jueves, 5 de agosto de 2010

REFLEXIÓN: No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde

A veces no somos conscientes de lo que nos rodea. No valoramos lo que tenemos ni tampoco nos conformamos: el que tiene un coche pequeño desearía tener uno mejor, el que tiene un buen trabajo se queja y le gustaría cambiarse, incluso las personas de pelo oscuro prefieren tenerlo claro y los bajos darían cualquier cosa por ser más altos.
Este ansia por poseer aquello de lo que prescindimos, nos hace olvidar los pequeños detalles que son la esencia de la vida. Es más, nos olvidamos de lo más importante, las personas que nos rodean.

No nos damos cuenta de la suerte que tenemos de tener a gente que nos aprecie y valore: padres, abuelos, tíos, primos, amigos, parejas, hijos, maridos o esposas. Están a nuestro lado durante todo el camino, ya brille el sol en el cielo, ya se acerquen momentos de tormenta. Nos escuchan, nos aconsejan o, simplemente, sabes que puedes contar con ellos. Sin embargo, estamos tan ciegos pensando en el ajetreo diario que caen en el olvido.
Sólo nos damos cuenta cuando, por diversas circunstancias, no están a nuestro lado, cuando les hemos perdido.

Uno no aprecia su ciudad o país natal hasta que no vive fuera. Pasar un periodo vacacional en ciudades distintas a las nuestras no sólo es gratificante, sino que se aprecian nuevas culturas y formas de vida. Nos adentramos en su historia, su gastronomía e, incluso, buscamos regalos para llevar de recuerdo. Sin embargo, es muy distinto cuando vivimos allí durante largos periodos. Todo cambia y hay que adaptarse al clima, al idioma… a todo. Aunque pasen muchos años y estés satisfecho con esa nueva vida, hayas prosperado y todo vaya viento en popa, es inevitable no echar de menos los olores de tu infancia, los sabores de la comida de siempre, abrazar a los seres queridos que están a miles de kilómetros de distancia.

Los jovencitos rebeldes se sienten atrapados en sus casas bajo el inevitable control de los progenitores. Pasada la juventud y llegada la verdadera independencia, se añora volver al nido familiar. Toca asumir nuevas responsabilidades: trabajo, hipoteca o alquiler, pago de facturas, quehaceres del hogar… Un sin fin de cosas que antes nos daban hechas y que ahora no tenemos más remedio que hacerlas por nosotros mismos, repartiendo el tiempo entre los pocos ratos de ocio y la amplia jornada laboral. Echamos la vista atrás y valoramos que al llegar a casa tuviéramos la comida en la mesa, lista para comer o que la ropa estuviese en el mismo lugar que hace dos días, lavada y planchada como si no la hubieras tocado.

También nos olvidamos de las emociones. Sí, increíblemente, los hombres, que somos los animales que tenemos más capacidad de razonamiento y pensamiento, en no pocas ocasiones prescindimos de esas cualidades innatas en nosotros. Además, cada vez nuestras sociedades nos convierten en seres individuales, donde no sólo se ocultan los sentimientos a los otros sino que se evita tener cualquier contacto táctil con otras personas. Abrazamos poco y besamos mucho menos. Nos hemos vuelto ariscos, recelosos y desconfiados y eso impide que veamos más allá de lo que alcanza nuestra mirada.

Damos por sentado que los que están a nuestro lado saben que les apreciamos, sin embargo, ponemos miles de excusas que nos impiden visitar a los seres queridos más a menudo o decirles cuanto les queremos. Con lo fácil que es decir “te quiero”, “te echo de menos” y somos incapaces de expresarlo.
Es cuando ya no están cuando nuestro interior se mueve por dentro. Nos arrepentimos de no haber dicho aquello que sentíamos o haberlo demostrado con hechos. Cuando el sueño eterno viene a buscar a los seres queridos es cuando más se les echa de menos, cuando la distancia impide un contacto más directo, se les añora más que nunca.

Toda pérdida supone un estado de angustia y pesar y no es menos el amor de pareja. Es en este aspecto de la vida donde más se evidencia que las cosas, y las personas, no se valoran hasta que las hemos perdido del todo. Los primeros pasos del amor suelen ser gloriosos pero la rutina y la monotonía irrumpen en nuestras vidas. No nos incentiva seguir conquistando a la otra persona, no buscamos nada nuevo que nos pueda ofrecer o que podamos dar, simplemente nos dejamos llevar como una barca en un río tranquilo.

A veces somos nosotros los que no nos hemos dado cuenta de cuánto valía esa persona que dormía a nuestro lado. Pasado el tiempo y mirando al pasado, recordarás ciertas cosas que, en su día, no les diste importancia y que ahora si se la das. Pequeños detalles que pasaron inadvertidos y que, justo eso, motivó que la otra persona se cansase de hacerlo. En otras ocasiones, somos nosotros lo poco valorados y, agotados por tirar siempre de la cuerda, tiras la toalla y te rindes a que sea el destino quien decida. En cualquiera de los dos casos, puede que sintamos deseos de volver a retomar el contacto, por muy pequeña que sea la posibilidad, pero lo hacemos motivados por ese duendecillo que llevamos dentro que nos dice que nos equivocamos. Pero… ya es tarde esa persona a quien dejamos ya tiene su vida o esa persona que nos dejó ya no significa nada en nuestras vidas.

Porque esa barca que navega en el río no avanza si no es hay colaboración. Si sólo se utiliza un remo, el bote girará constantemente sobre sí mismo, si una persona se encarga de los dos remos, el avance será muy lento y el remero se cansará rápido y si nadie rema, la barca sólo flota y se deja llevar por la corriente pero nunca llegará a un buen puerto.

En el amor, en la amistad, en el trabajo y en el hogar el apoyo de todos será la energía para seguir adelante en nuestro camino.

2 comentarios:

  1. He leido esto, justo en un momento triste para mi y para mi familia. Se acaban de marchar la familia Hayes a vivir a Idaho, ellos han sido junto con la otra familia Hayes, nuestros amigos, familia, soporte, casi desde que llegamos de España.

    Si, parecía que siempre estarían aquí, por que siempre han estado ahí y supongo que siempre lo estarán, pero hoy, siento que me quitaron algo.

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  2. Siempre cuesta asimilar cuando alguien se va, lo importante es haber disfrutado de cada dia con ellos.

    Mucho animo!

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