dicho o hecho algo que no debieras o si tienes que mostrarte indiferente o demostrar interés. Aunque lo intentemos, no comprenderemos los entresijos del Amor porque las circunstancias y el destino se mezclan para complicarnos un poco más las cosas. Porque en el Amor, como en el juego, mucho tiene que ver la suerte.

jueves, 18 de agosto de 2011

¿Complejos? ¡Vete a la playa!

Pechos grandes, pequeños, caídos, puntiagudos, desnudos, tapados, blancos, negros, tostados, naturales, inflados, juveniles, adultos, maternos… y así podríamos seguir describiendo toda la anatomía femenina. Da igual como sean, siempre nos quejamos, nos miramos en el espejo y no nos gustan. Sacamos muchos defectos a nuestro cuerpo en general y a nuestro pecho en particular pero no nos damos cuenta de cómo son hasta que vamos a la playa. El bikini o el bañador lo deja todo al descubierto permitiéndonos compararnos con las demás y nada mejor que ir a la playa para empezar a quitar los complejos.

En la playa, al igual que en el amor y en la guerra, todo vale (o al menos eso dicen). Lo que llama la atención son las miles de formas que tiene el pecho femenino y todas lo exhiben con naturalidad y sin pudor. La mayoría lo tapa, bueno, algunas deben llevar una talla menos porque las llevan tan apretadas que parecen que van a salir despedidas en cualquier momento. Otras las llevan al descubierto y les da igual que estén más o menos caídas o el tamaño que puedan tener, van a ponerse morenas y listo. Es una de las pocas posibilidades que tenemos de mirar escotes a mujeres sin sentirnos incómodas por ello y te comparas. El resultado es que compruebas que tus pechos son más bonitos que los de aquella del bikini de lunares y que están mejor colocados que los de la mujer que pasea por la orilla. También te encuentras a chavalinas de 16 años con unos volúmenes paranormales, vamos, casi hay que considerarlo expediente X teniendo en cuenta las pequeñas cinturas y sus escasas caderas. Y eso lo que genera es envidia, si, ¡envidia por querer unas así! Bueno, las que tengan ya suficiente más que envidia se apiadarán de la muchacha pensando “ay hija… ya verás cuando vayas a comprar sujetadores y no encuentres de tu talla”.

Otra comprobación que haces es que los tuyos se desplazan a los lados cuando te tumbas. Eso pasa siempre que estás durmiendo o tirada en el sofá, pero no eres consciente de ello hasta que estas tumbada en la arena, con las gafas de sol, los cascos de música y mirando el horizonte. Entre medias ves dos cosas que se despanzurran, y no importa lo tenso que tengas el bikini, se quedan así. Sin embargo, ves a algunas que se quedan en un perfecto estado de redondez ¡continua! ¡No se mueven! Es que son como globos perfectamente inflados que van a salir volando. Al igual que las modelos de las revistas de modas, que cualquier modelito les queda divino pero a ti no te queda ni la mitad de bien. Pero piensas “está operada” o “la foto está retocada”, en un intento de levantar tu autoestima. Pero al levantar la vista y ve lo que hay en realidad, ves que lo de la portada no tiene nada que ver con lo que hay allí, de hecho, tampoco es esa maravillosa playa de Miami donde todas las mujeres son extremadamente esculturales. Eso me recuerda que no tengo que ir a las playas de Miami…

¿Sólo nos fijamos en el pecho? No, ni mucho menos porque hacemos un repaso de arriba abajo. También hay culos planos, fofos, duros, pequeños, grandes… Y si piensas que el tuyo es muy feo, te equivocas porque en la playa seguro que los verás peores. De hecho, verás a mujeres de amplias caderas que llevan sus bikinis y tan contentas. ¿Y las tripas? Las tripas también son muy variables y es cierto que hay dos tipos de mujeres, en forma de manzana y en forma de pera, las observas a todas mientras pasean por la orilla y ves tripas prominentes, planas, abombadas, de media curva, cerveceras, de barrilete.

Por supuesto, las piernas y los muslos nos obsesionan por culpa de la celulitis, aunque en los anuncios la llaman piel de naranja, que queda mucho más fino, y más comúnmente conocida como cartucheras. En las farmacias venden productos que aseguran que se reduce incluso ¡por la noche! El caso es que vayas a Benidorm, vayas a Torrevieja o vayas a Peñiscola, vas a ver a muchas mujeres con celulitis, estrías, varices, juanetes, rodillas torcidas y las piernas podrán ser finas, gruesas, grandes, pequeñas, bonitas, feas… pero ¡ahí están! Paseando tranquilamente sin miedo a que las estén mirando.

Las playas españolas no son como las de California o Miami. Según las miles de series que llegan a nuestros hogares, las vacaciones perfectas no son en el Caribe, no, son en las playas de California donde las chicas son rubias explosivas y morenas espectaculares de las que, lógicamente, se enamoran los protagonistas y las quieren para que sean las madres de sus hijos. Normal, con esos enormes pechos (que seguro que son naturales cien por cien… vamos que llevan hasta garantía) más de uno se haría pasar por niño. Y por supuesto, los hombres también son de impresión, con abdominales marcados, brazos enormes y que levantan pesas en medio de la calle y a pleno sol, debe ser para sudar un poquito más. Y siempre hay patinadoras con pantalones ajustados y ciclistas sin camiseta. Es más, los socorristas californianos son increíbles. Ellas llevan unos bañadores que les estilizan las piernas, pero tan alto queda que tendrán que depilarse mucho más que sólo las ingles. Además, deben usar maquillaje resistente al agua porque siempre están perfectamente maquilladas. No sé qué hacemos aquí y no nos vamos a Estados Unidos a buscarnos marido, dicen que hay muchos obesos pero ¿dónde están? Porque en las series no aparecen.

En nuestras playas vemos a gente normal, con ropa normal y que hacen lo normal. Aquí nos traemos nuestras neveritas y ves a la abuela cuidando de los nietos en la orilla pero ella sólo se moja los pies. Ves a las madres regañando a los niños, a las quinceañeras tonteando con sus amigos, a los padres haciendo un castillo de arena tostándose al sol mientras el pequeño va a rellenar el cubo de agua. Ves a los socorristas sentados en su puesto de vigilancia con ropa cómoda y gafas de sol, incluso uno de ellos está algo fondón y otro muy delgadito. La socorrista ni mucho menos va maquillada y se recoge el pelo en un moño, para evitar que le de calor y se le venga a la cara con el aire. No hay gimnasios callejeros ni hombres musculados, el deporte más común es ir a tomar el aperitivo, con unas cervezas, unas patatitas y unas aceitunas.

En España no hay chicas despampanantes tomando el sol ni patinadoras sexys, hay mujeres de verdad que no están retocadas con photoshop ni cualquier otro programa informático. Mujeres del día a día, con sus pecas, manchas, celulitis y kilos de más. Mujeres trabajadoras, amas de casa, empresarias, estudiantes, paradas… Mujeres altas, bajas, gordas o flacas. Todas intentan cuidarse diariamente y todas tienen sus complejos, pero no sé que tiene la playa que cuando llegas los has perdido y cuando regresas vuelves a la realidad, ¿será el bronceado que sienta muy bien? Definitivamente, todos los años vendré a la playa a olvidarme de mis caderas, de mi trasero, de mis pechos, de las cartucheras, de las espinillas, de las manchas... porque soy una mujer normal que deja a un lado los complejos.

viernes, 5 de agosto de 2011

En la orilla (**Erótico**)

Entro en el recinto de apartamentos, ya es tarde y mañana quiero aprovechar el día. Me han hablado de una preciosa playa con calas en la que se puede disfrutar del sol y el mar en plena soledad, sin que nadie pueda perturbar el silencio que la naturaleza te ofrece. Me duelen los pies, me quito las sandalias y las sostengo entre las manos. Mi vestido blanco se mueve con la suave brisa y me detengo a respirar el aire fresco de la noche. Voy hacia los ascensores, oigo pasos y me giro. Te acercas y esperas detrás de mí, se abren las puertas y entramos. Pulsas la quinta planta, yo la tercera. Cada uno en una pared, evitamos que nuestras miradas se crucen pero sé que me miras de reojo, buscas mi escote, me miras de arriba abajo fijándose en el detalle de las sandalias en la mano que te hace sonreír. Por un breve instante nuestros ojos se encuentran justo cuando se van a abrir las puertas y me giro. Sé que me observas, sé que te detienes en mis caderas y mi nuca humedecida por el calor de la noche. Salgo y me giro para desearte buenas noches y las puertas se cierran. No sé si le volveré a verte pero realmente eres atractivo.

