martes, 5 de octubre de 2010

Desde el principio hasta el final.

Mi sobrina Raquel de cinco años cada semana tiene un novio nuevo. Sí, hace tres días decía que Ángel, un niño de su clase, era su novio, y ahora me dice que está con Leandro, que juega con ella en el parque. Yo a esa edad jugaba con las niñas a las comiditas y veíamos a los niños como tontos y malos porque nos tiraban de las coletas o, los más atrevidos y rebeldes, te levantaban la falta. Vamos, que no queríamos saber nada de ellos y, sin embargo, de mayores no paramos de buscar al hombre de nuestra vida.

Las cosas han cambiado mucho, mientras que a los 12 años aún jugaba a las muñecas, las niñas de esa edad hoy en día están muy despiertas y ¡madre mía lo que saben! Sin embargo, lo que nunca cambia son los inicios y finales de las relaciones, porque ¿cuándo sabes que estás con un chico? Y es más ¿cómo sabes que la cosa termina?

Está claro que las mayores dificultades para contestar a estas preguntas llegan con la madurez. Cuando eres pequeño, y si tienes el mismo éxito que mi sobrinita, cualquier niño que juegue contigo puede ser tu amigo, y claro, si además de jugar vais al mismo cole o sois vecinitos, pues claro, ya es algo más que un amigo ¿no? En la edad del pavo todo se reduce a “me gustas” y si a la otra persona también “le gustas” pues estáis saliendo. De hecho, el chico que te trae de cabeza se sienta en clase dos filas a la izquierda de la tuya, al lado de la ventana y no paras de mirarle. En una de esas te pilla y te sonríe y en el descanso te pregunta si le puedes dejar los apuntes de historia. Minutos después estas en el baño chillando como loca con tus amigas porque ¡te ha hablado! Si quedas con ese chico más de dos veces a solas y en el instituto os ven juntos, ya sois novios. Eso sí, a las dos semanas lo habéis dejado por cualquier tontería y dos días después, otra vez sois pareja, volvéis a cortar y a salir unas cinco veces hasta que ya ninguno de los dos quiere estar con el otro, bien porque llega el verano, bien porque a ti te empieza a hacer tilín un guaperas dos cursos superior al tuyo.

Las cosas van complicándose entre los 18 y 20 años. Se sueña con el amor verdadero, ese que tanto prometen en cuentos y películas, y los sentimientos y las hormonas se mezclan para provocar una gran bomba de relojería. Todo se vive con intensidad: las primeras citas, los primeros besos, la primera vez... Inicias una relación con alguien del grupo de amigos, de la universidad o algún compañero de trabajo. Vives en un estado de ensueño, donde las mariposas revolotean por tu estómago y todo es perfecto. De hecho él es perfecto, le miras con un amor ciego, le sigues donde haga falta y haces lo que sea para estar con él. Y claro, las rupturas son igual de intensas porque es un drama, más que un drama es un dramón, mucho más que los culebrones de la televisión que emiten después del telediario de las 15:00. Se dicen frases típicas como “era el hombre de mi vida” o “no voy a querer a nadie como a él” y lloras de esquina en esquina… bueno, estas cosas también se hacen de adultas pero como suelen pasarnos más de una vez, ya no nos pilla tan desprevenidas, aunque el golpe sea igual de duro, claro.

