martes, 24 de diciembre de 2013

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!


Desde aqui quiero felicitar las fiestas a todos mis seguidores y lectores casuales. Espero que paseis estos días especiales con tranquilidad y que en vuestros corazones nunca deje de brillar la luz de la alegría y de la esperanza.





domingo, 8 de diciembre de 2013

Mujer y Sexo

Hay hombres que creen saber todo sobre la sexualidad femenina pero a la hora de la verdad desconocen mucho sobre nosotras y el sexo. Y, por supuesto, hay que añadir clichés sociales y culturales y los tabúes y perjuicios que aún se mantienen sobre la sexualidad de la mujer. ¿Os habéis fijado lo fácil que resulta la penetración en una escena de cama en cualquier película? Se tiran en la cama, ella abre las piernas, él se coloca y… chim-pum, ya está dentro. Ni previos, ni toqueteos ni nada de nada, bueno, es que no tienen tiempo ni de disfrutar de los besos y caricias, parte importante para una conclusión apoteósica. ¡Ah! Y sin olvidar la tan recurrida postura del Misionero. ¿Acaso no hay más que se recurre siempre a la misma? Las mujeres tenemos gustos y fantasías sexuales igual que cualquier hombre, algunas las compartimos y otras son diferentes, en definitiva, nos gusta el sexo y queremos tener sexo.

Pero realmente ¿qué nos gusta que nos hagan? ¿Somos fáciles de complacer? Nos gusta todo aquello que nos haga sentir. El hombre es visual, imagina con la vista y su excitación pasa de 0 a 100 en un segundo mientras que la mujer es más sensitiva, requiere su tiempo y necesitamos las caricias y los besos para excitarnos y no únicamente entre las piernas sino por todo nuestro cuerpo. El “SENTIR” lleva a “EMOCIONES”. En el sexo buscamos complicidad con el otro, que haya pasión y algo de ternura para sentirnos deseadas. ¿Qué postura preferimos? En este sentido cada mujer tiene sus preferencias y las variantes son infinitas, desde estar encima para poder controlar la penetración hasta estar tumbada boca abajo o incluso de lado. La elección de una u otra dependerá del rol en el que se encuentre más cómoda (sumisa, dominante, activa, pasiva…) y, sobre todo, aquella con la que el orgasmo sea más sencillo.

En la sexualidad femenina hay ciertos puntos controvertidos. Uno de ellos es la práctica del sexo oral a la mujer. Se puede decir que practicárselo al hombre ya se considera normal, se da por sentado que al hombre le gusta, sin embargo, hay hombres que se muestran reticentes o que ni se plantean hacérselo a la mujer, así como también hay mujeres que lo ven como algo desagradable. Está claro que la anatomía es totalmente distinta y que la higiene es muy importante, pero ¿acaso el pene no tiene los mismos inconvenientes? Pues señores, tampoco es una maravilla vuestra “cosita” porque también puede oler, saber, tener vello y sus fluidos no son precisamente un estupendo manjar. Otro asunto delicado es la masturbación femenina y el uso de “juguetes”. Sucede lo mismo que en el caso anterior, la masturbación femenina aún es un tabú, de hecho, muy pocas mujeres son capaces de afirmar abiertamente que lo hacen y no nos engañemos con la “falsa libertad” de la sociedad actual. Socialmente se sobreentiende que el hombre lo hace, se ve como algo natural e incluso necesario, tanto es así que si alguno es capaz de afirmar que no se toca, se le tacha de “raro” o que tiene algún problema. Por tanto, si no es malo para el hombre, ¿por qué tiene que serlo para la mujer? Tampoco hay muchas féminas que afirmen usar juguetes sexuales, es algo que se lleva más en la intimidad y en el secreto. Lo curioso del tema es que hay un amplio mercado de estos artilugios para nosotras y no tanto para ellos, que se han tenido que conformar con las muñecas hinchables y sólo hasta hace relativamente poco se han empezado a comercializar otras variantes.

Y ya que hablamos de elementos adicionales, el mercado pornográfico se ha dirigido principalmente al sexo masculino. No es que las mujeres no vean películas porno, sino que mayoritariamente el perfil del consumidor suele ser hombre y, por ese motivo, se da más relevancia a las fantasías masculinas que a las femeninas en dichos metrajes. No obstante,  me veo obligada a decir que el porno ha hecho mucho daño al sexo. ¿Por qué? Porque hombres hechos y derechos se lo creen todo y demuestran tener ideas preconcebidas. El cine X es útil para el divertimento y placer pero es eso, ¡cine! Por otra parte, parece que las fantasías y deseos sexuales de la mujer empiezan a reflejarse en la literatura, de ahí el éxito de la famosa trilogía erótica “Cincuenta Sombras de Grey”, que en breve se va a llevar a la gran pantalla, y la proliferación de libros eróticos dirigidos a un público principalmente femenino.


En este punto, cualquier hombre se preguntará, ¿cuáles son las fantasías sexuales femeninas? En general fantaseamos con situaciones que no nos atreveríamos a hacer en la vida real o que no seríamos capaces de hacerlas, como por ejemplo lugares públicos o concurridos o utilizar complementos como esposas, correas o fustas. También imaginamos tríos, principalmente con dos hombres aunque también con otra mujer, sólo que en este último caso pocas se atreven a confesarlo. Y por supuesto, fantaseamos con hombres buenorros de fuertes brazos y cuerpos perfectos, que nos satisfacen de mil maneras posibles y son inagotables. A esos hombres les asignamos un prototipo y nos inventamos una historia en la que trascurre todo el proceso de seducción y sexo. Puede ser un jovencito mecánico lleno de aceite y sin camiseta, el monitor del gimnasio que te ayuda a estirar después del entrenamiento, el policía que está a punto de ponerte una multa y que es irresistiblemente atractivo o el bombero que ves cada mañana haciendo abdominales. Estos hombres “espectaculares” de nuestra imaginación pueden ser de otros países y culturas, ofreciendo un morbo añadido de lo diferente y desconocido. Todo lo relacionado con la sexualidad de la mujer está dentro de un halo de misterio y, sobretodo, existen muchos tabúes que provocan la aparición de mitos o equívocos. Para empezar, el clítoris no es un botón que simplemente se aprieta, es mucho más y está conectado a una gran cantidad de terminaciones nerviosas, por lo tanto, es muy sensible y si se cuida y se trabaja con esmero los resultados serán increíbles. También hay que recordar que los pechos no son masas de harina para hacer pan ni los pezones son protuberancias para retorcer o pellizcar. Cada mujer tiene un nivel de sensibilidad en los pechos y para algunas, será placentero que se toquen con más intensidad mientras que otras requieran más suavidad en el roce.  

El gran mito por excelencia “El tamaño importa”. Pues bien, ni vamos a ser hipócritas ni excesivamente bondadosos: el tamaño tiene una importancia relativa. ¿Por qué? Porque sí, un tamaño impresiona pero eso no quiere decir que nos guste, es más, cuando al tacto sientes que tu compañero sexual tiene un miembro de gran tamaño lo primero que piensas no es “¡OH, qué bien, es enorme!”, no, lo que piensas es “¡Madre mía! ¿Eso me va a entrar?” y ya vas con un poco de cuidado por si te va a hacer daño. En estos casos, el susodicho ha de ser muy hábil para preparar el terreno lo suficiente para que entre con suavidad y no como si fuera una Boa Constrictor. También hay que tener en cuenta el grosor, mucho más importante que la longitud aunque en ambos casos un tamaño grande dificulta el sexo oral e incluso anal…no es necesario explicar el por qué. A este respecto, se olvida que nosotras también tenemos unas medidas y hay un tope.  Es decir, si una erección de unos 18cm es el tamaño perfecto para una mujer en particular (cada una tiene unas medidas distintas y admitirá tamaños distintos), más supone dolor y menos no sentirá tanto. Así que, hombres, desprenderos de esa idea absurda de que el tamaño importa pero no os confiéis pensando que “lo importante es que funcione” porque funcionará en tanto en cuanto se adapte a la compañera de cama y del estupendo trabajo que seas capaz de hacer.

Y no podemos olvidarnos de dos etiquetas que la mujer ha adquirido en el sexo. La primera es que no nos gusta el sexo (siempre se menciona la excusa del “dolor de cabeza”), y es un gran error, que no queramos tener relaciones sexuales en un momento dado (principalmente porque nos hayamos enfadado con nuestra pareja) no implica que no nos guste el sexo y es perfecto para quitar dolores de cabeza y estrés. Y la segunda, es que preferimos hacerlo a oscuras (lo que implica considerarnos vergonzosas), y no, a nosotras también nos gusta ver lo que tenemos delante, así que, unas velitas o una luz tenue y todo resuelto.

