
martes, 24 de diciembre de 2013
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
Desde aqui quiero felicitar las fiestas a todos mis seguidores y lectores casuales. Espero que paseis estos días especiales con tranquilidad y que en vuestros corazones nunca deje de brillar la luz de la alegría y de la esperanza.
domingo, 8 de diciembre de 2013
Mujer y Sexo

Pero realmente ¿qué nos gusta que nos hagan? ¿Somos fáciles de
complacer? Nos gusta todo aquello que nos haga sentir. El hombre es visual,
imagina con la vista y su excitación pasa de 0 a 100 en un segundo mientras que
la mujer es más sensitiva, requiere su tiempo y necesitamos las caricias y los
besos para excitarnos y no únicamente entre las piernas sino por todo nuestro
cuerpo. El “SENTIR” lleva a “EMOCIONES”. En el sexo buscamos complicidad con el
otro, que haya pasión y algo de ternura para sentirnos deseadas. ¿Qué postura
preferimos? En este sentido cada mujer tiene sus preferencias y las variantes
son infinitas, desde estar encima para poder controlar la penetración hasta
estar tumbada boca abajo o incluso de lado. La elección de una u otra dependerá
del rol en el que se encuentre más cómoda (sumisa, dominante, activa, pasiva…)
y, sobre todo, aquella con la que el orgasmo sea más sencillo.
En la sexualidad femenina hay ciertos puntos controvertidos. Uno de
ellos es la práctica del sexo oral a la mujer. Se puede decir que practicárselo
al hombre ya se considera normal, se da por sentado que al hombre le gusta, sin
embargo, hay hombres que se muestran reticentes o que ni se plantean hacérselo
a la mujer, así como también hay mujeres que lo ven como algo desagradable.
Está claro que la anatomía es totalmente distinta y que la higiene es muy
importante, pero ¿acaso el pene no tiene los mismos inconvenientes? Pues
señores, tampoco es una maravilla vuestra “cosita” porque también puede oler,
saber, tener vello y sus fluidos no son precisamente un estupendo manjar. Otro
asunto delicado es la masturbación femenina y el uso de “juguetes”. Sucede lo
mismo que en el caso anterior, la masturbación femenina aún es un tabú, de
hecho, muy pocas mujeres son capaces de afirmar abiertamente que lo hacen y no
nos engañemos con la “falsa libertad” de la sociedad actual. Socialmente se sobreentiende
que el hombre lo hace, se ve como algo natural e incluso necesario, tanto es
así que si alguno es capaz de afirmar que no se toca, se le tacha de “raro” o
que tiene algún problema. Por tanto, si no es malo para el hombre, ¿por qué
tiene que serlo para la mujer? Tampoco hay muchas féminas que afirmen usar
juguetes sexuales, es algo que se lleva más en la intimidad y en el secreto. Lo
curioso del tema es que hay un amplio mercado de estos artilugios para nosotras
y no tanto para ellos, que se han tenido que conformar con las muñecas
hinchables y sólo hasta hace relativamente poco se han empezado a comercializar
otras variantes.