No me levanto excesivamente pronto, preparo mis cosas y voy donde me han indicado: una playa de arenas blancas, pequeños refugios de rocas y un agua cristalina recorre todo el horizonte. No hay nadie, elijo uno de los refugios de rocas y me desprendo de toda mi ropa. El sol broncea cada centímetro de mi piel, tengo calor y necesito refrescarme. Justo cuando voy a salir veo a alguien… ¡eres tú! No apartas la mirada de mí, al igual que yo no esperabas a nadie, te ha sorprendido verme pero no puedes apartar tus ojos de mis pechos. Eso me hace sentir incómoda pero no quiero que lo notes y sigo andando como si no estuvieses. El agua roza mis pies y se me eriza el vello de los brazos, está un poco fría. Sigo andando hasta que el agua me llega a las nalgas. No te veo, no sé qué haces y no quiero girarme pero tengo la sensación de que me sigues observando y por eso quiero provocarte. Meto una de mis manos en el agua y me mojo la nuca, dejando que las gotas recorran mi espalda, vuelvo a agacharme de forma sugerente para mojarme los brazos, lo hago despacio, deleitándome, como si el agua me estuviese acariciando. Me gustaría girarme, ver tu reacción y si ha surtido efecto. Mis pechos se han encogido por el cambio de temperatura pero noto la excitación en mi cuerpo. Me sumerjo y voy nadando para bordear las rocas de aquella cala y al volver me choco contigo. Nos sonreímos y al alejarme rozo una de tus manos, como si quisiera cogerla, como si quisiera decirte que me siguieras.

Ya en la orilla, me tumbo boca abajo para tomar el sol mientras el agua va refrescando mis piernas e incluso mis caderas. Veo que te sientas no muy lejos de mí, con las piernas extendidas. Se nota que también estás excitado aunque estás intentando controlarlo, recorro tu cuerpo con la mirada y desearía poder tocarte, sentirte más cerca para acariciarte. Volvemos a mirarnos y te sonrío a la vez que te hago un gesto para que te acerques. No nos decimos nada, no lo necesitamos, nuestros cuerpos hablan por nosotros y se desean. Te sientas a mi lado y uno de tus dedos hace dibujos sobre la parte trasera del muslo, subes por el glúteo te desvías a los costados y bajas por la espalda. El agua vuelve a mojar mis nalgas y las gotas dan un aspecto brillante a mi cuerpo. Siento como haces más presión sobre mi piel y tu mano masajea mi nalga izquierda. Abro un poco las piernas y aprovechas para descender lentamente hasta que siento cómo uno de tus dedos me acaricia de arriba abajo, haciendo movimientos suaves y pequeños y poco a poco a metiéndose en mi interior.


No sé si es el agua o soy yo pero siento que la humedad invade mi cuerpo, tengo los labios secos y dejo escapar un pequeño gemido. Me aprieto a ti y alargo mi mano para tocarte. Me apoyo en tu rodilla y voy subiendo por el muslo interno, me detengo y doy un pequeño respingo al notar dos dedos dentro de mí. Te acercas más aún y acaricio tus ingles. Tu erección ya es completa y dejo que mi mano te acaricie, subiendo y bajando al mismo tiempo que la tuya. Mojo mis dedos y hago círculos en la punta descendiendo por el tronco y rozando tus testículos. Tu respiración se acelera y dejas escapar varios gemidos. Nos estamos tocando a la vez, sintiendo el calor del sol y el agua que nos sorprende y nos refresca. Estamos excitados y nuestros cuerpos quieren más. Te ladeas y empiezas a besar mis hombros y mi espalda. Mis pechos se encogen al sentir tus labios y se me eriza la piel. Te colocas encima de mí, mordisqueas mis orejas y tu lengua recorre mi cuello en busca de mi boca. Levanto mi espalda y ladeo el cuello para en busca de tus labios. Nos besamos con pasión y deseo mientras tus manos tocan mis pechos erectos.


Me tumbas, me abres un poco las piernas y noto como te colocas. Siento como va metiéndose poco a poco, duro y te aprietas más a mí. Notas el calor, la humedad, el agua… sientes como las paredes se abren, un suave cosquilleo que recorre todo tu miembro y te llena de placer. Subo las caderas y sigo tus movimientos, sales para volver a entrar, sin prisas, deleitándote dejándote llevar por las sensaciones. Me agarro a tus brazos y te digo que sigas, arqueo la espalda para sentirte más dentro y las embestidas cada vez son más rápidas. Sientes como mi respiración se acelera, mis gemidos son cada vez más intensos. Sigues empujando agarrándome de los hombros, estoy acercándome al orgasmo, mis paredes se contraen cada vez más y más y ya no puedo contenerme. Clavo las uñas en la arena y mis contracciones te hacen llegar al orgasmo casi a la vez. Los dos gemimos y nuestros cuerpos se tensan del placer que nos invade. Te dejas caer hacia un lado, los dos boca arriba, recuperando el aire y dejando que las olas se lleven los restos de nuestro intenso encuentro.

domingo, 24 de julio de 2011

Nosotras... ¿Así somos o así nos pintan?

Las mujeres somos demasiado ingenuas. Eso o somos incapaces de eliminar los estereotipos que se consideran propios de nuestro genero, estereotipos que las revistas femeninas no dejan de promover. Lo que me resulta más contradictorio es que nos gusta acudir a ellas como si fueran la solución a dilemas trascendentales: ¿pintalabios rojo pasión o gloss? ¿Minifalda con alzas o pantalones bombachos con sandalias playeras? Somos tan incrédulas que nos leemos reportajes del estilo de “100 maneras de decirle que te gusta”, “Saca tu lado más irresistible” o “Los mejores trucos para sorprenderle en la cama”. No es que te cuenten nada nuevo, o puede que sí, pero intercalan en el texto comentarios de gente que les ha contado su caso como por ejemplo lo siguiente: “Tomás, de 25 años nos dice que “cuando mi novia fue a buscarme a la oficina para comer y en el restaurante me dijo que no llevaba nada debajo de la falda… me dio un subidón increíble. Era algo que no me esperaba de ella y me encantó. Ahora siempre intentamos innovar para no caer en la rutina”. Me gustaría saber dónde buscan a estos lectores con historias tan originales, siempre relatan cosas que ni se te habían ocurrido. Y es que, tanto en este tipo de reportajes como en los miles de test que te proponen sobre cuestiones de pareja, buscamos respuestas, buscamos el remedio infalible para acertar con los hombres olvidándonos de la vida real.

Recientemente una publicación femenina planteó este tema: “10 gestos que le conquistarán” Pues bien, vamos a comprobar si lo que dicen se ajusta o no a la realidad de nuestra vida diaria.

Ser Sexy: Estamos de acuerdo en que una imagen vale más que mil palabras y que hay que cuidarse pero ¿ser sexy implica llevar escotes vertiginosos o pantalones ajustados? Puede que ese tipo de indumentaria no nos favorezca así que, olvidémonos de ser las divas de la noche o las reinas por un día. Incluso si acudes muy sexy a una cita, es probable que te desnude con la mirada y sólo quiera conseguir una cosa, sin preocuparse por conocerte. Tanto en maquillaje como en ropa lo adecuado es utilizar aquello que te gusta, con lo que estás cómoda y que sabes que te favorece. Creo que a todas nos queda claro que un chándal, aunque sea cómodo, no es la vestimenta adecuada para una cena con velas pero siempre hay algo en el armario que sabes que te sienta bien. En definitiva, no hay que ser sexy por gustarle a él sino que nos ponemos guapas para gustarnos a nosotras mismas y si nos gustamos a nosotras, gustaremos a los demás, llevemos lo que llevemos.

Hazle Reír: De acuerdo, el buen humor siempre es importante y, de hecho, las personas simpáticas nos resultan más agradables pero ¿tengo que contar chistes o tengo que reírle los suyos? Ni lo uno ni lo otro. Hay que ser natural y ser una misma. Si no se te ocurre una frase graciosa sobre un tema determinado que estéis tratando, ¡no pasa nada! A esa persona tenemos que gustarle tal y como somos, seamos vergonzosas, extrovertidas, serias, alocadas… y si no le gustas es que no ha sabido apreciar tu verdadero yo, así que, probablemente no era el hombre adecuado.