Poco a poco, la mujer se ha aceptado a sí misma y su sexualidad, algo que ha permitido que tengamos más poder de decisión al respecto. Si te gusta cómo te lo hace, DÍSELO, si no te gusta, ENSÉÑALE, si quieres sexo, PROPÓNSELO y, sobre todo, NO TE CORTES.





sábado, 23 de noviembre de 2013

Whatsapp Relaciones

Llevo varios meses intentando quedar con mi prima Susana y no hay manera. Las dos vivimos en la misma ciudad y más o menos tenemos unos horarios de trabajo parecidos pero cada una tiene su vida: ella está casada y con dos críos, yo estoy soltera, ella lleva a los niños a actividades extraescolares, yo intento ir al gimnasio todos los días (aunque pocas veces consigo ir más de tres), los fines de semana se va con su marido y los niños al parque o de excursión familiar, yo quedo con amigas o con algún ligue ocasional… En fin, que posponemos quedar a tomar café día sí y día también, eso sí, hablamos a diario y no hay nada que no sepa de mi vida ni yo de la suya, y todo gracias a las nuevas comunicaciones, entre ellas las redes sociales y, sobre todo, el whatsapp.

El whatsapp, o cualquier otro servidor similar, ha revolucionado la comunicación entre nosotros, de hecho, nos ha creado una necesidad e incluso hay adictos a esta aplicación de móvil que no dejan ni un minuto de mandar y recibir mensajes, así es normal que las baterías de los smartphones duren menos de un día. Por eso, casa vez están más de moda las whatsapp relaciones. ¿Qué es una whatsapp-relación(WR)? Es aquella relación que se basa fundamentalmente en el contacto vía whatsapp a través de mensajes, caritas, fotos, videos… y en la que el contacto directo es escaso o nulo, reduciéndose a una o dos citas al mes. Estoy convencida de que sabéis de lo que hablo.

Una WR puede ser familiar (como la mía con mi prima), amistosa o amorosa. Las whatsapp relaciones amistosas son más llevaderas y fomentan el cotilleo. En cuanto te instalas la aplicación no paras de hablar con tus amigos e incluso contactos que habías borrado y te empiezan a escribir sin más. Es como un vicio, les das los buenos días y las buenas noches, les mandas las fotos de lo que comes y de lo que haces a cada momento, les pones caritas e iconos divertidos. Sin embargo, cuando intentáis quedar, todo son complicaciones: que si el viernes no puedo que tengo cena, que si el sábado me voy, que si entre semana no se que, que si por la tarde no sé cuantos… al final no quedáis y así pueden pasar meses. ¿De verdad se puede llamar a eso una amistad? En principio parece que sí pero se pierde la complicidad y la confianza del contacto directo. Es más, whatsapp puede dar lugar a confusiones en la interpretación de lo que se escribe, ¿realmente queremos eso?

Por otra parte están las conversaciones con ligue o pareja. Conoces a un chico y lo primero que te pide es el whatsapp. Al principio todo es estupendo, os escribís por la mañana, por la tarde y por la noche y os contáis cualquier cosa que se os ocurra, por tonta que sea. Pero un buen día, no te escribe tanto o no te contesta con rapidez y ya empiezas a comerte la cabeza porque ves que se conecta y sigue sin saludarte. Al final decides saludarle y le propones quedar a tomar algo, él te contesta cuatro horas después y te dice que no puede. Si es tu pareja, te ilusiona que te despierte con un “buenos días” y un icono de una flor, te alegra el día porque sabes que esa persona está pensando en ti. Por la noche, metida en la cama, no puedes dejar de escribirle hasta que mandáis muchos besos. Incluso es posible tener sexo vía whatsapp, una frase inocente con segundas intenciones acaba con fotos insinuantes o más provocadoras. ¿Y el contacto directo? Podríamos decir que la whatsapp relación de amor es la nueva versión de las relaciones a distancia, se usa la tecnología para comunicarse y sólo hay contacto directo cuando uno de los dos se traslada para ver al otro.

Seguro que crees que como vives con pareja eso te libras de todos estos inconvenientes. Te equivocas.  Puede que os deis los buenos días en persona y que tengáis una buena actividad sexual y amorosa, pero el poder del whatsapp es más fuerte de lo que piensas y puede invadir la tranquilidad de tu hogar. El whatsapp puede fomentar los celos: de casualidad se enciende su móvil y aparece una notificación de un mensaje, “Entonces nos vemos mañana”, el nombre de mujer no te resulta familiar y empiezas a imaginar lo peor, pero resulta que es su compañera de trabajo. También pude provocar falta de comunicación: Él pendiente del móvil y tú molesta porque te hace sentir como un mueble ¿Esa es la viva imagen del amor? ¡Por favor! Dónde han quedado los paseos por el parque, los susurros al oído en la oscuridad del cine, los besos robados durante una cena romántica o esa pequeña flor cortada de un jardín ajeno. Qué ha pasado con el "te quiero" y "te echo de menos", que ya casi no nos atrevemos a decir.

La tecnología nos une pero también separa, más aún cuando no funciona. Cuántas veces nos hemos quedado sin batería en el móvil o sin que funcione el whatsapp, nos sentimos aislados y con ansias de escribir o comprobar si nos han escrito. Nos hemos hecho dependientes de los avances tecnológicos, hasta tal punto que no podemos vivir sin ellos, y somos cada vez más individualistas, ¿eso es vida? En fin, creo que volveré a lo tradicional, me presentaré en casa de mi prima con unos bombones en una mano y una botella de vino en la otra, seguro que me invitarán a comer.





miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿De qué se quejan los hombres?

Sin lugar a dudas, mucho podemos quejarnos de los hombres, de hecho, da para escribir libros y libros e incluso llevarlos al cine como ha sucedido con “Juego de Tronos”, un exitazo en toda regla que parece que no se acaba nunca. Y la verdad es que las mujeres nos quejamos de los hombres con razón, porque estoy convencida, (convencidísima) de que alguna vez habréis dicho a vuestra pareja “¡eres como un niño!” o “¡no me escuchas!”. Pensad y se os ocurrirán cientos, miles de quejas pero y ellos ¿tienen de qué quejarse? Pues sí y, por lo visto, más de lo que creemos.

No soy “El mentalista”: Chicas, la serie protagonizada por el actor Simon Baker es ficción, los hombres ¡no leen la mente! Y justo es eso de lo que se quejan los hombres, que queremos que sepan exactamente cómo pensamos o qué queremos sin decirles absolutamente nada. ¿Quieres que tu novio haga algo? ¡Pues díselo! Él por sí sólo no lo va a descubrir, necesita que le guíes el camino y le digas eso que quieres o que te apetece. Eso sí, si te lo pregunta, contéstale de verdad y no con evasivas. Te quejas de que no hacéis nada que te guste a ti y que siempre se hace lo que él quiere, momento en el que te pregunta y tu respuesta es “lo que quieras”. A ver, bonita, así no, con esa respuesta eres tonta por no proponer eso que tantas ganas tienes de hacer con él y lo peor de todo es que luego nos arrepentimos. Entonces, ¿por qué actuamos así? Fácil, porque si esa persona nos conoce bien no es necesario decir nada y, sobre todo, queremos que haga las cosas porque él quiere hacerlas no porque haya que decírselo. Es decir, queremos que nos digan “cariño, vamos a pasar un fin de semana romántico” y no tenerles que decir “cielo, ¿cuándo vamos a pasar un fin de semana romántico?”.

Lo siento, no soy una mujer: Según ellos, queremos que piensen cómo nosotras o, al menos, de la misma manera que lo haría una mujer y, sinceramente, es imposible. Si estás esperando que tu pareja entienda por qué te encantan los bolsos o qué te impulsa a cabrearte cuando se queda embobado en el sofá viendo la televisión sin hacer nada, lo llevas claro, puedes esperar sentada por los siglos de los siglos. A ver, que quede claro para todas (y me voy a incluir que a veces se me olvida), ellos son hombres y piensan como hombres, no hay más. Cuando le gritas enfurecida “¡es que no me entiendes!”, efectivamente, no te entiende porque no puede entenderte. Nosotras damos importancia a cosas que para ellos son menudencias como por ejemplo la ropa. La mujer dedica mucho tiempo en encontrar el modelito adecuado que le quede bien, que no haga gorda y que haga juego con los zapatos. El hombre abre el armario y coge unos pantalones cualquiera y cualquier camisa limpia que haya, sin importarle el color. Ellos no tienen la regla, así que, deja de quejarte porque no sabrán nunca lo que duele, lo incómodo que es y el susto que te llevas si no te llega en su momento. Eso sí, no les quedará más remedio que aguantar estoicamente el chaparrón de los cambios de humor durante los días que te toque, y eso ¡mes a mes! Desde aquí, un aplauso por esos hombres valientes.

