martes, 12 de julio de 2011

Dulces sueños

Dormir suele ser más fácil cuando estás solo. Y digo suele porque a veces nos cuesta conciliar el sueño, bien por frio o calor o bien por algún problema al que no dejamos de dar vueltas, pero generalmente es mucho más cómodo. La cama es toda tuya así que, puedes dar todas las vueltas que quieras y quedar enrollado en las sábanas como si fueras un gusiluz, total, nadie te va a reprochar al día siguiente que se ha quedado destapado por tu culpa. Otro beneficio es que puedes dormir con la ventana abierta o cerrada o la persiana subida o bajada, sabes que no vas a molestar a nadie ni te tienes que amoldar a los hábitos de sueño del otro. De hecho, te acuestas con pijama, desnudo o como te apetezca, y el caprichoso de tu cuerpo puede hacer tantos ruidos como quiera, consciente o inconscientemente, sin miedo a quedar mal con tu acompañante nocturno.

Pero todo tiene sus pros y sus contras y el dormir solo no es una excepción. Nadie te da las buenas noches ni te calienta los pies cuando hace frío. Tampoco tienes a alguien que te abrace, que te bese o incluso que antes de caer en un profundo sueño te haga ver la luna y las estrellas… bueno, esto puede que alguna vez ocurra, pero si no tienes pareja, probablemente te pases algún tiempo sin esas experiencias tan esenciales.

¿Y qué ocurre cuando vas a dormir con alguien por primera vez? Lo primero: ¿qué me pongo? Porque una cosa es ir a casa de un guapo muchacho y acabar con la ropa por los suelos, sabiendo que pasadas unas horas volverás a tu casa, y otra muy distinta pasar la noche en su casa y amanecer a su lado. Quieres estar guapa y sexy pero quieres dormir cómoda. Te planteas estrenar ese conjunto negro de licra con trasparencias y un tanga de lazos a juego. Sabes que eso va a durar puesto lo mismo que dura unos bombones de chocolate en tu nevera, es decir, ni 5 minutos. Pero para después tendrás que llevar algo ¿no? Puedes pasear por su casa totalmente desnuda pero que no te hace mucha gracia que note esos michelines que te empeñas en reducir a base de dietas o la odiosa celulitis que no se va ni con los mejores productos de la farmacia. También hay que tener en cuenta la posibilidad de que comparta piso, que como ahora las cosas están como están vivir solo casi es un lujo que no todos pueden costearse, por lo tanto, si ese es el caso habrá que adecentarse y guardar las formas. Está claro que no puedes llevarte ese pijamita de flores que tanto te gusta, así que, optas por unos leggins y una camiseta holgada.

Siguiente cuestión: ¿me llevo todo mi neceser? Inicialmente vas a maquillarte, eso implica que tendrías que llevar desmaquillante, loción, leche limpiadora o crema hidratante para la cara. A la mañana siguiente vas a estar totalmente al natural, nada de antiojeras, ni sombra de ojos ni pintalabios, vas a ser tú, con tus granitos y tus manchas y ¡no vas a estar tan fantástica como el día que te conoció! Vale, me llevo sombra de ojos suave y el rímel, pero tendré que levantarme antes ¿no? Bueno, mira, que ya se verá qué pasa. Por supuesto, cuando te despiertes estarás despeinada ¿dejo un peine pequeño en la mesilla?

Has quedado para ir al cine y a cenar para después tomar el postre en su casa. Eliges una falda que resalte las curvas de tus caderas y una camiseta con un escote sugerente, nada de enseñar, sólo sugerir. Lógicamente no vas a llevar la misma ropa cuando te levantes entonces ¿qué hago? Si me planto en su casa con una maleta no estoy convencida de que quiera volver a invitarme, bueno, eso si es que me deja entrar ese misma noche. No queda más remedio que desprenderse de ese look tremendamente sexy y recurrir a los socorridos vaqueros.

Te has pasado más de una hora decidiendo todas estas cosas para nada porque le encanta cómo el pantalón dibuja tu silueta, le gusta verte desnuda y prefiere dejarte una de sus camisetas, aunque a ti te quede tan grande que te sirve de vestido, a él le resulta excitante. Por la mañana él está igual de despeinado que tú y se entretiene en meter sus dedos entre los mechones de pelo que caen sobre la almohada, vamos, que como siga acariciándome así va a conseguir que me duerma o que me encienda… según se mire. Él tampoco estará recién afeitado y pinchará cuando le beses, tendrá legañas y su cara reflejará la falta de costumbre de trasnochar, aunque haya sido fructífera la noche. Y por descontado, notarás que todo su cuerpo se despierta a la vez y que tampoco es tan perfecto: un poco de tripita, unas piernas peludas o algunos granitos rojos en sus nalgas.

A la primera noche le sigue una segunda, una tercera, una cuarta… y parece que poco a poco las noches suelen ser más seguidas hasta que en algún momento se decide que sean de forma permanente. A partir de ese momento todo cambia por parte de los dos.

Ahora sí usas tu pijama de flores y las braguitas blancas de algodón, comodísimas para dormir pero no demasiado estéticas. De hecho, ahora no te depilas con tanta asiduidad simplemente por pereza y ya te da lo mismo que te vea sin maquillar. Él, por su parte, se pasea con un calzoncillo con las gomas tan flojas que le baila por todos los sitios, bueno, a veces hasta se le escapa por algún lateral… Lleva barba de tres días y mientras prepara el café se rasca la cabeza y la entrepierna, aprovechando el momento para colocarse. En lugar de darte un beso de buenos días te da una palmadita en el trasero o si le hablas oirás una especie de sonido inarticulado que sale de su garganta, algo más parecido al de un animal que al lenguaje humano.

Otra cosa a la que tienes que acostumbrarte es a su forma de dormir y sobre todo si ronca. No sé por qué será pero la gran mayoría de los hombres en cuanto se meten en la cama ya caen en un profundo sueño, mientras que a ti te cuesta más y das varias vueltas hasta que coges la postura adecuada. Y justo cuando estás a punto de quedarte dormida, tu chico empieza a roncar, al principio flojo pero va subiendo el tono por momentos y te desvelas. Le chistas para que deje de roncar, pero no sirve de nada. Intentas darle un golpecito suave en la pierna, pero solo consigues que se mueva, que murmure algo en sueños y que se quede en silencio unos minutos para volver a roncar. Ya no sabes que hacer, te tapas con la almohada e incluso te vas a dormir al sofá pero incluso desde el salón se escucha.

Como en todo, nunca estamos contentos con lo que tenemos: los que duermen solos quieren dormir junto a alguien y los que duermen acompañados desearían poder pasar alguna noche con la cama entera para ellos, sin embargo estos últimos extrañan el lado vacío de su cama, entonces no se cumple el refrán de mejor solo que mal acompañado.

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