jueves, 27 de junio de 2013

Cosas que nunca se acaban

Es curioso, pero cuando necesitas algo no lo tienes y justo cuando no lo necesitas, te sobra. El papel higiénico es un buen ejemplo, en el momento más inoportuno se acaba el rollo de papel y no tienes otro a mano, buscas en los cajones o armarios del mueble que tienes cerca y nada. Sin embargo, cuando necesitas espacio para guardar otras cosas de aseo como el secador, las compresas o el neceser de viaje ¿qué es lo primero que encuentras? Rollos de papel higiénico apilados a un lado y que ocupan más de la mitad de la balda y no puedes guardar muchas más cosas. Sin embargo, hay productos que no se agotan nunca como es el caso del cacao labial, a día de hoy no he conseguido terminar uno. En la nieve, de viaje, en la playa, en la montaña... da lo mismo, dos años después sigues teniendo el mismo cacao labial. Cuando era pequeña me compraron el LIPOSAN rosa, y yo tan feliz porque como daba algo de color, imaginaba que era mi pintalabios y así pensaba que era más mayor. Esa misma barra de cacao rosa para los labios, aparecía prácticamente intacta unos 7 años después, cuando ya tenía la edad de usar labiales de mujer que me dejaban los labios incluso más rojos. Otra característica peculiar de este producto es su indestructibilidad, es decir, no se rompe, ni la tapa ni la propia barra. Toda mujer que use carmín, sabe que con el uso las barras de labios, se deforman o se parten, los cacaos labiales siempre están de una misma pieza y aunque haga mucho calor, no se deshacen. Una pena que los pintalabios no los hagan del mismo material.
 
¿Alguna de vosotras ha terminado algún pintauñas? Yo he de confesar que he sido incapaz, siempre se queda algo en la base y aunque vuelques el frasquito o enrosques y desenrosques el pincel varias veces, va a seguir allí hasta que ya sea del todo imposible pintarte todas las uñas. Parece como si hubieran diseñado el pincel para que nunca puedas utilizar el pintauñas de forma completa y así obligarte a comprar otro. También es cierto que suelen secarse, y eso ocurre en el momento en el que te has decidido a arreglarte las uñas. Coges el pincel y el líquido, además de estar espeso, forma un pequeño y fino hilo de pintauñas según lo vas sacando y alejando del botecito. Una leyenda urbana aconseja introducir la laca de uñas en el congelador para que quede mejor, yo lo he probado y el resultado es todo lo contrario. Algo similar sucede con los frascos de colonia, es imposible terminarlo porque nunca puedes utilizar ese "culin" que queda, el suficiente para oler bien y tirar el frasco de una vez, pero no, no hay manera, así que, más vale tirar el frasco para que no ocupe más espacio.
 
Y seguimos con más cosméticos: las sombras de ojos. Tengo más de cinco estuches de sobras, unas son claras, otras son mates, otras con brillos. En unos predominan los tonos marrones mientras que otro es específico para crear looks ahumados con tonos grises o negros. No he terminado ninguna de ellas, de hecho, hay algunas sombras que están intactactas, bien porque las uso menos o porque no las utilizo nada. En las más frecuentes se forma un pequeño círculo en el centro ya que es por donde más pasas el pincel pero aún así, pueden pasar meses y sigues teniendo sobra de ese color en el reborde. ¿Cuando se acaban? Justo cuando, por accidente, se te cae el estuche al suelo y todas las sobras se salen de su sitio y se deshacen en pedacitos. Lo malo de esto es que siempre se rompen las que más usas, es decir, esa con el círculo en el centro es la primera que se desintegra en el proceso de la caída, por tanto, no te queda más remedio que comprar otra con ese mismo color y con ello, un nuevo estuche de sombras.  Otros productos de belleza inacabables son las cremas de manos, pies y solares. Un porcentaje mínimo de mujeres consigue terminar un bote de crema de manos, y eso que son manejables para llevarlos en el bolso. En el caso de las cremas para pies y solares solo las usamos en verano así que al final pueden durar más de un año.
 
Cambiamos radicalmente y nos centramos en el material escolar. Cuadernos y ceras de colores, las que conocíamos en mi época como Plastidecor. De mis años de colegio, instituto y estudios superiores, no he logrado escribir hasta la última página de un cuaderno de anillas cuadriculado, es más, no sé por qué entre medias de los temas se quedaron hojas en blanco, si después del tema 5 vas a empezar con el tema 6, ¿qué sentido tiene tres páginas sueltas entre medias de ambos temas? Ninguno, aunque con 16 años, esos espacios en blanco más las hojas del final del cuaderno las usábamos para hacer garabatos durante la clase de Filosofía y escribir el nombre del chico que te gustaba en todos los sitios posibles, ¡hasta en las esquinas! El típico "I love you" acompañado de algún dibujo de un corazón, tu nombre y el suyo dentro de un corazón, la primera letra de tu nombre y del suyo unidas por el signo "x", en plan "E x S", pero sobre todo, escribíamos muchas frases relacionadas con el amor o el desamor "sin ti se me va el aire", "verte me da la vida", "me duele olvidarte", era en ese momento cuando te quedabas sin hojas para escribir sobre la asignatura en cuestión y necesitabas comprar otro cuaderno que, por supuesto, nunca terminabas. En el caso de los Plastidecor eran genuinos, lo mejor de lo mejor, no he visto algo semejante... ¡les sacabas punta y no tenían fin! No como los lápices que llegaba un momento que eran inservibles o los rotuladores que se secaban o los bolígrafos, que no se sabe muy bien por qué tenían tinta pero no podías escribir. ¡Se me olvidaban las gomas de borrar! Podías romperlas o incluso morderlas pero nunca te comprabas más de una goma por curso, ya que cuando finalizaban las clases, aún la tenías prácticamente entera, únicamente los bordes algo sucios pero seguía siendo útil.
 
Por el contrario, hay muchas más cosas que duran mucho menos. Por ejemplo, las baterías de los móviles, ahora los móviles son tan modernos y hacen tantas cosas que necesitas cargarlos a diario, al igual que las baterías de los ordenadores portátiles que sin red pueden duran unas horas, con suerte y si es nuevo pero con el uso al final no llega ni a la hora. También hay productos que desaparecen muy rápido como las toallitas desmaquilladoras o los discos de algodón, el acondicionador del pelo que siempre se termina antes que el champú, la pasta de dientes o las tiritas en verano por culpa de las rozaduras constantes de las sandalias. En la cocina siempre nos falta algo: aceite, huevos o patatas son los habituales, café y leche cuando se te olvida incluirlos en la lista de la compra, y el jabón de la lavadora justo cuando se te junta un montón de ropa sucia.

Anda que si esto mismo se pudiera decir de las relaciones ¡sería fantástico! Poder conocer a alguien y pronosticar el tiempo que va a durar vuestra amistad o amor. Por ejemplo, esa gran amiga que un buen día te deja en la estacada, sería de gran ayuda pronosticar su juego sucio y así evitas perder tiempo y poner la confianza en quien no lo merece. ¿Y con los hombres? Conocer a un hombre y saber que lo vuestro solo durará una semana, dos años o justo es el hombre de tu vida. ¡La de desengaños que nos evitaríamos! Pero esto es una mera fantasía muy lejos de la realidad, bueno, más bien una quimera, así que de momento voy a ver si saco partido a ese pintauñas rojo que aún no he terminado.

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