Analizadoras natas: Otra gran queja es ese don por analizar todo hasta el extremo y elaborar teorías como si fuera una conspiración mundial.  Nuestra mente va a miles de revoluciones por minuto y de la nada formamos un todo: “¿Por qué me habrá dicho eso? Puede que él quiera hacer otra cosa y claro, para no decírmelo directamente, prefiere decirme que ya veremos y luego me dice que no puede, así no me hago ilusiones y pienso que vamos a ir y luego no vamos y…” Y todo ese tiempo que dedicamos a pensar  acaba siendo en vano porque nada de lo que pensamos suele ser lo que verdaderamente es pero, como nosotras nos lo creemos, rumiamos esa idea tanto que nos obsesionamos e incluso nos cabreamos con ellos por pensamientos creados ¡por nosotras mismas!   

Generalizaciones, no, por favor: Los hombres están hartos de que generalicemos con ellos. El que hayas tenido un ex novio celoso no implica que el siguiente lo vaya a ser y no tienes que volcar en el futuro novio aspectos negativos que conociste en el pasado. El que venga será otra persona distinta, con sus virtudes y defectos que tendrás que descubrir. Y si realmente descubres que es como tus antiguas parejas, plantéate que el problema es buscas al mismo tipo de hombre ¡una y otra vez! Aún así, y a pesar de que las generalizaciones no son buenas, son inevitables y ellos también pecan en eso.

¡Estáis todas locas!: Una gran generalización por parte de los hombres que tiene un por qué. Ellos no entienden que digamos o pensemos una cosa y luego hagamos justo lo contrario. He escuchado a muchas mujeres decir “él a mi no me controla”, “no voy a hablar con él nunca más”, “voy a dejarle porque veo que no me quiere”… y sin embargo, demostraban que las controlaban, que volvían a hablar con él y que, por supuesto, no le dejaban. El amor nos ciega y nos convierte en seres irracionales, aunque hay que decir que los hombres también tienen estos momentos de “locura” y aunque sepan que tienen que olvidar ese “amor” que no les conviene… ¡no lo hacen!

¿Cuándo te toca a ti?: Desde siempre se considera que es el hombre quien tiene que tomar la iniciativa para todo o casi todo.  Es cierto que en las últimas generaciones esto ha cambiado y son incluso ellas las que más toman la iniciativa pero, a pesar de esto, ellos quieren que actuemos, que seamos nosotras las que decidamos y que no esperemos a que nos “roben” un beso, sino que se lo demos o que si queremos ganas de sexo, lo busquemos. Pero esto no es nada sencillo porque los roles sociales, la cultura y la educación recibida ejercen una gran influencia en nosotras y la actitud ante el hombre.

No soy el malo: Cuando no encuentras las lleves de casa ¿a quién echas la culpa? A tu pareja. Seguro que piensas que él te las ha cambiado de sitio y por eso ahora no las encuentras aunque la verdad es que eres un poco despistada y no tienes ni idea de dónde las has puesto. Lo que sí es cierto es que le culpabilizamos de todo en la mayoría de los casos, muchas veces con razón y otras les culpabilizamos simplemente porque sí (principalmente porque hemos elaborado una teoría conspiratoria en nuestra contra por su parte).

Tanto ellos como nosotras tenemos motivos para quejarnos del otro pero también deberíamos resaltar las cosas buenas, esos pequeños detalles que demuestran mucho. Por eso, voy a disfrutar del desayuno que me ha traído a la cama: zumo de naranja, café y una tostada... ¿no es adorable?

domingo, 20 de octubre de 2013

Nuevas experiencias (**Relato Erótico**)

Estoy a punto de entrar y ya estoy nerviosa. Realmente no sé si debería atreverme, nunca he entrado a un sitio así y siento algo de vergüenza. Supe de este sitio por casualidad, en una conversación con unos chicos en una discoteca, decían que era el mejor para eso, sobre todo por la discreción. Me preguntaron sí lo había probado y dije que no, se rieron de mi ingenuidad y me plantearon que si quería conocerlo que les llamase. Nunca les llamé pero investigué por mi cuenta, la curiosidad me podía. Al principio me sorprendía lo que iba encontrando pero luego me dije "¿y por qué no?". No tengo nada que perder, pensé, y tampoco a nadie a quien dar explicaciones, sin embargo, algo me inquietaba, mejor dicho, me cohibía. Un día pasé por delante para investigar. Una calle estrecha y casi vacía, tuve que volver a pasar porque prácticamente ni lo vi. No sé por qué pero me fui corriendo, ¡cómo si estuviera haciendo algo malo! Paré y me dije a mi misma que parecía una quinceañera, soy una mujer madura y no hay nada de malo en experimentar, ¡la gente lo hace y les gusta!

Dos veces fui y dos veces me marché y ahora mismo tengo la misma tentación. Pero no, quiero intentarlo, saber qué es y qué se siente, ¿por qué no? Estoy justo delante de la puerta, tomo aire, abro la puerta y...entro. La verdad es que no me lo esperaba así, parece un local normal. Amplio, con dos barras, una enfrente nada más entrar y otra al fondo a la izquierda, metida entre unas columnas. Y hay más gente de la que esperaba, busco un sitio retirado cerca de una de las barras y pido una copa, tengo la boca seca, supongo que por los nervios. La decoración, sencilla y nada recargada. Las paredes son de tela de un color rojo oscuro con algunas fotografías de desnudos artísticos o imágenes de parejas o grupos en posiciones eróticas muy diversas. Unos sofás con mesas recorren todo el local y justo detrás de cada una de las barras hay unas jaulas para los bailarines, pero ahora sólo funciona la que está al otro lado. Veo una joven morena, con los pechos descubiertos y un diminuto tanga dorado. Sus movimientos sensuales muestran la flexibilidad de su precioso cuerpo, piernas largas que acaban en unos increíbles tacones de aguja, un vientre plano y un trasero que incluso desde aquí se aprecia su firmeza. Cuando se mueve se toca de forma sugerente  y no puedo dejar de mirarla, tal es mi atención hacia ella que no me doy cuenta de que una mujer está a mi lado hasta que voy a beber de mi copa. Creo que mi cara de sorpresa le acaba de dar la pista de que soy una novata, aún así me pregunta, se presenta y se sienta a mi lado. Rondará los 45 años aunque no los aparenta, pelo castaño y ojos verdes. Es agradable y ahora me siento algo más tranquila mientras hablamos. En un momento determinado, señala hacía un sofá y veo a un hombre con dos copas en la mesa. Me explica que es su pareja y que a él también le gustaría conocerme. Dudo un poco y ante mi indecisión, ella toma la iniciativa y me coge de la mano.

Ya sentados los tres, siento un cosquilleo en el estómago pero intento disimular. Ella le explica que es la primera vez que estoy allí y, mirándome, me dice que ellos me ayudarán a pasar un buen rato. Me hace un gesto para irnos y nos dirigimos a unas cortinas rojas que hay en un pequeño rincón oscuro. En esa zona la luz es mucho más tenue. Unas pequeñas luces anaranjadas recorren un largo pasillo y a sus laterales se encuentran pequeños cubículos cubiertos con unas telas, de los cuales salen susurros, resoplidos y gemidos. Más adelante hay un salón, lleno de sofás donde hay gente besándose y tocándose mientras otras miran la escena. La mujer me susurra al oído que es donde suele comenzar toda la gente y donde se quedan los que disfrutan siendo observados y a quienes les excita mirar. Seguimos por otro corredor con más habitaciones a los lados, en esta ocasión son luces azuladas y un olor a canela impregna el ambiente. Al final del pasillo hay una habitación con la tela blanca descubierta y es el que eligen. Titubeo un poco pero ya no hay marcha atrás, siento el corazón acelerado y calor en las mejillas. Entramos. 

Hay una cama grande ocupando todo el cuarto y una pequeña butaca roja pegada a la pared. Él se sienta en la butaca, ella se pone de rodillas en la cama y me hace un gesto para que vaya a sentarme al borde de la cama. Cierro los ojos y siento sus manos acariciando mi cabeza, mi cuello y mis hombros, muy suave, casi con las puntas de los dedos. Baja por mis brazos para volver a subir y meter los dedos entre mi pelo. Un escalofrío me recorre  todo el cuerpo cuando noto sus labios rozando mi cuello a la vez que sus manos se deslizan hacia mis pechos, masajeándolos por encima de mi camisa. Los sujeta con ambas manos, hace pequeños círculos sobre ellos, sube, baja, los junta y los aprieta. Y siento que me gusta. Voy notando la humedad entre mis piernas y mis pezones cada vez están más duros con el roce de sus caricias. Sus manos ahora bajan por mi vientre y se desvían hacía mis muslos, recorriéndolos lentamente, subiéndome la falda a cada movimiento y abriéndome las piernas poco a poco. Ahora siento cómo sus dedos empiezan a recorrer la parte interna de mis muslos hasta detenerse en las ingles y acariciarme entre las piernas por encima de las braguitas. Me arden las mejillas, no imaginaba que pudiera sentir tanta excitación con unas simples caricias.