Dale sexo: ¿Cómo? ¿Acoso soy una máquina expendedora? Vamos, como las máquinas de café de mi oficina, sólo que en lugar de apretar el botón para que te de un vaso de café aguachinado con leche, lo que daría sería otra cosa. En una pantalla se puede leer “Haga su selección”. Él aprieta un botón y una voz femenina (un poco al estilo de las gasolineras) dice “ha elegido usted postura del misionero”… hombre clásico que empieza por lo básico pero se queda atónito cuando lee otra opción “Sexo oral mientras ves un partido de futbol”… lo aprieta sin pensarlo dos veces, juntar las dos cosas que más le satisfacen en un mismo momento debe ser increíble, lo único que ¿Cómo cantará el gol? También le gusta la opción de “Sexo en la mesa de la cocina” lo aprieta pero la voz le dice “producto agotado” y esas palabras también aparecen en la pantalla. Justo cuando se va a ir lee “Sexo en postura perrito”, a la mayoría de los hombres les gusta así que la tentación le puede y vuelve para seleccionarlo pero “no tiene suficiente crédito”. Ni nosotras somos objetos inertes ni somos de piedra, nos gusta que nos den placer igual que nosotras lo damos, por lo tanto, en el juego de la pasión la reciprocidad es importante. ¿O acaso va a pensar en sí mismo y te deja a medias? Si hace eso ya sabes que no sabe trabajar en equipo.

No compromiso: Supuestamente tienes que decirle que no quieres compromiso para que se muera de ganas por estar contigo. Pues bien, si a un hombre le dices que no quieres compromiso él lo entenderá de una forma literal “Nada de compromiso”. Eso le permite hacer lo que le apetezca porque no tiene nada serio contigo ni lo va a tener, así que puede buscarse otras amigas con las que compartir sus ratos libres. Le llamas un día para quedar a cenar y el te dice “lo siento, es que ya he quedado con una amiga para ir al cine”. Esa amiguita seguramente acabe en su cama una vez terminen de ver la película y, aunque no tengas nada con él, te molesta. Sí, te molesta porque, independientemente de lo que quieras tener con el muchacho, no es lo mismo intuir que pueda estar con otras a saber que efectivamente se va con otras. Te duele el orgullo de mujer de pensar que no eres la única que ha sido capaz de conquistarle y en tu fuero interno surge ese resentimiento que te hace pensar “¿Sí? Pues yo también voy a hacer lo mismo… ¿quién se ha creído que soy?”. De nada sirve marcar límites desde el comienzo, las pretensiones de cada uno van a salir a la luz por sí solas, hay que ver cómo evolucionan y dejarse llevar por los acontecimientos. Nunca se sabe lo que puede pasar.

Dale libertad: Partiendo de la base de que no vamos haciendo prisioneros a nuestro paso, no puedes dejar a nadie que sea libre de hacer lo que quiera si no es nada tuyo. Es decir, si ya es tu pareja no tienes que conquistarle, sólo mantener la conquista día tras día. Tanto si estáis juntos como si sólo es un amor pasajero, él puede salir con sus amigos igual que tú con los tuyos, no por una cuestión de conquistar simplemente porque es bueno que cada uno tenga una cierta independencia.

¿Vemos el futbol?: Está muy bien que quieras adaptarte a sus gustos y que intentes involucrarte en sus aficiones, pero de ahí a esperarle en casa sólo con una camiseta de su equipo favorito…. Va un trecho. Si te gusta el futbol estará encantado de que lo veas con él, pero si no es así, no finjas, mientras él esté entusiasmado gritándole al árbitro tú estarás aburrida, se notará y quedará mucho peor que si desde el principio eres sincera.

Hazle la cena: Se cae en el tópico de que a los hombres se les conquista con el estomago. Puede que aún sea cierto pero, en los tiempos que corren en los que nosotras trabajamos igual que ellos, buscamos hombres independientes que sepan valerse por sí mismos y no dependan de las faldas de sus madres o de otra mujer que la supla para hacerles la comida. Si supiese hacer “Risotto con setas y pollo con salsa de frutos rojos, aderezado al Pedro Ximenez” entonces trabajaría de cocinera en algún restaurante famoso y no delante de un ordenador ocho horas al día. Además, a nosotras también nos gusta que nos sorprendan con una cena con velas, aunque haya hecho un simple plato de pasta, la intención es lo que cuenta.
No te enfades: Para ver a alguien sentado como un tonto delante del televisor sin ganas de hablar y sin poder contarle el día que he tenido, casi en lugar de querer tener pareja me compro un oso de peluche gigante que, al fin y al cabo, hará la misma función ¿no? Sí, puede que hombres y mujeres tengamos ciertas diferencias a la hora de comunicarnos, que nosotras seamos más expresivas y emocionales y ellos más prácticos y racionales pero la gracia del asunto es intentar llegar a un entendimiento, muchas veces no será posible, incluso diremos que no les entendemos y ellos dirán lo mismo de nosotras, pero hay que intentarlo. De acuerdo, no hay que llegar al dramatismo y fomentar el victimismo llorando por nada, pero a él le gustará que le escuches cuando realmente lo necesite y él hará lo mismo si realmente le importas.

Improvisa: Con ellos la improvisación es casi imposible porque el día que le propongas ir a visitar Segovia, él te dirá que ya ha quedado con los amigos por la tarde para jugar al pádel. Le insistirás bromeando como si fueras una niña pequeña pero no funcionará, le dirás que te hacía mucha ilusión, y te dirá que lo dejáis para el próximo fin de semana. En tu último intento desesperado de convencerle le dices que hacéis pocas cosas juntos… craso error, eso suena a reproche y ya no tienes nada que hacer. Eso sí, cuando él quiere improvisar… échate a temblar. Tú ya tienes planes con unas amigas y te plantea ir a la sierra, le dices que no puedes pero insiste y empieza a tocar la vena sensible diciéndote que lo pasareis bien, que estaréis los dos solos, que con tus amigas puedes quedar cualquier otro día y que es una buena oportunidad para hacer cosas juntos. Eso te hace recapacitar y acabas cediendo. Si quieres hacer algo, díselo en ese momento, no esperes a que sea más tarde y ya tenga planes, y si no puede, concretar un día, no es necesario que planifiquéis cada salida pero al menos asegúrate de que no tiene otros planes.

¿Reproches?: Los reproches no son buenos se los hagas a quien se los hagas. No es necesario que le recuerdes constantemente que se equivocó pero si que tenga en cuenta tu opinión para otras ocasiones o que si ha hecho algo que, de una forma u otra, te haya dolido debe saber que ha actuado mal y disculparse. No será fácil perdonar pero si le importas y te importas al final las peleas siempre acaban en agradables reconciliaciones.

Estos diez consejos me recuerdan a los panfletos que repartían en los años veinte con recomendaciones para ser una buena esposa: ten la comida preparada cuando tu marido llegue a casa, como llegará cansado del trabajo déjale descansar mientras friegas los platos y das de comer a los niños, ponte guapa para recibirle y complácele en la intimidad para que siempre esté sonriente y feliz… Y así podríamos seguir describiendo lo que se consideraba el estereotipo femenino de aquella época. Ahora estamos en el siglo XXI, donde poco a poco las mujeres somos algo más que objetos de una casa o el juguete sexual del hombre, sin embargo, seguimos manteniendo esa vieja imagen de la mujer.

Lo mejor para conquistar no es tener un planing de diez cosas que hay que hacer, sino ser una misma y dejarse llevar por la situación. Si conectas con esa persona lo notarás rápido y te plantearás el famoso ¿Y ahora qué? Sólo hay una forma de descubrirlo… nunca se sabe qué puede pasar.

martes, 12 de julio de 2011

Dulces sueños

Dormir suele ser más fácil cuando estás solo. Y digo suele porque a veces nos cuesta conciliar el sueño, bien por frio o calor o bien por algún problema al que no dejamos de dar vueltas, pero generalmente es mucho más cómodo. La cama es toda tuya así que, puedes dar todas las vueltas que quieras y quedar enrollado en las sábanas como si fueras un gusiluz, total, nadie te va a reprochar al día siguiente que se ha quedado destapado por tu culpa. Otro beneficio es que puedes dormir con la ventana abierta o cerrada o la persiana subida o bajada, sabes que no vas a molestar a nadie ni te tienes que amoldar a los hábitos de sueño del otro. De hecho, te acuestas con pijama, desnudo o como te apetezca, y el caprichoso de tu cuerpo puede hacer tantos ruidos como quiera, consciente o inconscientemente, sin miedo a quedar mal con tu acompañante nocturno.

