lunes, 1 de febrero de 2010

Te equivocaste

Estoy cansada de callarme, de ser la niña buena, la que asiente, la que escucha. Ahora voy a decirte las cosas como son, sin miedos a las replicas pero, lo más importante, sin miedo a ti.
Ya jugaste conmigo suficiente, tantas palabras bonitas, tantas promesas que se quedaron sin cumplir, ¿dónde estás ahora? ¿Dónde está ese atrevido muchacho que intentaba conquistarme? Has huido como huyen los cobardes ante el peligro de una cruel derrota, un soldado asustado que duda de sus posibilidades, que tiembla ante los estruendos de los cañonazos, que teme luchar por miedo a morir. En definitiva, realmente me temes, sabes que puedo ser peligrosa para tu corazón prepotente.
Estás acostumbrado a que te halaguen, dominas el juego de la seducción a la perfección y encandilas a las mujeres con esa seguridad que de tu carácter emana. Las tratas como muñecas, las dominas, las manipulas, las olvidas… Ellas nunca pueden apoderarse de ti porque has creado barreras que impiden el paso a tu castillo, un castillo grandioso, pero que realmente está vacío y oscuro… solo.
Pero yo soy distinta, he jugado a tu mismo juego. ¿Pensabas que sería presa fácil? Te equivocaste. Quisiste enfrentarte a mí, fui tu gran reto, ninguna hasta ahora te lo había puesto difícil. Con dulces palabras intentabas convencerme, una feroz conquista que te llevo a los pies de tu abismo personal, dejarte caer en los brazos de cupido o resistir para mantener tu ego intacto.
Nunca me fié de tu mirada, no había sinceridad en ella pero intenté creer que eras distinto. Quise darte una oportunidad, no ser desconfiada y mantener la esperanza de que aún haya gente con un corazón puro. Pero me equivoqué, me demostraste lo poco que te he importado y lo falso que has llegado a ser. Vas de hombre interesante y me descubriste tu faceta de niño que tira la piedra y esconde la mano. Pero conmigo, te equivocaste.
No me sirven de nada tus excusas o tus lo siento, no me sirve que me digas “que no eres así”, “que de verdad me importas” o que no sea tan dura contigo. Déjalo. No vuelvas a mirarme, no quiero que tus ojos tengan el privilegio de contemplarme, no quiero que tus palabras sean espinas en mis oídos, ni quiero que tus manos sean esposas en mi cuerpo. Olvida mis besos, mis caricias y el calor de mi cuerpo. Olvida las noches que pasamos juntos hablando y retozando entre las sábanas hasta los primeros rayos de luz. Bórrame de tu mente, aunque supongo que para ti será muy fácil. Descuida, yo haré lo mismo porque no te mereces ni el más pequeño espacio de mi vida. Ya me has hecho perder demasiado tiempo, así que, desanda el camino y vuelve hacia atrás como los cangrejos buscando una buena roca donde esconderte.
Huye, vuela, corre como caballo indomable hacia un destino incierto y no detengas tus pasos porque tras de ti sólo quedan bellos campos devastados por un fuego ardiente donde no volverá a crecer la hierba, pueblos desolados y mujeres con su orgullo dañado.
Ahí va la sombra del gran caballero, que por arma lleva su afilada lengua y como escudo su gallarda armadura. Va arrastrando los pies y vaga por los caminos con la mirada perdida, intentando mantener la cabeza alta a pesar de tener el orgullo caído. La vanidad le pudo, ¡quién lo diría!
¡Eh! Gran trovador, ¿qué has hecho con todas tus historias? ¿Ya no te quedan más cuentos? Vete tan lejos como tus palabras, que con el sol vinieron y con el viento se marcharon. Acuérdate que conmigo, te equivocaste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario