jueves, 6 de mayo de 2010

Y sin embargo...

Los hombres sólo dan problemas. Sí, es cierto, también nos dan placeres o nos miman pero muchas veces nos dan más quebraderos de cabeza que lo que consiguen con sus buenas acciones.
El primer problema es que son incapaces de entender las indirectas. No captan los juegos de palabras, los dobles sentidos en cuestiones sentimentales o incluso las ironías. Cuando decimos frases como “hace mucho que no vamos al cine…”, “que olvidada me tienes…” o “… claro, como ya no me llamas ni me dices cosas bonitas”… queremos haceros entender de una forma sutil que nos estáis ignorando. Esta claro que sería más fácil coger el toro por los cuerpos y soltar algo parecido a “veo que te importo bastante poco ¿no?”, “¿Quedamos o tengo que esperar a que te decidas?”. Sin embargo, en este último caso al final los hombres nos tachan de descaradas o bordes, y como estás entrando en un terreno más personal, se sienten tan amenazados que su único recurso es huir del enfrentamiento. Una huida que puede ser mediante el Cabreo Silencioso, que se pasen horas sin decir ninguna palabra y haciéndote sentir culpable (cosa que a nosotras nos desquicia mucho más) o a través de la huida literal, vamos, que no le vuelves a ver ni en pintura. Así que, para evitar estas situaciones queremos ser más comedidas y le damos un toque un poco más desenfadado, pero no funciona. Con lo cual, no sabes si se hacen los tontos o realmente lo son.
Los hombres también flaquean en las emociones. ¿Son humanos? Todo parece indicar que sí y cuando están con sus amigos saben expresarse muy bien emocionalmente. Viendo el fútbol utilizan una amplia variedad de gestos, expresiones faciales y formas de manifestar su estado en ese momento o haciendo deporte pueden intercambiar consejos sin que ello les suponga un dilema. Son capaces de hablar de sus intimidades con sus mejores amigos, incluso confesarles que esa chica que ha conocido recientemente por un chat le vuelve loquito. Pero con nosotras… ¡Ay, con nosotras…! Para ellos debemos ser brujas malvadas, seres malignos que les comerán las entrañas y se apoderarán de sus mentes si descubren lo que sienten. Salvo escasas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano… se ponen un muro enorme para impedir que les conozcas más personalmente. A ver… que nosotras también hemos tenido malos momentos ¿eh?, vamos, como todo el mundo en esta vida, y no por ello nos dejamos arrastrar por el miedo a sentir nuevas e inesperadas emociones. Porque las féminas podemos sentir con gran intensidad una simple caricia, un beso, una indiferencia… hasta podemos llegar a vivir los orgasmos tan intensos que se nos salten las lágrimas de la emoción. No es tan difícil decir un “te hecho de menos” o un “te quiero” cuando la situación se vuelve muy íntima, no nos vale con un simple abrazo, necesitamos que, de vez en cuando, se digan esas cosas para sentirnos bien y completas. Justo es esa palabra la que falta mientras te acurrucas entre sus brazos después de una noche apasionada. Por eso, a nosotras nos cuesta una barbaridad comprender las cosas que hacen o dicen, porque desconocemos el grado emocional que hay detrás y nos hace pensar cosas que no son, nos agobiamos y damos importancia a cosas que realmente no la tienen.
De lo dicho, surge otra de las dificultades más comunes con los hombretones: La incertidumbre. Ese no saber a qué atenerse, estar con la continua duda de si le importas o para él eres un cero a la izquierda. Porque su dificultad para ser sinceros contigo con lo que sienten hacia ti se junta el hecho de que te desconciertan. Un día te trata como una reina y al otro ni te pregunta como ha ido ese examen que tenías. De buenas a primeras te llama para quedar un domingo por la tarde y a las pocas semanas acabas siendo tú la que insiste en quedar… bueno, eso si tienes suerte de que te haga un hueco en su apretada agenda, claro. Aquí volvemos a plantearnos si tenemos que hacernos las duras o si nos mostramos tal como somos, incluyendo el abrir nuestro corazoncito.
En teoría, el hombre siempre ha sido el que luchaba. En las sociedades primitivas, era el que iba a cazar. Los chavales (y algún adulto también) resuelven sus diferencias con unos cuantos puñetazos a la salida del instituto o con el intercambio de insultos a cual más hiriente. Pero en el amor… ¡JA! En el amor se cansan rápido y dejan de luchar. Total, para que luchar por algo que ya han conseguido ¿no? Si saben que te tienen en su mano, se relajan y prestan menos atención que antes. Dejan de llamar, dejan de proponer cosas o de sorprenderte. Ya no te mandan un mensaje de buenos días mientras vas al trabajo ni te llaman preciosa por que sí. Dan por sentado que ya han hecho su trabajo y cada vez son menos las ocasiones en las que intenta hacer algo para alegrarte el día. Chicos, queremos (y necesitamos) que nos demostréis que os importamos… ¡Nos conformamos con un mínimo detalle! No hace falta una gran cena con velas ni regalarnos un fin de semana en París (bueno, con eso ya la emoción es enorme…) pero un simple paseo por un parque, un café inesperado o un “guapetona” no sólo nos alegran el día, sino que nos hacen las mujeres más felices de la tierra, aunque sea por unos minutos, pero lo disfrutamos como lo más maravilloso que nos haya podido pasar.
Y claro, si ellos no ponen la sal, no nos queda más remedio que encargarnos de esa tarea y aderezar con un poquito de alegría, una pizca de misterio, una cucharada de emoción y un buen plato de pasión. Pero de todo se cansa uno y tirar siempre del carro por los dos al final pasa factura. Pequeños reproches o cosas que se quedan por decir que van formando brechas hasta que el cúmulo de cosas es tan fuerte que el volcán entra en erupción y arrasa con todo lo bonito que había en el camino. Incluso empieza a formarse la idea de tirar la toalla o si realmente merece la pena luchar y darlo todo por esa persona que ni se inmuta.
Y sin embargo… y a pesar de todo… les queremos, les buscamos y les necesitamos. Podemos estar mucho tiempo sin sentir algo por alguien y estar a gusto con nosotras mismas, podemos hacer nuestra vida normal sin pensar en tener un hombre continuamente a nuestro lado, podemos preferir disfrutar de la vida y de los placeres sin dejarnos llevar por los sentimientos… Pero llega un momento en el que algo falta, hay un pequeño vacío y… justo en ese instante… aparece ese caballero que te quita el hipo. Y, hombres de todo el mundo, por más que queramos criticaros, por más que intentemos alejarnos de vosotros por vuestras meteduras de pata o por vuestra forma de ignorarnos, siempre buscaremos la oportunidad para encontraros. Porque hombres y mujeres somos como relojes que necesitan de distintas tuercas y en algún momento encontraremos esa pieza que encaja con nosotras, formando un engranaje perfecto y delicado. ¿Cuándo será? Y sin embargo… te espero.

3 comentarios:

  1. uffff, poffff, plassss,.... nos has dado por todos los lados.
    hay cosas que quizas son ciertas, pero otras no comparto.

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  2. Me parece correcto la entrada, aunque también habría que ver la visión del hombre.

    (Yo para las indirectas soy terrible ja ja ja)

    Un beso

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  3. Bueno, es que es la visión de una mujer, pero vamos, que esto es la vida misma eh?? no invento nada, esta exagerado, por supuesto (si no no tendría esa nota de humor) pero para todos mis monologos de este tipo pido referencias de otras féminas. :)

    Aun asi... gracias por leerlo.

    Besos

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