De repente, siento que otras manos me tocan. Abro los ojos y veo al hombre de rodillas, subiendo sus manos por mis muslos. Ella empieza a desabrocharme los botones de la camisa, lentamente, acariciándome, seduciéndome. Me lame, me besa y me mordisquea el cuello. Él juguetea entre mis piernas, presiona con sus dedos y se aleja, vuelve y se va, provocando en mi un mayor deseo y ganas de que siga tocando. Ahora noto que sus manos suben hacia mis nalgas para coger mis braguitas, me muevo para dejar que vaya deslizándolas hasta mis tobillos y me las quite. Sin dejar de sentir las caricias de ella, los labios de él ascienden por mi rodilla y, sujetándome los muslos para que no cierre las piernas, mordisquea suavemente mi piel hasta que siento la suave punta de su lengua, primero pausado, luego más seguido. Es una sensación extraña, sentir placer de dos formas distintas a la vez y por dos personas distintas. Los dos me excitan cada vez más, la respiración se entrecorta y se me escapan pequeños gemidos, aún imperceptibles. Mientras él juega con su boca y sus dedos dentro de mí, ella aprovecha para desprenderme de la camisa y del sujetador y me echa hacia atrás. Sus manos me acarician cada vez con más deseo y sus labios van deslizándose por mi vientre, subiendo lentamente hasta alcanzar mis pechos. Juega con ellos, los aprieta con los labios, los suelta y con la punta de la lengua hace círculos que consiguen que emita un gemido más profundo. Ahora mismo, estoy sintiendo dos bocas  a la vez jugando en distintas partes de mi cuerpo y me gusta, cada vez estoy más excitada, más húmeda. Ella empieza a lamer mi vientre y besa y mordisquea el pubis y las ingles. Él combina sus dedos y su lengua entre mis piernas hasta que ella se une y los dos a la vez me dan placer oral. Es una sensación muy intensa que nunca había sentido, sintiendo como sus lenguas se turnan y juegan al mismo tiempo o lo combinan con sus dedos, introduciéndolos a la par, rozándome por arriba y por abajo con tanta habilidad que me hacen perder el control. Empiezo a notar un suave cosquilleo que va aumentando de intensidad provocando que tensione todo mi cuerpo y un gemido de placer sale de mis labios. Sus lenguas acompañan el ritmo de mis espasmos y poco a poco van deteniéndose, se retiran y acarician mi cuerpo extenuado.  La sensación es increíble, varias manos acariciándome después de un orgasmo tan excitante.

Abro los ojos y veo que él se incorpora y ella le sigue. Empiezan a besarse y a acariciarse. Les miro embelesada, sus cuerpos buscándose y deseándose, sus bocas sedientas y sus manos desnudándose mutuamente. Voy perdiendo la timidez, me aventuro a probar y me uno al grupo. Nos colocamos de pie, una a cada lado de él, quedando sus piernas abiertas entre las nuestras. Primero imito los movimientos de ella y luego voy investigando por mi cuenta. Cuatro manos tocándole el pecho, los hombros y la espalda, pasando nuestras lenguas por sus pezones y su torso. Ella le desabrocha el pantalón y queda al descubierto su erección. Me coloco detrás y masajeo su espalda, descendiendo por los costados y presionando sus nalgas, las mordisqueo y subo con mi lengua haciendo un recorrido serpenteante y pausado. Ella se encuentra arrodillada jugando con su boca y sus manos y el sujeta su cabeza con las suyas, metiéndole los dedos entre su pelo y apretándola más hacia él. Su excitación cada vez es mayor, la respiración se le entrecorta y gime de satisfacción. Me arrodillo y voy acariciando desde atrás sus piernas y la parte interna de sus muslos. Palpo sus testículos y los dejo entre mis manos. Ella me cede el lugar y, mientras yo continuo con la boca, se levanta para colocarse delante de él, se desprende de la poca ropa que queda y le seduce acariciándose ella misma todo su cuerpo y se tumba en la cama mientras sigue tocándose deseosa de que vayamos junto a ella. Él se retira de mí y me hace un gesto para que me levante y me dé la vuelva.

Nos tumbamos a su lado y vamos acariciándola lentamente. Yo me centro en sus pechos al igual que ella hizo conmigo. Sus pezones están totalmente erectos, los acaricio con las yemas de los dedos, los pellizco suavemente y dejo que la punta de mi lengua juegue con ellos. Él besa sus labios y su cuello a la vez que sus dedos se deslizan hacia su vientre y se meten en su interior. Siento que una de las manos de ella busca mi cuerpo, me toca y finalmente sostiene una de mis manos y la pone entre sus piernas, dejándome claro lo que quiere. Siento entre mis dedos la suavidad de sus pliegues mojados y entre él y yo conseguimos que gima y se retuerza de placer. Sin darle tiempo a que se recupere, él está tan excitado y con una gran erección que la da la vuelta, la pone a cuatro patas y empieza a penetrarla con fuerza. Me coloco de rodillas delante de ella y con mis manos sujeto sus pechos bamboleantes y acaricio su espalda. Él disfruta viendo como la toco, se deleita observando las curvas de mi cuerpo y el movimiento natural de mis pechos. Me hace un gesto para que me acerque, me muevo de tal manera que sigo tocándola mientras él me acaricia. Una de sus manos alcanza mi pecho, lo sostiene con firmeza, lo suelta y lo vuelve a coger. Da pequeños pellizcos en el pezón, que va endureciéndose a su tacto. A ella cada vez la penetra con más fuerza mientras mete la mano entre mis piernas sintiendo que aún estoy muy mojada. Los tres gemimos cada vez más alto, ella y yo volvemos a retorcernos de placer casi al mismo tiempo y él alcanza el éxtasis gracias a nuestros espasmos y gemidos. Arquea la espalda  y todo su cuerpo se tensiona, disminuyendo el ritmo de sus acometidas hasta que queda totalmente parado y exhausto. Ella se retira y deja que quede tumbado en la cama boca abajo.


Ella se levanta y empieza a recoger su ropa. Me mira de arriba abajo y me dice que le encantaría volver a repetir la experiencia conmigo y que espera que me haya gustado. Se acerca a mí, me coge la barbilla con sus manos y me da un beso en los labios a modo de despedida y salé de la habitación. Él se levanta y también recoge sus pantalones.  No me habla, sólo me mira, me sonríe y desaparece tras la tela blanca. No sé el tiempo que ha pasado pero ya es hora de retirarse. Recojo toda mi ropa y me siento en la butaca. Me pongo las braguitas y no puedo evitar pensar en lo ocurrido. Recupero el sujetador y la camisa y un escalofrío recorre todo mi cuerpo al recordar cada sensación, cada caricia, cada gemido. Ya vestida, salgo y deshago el camino andado: el pasillo de luces azuladas, el salón de los sofás, ahora vacío, el pasillo de luces anaranjadas y al fondo las cortinas rojas. Salgo de aquel local con la sensación extraña de haber vivido un sueño, como si nada de aquello haya sido real. Miro hacia atrás y allí está la puerta por la que antes entré tímida y vacilante. No, no ha sido ningún sueño, ha sido todo muy real, una experiencia intensa e increíblemente excitante. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Vamos a contar mentiras

¿Habéis mentido alguna vez? ¿No? Venga, vamos a ser sinceros al menos por unos instantes y pensemos en cuántas veces hemos mentido a nuestros padres, amigos o parejas. ¿Nunca? Uiuiui, me parece que a muchos les va a crecer la nariz… Venga, entonces digamos… ¿una? No, no, eso tampoco se ajusta a la realidad. Vamos, que no pasa nada, rasquemos un poco más en nuestro interior que seguro que encontramos algo más. Hoy quiero ser vuestro “Pepito Grillo” y hablar de las mentiras, las mentiras piadosas.

Mentir es mentir, lo miremos por donde lo miremos pero hay que distinguir el tipo de mentira y, sobre todo, el motivo por el que se miente. ¿Hay mentiras más grandes que otras? Por supuesto. ¿Hay motivos más lícitos que otros? Sí, porque no es lo mismo ocultar información para enriquecerse, algo que hacen muy bien ciertos personajillos de las altas esferas de nuestra sociedad, que encubrir pequeños detalles que no hacen mal a nadie y que incluso pueden evitar el malestar de alguien.