Pero todo tiene sus pros y sus contras y el dormir solo no es una excepción. Nadie te da las buenas noches ni te calienta los pies cuando hace frío. Tampoco tienes a alguien que te abrace, que te bese o incluso que antes de caer en un profundo sueño te haga ver la luna y las estrellas… bueno, esto puede que alguna vez ocurra, pero si no tienes pareja, probablemente te pases algún tiempo sin esas experiencias tan esenciales.

¿Y qué ocurre cuando vas a dormir con alguien por primera vez? Lo primero: ¿qué me pongo? Porque una cosa es ir a casa de un guapo muchacho y acabar con la ropa por los suelos, sabiendo que pasadas unas horas volverás a tu casa, y otra muy distinta pasar la noche en su casa y amanecer a su lado. Quieres estar guapa y sexy pero quieres dormir cómoda. Te planteas estrenar ese conjunto negro de licra con trasparencias y un tanga de lazos a juego. Sabes que eso va a durar puesto lo mismo que dura unos bombones de chocolate en tu nevera, es decir, ni 5 minutos. Pero para después tendrás que llevar algo ¿no? Puedes pasear por su casa totalmente desnuda pero que no te hace mucha gracia que note esos michelines que te empeñas en reducir a base de dietas o la odiosa celulitis que no se va ni con los mejores productos de la farmacia. También hay que tener en cuenta la posibilidad de que comparta piso, que como ahora las cosas están como están vivir solo casi es un lujo que no todos pueden costearse, por lo tanto, si ese es el caso habrá que adecentarse y guardar las formas. Está claro que no puedes llevarte ese pijamita de flores que tanto te gusta, así que, optas por unos leggins y una camiseta holgada.

Siguiente cuestión: ¿me llevo todo mi neceser? Inicialmente vas a maquillarte, eso implica que tendrías que llevar desmaquillante, loción, leche limpiadora o crema hidratante para la cara. A la mañana siguiente vas a estar totalmente al natural, nada de antiojeras, ni sombra de ojos ni pintalabios, vas a ser tú, con tus granitos y tus manchas y ¡no vas a estar tan fantástica como el día que te conoció! Vale, me llevo sombra de ojos suave y el rímel, pero tendré que levantarme antes ¿no? Bueno, mira, que ya se verá qué pasa. Por supuesto, cuando te despiertes estarás despeinada ¿dejo un peine pequeño en la mesilla?

Has quedado para ir al cine y a cenar para después tomar el postre en su casa. Eliges una falda que resalte las curvas de tus caderas y una camiseta con un escote sugerente, nada de enseñar, sólo sugerir. Lógicamente no vas a llevar la misma ropa cuando te levantes entonces ¿qué hago? Si me planto en su casa con una maleta no estoy convencida de que quiera volver a invitarme, bueno, eso si es que me deja entrar ese misma noche. No queda más remedio que desprenderse de ese look tremendamente sexy y recurrir a los socorridos vaqueros.

Te has pasado más de una hora decidiendo todas estas cosas para nada porque le encanta cómo el pantalón dibuja tu silueta, le gusta verte desnuda y prefiere dejarte una de sus camisetas, aunque a ti te quede tan grande que te sirve de vestido, a él le resulta excitante. Por la mañana él está igual de despeinado que tú y se entretiene en meter sus dedos entre los mechones de pelo que caen sobre la almohada, vamos, que como siga acariciándome así va a conseguir que me duerma o que me encienda… según se mire. Él tampoco estará recién afeitado y pinchará cuando le beses, tendrá legañas y su cara reflejará la falta de costumbre de trasnochar, aunque haya sido fructífera la noche. Y por descontado, notarás que todo su cuerpo se despierta a la vez y que tampoco es tan perfecto: un poco de tripita, unas piernas peludas o algunos granitos rojos en sus nalgas.

A la primera noche le sigue una segunda, una tercera, una cuarta… y parece que poco a poco las noches suelen ser más seguidas hasta que en algún momento se decide que sean de forma permanente. A partir de ese momento todo cambia por parte de los dos.

Ahora sí usas tu pijama de flores y las braguitas blancas de algodón, comodísimas para dormir pero no demasiado estéticas. De hecho, ahora no te depilas con tanta asiduidad simplemente por pereza y ya te da lo mismo que te vea sin maquillar. Él, por su parte, se pasea con un calzoncillo con las gomas tan flojas que le baila por todos los sitios, bueno, a veces hasta se le escapa por algún lateral… Lleva barba de tres días y mientras prepara el café se rasca la cabeza y la entrepierna, aprovechando el momento para colocarse. En lugar de darte un beso de buenos días te da una palmadita en el trasero o si le hablas oirás una especie de sonido inarticulado que sale de su garganta, algo más parecido al de un animal que al lenguaje humano.

Otra cosa a la que tienes que acostumbrarte es a su forma de dormir y sobre todo si ronca. No sé por qué será pero la gran mayoría de los hombres en cuanto se meten en la cama ya caen en un profundo sueño, mientras que a ti te cuesta más y das varias vueltas hasta que coges la postura adecuada. Y justo cuando estás a punto de quedarte dormida, tu chico empieza a roncar, al principio flojo pero va subiendo el tono por momentos y te desvelas. Le chistas para que deje de roncar, pero no sirve de nada. Intentas darle un golpecito suave en la pierna, pero solo consigues que se mueva, que murmure algo en sueños y que se quede en silencio unos minutos para volver a roncar. Ya no sabes que hacer, te tapas con la almohada e incluso te vas a dormir al sofá pero incluso desde el salón se escucha.

Como en todo, nunca estamos contentos con lo que tenemos: los que duermen solos quieren dormir junto a alguien y los que duermen acompañados desearían poder pasar alguna noche con la cama entera para ellos, sin embargo estos últimos extrañan el lado vacío de su cama, entonces no se cumple el refrán de mejor solo que mal acompañado.

jueves, 7 de julio de 2011

Quiero un novio

Quiero un novio y lo quiero ¡ya! Sí, ahora mismo, que caiga del cielo como la canción que aseguraba que llovían hombres. Y no, no estoy loca, ni esquizofrénica ni me falta un tornillo pero ¡quiero un novio! ¿Y por qué lo quiero? Porque estoy harta de ser la única soltera de mi grupo de amigos. Vamos, que quedar con ellos es casi una tortura porque que si se cogen de la manita, que si se dan besitos, que si pasean del brazo… y encima te cuentan sus vacaciones en Venecia y el paseo romántico en góndola.

No es que queramos tener pareja sólo porque sí, sino que estamos sometidas a una presión constante de tenerla. Todos sabemos que la sociedad influye en vida: cultura, forma de vestir, comportamiento… Pues el tema del amor ¡no va a ser menos! Y, como no puede ser de otra manera, la primera nos da en toda la frente: nuestro círculo de amigos. La cuestión no es que todos se hayan casado y tengan hijos, no, el problema es cuando te invitan a sus bodas eres “La Marginada”. En serio, el no llevar acompañante a una celebración de esa magnitud implica que te van a sentar con los pocos solteros que haya. Es inevitable y te toca aguantar a las amigas pesadas de uno de los cónyuges, al primo glamuroso que viste con bastante poco gusto o el amigo empalagoso que no te deja ni a sol ni a sombra. Pero es más, en reuniones caseras en plan cenas o cumpleaños en casa de alguna pareja, qué casualidad que siempre hay un amigo soltero que, por supuesto, te quieren encasquetar. Tus queridos amigos quieren hacer de celestinos pero más valdría que se dedicasen a otra cosa porque para esto no tienen muy buen ojo, eso o no me quieren demasiado bien porque… ¡menudos pretendientes me llevan!

La televisión nos acosa con esto de tener novio, sobre todo en el Día de los Enamorados. Anuncios que te hacen creer que con unas gotas de un perfume caro los hombres caerán rendidos a tus pies. ¿En serio? Entonces el mío debe estar adulterado porque no tengo admiradores secretos que me manden cartas de amor o flores a casa. ¡Ah! No, se me olvidaba, es que eso ya los hombres de ahora no lo hacen, ¡vaya! Nací en el momento equivocado. El caso es que el 14 de Febrero quieres ver alguna película y en todos los canales hay una comedia romántica que, por supuesto, acabas viendo. Al final has gastado un paquete entero de pañuelos y te preguntas “¿por qué a mí no me pasa eso? ¿Por qué me tocan a mi todos los complicados?”. Así que, te pasas el día envidiando a los que se besan en la calle y deseando que alguien te haga un regalo, aunque sea pequeño… vamos, que ya te conformas con una llamada inesperada y darías lo que fuera por que alguien te dijera “te echo de menos”. Lo que está claro es que a los solteros nos excluyen, ¿acaso no tenemos derecho a que nos hagan regalos? Solteros del mundo, asociémonos y reclamemos el Día de los Solteros.

