domingo, 21 de diciembre de 2014

El arte de seducir

Tengo amigos y amigas que dicen que el amor no debería ser complicado, que si te gusta alguien y que si a esa persona también le gustas, por qué no decirlo sin más, sin rodeos ni miramientos. Y, aunque tienen parte de razón, el amor no puede ser simple porque le influyen muchos factores: ambiente, carácter, físico, química, sensaciones, emociones, pensamientos… Pero hay algo fundamental de lo que no podemos olvidarnos: La seducción. Seducir es un arte. Igual que el pintor se forma una idea de cómo será su cuadro o un escultor va moldeando a su gusto su obra, el seductor tiene que saber cómo seducir y a quién va seducir. Además, la seducción es un juego. Es un juego en el que hay que hacer el papel del seductor y del seducido, a retirarse de la partida en el momento adecuado y retomarla donde se quedó, a confundir al contrario y procurar que no nos confunda. ¿Fácil? No, no es fácil pero sí es posible aprender y, aunque no hay reglas específicas, dejo unos consejos básicos que seguro que vienen muy bien.

La actitud es muy importante, ya que afecta no sólo a nuestra forma de pensar sino a nuestra postura y a cómo nos ven los demás. Seguro que a una entrevista de trabajo no vas cabizbajo, ni desanimado ni con la certeza de que no vas a pasar el proceso de selección ¿verdad? Todo lo contrario, vas elegante, con el curriculum bien aprendido y pensando cómo convencer al entrevistador de que eres el candidato perfecto. Pues en las citas es exactamente lo mismo, tú eres el “producto” y vas a venderlo a un posible comprador, por lo tanto, tienes que saber venderte. Para ello, lo fundamental es la confianza y la seguridad. Confianza en que realmente eres lo que necesita y seguridad a la hora de expresarlo. Como mujer, piensa que eres estupenda y que puedes conseguir a quien te propongas. Ojo, no estoy diciendo que mires por encima del hombro ni vayas de divina por la vida, se trata de gustar no de parecer arrogante. Como hombre, debes demostrar que sabes lo que quieres, que no dudas ni tienes miedos, y digo demostrar, no que realmente sea así. Siempre se piensa que a las mujeres sólo nos atraen los hombres caraduras y no los buenazos, que preferimos aquellos que nos hacen sufrir más que a los que nos tratan bien desde el principio. Pues os equivocáis. El problema es que los caraduras tienen una seguridad que hace que nos fijemos en ellos, tienen desparpajo, son resueltos, convincentes y no dudan en decirte lo que quieres oír, esto hace que bajemos la guardia. Es decir, son profesionales del engaño, camaleones que se camuflan dependiendo de cómo sea la mujer a la que van conquistar. Sin embargo, los buenazos no están seguros de que vayan a gustar, no saben muy bien qué decir o qué hacer para no parecer pesados o su propio miedo hace que sean demasiado empalagosos. También suelen hacer un amplio despliegue de medios de caballerosidad que más que dejarnos sorprendidas y caer en sus brazos, nos hace sospechar y nos mantenemos alerta, algo que hace que las posibilidades de triunfo sean más escasas.

Por eso, hay que ir poco a poco, con calma y con paciencia. Dejarse llevar por los impulsos nos hace cometer errores garrafales que dan al traste con nuestros propósitos. No valen las declaraciones en las primeras citas ni mostrarse ansioso por saber cuándo os volveréis a ver. Tampoco son bien recibidos los reproches, las escenas de enfados sin venir a cuento ni las quejas por no mantener un contacto diario. El interés se va mostrando despacio porque si uno da todo desde el principio ¿qué más queda por dar? Hay que conseguir que la otra persona vaya cogiendo el gusto a estar contigo, que quiera seguir conociéndote porque le gusta lo que ve. Hoy enseñas un poco, mañana otro poco y así hasta que llega el momento ideal en el que no hace falta declararse porque sobran las palabras, las miradas lo dicen todo.

Y ya que hablamos de miradas, para seducir hay que observar. ¿Está receptivo? ¿Está a gusto? ¿Le interesa lo que digo? ¿Se aburre? ¿Le atraigo? Todo esto podemos saberlo por su comportamiento pero, sobre todo, por su postura. Si estáis sentados en una mesa, fíjate en cómo está sentado, si tiene una postura cómoda y relajada o si parece en tensión. Por ejemplo, si la persona con la que estás hablando está frente a ti, sentada de lado y con un brazo apoyado delante de la mesa cubriendo parte de cuerpo, eso es una barrera, está cerrando tu campo de visión y se protege. Los brazos cerrados significarían algo similar, es no estar dispuesto a “abrirse” al otro y recostarse en la silla es “alejarse”. Cuando su postura indique comodidad aprovecha a imitarle o fíjate si te imita, inconscientemente solemos imitar aquello que nos es grato o con lo que estamos a gusto. Hay muchos libros  sobre comunicación no verbal que pueden darte más detalles pero el mejor indicativo es la experiencia y puedes practicar esta observación en cualquier grupo de amigos.

Y si no se de él en un tiempo, ¿debo escribir? ¿Espero? Hay una norma no escrita por la que no se suele llamar o escribir el mismo día después de la cita o el día de después, esto resultaría precipitado y ansioso. En caso de que lo haga es que muestra interés pero también hay que tener en cuenta lo que se dice, un “lo he pasado genial y espero repetir, he estado muy a gusto” aunque parece que no dice mucho pero suena igual que una declaración. Lo normal es dejar unos dos o tres días después de la cita, si pasa una semana y sigue sin dar señales, ve pensando que la cosa no va a funcionar. En este caso, puedes dar el paso, eso sí, sin reproches ni preguntas de por qué no ha llamado. Puedes arriesgar y aventurarte a proponer una nueva cita pero en lugar de preguntar directamente, tantea el terreno primero. Si no contesta o te da un no por respuesta, no insistas más. La pelota ya está en su tejado y es el otro quien debe proponer si tiene interés. ¿Pasan los días y no da señales? Haz tu vida, sigue con tus planes, no esperes a que te llame para planificar y no te molestes en volver a preguntar, ya que no merece la pena escribir a quién no tiene tiempo de contestar. Sabe como localizarte, si no lo ha hecho, por algo será. Acabará llamando y puede que te proponga un plan y justo tú ya tenías los tuyos, no los deshagas, ha llegado tarde y tendrá que esperar, si quiere verte, esperará. Hay que saber decir que no, aunque tampoco constantemente porque eso cansaría, simplemente es demostrar que tu tiempo también es importante y que no pueden usarte de alfombra cuando quieran. Vamos, si te valoras, te valorará y si marcas los límites sabrá exactamente que eres un “rival” duro de ganar.


Seducir requiere tiempo, dedicación, práctica. Se cometen errores y de ellos se aprende y se vuelve a intentar. Seducir es adaptarse al otro porque no somos iguales y cada uno tenemos puntos fuertes y débiles distintos. Seducir es conocer, observar, interpretar, conquistar. Seducir no es engañar ni mentir, es resaltar tus cualidades y disminuir tus defectos, es crear y fomentar el interés del otro hasta que ese interés se mantenga por sí sólo. Por todo esto, Seducir es un arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario