Últimamente se ha puesto muy de
moda el Mindfulness, o lo que es lo mismo, el “Aquí y Ahora” que ha promulgado
el Yoga desde tiempos inmemorables, lo que pasa es que ahora queda más
“fashion” llamarlo así. Está más que comprobado que el Yoga y otras técnicas de
relajación que promulgan este concepto son muy saludables y no solo ayudan a
mantener una mente sana sino también un equilibrio entre cuerpo y mente. Sin
embargo, eso de vivir el “Aquí y ahora” puede que no sea del todo realista
teniendo en cuenta la pura realidad biológica, es decir, nuestro cerebro. Según
una serie de estudios científicos, el cerebro tarda unos 3 segundos en procesar
la información que recibimos, por lo tanto, estamos permanentemente manejando
datos pasados. Que incoherente ¿no? No pretendo hacer de este artículo un texto
científico pero de lo que sí quiero hablar es de nuestra forma de ver el
pasado, el presente y el futuro.
Por una razón que no logro
entender, pasamos más tiempo pensando en el pasado y en el futuro que centrándonos
en el presente. Vivo ejemplo de ello son muchas de mis amigas que continuamente
se empeñan en rememorar el pasado, sobre todo lo negativo, y hacer miles de
planes a futuro que acaban quedando en sus fantasías. Mi amiga Liliana cada vez
que conoce a un chico nuevo le aplica actitudes y comportamientos de los
hombres con quienes ha tenido malas experiencias. No se da tiempo a conocerles,
empieza a agobiarse y a dar por hecho que las cosas son como ella las ve.
Muchas veces me dice “¿ves? Te digo que está pasando de mi, está claro”. Por
otra parte, otra de mis amigas sigue sin superar la ruptura con su ex después
de dos años y le sigue teniendo en la cabeza. A ver, siempre es complicado y cada uno
tenemos un tiempo para asimilarlas, a unos más a otros menos, pero nunca se va
a superar si día si y día también se rememora el pasado, de esta manera no se
consigue avanzar. Esto demuestra que el Amor es el que más tiempo se queda anclado
en el pasado pero también nos sucede con otros aspectos de nuestra vida. Puede
que nos arrepintamos de no haber hecho algo (los famosos “y si hubiera”), que
pensemos en amistades perdidas, que sintamos remordimientos por algo que
hicimos mal... Evidentemente recordar el
pasado no siempre es malo, también nos hace recordar buenos momentos vividos o
a personas queridas pero lo realmente importante es la forma en la que vamos a
asimilar esas experiencias pasadas.
Si vivir en el pasado no es
bueno, estar continuamente pensando en el futuro tampoco es alentador. Conozco
personas que planifican a largo plazo y se comportan como el cuento de “La
Lechera”: cuando tenga dinero, podré comprarme un hermoso vestido, tener una
casa grande, trabajaré en lo que me gusta, podré viajar... Suelen ser personas
ambiciosas y que curiosamente todo eso lo quieren conseguir lo antes posible. También
hay quienes tienen totalmente determinado los momentos importantes de sus
vidas: me casaré a los 29 años, tendré 3 hijos, viviré en una casa con
piscina... Y tanto unos como otros, si ven que sus planes no llegan cuando
ellos pensaban o no salen las cosas como querían, se llenan de frustración. Otra
cosa que hacemos al pensar en el futuro: imaginar. Sí, tenemos la curiosa manía
de adelantarnos a los acontecimientos e imaginar lo que ocurrirá: “Me van a
echar del trabajo”, “no voy a aprobar”, “mi relación está acabada”. Una cosa es que preveamos las consecuencias y
otra muy distinta que nos atormentemos por lo que aún no ha sucedido. ¿De
verdad eso es sano? No, para nada, y cuanto más pensamos en esto más nos agobiamos
y más nos alejamos de la realidad.
Con todo ello, dejamos de lado al
presente y, mientras nos centramos en el pasado y en el futuro, nos perdemos
muchas cosas que nos están ocurriendo “Aquí y ahora”. También lo que nos está
pasando es que hacemos las cosas de forma rutinaria, simplemente porque hay que
hacerlas, y cosas que a lo mejor antes nos gustaban ahora las hacemos con
desgana o hemos dejado de hacerlas por falta de tiempo, cambio de
circunstancias, cambio de prioridades… El caso es que nos abandonamos poco a
poco y perdemos oportunidades de disfrutar, de vivir, de sentir.
Yo soy la primera que cometo
todos estos errores y por eso en lugar de apuntarme a cursos de Mindfullness,
me he apuntado a clases de Yoga y voy progresando. Centrarme en la respiración
y en cómo se encuentra mi cuerpo en esos momentos no sólo me ayuda a liberarme
de todo el estrés sino que me relaja tanto que me ayuda a conciliar el sueño
por las noches con más facilidad que antes. Mi siguiente reto es mantener el
“Aquí y ahora” en todos los aspecto de mi vida. Y vosotros ¿os animáis a
intentarlo?
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