Si la sociedad nos agobia, la familia nos aturulla. Siempre hay una tía lejana que en los eventos familiares te pregunta insistentemente si tienes novio y si le dices que no te salta con lo de que te vas a quedar para vestir santos o que se te va a pasar el arroz. En situaciones como esta te encantaría decir lo que piensas sinceramente pero aguantas el chaparrón con una media sonrisa irónica. Las comparaciones son odiosas y también puede ocurrir que vayas al pueblo de tus padres o abuelos y las criticas están aseguradas porque en los pueblos el objetivo primordial de una mujer es casarse y tener hijos: “pues se está echando a perder, a esa edad y sin marido. Yo a sus años ya tenía dos niñas”. Lo que muchas de estas mujeres no entienden es que los tiempos han cambiado mucho, los hombres no son lo que eran antes y para conciliar la vida laboral y familiar hay que hacer malabarismos. Y no nos olvidemos de las madres, su presión no sólo es más fuerte sino constante. Mi madre no sólo quiere que me saque novio, sino ¡que escoja uno bueno! Vamos, que si ya es difícil encontrar pareja, dar con uno bueno es casi un milagro. Y cuando vas con tu madre paseando y os cruzáis con una mujer y su bebe en el carrito ¿Qué ocurre? Pues que empieza a surgir el deseo de ser abuela y te dice que sería emocionante tener un nietecito que sea igual que tú cuando eras pequeña. ¡Pues anda que no queda! Porque primero hay que encontrar a algún voluntario ¿no?

Eso sí, sin lugar a dudas el reloj biológico es lo que más nos marca. Llega una edad en la que oyes su tic tac constantemente, no eres consciente de ello pero sabes que ahí está, lo sientes, de hecho, tus hormonas se congratulan con él. Empiezas a pensar que te haces mayor, que te va a pillar el toro, que te vas a quedar soltera, que si sigues así no vas a formar una familia o incluso te planteas tener hijos a través de los nuevos avances científicos. Pero lo que más te agobia es que no puedes estar perdiendo el tiempo saliendo uno o dos años con uno y luego unos meses con otro. No, necesitas una estabilidad ya, quieres encontrar a alguien que tenga las cosas claras y que no se ande con tonterías de ahora sí, ahora no, hoy te quiero y mañana te olvido.

Habrá quien diga que se vive muy bien solo o que no se necesita a nadie para ser feliz. De hecho, cuando terminamos una relación lo primero que hacemos, después de pasarnos varios días de berrinche, es centrarnos en nosotros mismos y hacer todo lo que queríamos hacer y no hicimos. Vamos, que hacemos lo que nos apetece, porque nos apetece y cuando nos apetece sin dar explicaciones a nadie. Sin embargo, cuando el tiempo ha curado las heridas empezamos a echar de menos a alguien con quien poder compartir grandes momentos. Porque ¿a quién no le gusta que le mimen?

domingo, 5 de junio de 2011

Lo que buscamos

Ayer conocí a un chico majísimo: agradable, atento, guapo, con inquietudes… pero ¿realmente es mi tipo? ¿Cómo sé que somos compatibles?, es más, ¿en qué me fijo para considerar que me atrae? Sí, las mujeres somos un mundo y puede que sea complicado entendernos, bueno, según ellos es imposible pero a nosotras tampoco nos lo ponen nada fácil. Lo que sí está claro es que nuestros gustos van cambiando con el tiempo y también lo que buscamos en un hombre.

En la pubertad nos fijamos única y exclusivamente en el físico. Si tiene el pelo largo o corto, como le queda mejor, el color y forma de sus ojos, la altura y su estructura corporal, si tiene buen culo y con qué vaqueros le queda mejor, si tiene el pie grande y las zapatillas que lleva… Observamos hasta el más mínimo detalle, de hecho, les hacemos una radiografía tan completa que podríamos ser capaces de decir los lunares que tiene en su brazo derecho, vamos, que ni su madre lo adivinaría ni con la ayuda del 50 por ciento del “Quieres ser Millonario”.

Con los 18, se vive un periodo de tres o cuatro años de “Living la vida loca”. No es que todo valga pero, dentro de unos límites marcados por las preferencias de cada una, queremos investigar. El alemán que ha venido de Erasmus a tu facultad te está volviendo loca, el amigo de tu amigo, ese que es alto y moreno, te parece una ricura o no puedes evitar fijarte en el hijo del vecino de enfrente cada vez que bajáis en el ascensor. A esta edad comienzan los primeros amores que siempre se consideran “el amor de mi vida”. Seguimos fijándonos en el físico pero empezamos a tener en cuenta ciertos rasgos de su personalidad, principalmente que sea divertido, que te haga reír o que tenga muchos amigos y sea extrovertido.

Es con los 25 años cuando ya buscamos otras cosas. La personalidad pasa a un primer plano y queremos un hombre que sepa escuchar, que sea cariñoso y atento, que se preocupe por ti y te llame a menudo, aunque sólo sea para decirte buenos días, o esa llamada de buenas noches que te hace ir a la cama con una sonrisa de oreja a oreja. A ver, el físico nos sigue gustando y nos llama la atención el modelo de Calvin Klein o el nuevo fichaje de un equipo de futbol, porque, seamos sinceras, los tíos macizorros nos motivan… y mucho. Ves esos bíceps duros, esos muslos prietos, ese vientre plano con abdominales marcados… y te imaginas lo que harías con un hombre así en una situación muy intima. Sin embargo, también somos realistas y en el día a día, y a los que sí podemos acceder, nos llama la atención otro tipo de rasgos físicos como puede ser la cara o los brazos, pero, principalmente queremos sentirnos a gusto con la otra persona, coincidir en gustos y aficiones… vamos, notar que hay química.

Rondando o pasando la treintena un cuerpo bonito ya no es suficiente. Necesitamos más, necesitamos que piense por sí mismo, que sea independiente, que tenga inquietudes... en definitiva, queremos un HOMBRE, en mayúsculas. Esto no quiere decir que los guapos y atractivos no tengan esas cualidades, pero son difíciles de encontrar, bueno, yo diría que casi imposible. ¿Y cómo hacemos para saber todas estas cosas sobre ellos? La respuesta es sencilla, observándoles.

La primera vez que conoces a un chico, le haces una primera radiografía visual, sobre todo, para determinar si sois del mismo estilo. Si eres de las que te gusta llevar rastas, probablemente no te llame la atención un hombre con pantalones de pinzas, y si eres de las que no se baja de los zapatos de tacón de aguja ni para ir al gimnasio, será muy difícil que te gusten los que llevan cadenas o un collar de pinchos en el cuello. Que todo puede ser ¿eh? Pero solemos fijarnos en personas con nuestro mismo tipo de vida.

Poco a poco vais tratando distintos temas, primero más banales y luego algo más personales pero sin entrar en asuntos complicados. Es en este momento cuando te fijas en qué dice y cómo lo dice para evaluarle más íntimamente y considerar si te convence o no. Te interesa saber a qué se dedica y lo qué hace cuando tiene tiempo libre. Lo que intentas sopesar es su responsabilidad y el tipo de vida que lleva.

Si te dice que entre semana está saturado de trabajo, que va todos los días al gimnasio para desestresarse, que el viernes tiene natación, los sábados hace senderismo y los domingos sale de ruta motera con un grupo de amigos, está claro que no va a tener tiempo para dedicarte. Sí, al principio quedareis e intentará hacer todo lo posible por compaginarlo con sus actividades pero no tardará en recuperar su rutina y te verás más sola que la una. En el caso de que te diga que siempre está de fiesta, que le gusta desfasar y junta el día con la noche y la noche con el día siguiente, ya sabes que él aún quiere disfrutar de su vida loca. Pero tampoco te convence aquel que los fines de semana sólo ve películas descatalogadas, juega durante cinco horas seguidas a la Wii o se queda pegado al ordenador.