Y con la edad llegan los problemas existenciales en el ámbito amoroso, sobre todo, cuando llevas un tiempo con alguien y aún no tienes muy claro que hay entre los dos. Hay buen entendimiento, quedáis para ir al cine o a cenar y se nota que estáis a gusto pero “¿somos novios?” te planteas. Aquí ya no vale eso del “¿quieres salir conmigo?” o “me gustas, te gusto… salimos” pero entonces ¿cómo lo sabes? Porque una noche de fiesta con tus amigas, conoces a un bombón, realmente es un poco superficial pero el chico se lo está currando… ¿Qué haces? Mientras él te habla de los lugares a los que va de fiesta, tú estás pensando en el otro y como no sabes si estáis o no estáis no sabes qué hacer. Finalmente le das el teléfono y no sucede nada. Respiras tranquila pero vuelves a casa con un sentimiento de culpabilidad que te atormenta durante toda la noche y todo el día siguiente. Si el guaperas te llama, en lugar de sentirte entusiasmada, sientes que estás haciendo algo malo, aparecen los remordimientos y con una risa forzada le dices que te va a ser imposible quedar. Gana el corazón a pesar de no saber en qué punto estás dentro del juego del amor. Cuando hablas de él a tus amigas no sabes cómo considerarle. Si no es novio ¿Qué otro termino hay para describir la situación? “Mi churri” o “mi chico” es lo más socorrido aunque es normal que siempre te acaben preguntando si estáis saliendo a lo cual tienes que contar la misma historia: que aún no lo sabes, que la cosa va poco a poco, que va por buen camino…

Si ya es difícil saber si es algo serio, más aún es concretar desde cuándo. Es necesario tener una fecha para contabilizar los meses y los aniversarios. ¿Qué fecha se elige?: cuando os conocisteis, cuando quedasteis a solas la primera vez, en el primer beso, el día que intimasteis… aunque el beso suele ir seguido de intimar, por lo que se podría considerar la misma fecha… Resumiendo, que ni tienes claro si sois pareja y no hay una fecha concreta para determinar el inicio de vuestra relación.

En cuestión de rupturas tampoco nos queda la cosa muy clara. Nosotras decimos que necesitamos tiempo y ellos necesitan espacio. Pero ¿cómo sabes que se termina? Ese chico que te volvía loca con sólo mirarte ahora ya no te ilusiona, antes le deseabas con locura y ahora te has acostumbrado a verle con los calzoncillos de algodón blanco, sí, esos que se pone para estar por casa (vamos, que de eróticos tienen muy poco…) Ante esto ¿qué ha pasado? ¿Cuándo se ha perdido la señal y por qué ha vuelto con fallos? A veces esto mismo va provocando un distanciamiento entre ambos y es claro que algo va mal. Pero ¿y si no se ve venir? Vamos, que tú estás tan contenta con tu pareja, tienes ilusión de hacerle algo especial por su cumpleaños y el día más inesperado te suelta el jarro de agua fría. Así, sin más, directo al grano y sin anestesia. Claro, la cara de tonta que se te queda es espectacular porque claro si tú pensabas que iba estupendamente y él te dice que lo dejáis… “¿qué capítulo me he perdido?” te preguntas, porque aquí algo no encaja. Ummm… no, todo iba aparentemente bien y ahora esto “¿acaso me he dado algún golpe? ¿Mala memoria?”. Aquí es cuando buscas el por qué. Puede que haya sido la monotonía, demasiado trabajo, he dejado de atraerle… pero nunca aciertas. Según su teoría, que refuta el hecho de que no pasaba nada, no has sido tú. Piensas “Vale, menos mal, me quedo más tranquila ¿eh? Me dejas y yo no he hecho nada… estupendo porque ahora lo entiendo menos”. En fin, que resulta que es él, que necesita espacio y estar solo. Vaya, eso no lo decía cuando estabais en la cama, ahí sí que le sentías bien cerca. Y por supuesto, para no variar, la frase típica con la que intentan quitarse un poco ese sentimiento de culpabilidad por la mala noticia… “podemos mantener la amistad”. Si trata así a sus amigos… a mí que no me mire ¿eh? En fin, que por más que lo intentas no sabes qué ha ocurrido, ¡con lo fácil que era en el colegio!

Va a tener razón mi sobrina Raquel cuando me dice que no entiende a los adultos, yo tampoco les entiendo, y a los hombres mucho menos. Sería más fácil no pensar y hacer como los niños que disfrutan de la vida. Sin embargo, tenemos un cerebro que siempre está funcionando, que busca el por qué de las cosas y nos obliga a plantearnos dilemas, soluciones y decisiones que nos hacen más complicada la existencia. Pero también tenemos un corazón y por si solo piensa, siente y necesita saber qué sucede para poder seguir latiendo, para poder seguir viviendo.

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