El gran mito por excelencia “El tamaño importa”. Pues bien, ni vamos a
ser hipócritas ni excesivamente bondadosos: el tamaño tiene una importancia
relativa. ¿Por qué? Porque sí, un tamaño impresiona pero eso no quiere decir
que nos guste, es más, cuando al tacto sientes que tu compañero sexual tiene un
miembro de gran tamaño lo primero que piensas no es “¡OH, qué bien, es
enorme!”, no, lo que piensas es “¡Madre mía! ¿Eso me va a entrar?” y ya vas con un poco de cuidado por si te va a
hacer daño. En estos casos, el susodicho ha de ser muy hábil para preparar el
terreno lo suficiente para que entre con suavidad y no como si fuera una Boa
Constrictor. También hay que tener en cuenta el grosor, mucho más importante
que la longitud aunque en ambos casos un tamaño grande dificulta el sexo oral e
incluso anal…no es necesario explicar el por qué. A este respecto, se olvida que nosotras también tenemos unas medidas y
hay un tope. Es decir, si una erección
de unos 18cm es el tamaño perfecto para una mujer en particular (cada una tiene
unas medidas distintas y admitirá tamaños distintos), más supone dolor y menos
no sentirá tanto. Así que, hombres, desprenderos de esa idea absurda de que el
tamaño importa pero no os confiéis pensando que “lo importante es que funcione”
porque funcionará en tanto en cuanto se adapte a la compañera de cama y del estupendo
trabajo que seas capaz de hacer.
Y no podemos olvidarnos de dos etiquetas que la mujer ha adquirido en
el sexo. La primera es que no nos gusta el sexo (siempre se menciona la excusa
del “dolor de cabeza”), y es un gran error, que no queramos tener relaciones
sexuales en un momento dado (principalmente porque nos hayamos enfadado con
nuestra pareja) no implica que no nos guste el sexo y es perfecto para quitar
dolores de cabeza y estrés. Y la segunda, es que preferimos hacerlo a oscuras
(lo que implica considerarnos vergonzosas), y no, a nosotras también nos gusta
ver lo que tenemos delante, así que, unas velitas o una luz tenue y todo
resuelto.
Poco a poco, la mujer se ha aceptado a sí misma y su sexualidad, algo
que ha permitido que tengamos más poder de decisión al respecto. Si te gusta
cómo te lo hace, DÍSELO, si no te gusta, ENSÉÑALE, si quieres sexo, PROPÓNSELO
y, sobre todo, NO TE CORTES.
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sábado, 23 de noviembre de 2013
Whatsapp Relaciones
Llevo
varios meses intentando quedar con mi prima Susana y no hay manera. Las dos
vivimos en la misma ciudad y más o menos tenemos unos horarios de trabajo
parecidos pero cada una tiene su vida: ella está casada y con dos críos, yo
estoy soltera, ella lleva a los niños a actividades extraescolares, yo intento
ir al gimnasio todos los días (aunque pocas veces consigo ir más de tres), los
fines de semana se va con su marido y los niños al parque o de excursión
familiar, yo quedo con amigas o con algún ligue ocasional… En fin, que
posponemos quedar a tomar café día sí y día también, eso sí, hablamos a diario
y no hay nada que no sepa de mi vida ni yo de la suya, y todo gracias a las
nuevas comunicaciones, entre ellas las redes sociales y, sobre todo, el whatsapp.

Una
WR puede ser familiar (como la mía con mi prima), amistosa o amorosa. Las
whatsapp relaciones amistosas son más llevaderas y fomentan el cotilleo. En
cuanto te instalas la aplicación no paras de hablar con tus amigos e incluso
contactos que habías borrado y te empiezan a escribir sin más. Es como un
vicio, les das los buenos días y las buenas noches, les mandas las fotos de lo
que comes y de lo que haces a cada momento, les pones caritas e iconos
divertidos. Sin embargo, cuando intentáis quedar, todo son complicaciones: que
si el viernes no puedo que tengo cena, que si el sábado me voy, que si entre
semana no se que, que si por la tarde no sé cuantos… al final no quedáis y así
pueden pasar meses. ¿De verdad se puede llamar a eso una amistad? En principio
parece que sí pero se pierde la complicidad y la confianza del contacto
directo. Es más, whatsapp puede dar lugar a confusiones en la interpretación de
lo que se escribe, ¿realmente queremos eso?
Por
otra parte están las conversaciones con ligue o pareja. Conoces a un chico y lo
primero que te pide es el whatsapp. Al principio todo es estupendo, os escribís
por la mañana, por la tarde y por la noche y os contáis cualquier cosa que se
os ocurra, por tonta que sea. Pero un buen día, no te escribe tanto o no te
contesta con rapidez y ya empiezas a comerte la cabeza porque ves que se
conecta y sigue sin saludarte. Al final decides saludarle y le propones quedar
a tomar algo, él te contesta cuatro horas después y te dice que no puede. Si es
tu pareja, te ilusiona que te despierte con un “buenos días” y un icono de una
flor, te alegra el día porque sabes que esa persona está pensando en ti. Por la
noche, metida en la cama, no puedes dejar de escribirle hasta que mandáis muchos
besos. Incluso es posible tener sexo vía whatsapp, una frase inocente con
segundas intenciones acaba con fotos insinuantes o más provocadoras. ¿Y el
contacto directo? Podríamos decir que la whatsapp relación de amor es la nueva
versión de las relaciones a distancia, se usa la tecnología para comunicarse y
sólo hay contacto directo cuando uno de los dos se traslada para ver al otro.