Todos hemos mentido a nuestros padres en la adolescencia y lo seguimos haciendo en la edad adulta. De jóvenes intentamos cubrirnos las espaldas cuando sabemos que nos van a regañar bien por llegar tarde, bien por hacer algo que sabes que no deberías de haber hecho. Hora estipulada para llegar a casa los fines de semana: 22:30. Son las 23:15 y aún no has llegado, no lo has hecho aposta, no pretendías incumplir las normas pero te lo estabas pasando genial con tus amigas y, para colmo, en el último momento te han presentado a un chico guapísimo, dos años mayor que tú, al que, por supuesto, no le vas a decir que te tienes que ir ya porque tus padres te van a regañar, ¡se va a pesar que soy una cría! De hecho, te pidió el número de teléfono y ¡hasta te guiñó un ojo! Te vas loquita a casa por la proeza conseguida pero la alegría se desvanece cuando miras el reloj en el portal de tu casa. Inmediatamente tu cerebro se pone en funcionamiento a mil por hora, “¿Qué digo? ¿Qué digo?”. Piensas y vas elaborando pequeñas mentiras piadosas hasta llegar a la que puede ser más coherente: “Es que… a una amiga le han robado el bolso y claro, no iba a dejarla sola”. Y montas una historia sobre esa mentira por si acaso te preguntan. Lo que no sabes es que tus padres saben que estás mintiendo por dos motivos. El primer lugar, porque ellos lo hicieron con sus padres (¿en serio? ¡Mis padres mintiendo a mis abuelos!), y en segundo lugar, porque das demasiadas explicaciones, información innecesaria que te delata. Sí, esa es la mejor forma de coger a un mentiroso, cuantos más detalles cuenta más rebuscada será la historia y más fácil es pillarle y si lo cuenta sin que tú le hagas preguntas, más probabilidades de que esté mintiendo.De adultos también mentimos a nuestros padres, aunque en este caso lo hacemos para no preocuparles. Puede que te vaya mal en el trabajo o con tu pareja, que te hayas puesto enfermo pero no sea de gravedad, así que ¿para qué preocuparles? Piensas que no tiene mucho sentido causarles una preocupación innecesaria y si tu madre te llama para preguntarte qué tal estás, le dices que todo va bien y haces como si nada. ¿Y piensas que tu madre no se va a dar cuenta? Pues sí, se da cuenta porque tu voz te delata y, sobre todo, porque las madres tienen un sexto sentido para las mentiras y lo saben, pero se hacen las tontas y te hacen creer que no se enteran, pero ¡vaya si se enteran! A una madre no se le escapa ni una, ¡no puedes mentirlas!

Mentimos a nuestros amigos porque les queremos y queremos protegerles, puede que no hagamos bien en hacerlo pero es inevitable, en ese momento creemos que es lo mejor aunque la experiencia demuestra que no es lo correcto. Sales a pasear al perro y pasas por un jardín por el que nunca has ido y, casualidades de la vida, descubres al novio de tu mejor amiga besándose con otra. Al principio piensas que es alguien que se parece pero cuanto más te fijas más se confirman tus sospechas y decides marcharte antes de que te descubra. Tu amiga está perdidamente enamorada, no deja de hablar de él así que ¡cómo le vas a dar la mala noticia! Tu conciencia sale a la luz y, como en los dibujos animados, a un lado tienes a tu “yo ángel” y a tu “yo demonio”. “Díselo, ella tiene que saberlo, es por su bien”, te dice el ángel pero el demonio te susurra al oído “¡No! No lo digas, está enamorada y no te va a creer. Romperá la amistad contigo y se quedará con él, ¿quieres eso?”. Y así te pasas un buen rato pensando qué deberías hacer y como esto es mejor compartirlo, llamas a una amiga común para que te dé su opinión. Al fin y al cabo, las mentiras compartidas son más llevaderas y no se ven como mentiras sino más bien como un pacto de silencio. Si vuelves a coincidir con el novio de tu amiga, le verás con otros ojos, te caerá mal y, sin querer, le criticarás con la intención de que tu amiga vea por sí misma la verdad sin tener que intermediar. También se miente por mentir, sin preocuparse de las posibles consecuencias, pensando que nunca lo descubrirán porque es algo insignificante. Sin embargo, lo malo de mentir a los amigos es que al final  se acaban enterando, te piden explicaciones y no sabes cómo salir airoso, te pones nervioso, tartamudeas, no sabes qué decir y se enfadan. Se enfadan contigo no por lo que has ocultado sino por el mero hecho de mentir, has faltado su confianza, les has decepcionado.

¿Mentimos a nuestras parejas? Difícil contestar ¿eh? Si dices que no seguramente estés mintiendo y si dices que sí… mejor que no tengas a tu lado a tu pareja o esta noche duermes en casa de tu madre. Aunque suene incoherente pero mentimos por amor: “A mí tampoco me apetece ir” (aunque realmente sí quieres ir),”no pasa nada” (sí pasa pero no quiero discutir), “no te preocupes, yo tampoco iba a poder” (si puedo pero si estás ocupado, yo también).  Ellos no se libran de mentirnos y en muchos casos lo sabemos pero lo pasamos por alto. “¿Me queda bien? Sí, cariño, estás muy guapa”, “¡He cogido unos kilos!Así estás preciosa y no se te nota”. A ver, ¿qué crees que va a decir? Puede que ese pantalón te quede demasiado apretado y que tengas un poco más de tripita pero como te quiere intentará regalarte los oídos aunque no tengas las medidas perfectas. Aunque también, y es algo que no está bien, mentimos por desamor e incluso a veces queremos provocar la ruptura.


Entonces, ¿es lícito mentir? ¿Es ético siempre y cuando sea por una buena causa? Es algo demasiado subjetivo como para dar una única respuesta. Ciertas mentiras piadosas pueden evitar preocupaciones a ti o a los demás sin embargo no dejes que esas pequeñas mentiras sean el centro de tu vida. Y tú ¿qué harías si descubres una mentira piadosa o no?

jueves, 12 de septiembre de 2013

Lo que no hay que criticar de los hombres

Qué difícil es aceptar una crítica ¿verdad? A todos nos ha pasado alguna vez que alguien nos haga una crítica bien intencionada y nos lo tomemos a mal, fruncimos el ceño e incluso contestamos de malas formas porque nos han herido un poco el orgullo. Un ejemplo, más de dos horas en la cocina para preparar la comida y cuando vas a servirla, uno de tus invitados dice que a la crema le falta sal o que el pollo está seco. En ese momento, sientes que tu mal humor empieza a aflorar y necesitas mucho esfuerzo para contenerte y no decir algo inapropiado, es más, te entran ganas de decirle “si no te gusta, no te lo comas” pero aguantas el tipo. ¿Por qué sucede? Porque nos sentimos atacados directamente, en este caso es como si te dijeran que eres mala cocinera y, seguramente, esa no era la intención. Si esto nos sucede a nosotras, a los hombres les pasa lo mismo pero duplicado…¡qué digo! ¡Triplicado! Así que, hay que tener en cuenta en qué cosas no  puedes criticar a un hombre.

Su coche: No te metas con su coche porque su coche es sagrado. No importa que sea pequeño o que tenga muchos años y se caiga a pedazos, es su precioso y maravilloso coche y sólo lo cambiará cuando él mismo se da cuenta de que ya no hay nada que hacer. ¿El interior del vehículo es un cúmulo de polvo y desorden? Si quieres evitar polémicas mejor coge el trasporte público, si críticas que el coche da asco es como si le estuvieras calificando de guarro y muy dejado (evidentemente es lo que es… ¿cómo estará su casa?). Además, se suele decir que para un hombre el coche es una prolongación de su miembro, esta teoría vendría a confirmar porque los hombres prefieren coches grandes y robustos, sin embargo, si realmente esto es así… creo que no les favorece nada si acumulan mucha basura dentro ¿no?

Su forma de conducir: Si el coche es un elemento importante en su vida, su forma de conducir dice mucho de él y criticarla puede ser perjudicial. ¿Corre como un loco? ¿Se muestra impaciente, agresivo, intolerante? ¿Quiere demostrar que él es más fuerte y que nadie le va a adelantar? No sé muy bien por qué ocurre pero es muy habitual que los hombres se trasformen al volante. Estás hablando tan tranquilamente mientras el semáforo os prohíbe el paso. De repente, unos niñatos borrachos del coche de al lado tiran algo que da en el coche de tu chico y salen pitando en cuanto el semáforo cambia de color. ¿Qué ocurre? Que tu chico se cree el nuevo James Bond y va tras ellos como si de unos mafiosos se tratase, y mientras tú en el coche con los ojos como platos preguntándote cómo se ha ido la situación de las manos. No todos son así (¡gracias a Dios!) pero en el caso de que se produzca una trasformación al estilo Jekyl y Mr Hyde, por mucho que le digas que no sea así o le critiques su actitud, no vas a conseguir cambiarlo.

