domingo, 13 de diciembre de 2015

SOLTERA A PARTIR DE LOS TREINTA

Tengo amigas casadas y con niños que me dicen que tengo mucha suerte por estar soltera, que ellas con los niños y los maridos no tienen ratos de relax para ellas mismas, de tirarse en el sofá durante varias horas sin hacer nada más que leer, escuchar música o ver una película. Otras me dicen que tengo más libertad, que no tengo que dar explicaciones, que puedo viajar, cambiarme de ciudad o de trabajo sin contar con nadie más, que no tengo que hacer visitas a los suegros ni me hacen visitas sin avisar. En pocas palabras, que hago lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y estar soltera no es lo mejor que hay en el mundo y menos aún cuando pasas la barrera de los 30 años. Actualmente al estado de Soltera o, como ahora se llama, Single se le ha dado una visión de extravagancia y glamur más propio de las películas de Hollywood que lo que en realidad es.

Para empezar, la soltería a partir de los 30 tiene dos aspectos importantes que son más destacados en las mujeres que en los hombres, principalmente por el tipo de educación recibida: Soledad y Frustración. Cuando llegas a casa después de trabajar, no puedes decir “¡Hola! Ya estoy en casa” y no hay nadie que salga a recibirte. Tampoco puedes hablar con nadie de las cosas buenas que te han ocurrido en el día y no te queda otro remedio que llamar por teléfono, usar el email o los Whatsapp. De la misma manera, no hay nadie a quien contar tus penas en el momento en el que te suceden, nadie te abraza ni te anima justo cuando más lo necesitas y, nuevamente, tienes que recurrir a la tecnología, mucho más fría para hablar de sentimientos y emociones. Por otra parte, la generación de mujeres de los 70-80 (las que en estos momentos rondamos la treintena), hemos crecido con el lema subliminal de que el matrimonio y los hijos son el objetivo máximo al que toda mujer debe aspirar. No sé cómo serán las generaciones de mujeres de los 90 en adelante, parecen más independientes que nosotras, pero creo que la presión social hacia el matrimonio poco entiende de fechas de nacimiento.  También hay que tener en cuenta que la gente de tu misma edad de tu entorno ya ha alcanzado ese punto, es evidente que en tu caso has fracasado y te crea una sensación de frustración al pensar que no eres lo suficiente buena para nadie como para ejercer de esposa y madre. Para agravar más la situación, te ves como un bicho raro porque mientras que tus amigas hablan de cambiar pañales, de lo difícil que es compaginar el trabajo con llevar a los niños a la guardería o al cole o el elevado desembolso económico que tienen que hacer para adquirir el material escolar, tu sólo puedes hablar de tu ajetreada semana con miles de actividades después del trabajo, los after-works con los compañeros de trabajo, las salidas nocturnas, tus ligues o tus viajes. Vamos, que notas que no encajas en absoluto y te frustras más aún.

Susan Sarandon y Genna Davis en "Thelma y Louise"
Pasados los 30 años se hace cada vez más difícil encontrar pareja, y no porque no tengas posibilidades, sino porque las cosas no se ven de la misma manera que con unos cuantos años menos, las prioridades y las circunstancias en la vida son diferentes a las etapas anteriores, hay más responsabilidades y tienes más claro lo que buscas (y lo que no) en una pareja. Pasada cierta edad, tenemos menos capacidad de aguante y menos ganas de que alguien nos trastoque nuestra independencia, además nos volvemos más egoístas y nos cuesta pensar en la comodidad de otros, centrándonos en la propia y en nuestras necesidades. Es decir, que si conoces a un hombre y al mes ya está con pamplinas de que si está ocupado, que no tiene tiempo o que simplemente empieza a desaparecer, se te quitan todas las ganas de seguir conociéndole y que le aguante su madre. En lo único en lo que te fijas es en el grado de interés que pone y si busca tu compañía, algo que si no hace te da pie a perder la ilusión y desentenderte. Puede que fallemos en no entender que el otro tiene también una vida, sin embargo, lo que está claro es que cuando algo de verdad te importa, pones todo tu empeño para conseguirlo o buscas la forma de lograrlo, y si no se demuestra…algo no cuadra.