La
tecnología nos une pero también separa, más aún cuando no funciona. Cuántas
veces nos hemos quedado sin batería en el móvil o sin que funcione el whatsapp,
nos sentimos aislados y con ansias de escribir o comprobar si nos han escrito.
Nos hemos hecho dependientes de los avances tecnológicos, hasta tal punto que
no podemos vivir sin ellos, y somos cada vez más individualistas, ¿eso es vida?
En fin, creo que volveré a lo tradicional, me presentaré en casa de mi prima
con unos bombones en una mano y una botella de vino en la otra, seguro que me
invitarán a comer.
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miércoles, 6 de noviembre de 2013
¿De qué se quejan los hombres?
Sin
lugar a dudas, mucho podemos quejarnos de los hombres, de hecho, da para
escribir libros y libros e incluso llevarlos al cine como ha sucedido con
“Juego de Tronos”, un exitazo en toda regla que parece que no se acaba nunca. Y
la verdad es que las mujeres nos quejamos de los hombres con razón, porque
estoy convencida, (convencidísima) de que alguna vez habréis dicho a vuestra
pareja “¡eres como un niño!” o “¡no me escuchas!”. Pensad y se os ocurrirán
cientos, miles de quejas pero y ellos ¿tienen de qué quejarse? Pues sí y, por
lo visto, más de lo que creemos.

Lo
siento, no soy una mujer: Según ellos, queremos que piensen cómo nosotras o, al
menos, de la misma manera que lo haría una mujer y, sinceramente, es imposible.
Si estás esperando que tu pareja entienda por qué te encantan los bolsos o qué
te impulsa a cabrearte cuando se queda embobado en el sofá viendo la televisión
sin hacer nada, lo llevas claro, puedes esperar sentada por los siglos de los
siglos. A ver, que quede claro para todas (y me voy a incluir que a veces se me
olvida), ellos son hombres y piensan como hombres, no hay más. Cuando le gritas
enfurecida “¡es que no me entiendes!”, efectivamente, no te entiende porque no
puede entenderte. Nosotras damos importancia a cosas que para ellos son
menudencias como por ejemplo la ropa. La mujer dedica mucho tiempo en encontrar
el modelito adecuado que le quede bien, que no haga gorda y que haga juego con
los zapatos. El hombre abre el armario y coge unos pantalones cualquiera y
cualquier camisa limpia que haya, sin importarle el color. Ellos no tienen la
regla, así que, deja de quejarte porque no sabrán nunca lo que duele, lo
incómodo que es y el susto que te llevas si no te llega en su momento. Eso sí,
no les quedará más remedio que aguantar estoicamente el chaparrón de los
cambios de humor durante los días que te toque, y eso ¡mes a mes! Desde aquí,
un aplauso por esos hombres valientes.

