jueves, 7 de julio de 2011

Quiero un novio

Quiero un novio y lo quiero ¡ya! Sí, ahora mismo, que caiga del cielo como la canción que aseguraba que llovían hombres. Y no, no estoy loca, ni esquizofrénica ni me falta un tornillo pero ¡quiero un novio! ¿Y por qué lo quiero? Porque estoy harta de ser la única soltera de mi grupo de amigos. Vamos, que quedar con ellos es casi una tortura porque que si se cogen de la manita, que si se dan besitos, que si pasean del brazo… y encima te cuentan sus vacaciones en Venecia y el paseo romántico en góndola.

No es que queramos tener pareja sólo porque sí, sino que estamos sometidas a una presión constante de tenerla. Todos sabemos que la sociedad influye en vida: cultura, forma de vestir, comportamiento… Pues el tema del amor ¡no va a ser menos! Y, como no puede ser de otra manera, la primera nos da en toda la frente: nuestro círculo de amigos. La cuestión no es que todos se hayan casado y tengan hijos, no, el problema es cuando te invitan a sus bodas eres “La Marginada”. En serio, el no llevar acompañante a una celebración de esa magnitud implica que te van a sentar con los pocos solteros que haya. Es inevitable y te toca aguantar a las amigas pesadas de uno de los cónyuges, al primo glamuroso que viste con bastante poco gusto o el amigo empalagoso que no te deja ni a sol ni a sombra. Pero es más, en reuniones caseras en plan cenas o cumpleaños en casa de alguna pareja, qué casualidad que siempre hay un amigo soltero que, por supuesto, te quieren encasquetar. Tus queridos amigos quieren hacer de celestinos pero más valdría que se dedicasen a otra cosa porque para esto no tienen muy buen ojo, eso o no me quieren demasiado bien porque… ¡menudos pretendientes me llevan!

La televisión nos acosa con esto de tener novio, sobre todo en el Día de los Enamorados. Anuncios que te hacen creer que con unas gotas de un perfume caro los hombres caerán rendidos a tus pies. ¿En serio? Entonces el mío debe estar adulterado porque no tengo admiradores secretos que me manden cartas de amor o flores a casa. ¡Ah! No, se me olvidaba, es que eso ya los hombres de ahora no lo hacen, ¡vaya! Nací en el momento equivocado. El caso es que el 14 de Febrero quieres ver alguna película y en todos los canales hay una comedia romántica que, por supuesto, acabas viendo. Al final has gastado un paquete entero de pañuelos y te preguntas “¿por qué a mí no me pasa eso? ¿Por qué me tocan a mi todos los complicados?”. Así que, te pasas el día envidiando a los que se besan en la calle y deseando que alguien te haga un regalo, aunque sea pequeño… vamos, que ya te conformas con una llamada inesperada y darías lo que fuera por que alguien te dijera “te echo de menos”. Lo que está claro es que a los solteros nos excluyen, ¿acaso no tenemos derecho a que nos hagan regalos? Solteros del mundo, asociémonos y reclamemos el Día de los Solteros.

Si la sociedad nos agobia, la familia nos aturulla. Siempre hay una tía lejana que en los eventos familiares te pregunta insistentemente si tienes novio y si le dices que no te salta con lo de que te vas a quedar para vestir santos o que se te va a pasar el arroz. En situaciones como esta te encantaría decir lo que piensas sinceramente pero aguantas el chaparrón con una media sonrisa irónica. Las comparaciones son odiosas y también puede ocurrir que vayas al pueblo de tus padres o abuelos y las criticas están aseguradas porque en los pueblos el objetivo primordial de una mujer es casarse y tener hijos: “pues se está echando a perder, a esa edad y sin marido. Yo a sus años ya tenía dos niñas”. Lo que muchas de estas mujeres no entienden es que los tiempos han cambiado mucho, los hombres no son lo que eran antes y para conciliar la vida laboral y familiar hay que hacer malabarismos. Y no nos olvidemos de las madres, su presión no sólo es más fuerte sino constante. Mi madre no sólo quiere que me saque novio, sino ¡que escoja uno bueno! Vamos, que si ya es difícil encontrar pareja, dar con uno bueno es casi un milagro. Y cuando vas con tu madre paseando y os cruzáis con una mujer y su bebe en el carrito ¿Qué ocurre? Pues que empieza a surgir el deseo de ser abuela y te dice que sería emocionante tener un nietecito que sea igual que tú cuando eras pequeña. ¡Pues anda que no queda! Porque primero hay que encontrar a algún voluntario ¿no?

Eso sí, sin lugar a dudas el reloj biológico es lo que más nos marca. Llega una edad en la que oyes su tic tac constantemente, no eres consciente de ello pero sabes que ahí está, lo sientes, de hecho, tus hormonas se congratulan con él. Empiezas a pensar que te haces mayor, que te va a pillar el toro, que te vas a quedar soltera, que si sigues así no vas a formar una familia o incluso te planteas tener hijos a través de los nuevos avances científicos. Pero lo que más te agobia es que no puedes estar perdiendo el tiempo saliendo uno o dos años con uno y luego unos meses con otro. No, necesitas una estabilidad ya, quieres encontrar a alguien que tenga las cosas claras y que no se ande con tonterías de ahora sí, ahora no, hoy te quiero y mañana te olvido.

Habrá quien diga que se vive muy bien solo o que no se necesita a nadie para ser feliz. De hecho, cuando terminamos una relación lo primero que hacemos, después de pasarnos varios días de berrinche, es centrarnos en nosotros mismos y hacer todo lo que queríamos hacer y no hicimos. Vamos, que hacemos lo que nos apetece, porque nos apetece y cuando nos apetece sin dar explicaciones a nadie. Sin embargo, cuando el tiempo ha curado las heridas empezamos a echar de menos a alguien con quien poder compartir grandes momentos. Porque ¿a quién no le gusta que le mimen?

No hay comentarios:

Publicar un comentario