Su casa: Igual que el coche, su casa es suya y la colocará y mantendrá como él considere oportuno, para eso es él quien paga la luz, el gas o el agua. Mucho menos aún cambies las cosas de lugar, él sabe dónde tiene todo y puede que piense que estás hurgando en sus cosas para cotillear. Si en un futuro tenéis pensado vivir juntos, entonces establece unas normas que los dos tendréis que cumplir para una buena convivencia, pero mientras duermas con él los fines de semana, intenta que los comentarios sobre la forma en la que tiene su hogar no sean despectivos ni pueda tomarlas como críticas directas.

Habilidades: A todos se nos da mejor hacer unas cosas que otras, sin embargo, se da por sentado que un hombre tiene que ser hábil en cosas típicas de hombres. ¿Todas las mujeres tenemos que saber coser? No. ¿Todas las mujeres tenemos que saber cocinar? No. Entonces, si para nosotras es así para ellos es igual y no todos los hombres son hábiles en montar muebles, arreglar enchufes, cambiar un grifo, colocar un espejo… Sea lo que sea que no se le dé bien, no le critiques por ello, a ti no te gustaría que alguien te insistiera en eso que no sabes hacer porque te haría sentirte inútil ¿no? Así que, mejor es que valoremos aquellas cosas que hace bien para minimizar aquellas que no controla tanto, además, todo es cuestión de ponerse y aprender ¿cierto?

Amigos y Familia: Ojo, si va a hablar de sus amistades y su familia busca bien las palabras para evitar malentendidos. ¿Tiene un amigo que va de gracioso pero que a ti no te hace ni pizca de gracia? ¿Su hermano es pedante y prepotente? Es difícil lidiar con esto porque tampoco es que te tengas que callar a todo pero es mejor no malmeter o, al menos intentarlo. ¿Y qué pasa con tu suegra? Para él su madre es una santa, una buena mujer que le da sus caprichos y le hace su plato favorito cada vez que va a visitarla a casa. ¿Crees que vas a hacerle creer que su madre te tiene manía? Va a ser que no. Te dirá que eso no es cierto, que le caes fenomenal y que te quiere como a una hija. ¿Perdona? ¿Cómo a una hija? Disculpa pero no, la única que me ve como una hija es mi madre, su madre me ve como una bruja arpía que le ha robado al niño de sus ojos y que no va a saber cuidarle tan bien como ella (échate a temblar si tu novio no tiene más hermanos). En fin, que mantener una relación relativamente “amistosa” con su encantadora mamá es extremadamente difícil.

Pero lo que por encima de todas las cosas no puedes criticar es su MIEMBRO, con mayúsculas, porque es un aspecto muy importante para ellos, igual que para nosotras pueden ser nuestros pechos o nuestro trasero. Hay unos que son más bonitos que otros, tanto en tamaño como en la forma, pero ninguno es perfecto del todo, de la misma manera que no hay pechos perfectos (que sean totalmente naturales, por supuesto). Ellos ya saben con qué tipo de herramienta cuentan, por eso ahórrate cualquier comentario que pueda resultar hiriente, porque sí, les molesta. Siempre está la típica frase de "importa la calidad y no la cantidad", pero en el fuero interno de cada uno de ellos es algo que les importa.

¿Por qué molestan tanto las críticas? Simple y llanamente, porque dañan nuestra autoestima, nos hacen ser conscientes de que no somos perfectos o que nos ven de forma diferente a como nosotros mismos nos vemos. Nosotras también tenemos puntos débiles que no nos gusta que nos critiquen pero eso lo dejaremos para otra ocasión.

sábado, 10 de agosto de 2013

Mi primera vez

¡La de cosas que hacemos de forma automática! Vamos, que no nos damos cuenta del esfuerzo que hemos tenido que hacer para aprenderlas. Por ejemplo, conducir. Lo hacemos a diario: te sientas, colocas la radio, arrancas y en marcha. Intermitentes, cambios de carril, embrague y cambio de marcha, un poco de freno... como si nada. ¿Alguien se acuerda de su primera vez al volante? ¡Qué nervios! Todo lo que haces ahora como si nada antes era todo un mundo y ese momento de horror cuando llegabas a una glorieta o a un paso de peatones o cuando por tu camino se cruzaba un taxi, un autobús o un camión de los grandes ("¡NO¡ adelantar no!" pensabas) aunque si eso te ocurría el día del examen te empezaba a recorrer un sudor frio por la nuca, que no sabías si era de los nervios o los ojos como puñales del examinador clavados en todos tus movimientos. Y es que para todo hay una primera vez y sólo hay que ir hacia atrás en el tiempo para recordarlo.

El primer beso, ¿quién no se acuerda de su primer beso? Marca un antes y un después porque pasas del mundo de la inocencia al mundo de la picardía en sólo un acto, te adentras en ese mundo de adultos, un mundo con muchas cosas por descubrir que aumentan tu curiosidad. Ese primer beso es como un rayo que nos atraviesa todo el cuerpo, en el momento en que unos labios se posaron en los tuyos tu cuerpo reacciona y surgen miles de emociones juntas que no sabrías como explicar. Seguramente ya antes habrías hablado con tus amigas sobre este tema "¿cómo será besar a un chico?", pensabais, de hecho alguna diría que debe ser asqueroso intercambiarse las babas y las que supieran te dirían que es fácil y que es como tomar un yogur con la lengua. 

Un beso es la antesala del amor y el primer amor es como de ensueño, un cuento de hadas en toda regla. Todo es muy tierno y se vive tan intensamente que lo bueno se convierte en una explosión de euforia y lo malo en un drama al estilo griego. Realmente de adultos seguimos viviendo las sensaciones que provoca ese "primer amor"  cada vez que estamos ante una nueva relación o alguien que nos mueve por dentro por primera vez: ese cosquilleo en el estomago, el rubor en las mejillas, el deseo intenso de verle... Lo que pasa que en nosotros ya existe cierta desconfianza por los años de experiencia pero el resto cambia poco. Y todo primer amor conlleva una primera ruptura, el dramón del que hablaba. Ayer vi a una adolescente que iba llorando con gran pena y lo primero que pensé fue en su ruptura con el novio, ¿por qué? Porque estallamos en un mar de lágrimas, esa ruptura es como si nos arrancasen el alma y nos quedáramos suspendidos en el vacío. Es más, incluso aunque hubiéramos sido nosotras las que no quisiéramos seguir adelante, supone un cambio emocional muy grande que superamos gracias al consuelo de nuestras amigas, vamos, igual que de adultas.

¿Qué evoca la frase "mi primera vez"? Sí, creo que un 99,9% debe estar pensando en lo mismo... Sexo. Y si un beso nos marcó un momento decisivo en nuestras vidas, el sexo nos marca para siempre o, al menos, la visión que tenemos de él y del otro. Las chicas nos hacemos una idea preconcebida del sexo en "la primera vez", lo idealizamos y pensamos que va a ser maravilloso, pero estamos muy equivocadas porque suele ocurrir que la primera vez no es como te esperabas, ni es con quién esperabas ni en el lugar que esperabas. Lo primero que sentimos cuando estamos a punto de hacer "eso" es vergüenza. Después de unos cuantos besos, el chico mete la mano por debajo de tu camiseta y busca tus pechos, en ese momento sientes el peso de tu complejo (bien por grandes o por pequeñas.. según cada una) y le quitas la mano una vez, a la segunda parece que te dejas un poco más y a la tercera ya ni te enteras porque, curiosamente, te está gustando. Otra emoción: la sorpresa, ese momento en el que te desabrocha el vaquero... "ufff... esto se está desmadrando demasiado, creo que mejor vamos a parar... me da cosa..", puede que incluso te retires y le pares un poco o que seas capaz de decirle que no estás preparada o que te da miedo, pero él te silencia con un beso y se bate en retirada hasta que pasan unos minutos y lo vuelve a intentar, momento en el que ya no te resistes. Pero los nervios son los que más nos paralizan y, lo más importante, los que provocan que nuestro cuerpo no actúe como debería, vamos, que cuanto más nerviosa te pones, más tensión y no hay forma de que entre nada, a lo que se le añade la sensación de dolor que aumenta con cada intento.