Alguien me podrá decir que eso es ser demasiado exigente, pero no, lo que quiero es un hombre que: 1- Demuestre que le intereso. 2- Si queda conmigo no piense en lo que ha dejado de hacer por quedar conmigo. Yo no le estoy obligando y mi tiempo es igual de valioso que el suyo, yo también he dejado de hacer cosas por estar con él pero me interesaba verle. 3- Siga haciendo sus actividades de forma independiente, igual que haré yo, pero que me dedique tiempo de forma totalmente voluntaria y no porque haya que insistirle. 4- Entienda que me gusta quedarme en casa de relax viendo una película en el sofá a su lado, pero no todos los días porque también me gusta salir a cenar fuera, dar un paseo por el Retiro, ir al cine, al teatro o ir a bailar. Y 5- Ante todo, que no se agobie, que es posible compaginar una relación de pareja con su trabajo, familia y amigos. Que se dé cuenta de que no soy una extraterrestre que pretenda abducirle durante las 24 horas al día.

Después de un rato de estar con él, te planteas cuestiones más serias. ¿Gustará a mis padres? ¿Y a mis amigos? Necesitas estar convencida de que será bien acepado en tu entorno porque si no es así resultará incómodo y creará conflictos innecesarios. ¿Vive solo? ¿Le gusta cocinar? ¿Sabe planchar? Quieres saber si una posible convivencia será llevadera o si acabareis como el rosario a la aurora. ¿Es organizado o tira la ropa por el suelo? No quieres ir detrás de él como, muy seguramente, hacía su madre cuando vivía con su familia. ¿Es educado, caballeroso y respetuoso o ligón, pícaro y zalamero? Intentas sopesar si los elogios y piropos que te dice son sinceros o si detrás hay un objetivo oculto. ¿Es familiar o despegado? No es plan de estarle recordando siempre que llame a su madre o que sean las cinco de la mañana, tú en casa con los niños con fiebre y él aún sin llegar de fiesta.

Estas y otras tastas cuestiones surgen de forma espontánea en nuestras cabezas e incluso ni siquiera nosotras mismas nos damos cuenta de que pensamos en ello. Y no lo hacemos de forma prepotente porque realmente lo que buscamos es a ese hombre que se preocupe por nosotras, nos quiera, nos respete y, sobre todo, que nos cuide. ¿Tan difícil es encontrarlo? De momento parece que sí.

martes, 24 de mayo de 2011

Los Ojos de Shabila (y Parte III)

Había trascurrido un mes. Las primeras noches supusieron para Shabila no sólo un reto, sino un suplicio. Puso en práctica el consejo de la esclava y funcionaba. Desde que dejó de llorar ante las intensas agresiones, Khaldûn no solicitaba su presencia, de hecho, ahora la odiaba. Su actitud sumisa y complaciente hizo mella en él, tanto que era incapaz de yacer con cualquier mujer. En la residencia del emir ya se hacían chistes y comentarios que llegaron a sus oídos, algo que, para él, era más humillante que le hiriesen en combate.

Khaldûn recordó las palabras de aquel viejo que llegó por sorpresa no hacía mucho. Hoy había visto la señal: si al despertar encontraba un cuervo a los pies de su cama con el pico manchado de sangre, debería
llevar a la joven al desierto atada de pies y manos a lomos de su mejor caballo. También llevaría un cofre de madera cargado de monedas de oro. Así recuperaría su virilidad. Lo que él no sabía es que ese viejo era un yinn disfrazado que ayudaba a Malîk en el rescate de la joven.

El desierto estaba muy tranquilo, demasiado pensó Khaldûn, pero así era el desierto. Bajó del caballo y se sentó a esperar. De repente, escuchó un ruido tras de sí, se giró pero ya era tarde para detener el golpe. Aturdido, sacó su daga y buscó a su adversario. Mâlik era más ágil y diestro con la espada pero su oponente poseía más sabiduría y, en dos movimientos, no sólo consiguió desarmarle sino que le hirió en un brazo. El soldado busco un pequeño puñal que escondía entre sus ropas y siguió luchando. Por sorpresa, recibió un codazo que le hizo perder su arma. En el instante que Khaldûn iba a matarle, se inició una fuerte tormenta de arena que se acercaba a ellos vertiginosamente.

El torbellino cubrió por completo al hijo del emir y miles de serpientes, arrastradas por el vendaval, rodearon su cuerpo. Sus gritos eran perfectamente audibles. En pocos segundos, el desierto recuperó su calma. Mâlik corrió hacia
los caballos, desató a Shabila y la sostuvo entre sus brazos. Ella no pudo contener la emoción y se deshizo en lágrimas. De pronto, escucharon un fuerte estruendo. El suelo temblaba y cerca del cuerpo agonizante de Khaldûn las arenas comenzaron a abrirse y de ellas emergió un gigantesco yinn con cabeza de reptil y cola de escorpión. Desde las profundidades de la tierra una voz grave les dijo: “El mal vuelve al mal. Llévate los caballos y el cofre, son tuyos. Disfruta de lo que te ha regalado la vida y lucha siempre por lo que más quieres”. Desde entonces, no se volvió a saber nada de Shabila y Mâlik a quienes llamaron “Los amantes del
desierto”.

Así, la abuela Amira ponía el punto y final a una gran historia llena de pasión, odio, dolor y esperanza. Los ojos de los oyentes se llenaron de un inmenso brillo, fiel reflejo de las aguas del baño. ¡Qué sabia es mi querida abuela Ami!

FIN

martes, 3 de mayo de 2011

Los Ojos de Shabila (Parte II)

Amira tenía a todo el público entregado, no hablaban ni se movían sólo atendían a sus
palabras. Todas nos sentíamos parte de la historia y queríamos saber más. Además, el
ambiente también ayudaba a imaginarnos otros mundos: los aromas de jazmín y rosas,
esencias de los aceites de masajes, nos trasportaban a amplios y bellos jardines en los que esconderse con algún apuesto muchacho. La abuela prosiguió su relato:

Sí, la mirada de Shabila, dulce y pícara, se apoderó de su alma y cada noche soñaba con ella. Shabila era bailarina de la danza del vientre. Era de origen humilde y su increíble belleza provenía de la mezcla de culturas. De su madre, nacida en tierras musulmanas, había heredado un cabello liso y negro como una noche sin luna ni estrellas. Su progenitor, llegado de Occidente, le brindó el mayor de sus regalos, unos ojos azules que eran la envidia de muchas mujeres. Por la mañana, ayudaba a su familia en el zoco. Por la noche, ataviada con hermosas telas de lentejuelas, mostraba su sensualidad sobre el escenario. Los serpenteantes movimientos de sus caderas, junto a las vibraciones y los fugaces golpes de pecho, embrujaban a todos los asistentes. Su danza era como un hechizo: siempre bailaba con un pañuelo de seda en el rostro, sólo dejaba al descubierto sus almendrados ojos de mar.

Cuando el joven soldado observaba sus marcadas curvas una oleada de calor recorría todo su cuerpo. El corazón le latía fuertemente y la respiración se entrecortaba. Sentía impulsos que nunca antes había tenido, era algo… incomprensible. Pasaron semanas antes de que conversase con la mujer de sus sueños. Una mañana Mâlik se dirigió al zoco. Estaba muy concurrido, se oía el griterío de los vendedores unido al regateo de los posibles clientes. Se acercó a un puesto de artesanía y, para su sorpresa, allí estaba Shabila vestida como una ciudadana cualquiera y con el rostro descubierto. Sus miradas se cruzaron y se reconocieron.

Ella sabía quién era, no era un admirador cualquiera… no, él era especial. Ya la primera noche se fijó en su cuidada barba, que le daba un aspecto maduro y sereno, el de alguien seguro de sí mismo. Había algo en él que le hacía distinto a los demás. Agachó la cabeza sumisa y le atendió lo mejor que pudo. El rubor de sus mejillas la delataba y Mâlik supo que no era el momento para confesiones. Poco a poco, entre ellos iba brotando la llama del amor, incluso él la acompañaba a hacer algunos recados y los padres, al ver que era un buen muchacho, dieron el visto bueno a una posible relación. Una tarde, cuando ya se ponía el sol en el horizonte, Mâlik la besó. Primero tímidamente, después, ambos se dejaron llevar por la pasión que recorría como un rayo cada parte de sus cuerpos. Sin embargo, el destino puso a
prueba su amor.