Generalizaciones,
no, por favor: Los hombres están hartos de que generalicemos con ellos. El que
hayas tenido un ex novio celoso no implica que el siguiente lo vaya a ser y no
tienes que volcar en el futuro novio aspectos negativos que conociste en el
pasado. El que venga será otra persona distinta, con sus virtudes y defectos
que tendrás que descubrir. Y si realmente descubres que es como tus antiguas
parejas, plantéate que el problema es buscas al mismo tipo de hombre ¡una y
otra vez! Aún así, y a pesar de que las generalizaciones no son buenas, son
inevitables y ellos también pecan en eso.
¡Estáis
todas locas!: Una gran generalización por parte de los hombres que tiene un por
qué. Ellos no entienden que digamos o pensemos una cosa y
luego hagamos justo lo contrario. He escuchado a muchas mujeres decir “él a mi
no me controla”, “no voy a hablar con él nunca más”, “voy a dejarle porque veo
que no me quiere”… y sin embargo, demostraban que las controlaban, que volvían
a hablar con él y que, por supuesto, no le dejaban. El amor nos ciega y nos
convierte en seres irracionales, aunque hay que decir que los hombres
también tienen estos momentos de “locura” y aunque sepan que tienen que olvidar
ese “amor” que no les conviene… ¡no lo hacen!
¿Cuándo
te toca a ti?: Desde siempre se considera que es el hombre quien tiene que
tomar la iniciativa para todo o casi todo.
Es cierto que en las últimas generaciones esto ha cambiado y son incluso
ellas las que más toman la iniciativa pero, a pesar de esto, ellos quieren que
actuemos, que seamos nosotras las que decidamos y que no esperemos a que nos
“roben” un beso, sino que se lo demos o que si queremos ganas de sexo, lo
busquemos. Pero esto no es nada sencillo porque los roles sociales, la
cultura y la educación recibida ejercen una gran influencia en nosotras y la
actitud ante el hombre.
No
soy el malo: Cuando no encuentras las lleves de casa ¿a quién echas la culpa? A
tu pareja. Seguro que piensas que él te las ha cambiado de sitio y por eso
ahora no las encuentras aunque la verdad es que eres un poco despistada y no
tienes ni idea de dónde las has puesto. Lo que sí es cierto es que le
culpabilizamos de todo en la mayoría de los casos, muchas veces con razón y
otras les culpabilizamos simplemente porque sí (principalmente porque hemos
elaborado una teoría conspiratoria en nuestra contra por su parte).
Tanto
ellos como nosotras tenemos motivos para quejarnos del otro pero también
deberíamos resaltar las cosas buenas, esos pequeños detalles que demuestran
mucho. Por eso, voy a disfrutar del desayuno que me ha traído a la cama: zumo
de naranja, café y una tostada... ¿no es adorable?
domingo, 20 de octubre de 2013
Nuevas experiencias (**Relato Erótico**)
Estoy a punto de entrar y ya estoy nerviosa. Realmente no sé si
debería atreverme, nunca he entrado a un sitio así y siento algo de vergüenza.
Supe de este sitio por casualidad, en una conversación con unos chicos en una
discoteca, decían que era el mejor para eso, sobre todo por la discreción. Me
preguntaron sí lo había probado y dije que no, se rieron de mi ingenuidad y me
plantearon que si quería conocerlo que les llamase. Nunca les llamé pero
investigué por mi cuenta, la curiosidad me podía. Al principio me sorprendía lo
que iba encontrando pero luego me dije "¿y por qué no?". No tengo
nada que perder, pensé, y tampoco a nadie a quien dar explicaciones, sin
embargo, algo me inquietaba, mejor dicho, me cohibía. Un día pasé por delante
para investigar. Una calle estrecha y casi vacía, tuve que volver a pasar
porque prácticamente ni lo vi. No sé por qué pero me fui corriendo, ¡cómo si
estuviera haciendo algo malo! Paré y me dije a mi misma que parecía una
quinceañera, soy una mujer madura y no hay nada de malo en experimentar, ¡la
gente lo hace y les gusta!

Ya sentados los tres, siento un cosquilleo en el estómago pero intento
disimular. Ella le explica que es la primera vez que estoy allí y, mirándome,
me dice que ellos me ayudarán a pasar un buen rato. Me hace un gesto para irnos
y nos dirigimos a unas cortinas rojas que hay en un pequeño rincón oscuro. En
esa zona la luz es mucho más tenue. Unas pequeñas luces anaranjadas recorren un
largo pasillo y a sus laterales se encuentran pequeños cubículos cubiertos con
unas telas, de los cuales salen susurros, resoplidos y gemidos. Más adelante
hay un salón, lleno de sofás donde hay gente besándose y tocándose mientras
otras miran la escena. La mujer me susurra al oído que es donde suele comenzar
toda la gente y donde se quedan los que disfrutan siendo observados y a quienes
les excita mirar. Seguimos por otro corredor con más habitaciones a los lados,
en esta ocasión son luces azuladas y un olor a canela impregna el ambiente. Al
final del pasillo hay una habitación con la tela blanca descubierta y es el que
eligen. Titubeo un poco pero ya no hay marcha atrás, siento el corazón acelerado
y calor en las mejillas. Entramos.
Hay una cama grande ocupando todo el cuarto y una pequeña butaca roja pegada a la pared. Él se sienta en la butaca, ella se pone de rodillas en la cama y me hace un gesto para que vaya a sentarme al borde de la cama. Cierro los ojos y siento sus manos acariciando mi cabeza, mi cuello y mis hombros, muy suave, casi con las puntas de los dedos. Baja por mis brazos para volver a subir y meter los dedos entre mi pelo. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando noto sus labios rozando mi cuello a la vez que sus manos se deslizan hacia mis pechos, masajeándolos por encima de mi camisa. Los sujeta con ambas manos, hace pequeños círculos sobre ellos, sube, baja, los junta y los aprieta. Y siento que me gusta. Voy notando la humedad entre mis piernas y mis pezones cada vez están más duros con el roce de sus caricias. Sus manos ahora bajan por mi vientre y se desvían hacía mis muslos, recorriéndolos lentamente, subiéndome la falda a cada movimiento y abriéndome las piernas poco a poco. Ahora siento cómo sus dedos empiezan a recorrer la parte interna de mis muslos hasta detenerse en las ingles y acariciarme entre las piernas por encima de las braguitas. Me arden las mejillas, no imaginaba que pudiera sentir tanta excitación con unas simples caricias.
Hay una cama grande ocupando todo el cuarto y una pequeña butaca roja pegada a la pared. Él se sienta en la butaca, ella se pone de rodillas en la cama y me hace un gesto para que vaya a sentarme al borde de la cama. Cierro los ojos y siento sus manos acariciando mi cabeza, mi cuello y mis hombros, muy suave, casi con las puntas de los dedos. Baja por mis brazos para volver a subir y meter los dedos entre mi pelo. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando noto sus labios rozando mi cuello a la vez que sus manos se deslizan hacia mis pechos, masajeándolos por encima de mi camisa. Los sujeta con ambas manos, hace pequeños círculos sobre ellos, sube, baja, los junta y los aprieta. Y siento que me gusta. Voy notando la humedad entre mis piernas y mis pezones cada vez están más duros con el roce de sus caricias. Sus manos ahora bajan por mi vientre y se desvían hacía mis muslos, recorriéndolos lentamente, subiéndome la falda a cada movimiento y abriéndome las piernas poco a poco. Ahora siento cómo sus dedos empiezan a recorrer la parte interna de mis muslos hasta detenerse en las ingles y acariciarme entre las piernas por encima de las braguitas. Me arden las mejillas, no imaginaba que pudiera sentir tanta excitación con unas simples caricias.

