miércoles, 2 de octubre de 2013

Vamos a contar mentiras

¿Habéis mentido alguna vez? ¿No? Venga, vamos a ser sinceros al menos por unos instantes y pensemos en cuántas veces hemos mentido a nuestros padres, amigos o parejas. ¿Nunca? Uiuiui, me parece que a muchos les va a crecer la nariz… Venga, entonces digamos… ¿una? No, no, eso tampoco se ajusta a la realidad. Vamos, que no pasa nada, rasquemos un poco más en nuestro interior que seguro que encontramos algo más. Hoy quiero ser vuestro “Pepito Grillo” y hablar de las mentiras, las mentiras piadosas.

Mentir es mentir, lo miremos por donde lo miremos pero hay que distinguir el tipo de mentira y, sobre todo, el motivo por el que se miente. ¿Hay mentiras más grandes que otras? Por supuesto. ¿Hay motivos más lícitos que otros? Sí, porque no es lo mismo ocultar información para enriquecerse, algo que hacen muy bien ciertos personajillos de las altas esferas de nuestra sociedad, que encubrir pequeños detalles que no hacen mal a nadie y que incluso pueden evitar el malestar de alguien.

Todos hemos mentido a nuestros padres en la adolescencia y lo seguimos haciendo en la edad adulta. De jóvenes intentamos cubrirnos las espaldas cuando sabemos que nos van a regañar bien por llegar tarde, bien por hacer algo que sabes que no deberías de haber hecho. Hora estipulada para llegar a casa los fines de semana: 22:30. Son las 23:15 y aún no has llegado, no lo has hecho aposta, no pretendías incumplir las normas pero te lo estabas pasando genial con tus amigas y, para colmo, en el último momento te han presentado a un chico guapísimo, dos años mayor que tú, al que, por supuesto, no le vas a decir que te tienes que ir ya porque tus padres te van a regañar, ¡se va a pesar que soy una cría! De hecho, te pidió el número de teléfono y ¡hasta te guiñó un ojo! Te vas loquita a casa por la proeza conseguida pero la alegría se desvanece cuando miras el reloj en el portal de tu casa. Inmediatamente tu cerebro se pone en funcionamiento a mil por hora, “¿Qué digo? ¿Qué digo?”. Piensas y vas elaborando pequeñas mentiras piadosas hasta llegar a la que puede ser más coherente: “Es que… a una amiga le han robado el bolso y claro, no iba a dejarla sola”. Y montas una historia sobre esa mentira por si acaso te preguntan. Lo que no sabes es que tus padres saben que estás mintiendo por dos motivos. El primer lugar, porque ellos lo hicieron con sus padres (¿en serio? ¡Mis padres mintiendo a mis abuelos!), y en segundo lugar, porque das demasiadas explicaciones, información innecesaria que te delata. Sí, esa es la mejor forma de coger a un mentiroso, cuantos más detalles cuenta más rebuscada será la historia y más fácil es pillarle y si lo cuenta sin que tú le hagas preguntas, más probabilidades de que esté mintiendo.De adultos también mentimos a nuestros padres, aunque en este caso lo hacemos para no preocuparles. Puede que te vaya mal en el trabajo o con tu pareja, que te hayas puesto enfermo pero no sea de gravedad, así que ¿para qué preocuparles? Piensas que no tiene mucho sentido causarles una preocupación innecesaria y si tu madre te llama para preguntarte qué tal estás, le dices que todo va bien y haces como si nada. ¿Y piensas que tu madre no se va a dar cuenta? Pues sí, se da cuenta porque tu voz te delata y, sobre todo, porque las madres tienen un sexto sentido para las mentiras y lo saben, pero se hacen las tontas y te hacen creer que no se enteran, pero ¡vaya si se enteran! A una madre no se le escapa ni una, ¡no puedes mentirlas!

Mentimos a nuestros amigos porque les queremos y queremos protegerles, puede que no hagamos bien en hacerlo pero es inevitable, en ese momento creemos que es lo mejor aunque la experiencia demuestra que no es lo correcto. Sales a pasear al perro y pasas por un jardín por el que nunca has ido y, casualidades de la vida, descubres al novio de tu mejor amiga besándose con otra. Al principio piensas que es alguien que se parece pero cuanto más te fijas más se confirman tus sospechas y decides marcharte antes de que te descubra. Tu amiga está perdidamente enamorada, no deja de hablar de él así que ¡cómo le vas a dar la mala noticia! Tu conciencia sale a la luz y, como en los dibujos animados, a un lado tienes a tu “yo ángel” y a tu “yo demonio”. “Díselo, ella tiene que saberlo, es por su bien”, te dice el ángel pero el demonio te susurra al oído “¡No! No lo digas, está enamorada y no te va a creer. Romperá la amistad contigo y se quedará con él, ¿quieres eso?”. Y así te pasas un buen rato pensando qué deberías hacer y como esto es mejor compartirlo, llamas a una amiga común para que te dé su opinión. Al fin y al cabo, las mentiras compartidas son más llevaderas y no se ven como mentiras sino más bien como un pacto de silencio. Si vuelves a coincidir con el novio de tu amiga, le verás con otros ojos, te caerá mal y, sin querer, le criticarás con la intención de que tu amiga vea por sí misma la verdad sin tener que intermediar. También se miente por mentir, sin preocuparse de las posibles consecuencias, pensando que nunca lo descubrirán porque es algo insignificante. Sin embargo, lo malo de mentir a los amigos es que al final  se acaban enterando, te piden explicaciones y no sabes cómo salir airoso, te pones nervioso, tartamudeas, no sabes qué decir y se enfadan. Se enfadan contigo no por lo que has ocultado sino por el mero hecho de mentir, has faltado su confianza, les has decepcionado.

¿Mentimos a nuestras parejas? Difícil contestar ¿eh? Si dices que no seguramente estés mintiendo y si dices que sí… mejor que no tengas a tu lado a tu pareja o esta noche duermes en casa de tu madre. Aunque suene incoherente pero mentimos por amor: “A mí tampoco me apetece ir” (aunque realmente sí quieres ir),”no pasa nada” (sí pasa pero no quiero discutir), “no te preocupes, yo tampoco iba a poder” (si puedo pero si estás ocupado, yo también).  Ellos no se libran de mentirnos y en muchos casos lo sabemos pero lo pasamos por alto. “¿Me queda bien? Sí, cariño, estás muy guapa”, “¡He cogido unos kilos!Así estás preciosa y no se te nota”. A ver, ¿qué crees que va a decir? Puede que ese pantalón te quede demasiado apretado y que tengas un poco más de tripita pero como te quiere intentará regalarte los oídos aunque no tengas las medidas perfectas. Aunque también, y es algo que no está bien, mentimos por desamor e incluso a veces queremos provocar la ruptura.


Entonces, ¿es lícito mentir? ¿Es ético siempre y cuando sea por una buena causa? Es algo demasiado subjetivo como para dar una única respuesta. Ciertas mentiras piadosas pueden evitar preocupaciones a ti o a los demás sin embargo no dejes que esas pequeñas mentiras sean el centro de tu vida. Y tú ¿qué harías si descubres una mentira piadosa o no?

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