Khaldûn, el hijo del emir de aquella comarca, recién llegado de lejanas tierras, había oído hablar de Shabila y quiso ver su espectáculo. Al verla, la lujuria subió a sus ojos y quiso poseerla. Como el dueño del local no le vendía a la bailarina, mando a sus guardias que se la llevasen por la fuerza. Mâlik, que había presenciado todo, fue tras ellos. A uno le dio muerte, a otro le hirió en un costado pero no pudo evitar que se llevasen a Shabila. Huyó al desierto, único lugar donde encontraría paz para pensar. Descendió del caballo, anduvo unos metros triste y cabizbajo hasta que cayó de rodillas sobre la arena y lloró amargamente. Su dolor era
tan profundo y sincero que sus lamentos despertaron la compasión de los genios del desierto, los yinn, que al conocer los detalles de la historia elaboraron un plan para ayudarle.

Ya en el palacio, Khaldûn pidió que trajesen a Shabila a su alcoba. La joven temblaba de miedo, su agresividad era bien conocida. Intentó bailar, quería complacerle y salir de allí pero sus brazos ahora no eran delicados ni sus movimientos tan armoniosos. El temible hombre se abalanzó sobre ella y, sujetándola fuertemente del pelo hacia atrás, le arrancó el pañuelo que aún tapaba su cara, quería ver el terror en sus ojos. Durante dos intensas horas Shabila creía haber caído en el infierno. Un torrente de lágrimas surcaba sus mejillas por el intenso dolor de su alma y su cuerpo. Una esclava curaba sus heridas en el hammam del palacio. No era la primera vez que le encomendaban esa tarea, su señor era cruel con todas las mujeres y con ella fue especialmente sádico. Por ese motivo, le susurró al oído: “querida niña, la violencia de Khaldûn es grande y no tiene fin. Disfruta con tu dolor y su placer es mayor si le temes. Volverá a llamarte y repetirá lo que hoy has vivido. Cuando ocurra, no llores, no grites ni muestres miedo en tus ojos. Es la única manera para que no suceda esto.”

Era increíble que un cuento provocase sensaciones tan intensas: ojos humedecidos, labios apretados de ira, suspiros o sollozos. Algunas mujeres padecían ese tormento de las manos de sus maridos y las inocentes niñas no entendían el motivo de esta violencia. Ami permaneció en silencio unos instantes y continuó con la última parte de la historia...

sábado, 9 de abril de 2011

Los Ojos de Shabila (Parte I)

Ya oigo a la abuela trasteando en el salón. Seguro que cuando salga aún sin vestir me
reprenderá, como hace siempre, insistiendo en que hay que ser puntual. Todos los días mi padre se va al taller antes de despuntar el día y mi madre tiene que cuidar de mis dos hermanos. Por eso yo me encargo de acompañar a Ami y ayudarla en lo que necesite. Realmente se llama Amira pero desde pequeña la he llamado Ami y a ella le gusta.
Ya estamos listas para irnos. No hay que andar demasiado pero Ami quiere ser de las
primeras en entrar. Le encanta disfrutar del silencio y la tranquilidad cuando el hammam aún está vacío. Dejar que todos los sentidos se empapen en la magia del agua, percibir los diferentes aromas y notar como la humedad se adueña poco a poco de nuestra piel.

De todas las estancias del hamman la abuela tiene preferencia por dos de ellas. Una es la entrada. Una fuente da la bienvenida al visitante, verdes, dorados y rosas son los colores predominantes que se mezclaban entre los elaborados dibujos geométricos. El agua cristalina es el hogar de unos cuantos nenúfares y vistosos peces de colores.
Pero Amira adora estar en las estancias centrales de los baños. La zona templada es el sitio idóneo para que las mujeres compartan alegrías, penas y, como no, chismes de vecindario. Muchas madres van para buscar la esposa perfecta a sus hijos, no es de extrañar que las jóvenes se esmeren en parecer idóneas a los ojos de las más adultas. A mí también me gusta aquella estancia, mi abuela hace que sea especial. Nos cuenta anécdotas, momentos de su pasado o pequeñas fábulas que consiguen llamar la atención de todas las asistentes. Incluso las masajistas paran sus manos y se quedan ensimismadas con la dulce voz de Ami. La llaman cariñosamente Amira Afsâna, la Narradora. Con voz clara y serena empezó una bella historia.

Mâlik era un apuesto soldado que trabajaba como guardia personal para un importante visir de la provincia. Su carácter, afable y discreto, le habían granjeado la amistad de su protector siendo no sólo su confidente, sino su mano derecha.
Desde pequeño no podía ocultar su pasión por las armas. Con ocho años empezó como
ayudante en una herrería. Se quedaba embelesado viendo como el metal adquiría su forma en el ardiente yunque. Rashîd, un antiguo combatiente, era el dueño de la escuela de guerra con mayor reputación de toda la ciudad. Muchos jóvenes deseaban entrar en ella pero muy pocos lo conseguían, pues él mismo seleccionaba a los alumnos. A su juicio, un hombre de guerra, además de fortaleza, necesita valor y cuando conoció a Mâlik descubrió en sus ojos lo que buscaba. Rashîd le acogió como a un ahijado y a los doce años comenzó su formación como soldado.

La inocencia del niño fue dejando paso a la impulsividad del joven y su cuerpo fue
adquiriendo forma de adulto. Su espalda se hizo más ancha, sus músculos se fortalecieron y su torso, liso y duro, era el más deseado entre las jovencitas del barrio. Su piel tostada brillaba intensamente delante de la fragua y, al final del día, buscaba el cobijo de los baños de la escuela. Una ducha fría y veinte minutos de vapor eran suficientes para relajarse. Mâlik fue uno de los mejores y, al término de su adiestramiento, pasó por distintos trabajos hasta formar parte del equipo de su actual señor.

Es cierto que la suerte le sonreía pero en el amor… fue más desdichado. Sólo se enamoró una vez, la hija de un rico mercader fue su perdición aunque se dio cuenta demasiado tarde. Era una joven preciosa pero caprichosa y derrochadora. Sentía debilidad por las piedras preciosas, los perfumes y las alfombras persas y coleccionaba todo tipo de cristalería que mostraba orgullosa a los invitados de su padre. Mâlik no podía permitirse tantos lujos, sus bolsillos siempre tenían fondo. Por eso ella le rechazó y se casó con un tratante de caballos que la colmaba de regalos. Fue un duro golpe para Mâlik. Un soldado preparado para la guerra y una mujer le había clavado el puñal en lo más hondo de su ser. Y es que, las heridas del corazón siempre son más dolorosas que las de la piel, dañan el tesoro más apreciado de un hombre, su orgullo. Desde entonces, se prometió así mismo no fiarse de mujer alguna, centrándose en su carrera profesional. Sin embargo, el amor le buscaba como el árbol busca el agua para vivir. En aquella ciudad a la que se trasladó con su señor, en el sitio más inesperado… se enamoró de unos ojos.

miércoles, 23 de marzo de 2011

REAPARICIONES ESPONTÁNEAS

Ya es definitivo, lo dejo. Sí, tiro la toalla… porque ya no puedo más. Es que es superior a mis fuerzas y por más que intente comprenderlo, no puedo. Además, lo único que consigo es pensar en ello todo el tiempo, agobiarme y crearme quebraderos de cabeza innecesarios. ¿Alguien puede explicarme las apariciones espontáneas? A ver, si te has esfumado de mi vida sin decir ni siquiera adiós ni explicarme el por qué de tu huida… ¡para qué vuelves!

Yo llamo Hombres Houddini a aquellos que primero te han conquistado con su galantería y su buen trato, hombres con los que te sientes tan a gusto que no quisieras que el tiempo se pasase y con los que parece que les conoces de toda la vida. Sin embargo, tienen la habilidad de desaparecer cuando menos te lo esperas y sin darte ningún motivo. Esto te genera una gran confusión, además de desilusionarte y hacerte sentir la mujer más tonta por haberte creído toda su palabrería. Pero un día, sin más, ¡vuelven a aparecer!