Abro los ojos y veo que él se incorpora y ella le sigue. Empiezan a
besarse y a acariciarse. Les miro embelesada, sus cuerpos buscándose y
deseándose, sus bocas sedientas y sus manos desnudándose mutuamente. Voy
perdiendo la timidez, me aventuro a probar y me uno al grupo. Nos colocamos de
pie, una a cada lado de él, quedando sus piernas abiertas entre las nuestras.
Primero imito los movimientos de ella y luego voy investigando por mi cuenta.
Cuatro manos tocándole el pecho, los hombros y la espalda, pasando nuestras
lenguas por sus pezones y su torso. Ella le desabrocha el pantalón y queda al
descubierto su erección. Me coloco detrás y masajeo su espalda, descendiendo
por los costados y presionando sus nalgas, las mordisqueo y subo con mi lengua
haciendo un recorrido serpenteante y pausado. Ella se encuentra arrodillada
jugando con su boca y sus manos y el sujeta su cabeza con las suyas, metiéndole
los dedos entre su pelo y apretándola más hacia él. Su excitación cada vez es
mayor, la respiración se le entrecorta y gime de satisfacción. Me arrodillo y
voy acariciando desde atrás sus piernas y la parte interna de sus muslos. Palpo
sus testículos y los dejo entre mis manos. Ella me cede el lugar y, mientras yo
continuo con la boca, se levanta para colocarse delante de él, se desprende de
la poca ropa que queda y le seduce acariciándose ella misma todo su cuerpo y se
tumba en la cama mientras sigue tocándose deseosa de que vayamos junto a ella.
Él se retira de mí y me hace un gesto para que me levante y me dé la vuelva.