Relacionado con el poco aguante, tenemos también las Manías. Según vamos madurando, vamos creando pequeñas o grandes manías en nuestra rutina del hogar y como cada uno tiene las suyas propias, cuando se juntan las manías de otra persona con las tuyas, la convivencia puede resultar algo complicada. Ya sea por el amor o la confianza que da el tiempo, cuando llevas con alguien desde más joven, estas situaciones son más llevaderas porque ya se han incluido en tu rutina de vida y no te son desconocidas. Es como cuando vives con tus padres, la familiaridad hace que ellos aguanten tus rarezas al igual que tu aguantas las suyas sin problemas. Sin embargo, no es tan sencillo cuando tienes que adaptarte a las de alguien relativamente nuevo en tu vida. Y no se trata únicamente del tópico de no bajar la taza del wáter o dejar la pasta de dientes abierta, sino que me refiero a manías sobre la limpieza y orden, ducha, hábitos de sueño, horarios de comidas, forma de cocinar…

Cartel de "Cincuenta sobras de Grey"
Otra cosa que nos pasa a las treintañeras de hoy en día es que no sabemos qué les sucede a los hombres de nuestra generación. Es como si estuvieran encerrados en un mundo aparte, centrados en ellos mismos y totalmente al margen de relaciones o compromisos. Así que, te planteas dos alternativas: hombres más mayores o más jóvenes que tú. Los que para ti son mayores, aproximadamente rondando los 50 años, ya están curtidos y con un trato más atento, ya sea por la edad o por la educación que recibieron. Sin embargo, notas que no encajas en su mundo en el momento en el que te invita a una cena con amigos. Intentas estar comedida, reír las gracias que no tienen gracia, evitar las miradas de envidia de las mujeres presentes y hablar lo justo para no meter la pata. Además, sus amigos le criticarán y le echarán en cara que tienes unos años más que su hija y a ti te dirán que podría ser tu padre. Por tanto, pruebas con chicos algo más jóvenes que tú, de unos 25 años. Están en su apogeo sexual, con ganas de demostrarte que pueden hacerte ver las estrellas no una sino hasta siete veces o las que sean necesarias y tú les enseñas las habilidades amatorias propias de una mujer experimentada. Pero… sigues sin encajar cuando te encuentras en la fiesta en casa de un amigo suyo, rodeada de chavalinas mal pintadas pero con pantalones tan cortos y escotes tan pronunciados que los chicos no las mirarán a la cara y más aún cuando acaben bastante borrachos. Eso sí, en este caso, sus amigos tendrán envidia por saber cómo es hacerlo con una madurita sexy mientras que sus amigas se reirán a tus espaldas por ser una viejuna aparentando tener 15 años menos. Y sí, te sientes mayor viendo aquel percal y cuando escuchas canciones de grupos musicales que son totalmente desconocidos para ti.

Y aquí no acaba la cosa porque por suerte o por desgracia, la madurez nos hace ser más exigentes, no todo vale. Por eso, juegas al descarte: Casado, no que es problemático. Casado y con hijos, no que es más problemático aún. Divorciado, peligroso porque puede estar resentido. Divorciado con hijos, puede pero va a haber dificultades con respecto a sus hijos ya que son lo primero. Soltero, hay que tener cuidado porque si con la edad que tiene sigue sin pareja por algo será y seguro que alguna pega tiene. Celoso, malo porque vamos a tener peleas todos los días. Excesivamente romántico, como sea de los que quiere estar pegado a todas horas no vamos a acabar bien. Pesimista, escuchar quejas a todas horas no me hace ninguna gracia. Hiperactivo, me va a tener de un lado para otro y sin ningún fin de semana para los dos tranquilos en casa. Pedante, sólo va a hablar de sí mismo y de lo bueno que es. Deportista, se va a pasar todo el día con la bici, corriendo o en la montaña. Musculoso, va a adorar su cuerpo más que el mío y se va a pasar horas y horas en el gimnasio. En fin, que no das con uno que sea medianamente normal o al menos con el que veas que puedes compaginar bien.


Ah! Y por supuesto, no puedo olvidarme de lo que cuesta encontrar pareja cuando has adquirido  experiencia en relaciones amorosas, pero esto lo dejaré para el próximo artículo. En definitiva, todo tiene su lado bueno y su lado malo, y la soltería no es ninguna excepción a esta regla. Te adaptas a las circunstancias e intentas hacer de tu vida un poco mejor acompañada por familia, amigos y tus actividades diarias y buscas ser feliz con lo que tienes. 

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