Podemos distinguir dos tipos de reapariciones: el estilo Guadiana y el estilo Espontáneo. El Estilo Guadiana, igual que el río, es intermitente, unas veces se ve y otras no se ve. Un ejemplo claro es el del hombre que de buenas a primeras deja de dar señales durante tres meses y vuelve a interesarse por ti, un interés que dura unas dos o tres semanas, o incluso un mes, para después volver a esconderse y quedarse oculto otros meses más. Los periodos de interés y no interés se van intercalando sucesivamente y su duración no es fija. Hace unos días, me llama un chico del que no sabía nada desde hace ocho meses. No es la primera vez que lo hace, en una ocasión dejó de hablarme durante dos meses y a la siguiente aumentó a cinco para luego pasar a uno. Me dice que a ver si quedamos, que quiere invitarme a cenar, que se acuerda de la vez que fuimos al cine… Le dejo que hable y que se explaye pero ¿piensa que le va a funcionar? Sí, él lo cree, pero si ve que no funciona o quedamos una vez, ya ha tenido suficiente y se marcha igual que ha venido. Yo me pregunto… ¿Cuánto durará esta vez?

El Estilo Espontáneo es la reaparición en toda regla ya que resulta más sorprendente y, sobre todo, inesperada. Puede pasar mucho tiempo sin que sepas nada del muchacho y que de repente se acuerde de tu existencia. Es un hombre más bien seguro de sí mismo porque se piensa que vas a estar dispuesta a la propuesta que te haga. A diferencia del intermitente, no hay periodos, incluso puede que sólo aparezca una vez desapareciendo después de forma definitiva. Lo que tienen en común ambos estilos es que te tratan como si no hubiese pasado nada, el tiempo que ha trascurrido no ha pasado y hablan de cosas pasadas como si fuesen de ayer.

Otro posible caso: Hombre Huddini que se fue sin dejar rastro hace un año. Lunes, ocho de la tarde y recién salida de la ducha, ves que el móvil parpadea porque tienes una llamada pérdida de un número desconocido. “¿Quien será? Ya llamará”. Pasado un rato vuelve a sonar el teléfono y es el mismo número. Miras la pantalla del móvil con cara de extrañeza pensando que quien te va a llamar a estas horas y si lo coges o no, pero finalmente aceptas la llamada. Desde la otra línea una voz masculina familiar que dice: “¡Hola! Soy Ernesto, ¿Me recuerdas?”. Aunque pareces dudar realmente piensas: ¿Qué si te recuerdo? ¡Pues claro! Me invitaste a cenar, al teatro y pasé unas veladas muy intensas en tu casa pero el señorito tuvo miedo y te marchaste a la primera de cambio. Sin embargo, te haces la interesante… “ummm, pues… la verdad… no caigo”. Él se encarga de ponerte en antecedentes y comenzáis una conversación muy banal. Lo gracioso de todo es que se interesa por tu vida y por lo que has hecho en todo este tiempo hasta que vuelve al ataque: “oye, había pensado que si te apetece tomar un café y así nos vemos un rato…” Te sospechabas que algo quería y ahí lo tienes. Puedes decirle que sí al instante pero realmente eso es lo que quiere, así que mejor… “Sí, estaría bien pero esta semana imposible”. Probablemente intentará convencerte para quedar el fin de semana a lo que, por supuesto, dirás que tampoco puedes, que tienes un compromiso. De hecho, tienes el cumpleaños de una amiga. Sí, el cumpleaños de esa amiga que siempre dices que tienes cuando quieres poner una excusa para no ir a algún sitio, vamos, que la pobre tendría ya 60 años de tantos cumpleaños seguidos. ¡Vaya!, casi está en la edad de jubilarse, bueno aunque, tal y como están las cosas a lo mejor le toca esperar. Finalmente acordáis que te llame el domingo para confirmar. Y te llama, por lo tanto, tiene interés pero ¿hasta cuando le va a durar? Lo malo de quedar con los chicos del Estilo Guadiana es que ya estás con la mosca detrás de la oreja y no te fías, aunque, como buen hombre encantador, a las dos horas de estar con él, tus barreras han ido cayendo y vuelves a sentirte en una nube. Sin embargo, lo más probable es que vuelva a irse tan rápido y tan inesperadamente como había vuelto para no aparecer más o para hacerlo en un tiempo más largo, ¿dos años quizás? Y en dos años.. ¡la de cosas que pueden pasar!

Sean como sean, las reapariciones espontáneas siempre nos trastocan, nos descolocan tanto que no sabemos qué pensar. No quieres volver a hacerte ilusiones, ya comprobaste que no te conviene, pero entonces ¿para qué llama?, ¿quiere volver a utilizarme?, ¿realmente le interesa verme? A estas preguntas sólo podrás dar respuesta cuando pase lo que tenga que pasar porque las cosas suceden por algo y quién sabe, puede que el destino sí exista. ¿Le damos una oportunidad?

lunes, 21 de febrero de 2011

Ahí estabas tú.

Ayer soñé que podría ser un gran día. Soñé que el mundo gira y yo voy con él, sin pensar, sin miedos, sólo disfrutar del momento. En mi sueño la lluvia mojaba las calles y escondida tras mi paraguas iba en busca de la felicidad. En mi camino me encontraba con miles de transeúntes, unos tristes, otros huraños y todos ellos con las cabezas hacia abajo. ¿Qué pasa en el suelo? ¿Acaso han perdido algo? Sólo unos pocos miraban al frente, hacia los lados y hacia el cielo nublado. Sus cabezas bien altas, con paso firme y una sonrisa en sus labios. Parece que el paseo les da vida, ¡qué más da que llueva! Y ahí estabas tú, tan alegre y tan locuaz que era difícil que no llamases la atención.

No sé como ocurrió y desconozco las horas que pasaron pero de repente vi que estábamos tras una mesa sentados, conversando como si nos conociéramos desde hace muchos años. ¿Así es el tiempo en la mente? No sabía que en la fantasía todo fuese tan rápido. Nosotros los humanos vamos siempre corriendo pero para todo necesitamos tiempo: tiempo para el trabajo, tiempo para nosotros, tiempo para la familia, tiempo para aprender, tiempo para amar. Vivimos obsesionados con nuestros relojes biológicos, sentimos que según pasan los años se nos marchita el cuerpo y la vida se nos va de las manos.

Pero ahí estabas tú contándome tu día a día, las cosas buenas que te han ocurrido y algunos obstáculos que tuviste que saltar. Y aquí estás, como si nada, no sólo con alegría sino con optimismo y ganas de sentir que cada momento es único. Buscas lo dulce en aquello en lo que te fijas como si fuese un bizcocho de chocolate fundiéndose con una bola de helado de vainilla. Te deleitas en lo suave de aquello que te gusta como si te arropases con sábanas de seda.

Otro salto. Vamos paseando con la noche fría de fondo, a veces agarrada a tu brazo, a veces cogidos de la cadera. No lo entiendo, ¿cuándo nos hemos enamorado? No puede ser, si no me acuerdo de nada, ni siquiera ¡que nos hubiéramos besado! Espera, no, parece que hay algo distinto, es justo en el momento que te sientes atraído por otra persona. Puede ser por su carácter o tal vez por su físico, pero hay algo que te llena y que te motiva a querer conocerla. La mirada es mi punto fuerte, el tuyo la ocurrencia. Puede que yo parezca inocente y tu un aventurero con espíritu de zorro justiciero y alma de trovador elocuente.

Veo que detenemos nuestros pasos, nos miramos y nos fundimos en un abrazo. Nos separamos tan lentamente que aún puedo oler el perfume de tu cuello y sentir que tus manos me sujetan de la cintura. Una ligera llovizna empieza a envolvernos pero el tiempo parece haberse detenido. De mi mejilla va deslizándose una pequeña gota de lluvia, me sostienes la barbilla y me la quitas con un beso. Mi pelo ya está mojado, lo retiras suavemente y unas cuantas gotas caen sobre mi frente. Tus besos hacen su mismo recorrido, de la sien bajas a los párpados, subes hacía la nariz y te desvías hacía un lado, sólo queda una en la comisura de mis labios. Ese beso casi parece más largo porque, poco a poco, vas apoderándote de mi boca y haces que yo te siga. Siento una mano entre mi pelo y otra acariciándome el cuello mientras me resguardo entre tu pecho.

Pero todo ha sido un sueño. No hay cenas, charlas ni paseos. No hay lluvia, ni abrazos ni besos. Sólo queda el recuerdo de una bonita velada que empezó por la tarde y concluyó de madrugada, que fue alegre y mereció la pena por la grata compañía. Pero sólo ha sido un sueño, mañana no estarás en donde te he encontrado, puede que por trabajo o, simplemente, que me hayas olvidado. Era demasiado bonito para ser cierto, era casi como un cuento representado por dos actores en un escenario. Pero ahí estabas tú, revoloteando en mi mente, ahí estabas tú en el sueño que ayer he soñado.