También tenemos la "primera relación seria", esa que se vive de una forma un poco más madura que "el primer amor" y que suele ser más duradera, para algunos incluso la única (como nuestros abuelos o padres). Creo que de todas las relaciones que tengamos posteriormente (si es que las hay) es la que más recordaremos, tanto lo bueno como lo malo, porque es de ahí desde donde partiremos en nuestro aprendizaje sobre las relaciones hasta que somos capaces de distinguir los fallos y las cosas que nos gustan más o menos. Es decir, esta "primera relación seria" supone un aprendizaje en toda regla.

Pero no todo son emociones, también hay cuestiones físicas y aquí aparecen los médicos. Esos señores con bata a los que no nos gustaba ir cuando éramos pequeños. Tu madre te llevaba al médico de cabecera por un catarro, ese señor de bata que te decía "di A" y te metía en la boca una paleta plana de madera para sujetarte la lengua que te provocaba arcadas. Aunque el verdadero terror de los niños es, sin lugar a dudas, el dentista porque además de llevar bata blanca, también usa mascarilla y aparatos que hacen ruido. La primera vez que pisas la consulta de un dentista te penetra ese inconfundible olor a sala desinfestada y realmente lo que más asusta es ver las caras de dolor de la gente que entra y sale que lo que te van a hacer. Con el tiempo te acostumbras aunque siempre queda ese recuerdo cada vez que tienes que hacerte una limpieza, un empaste o decides llevar aparato en los dientes.


Otro médico al que tenemos que acudir las mujeres de forma obligada: El ginecólogo. ¿Hay alguna mujer que le guste visitar al ginecólogo? De verdad, si la hay la admiraré y la aplaudiré porque no es una experiencia gratificante. La primera visita al ginecólogo da un poco de respeto, principalmente por el desconocimiento y el pudor (¡Me van a hurgar ahí dentro!), más aún si vas jovencita. Los nervios aumentan con las preguntas para tu ficha: "has mantenido relaciones sexuales", "has tomado la píldora", "cuándo te bajó el periodo la última vez", " tienes reglas regulares". Pero la peor parte está por llegar: la camilla. Te piden que te desvistas, te pongas una bata y te sientes en la camilla con las piernas abiertas y apoyadas en unas barras metálicas. De hecho, a esa sensación nunca te acostumbras, puedes verlo más normal y como ya sabes a lo que vas, no entras con tanta tensión. Sin embargo, y sin entrar en detalles, sigue resultando bastante incómodo sentir cómo te hacen la citología, como te toquetean o te aplastan el pecho para la mamografía o como te meten un tubo metálico (a modo de consolador) para hacerte la ecografía, que no sé si es peor esa forma o cuando te hacían beber litros de agua y no podías ir al baño hasta que no acabase la prueba. Ginecólogos del mundo, os estaríamos eternamente agradecidas si buscaseis técnicas menos invasivas para la mujer y más cómodas porque, disculpen la intromisión, pero la camilla actual es ortopédica y en ella parecemos animales a punto de entrar en el matadero. Que para estar con las piernas en alto me voy a una clase de Pilates o me tumbo en mi sofá que es mullido y muy acogedor. Además, que si quiero que alguien me meta mano (literalmente hablando) mejor que sea alguien de mi gusto y que me pueda dar placer.

Muchas cosas nos pasan por primera vez: el primer trabajo, el primer coche, el primer viaje en avión, el primer año de universidad, la primera vez que vas al cine, la primera vez que vives solo, la primera vez que te enfrentas a un examen importante (como una oposición), la primera vez que tienes que hablar con alguien en otro idioma. Todas suponen un nuevo reto o te crean ilusiones y satisfacciones. Algunas de ellas son placenteras, otras no lo son tanto pero poco a poco aprendemos de la experiencia y sabemos cómo afrontar las situaciones que se nos presenten en el futuro. Pero lo que realmente nos queda de todas esas primeras veces es el recuerdo, ese recuerdo que inevitablemente nos saca una sonrisa

jueves, 1 de agosto de 2013

Pasotismo en estado puro

Ayer me escribió mi amiga Graciela desde México, debido a la diferencia horaria es complicado coincidir por Skype. En su mensaje me ponía al día de sus cosas y entre ellas me comentaba su relación con su chico. Una de sus frases me resultó muy familiar: “Mi novio no me hace caso ¿qué puedo hacer?”. Sí, parece que esta sensación se produce más a menudo de lo que parece y en cualquier lugar del mundo porque estamos viviendo una etapa de ¡dejadez masculina! Bueno, podríamos llamarlo también individualismo o lo que es lo mismo MPSMC (Me preocupo sólo de mis cosas)

El MPSMC puede deberse a múltiples factores, algunos de ellos inevitables como ocurre con el trabajo. Los hombres viven por y para el trabajo, más aún en el momento tan crítico que estamos viviendo prácticamente a nivel mundial. Y es que los hombres se pasan media vida trabajando porque cuando salen del trabajo ¿qué hacen?, pues trabajar desde casa. Incluso hay profesiones que exigen disponibilidad los fines de semana, así que, no es extraño que acudan un domingo a la oficina o tengan que pasarse el fin de semana completo resolviendo cuestiones laborales. Como consecuencia, no les queda mucho  tiempo para disfrutar y el poco tiempo que tienen prefieren dedicarlo a descansar o a hacer cosas que no pueden hacer cuando trabajan. Ante este panorama, sus respectivas parejas se ven relegadas a un segundo plano y, como es de esperar, se enfadan  ¿cómo luchar ante esto? Chicas, es extremadamente difícil intentar que dejen sus responsabilidades laborales por nosotras porque si en una balanza ponemos a su jefe y a su novia, por desgracia el jefe sale ganando.  Lo curioso de todo es que la mujer se enfrenta a la vida laboral de una forma totalmente distinta, no sé si será por nuestra actitud, nuestras cualidades o simplemente que somos más polivalentes. El caso es que nos da tiempo a todo: hacer la compra, ir a recoger a los niños, quedar con amigas… Y si tenemos pareja ¡vaya si sacamos tiempo! Vamos, hacemos malabares para conseguirlo a pesar del cansancio y esfuerzo que pueda suponer.

Sus aficiones componen  otra de las grandes categorías del "Me preocupo sólo de mis cosas" y sus aficiones son eso, suyas, no para compartir, bueno, no para compartir contigo que eres su novia pero si con sus amigos que, debido a su trabajo, no puede ver tanto como quisiera. ¿A tu novio le gusta pintar, tocar el piano, leer, escribir, arreglar cosas, esquiar? Sea lo que sea,  hará todo lo posible por sacar tiempo para dedicarse a aquello que le gusta porque no sólo disfruta haciéndolo sino que se desestresa. Y una misma se pregunta: “¿Y yo no sirvo? ¿Por qué no me incluye en sus cosas? ¿No le gusto? ¿No quiere pasar tiempo conmigo?”. Y estas preguntas traen como consecuencia desánimo y el no saber cómo hacer para que esa persona que te importa te preste un mínimo de atención. En cambio, nosotras queremos que participen en nuestras actividades de ocio, de hecho, buscamos cosas nuevas para poder hacer juntos simplemente porque queremos estar con ellos, aprovechar nuestro tiempo libre para estar con ellos, ¿eso es malo? Cierto es que hay cosas que nos gusta hacer por nuestra cuenta o con amigas o quedarnos solas  pero si es cierto que si algo nos gusta tenemos ganas de compartirlo y si es con alguien que quieres, mejor que mejor.

Amigos y Familia también entran dentro de sus prioridades.  El poco tiempo libre del que disponen los hombres que trabajan tanto es para disfrutar de sus amigos y su familia. En este lote se encuentran los cumpleaños, comidas o cenas, viajes planificados… ¿Y tú dónde entras en su tiempo libre? Pues sólo en los pequeños espacios entre medias, es decir, media hora para un café o una hora antes de ir a otro sitio, vamos, pequeños huecos que te hacen sentir como que sólo te ofrece el tiempo que le sobra y no porque realmente le interese pasar su tiempo contigo.

Como mención aparte tenemos  el “Hago lo que me da la gana” y el “Simplemente despistado”. El primero está claro, digas lo que digas y hagas lo que hagas va a dar lo mismo, él se interesa de lo suyo y poco más y si en algún momento entras en sus planes es porque le conviene. Penoso ¿no? Que tu pareja sólo te incluya por interés en lugar de por amor dice mucho de él. Puede ser por cualquier cosa: dinero, trabajo, ocio… el objetivo es aprovecharse del momento sin que eso suponga mucho coste (o esfuerzo) para él, esto vulgarmente se llamaría ser un caradura pero como le quieres pues se lo consientes.  Con el segundo caso no sabes muy bien cómo actuar, no lo hace a propósito pero… molesta, así que intentas una táctica inicial de preaviso que, muy probablemente, no funciona. El siguiente planteamiento es enfadarse pero no puedes o te dura poco porque sabes que él es así, ¡si ni siquiera se acuerda de los cumpleaños! Y por último, está el grupo “mixto” que es el que reúne todo lo mencionado, es decir, trabaja mucho, se centra en sus aficiones, su familia y amigos suponen una prioridad, no cuenta contigo y es despistado. En este caso podemos afirmar que habrá muchas "mujeres al borde de un ataque de nervios".

En cualquier caso y sea por el motivo que sea, cuando tienes la sensación de que tu pareja no tiene interés en ti o te ignora te sientes mal, bueno, mal no, fatal. Te sientes un cero a la izquierda en su mundo ¿Os habéis sentido alguna vez así? Yo sí, y es triste porque es cuando te entran las dudas, la incertidumbre e, incluso, llega a afectar a tu autoestima. Te planteas si es eso lo que quieres o si debes dar una oportunidad, ¿qué hacer? La verdad es que ni yo misma lo sé, aunque si me gustaría poder decir “Estoy aquí ¿eh? Y yo también tengo mis cosas pero te dedico tiempo porque me importas”, aunque no estoy segura de que esa frase provocase el efecto deseado, pues sería algo momentáneo y él diría algo así como “sí, cariño, lo sé, son las circunstancias, ya sabes… de verdad que me importas y ya verás como no vuelve a pasar”, pero pasa. ¿Solución? Inicialmente paciencia, aunque muchas veces llegas al límite y te queda muy poco para explotar.

domingo, 21 de julio de 2013

Conversaciones de hombres y mujeres


Las fiestas de los pueblos son muy entretenidas: puestos tradicionales, peñas, vestimenta típica del lugar, mucha bebida y comida... Las noches las amenizan diferentes orquestas (unas mejores que otras) que pasan de pasodobles y canciones infantiles a pop de los años 80, rock y los éxitos más actuales del momento. Pero hay algo que no me gusta de las fiestas populares: la separación entre hombres y mujeres. ¿No os habéis fijado que cuando vas a comer o cenar los hombres se sientan a un lado y las mujeres al otro? Y generalmente la posición suele ser en forma de "C", formándose una línea divisoria imaginaria entre ellos delimitada por un único aspecto: los temas de conversación.

En las ciudades también pasan estas cosas ¿eh? No vayáis a pensar que por el hecho de ser más cosmopolitas los que vivimos rodeados de asfalto y polución somos más propensos a la integración de género, no, no os equivoquéis. Y si no pensad en cualquier reunión que hayáis tenido recientemente: un cumpleaños, una cena en casa de un amigo, una comunión, una boda. No importa el número de personas, simplemente haced memoria y seguro que recordaréis que en muchos momentos se formaba un corrillo de hombres y otro de mujeres. Si es en una casa, lo típico es que en la cocina se reúnan las mujeres que luego se trasladan a una parte de la casa, bien sea la habitación del niño o el baño para enseñar la nueva ducha de hidromasaje instalada recientemente. Por otro lado se encuentran los hombres, principalmente sentados en el sofá al rededor de la televisión o cerca del mueble-bar.

Y es que es inevitable, hombres y mujeres tenemos temas distintos de conversación y aunque al principio nos socialicemos todos con todos, la fuerza del género es tan fuerte que acabamos dispersados. Uno de los temas fundamentales en todas las conversaciones de las féminas es la ropa. Empiezas alabando el vestido vintage de tu amiga, otra invitada mete baza y comenta que han abierto una nueva tienda en un centro comercial y que está tirada de precio y a partir de ahí, surgen comentarios varios sobre todo tipo de complementos y vestimentas. Alguna de ellas interrumpe con un "¡Qué rica está la salsa! Dime cómo la has hecho porque el sábado que viene tengo invitados en casa y es fabulosa". Esto da pie a hablar de las recetas caseras y sus innovaciones, a una le salen estupendas las croquetas mientras que otra se decanta por la repostería y así van surgiendo miles de ideas y consejos para mejorar en los guisos. Hasta que alguien decide pasar al multitema de los cosméticos, y digo multitema porque hay tanta variedad que podemos hablar horas y horas al respecto: cremas anti arrugas, anti celulíticos, reductores-reafirmantes, colonias-perfumes, maquillajes, sombras, pintalabios... Un tema asociado lo conforman las famosas y sus retoques por cirugía y por programas informáticos, lo cual lleva a hablar sobre los cotilleos de las revistas y el critiqueo generalizado a otras mujeres, tanto conocidas como desconocidas.

Hay otro gran tema fundamental y que nunca falta en las reuniones de mujeres: los hijos. ¡Cuánto amor de madre se respira en esos encuentros! Y cuando todas tienen hijos de edades semejantes ya es lo más de lo más. Cuando son pequeños se apoyan y se comprenden la unas a las otras: falta de sueño, preparar biberones, cambiar al bebé, dormirle, las papillas... Las más veteranas con dos o tres pequeñuelos aconsejan a las mamás principiantes y comparten con ellas los momentos en los que el niño se les ha puesto malo o remedios caseros que sólo se les ocurren a las madres. Si los hijos son adolescentes o adultos, se centran en los progresos en los estudios y en lo bien que les va en el trabajo y aquí es donde surgen pequeñas competencias entre las madres, porque para cada una su hijo es el mejor.

Pero el tema más frecuente y el preferido de las mujeres es único: Los hombres. ¿Por qué? Porque dan mucha guerra: no escuchan, no nos entienden ni nosotras a ellos, a veces (por no decir muchas veces) sólo se centran en ellos y sus cosas, se olvidan de fechas señaladas o no cuentan contigo. Les falta empatía y comunicación por lo que explicarles ciertas cosas, y más si se trata de sentimientos, es bastante complicado. Pero no sólo hablamos de cosas malas también buenas, sobre todo al comienzo de la relación y, por supuesto, hablamos de sexo y más de lo que los hombres se creen. En la mayoría de grupos de amigas siempre hay una de ellas que es más atrevida y picante que las demás, un poco al estilo de "Sexo en Nueva York", por lo que son inevitables los comentarios sobre cómo funciona tu amante en la cama o consejos para unas relaciones más satisfactorias y... sí, la cuestión del tamaño también aparece. Podríamos decir que en este aspecto particular el sexo) y en el tema en general (los hombres) las mujeres aprendemos las unas de las otras y nos damos apoyo moral, muy necesario cuando nos enfadamos con nuestras parejas.

Y los hombres ¿de qué hablan cuando se juntan? Principalmente de deportes, en especial de fútbol, aunque Rafa Nadal y Fernando Alonso también salen a relucir, sobre todo si participan en competiciones importantes. Trasladan el tema de los deportes a los videojuegos y a los juegos en red, muy de moda en los últimos años, así como a los de carreras de coches y estrategia. Actualmente estos juegos se pueden instalar en los móviles por lo que se ponen al día de las últimas novedades en aplicaciones móviles, tanto de ocio como de cualquier otra cosa que pueda llamarles la atención. El tema da un giro cuando alguno de ellos menciona algo sobre su coche, bien que le han puesto una multa o bien que necesita cambiar las ruedas y busca un taller asequible. Unos son más fans del motor que otros por lo que puede que se formen subgrupos con temas alternativos por lo que no suele ser una conversación relevante entre ellos.

Las féminas pocas veces hablamos de política o economía, si acaso mencionamos la subida de precio del kilo de tomates y lo caro que es hacer la compra. Ellos son más efusivos y no es de extrañar que surjan momentos de tensión cuando se ofrecen opiniones opuestas sobre estos asuntos, por eso, como suelen ser temas muy polémicos, mi consejo es evitarlos sobre todo en reuniones familiares tipo Navidades que, no sé muy bien por qué, son fechas en las que es muy común llegar a los postres discutiendo.

¿No hablan de mujeres? Sí pero son más comedidos. Se suele pensar que los hombres fanfarronean entre ellos de sus conquistas pero estamos equivocadas ya que como norma general dan pocos detalles. Si un hombre está tonteando con alguien y sus amigos intentan sonsacarle información es muy probable que evada las preguntas con un "nos estamos conociendo" y si, por el contrario, ha tenido una reciente ruptura prefiere no pensar en ello. Pero como no todos son iguales, también los hay que hablan demasiado y ¿sabéis? Justo son esos los que más tienen que callar, ya lo dice el refrán "perro ladrador, poco mordedor".

Como veis, somos muy distintos en nuestras conversaciones y muy probablemente sea por eso que tengamos problemas de comunicación entre hombres y mujeres, ¿llegaremos a solucionarlo? De momento, voy a llamar a mi amiga, la atrevida, que tiene novedades interesantes que contar.