Ella se levanta y empieza a recoger su ropa. Me mira de arriba abajo y
me dice que le encantaría volver a repetir la experiencia conmigo y que espera
que me haya gustado. Se acerca a mí, me coge la barbilla con sus manos y me da
un beso en los labios a modo de despedida y salé de la habitación. Él se
levanta y también recoge sus pantalones. No
me habla, sólo me mira, me sonríe y desaparece tras la tela blanca. No sé el
tiempo que ha pasado pero ya es hora de retirarse. Recojo toda mi ropa y me siento en la butaca. Me pongo las braguitas y no puedo evitar pensar en lo ocurrido. Recupero
el sujetador y la camisa y un escalofrío recorre todo mi cuerpo al recordar
cada sensación, cada caricia, cada gemido. Ya vestida, salgo y deshago el
camino andado: el pasillo de luces azuladas, el salón de los sofás, ahora
vacío, el pasillo de luces anaranjadas y al fondo las cortinas rojas. Salgo de
aquel local con la sensación extraña de haber vivido un sueño, como si nada de
aquello haya sido real. Miro hacia atrás y allí está la puerta por la que antes
entré tímida y vacilante. No, no ha sido ningún sueño, ha sido todo muy real,
una experiencia intensa e increíblemente excitante.
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miércoles, 2 de octubre de 2013
Vamos a contar mentiras
¿Habéis mentido
alguna vez? ¿No? Venga, vamos a ser sinceros al menos por unos instantes y
pensemos en cuántas veces hemos mentido a nuestros padres, amigos o parejas.
¿Nunca? Uiuiui, me parece que a muchos les va a crecer la nariz… Venga,
entonces digamos… ¿una? No, no, eso tampoco se ajusta a la realidad. Vamos, que
no pasa nada, rasquemos un poco más en nuestro interior que seguro que
encontramos algo más. Hoy quiero ser vuestro “Pepito Grillo” y hablar de las
mentiras, las mentiras piadosas.
Mentir es
mentir, lo miremos por donde lo miremos pero hay que distinguir el tipo de
mentira y, sobre todo, el motivo por el que se miente. ¿Hay mentiras más
grandes que otras? Por supuesto. ¿Hay motivos más lícitos que otros? Sí, porque
no es lo mismo ocultar información para enriquecerse, algo que hacen muy bien
ciertos personajillos de las altas esferas de nuestra sociedad, que encubrir
pequeños detalles que no hacen mal a nadie y que incluso pueden evitar el
malestar de alguien.


¿Mentimos a
nuestras parejas? Difícil contestar ¿eh? Si dices que no seguramente estés
mintiendo y si dices que sí… mejor que no tengas a tu lado a tu pareja o esta
noche duermes en casa de tu madre. Aunque suene incoherente pero mentimos por
amor: “A mí tampoco me apetece ir” (aunque realmente sí quieres ir),”no pasa
nada” (sí pasa pero no quiero discutir), “no te preocupes, yo tampoco iba a
poder” (si puedo pero si estás ocupado, yo también). Ellos no se libran de mentirnos y en muchos
casos lo sabemos pero lo pasamos por alto. “¿Me queda bien? Sí, cariño, estás
muy guapa”, “¡He cogido unos kilos!Así estás preciosa y no se te nota”. A ver,
¿qué crees que va a decir? Puede que ese pantalón te quede demasiado apretado y
que tengas un poco más de tripita pero como te quiere intentará regalarte los
oídos aunque no tengas las medidas perfectas. Aunque también, y es algo que no
está bien, mentimos por desamor e incluso a veces
queremos provocar la ruptura.

jueves, 12 de septiembre de 2013
Lo que no hay que criticar de los hombres
Qué
difícil es aceptar una crítica ¿verdad? A todos nos ha pasado alguna vez que
alguien nos haga una crítica bien intencionada y nos lo tomemos a mal,
fruncimos el ceño e incluso contestamos de malas formas porque nos han herido
un poco el orgullo. Un ejemplo, más de dos horas en la cocina para preparar la
comida y cuando vas a servirla, uno de tus invitados dice que a la crema le
falta sal o que el pollo está seco. En ese momento, sientes que tu mal humor
empieza a aflorar y necesitas mucho esfuerzo para contenerte y no decir algo
inapropiado, es más, te entran ganas de decirle “si no te gusta, no te lo
comas” pero aguantas el tipo. ¿Por qué sucede? Porque nos sentimos atacados
directamente, en este caso es como si te dijeran que eres mala cocinera y, seguramente,
esa no era la intención. Si esto nos sucede a nosotras, a los hombres les pasa
lo mismo pero duplicado…¡qué digo! ¡Triplicado! Así que, hay que tener en
cuenta en qué cosas no puedes criticar a
un hombre.

Su
forma de conducir: Si el coche es un elemento importante en su vida, su forma
de conducir dice mucho de él y criticarla puede ser perjudicial. ¿Corre como un
loco? ¿Se muestra impaciente, agresivo, intolerante? ¿Quiere demostrar que él
es más fuerte y que nadie le va a adelantar? No sé muy bien por qué ocurre pero
es muy habitual que los hombres se trasformen al volante. Estás hablando tan
tranquilamente mientras el semáforo os prohíbe el paso. De repente, unos
niñatos borrachos del coche de al lado tiran algo que da en el coche de tu
chico y salen pitando en cuanto el semáforo cambia de color. ¿Qué ocurre? Que
tu chico se cree el nuevo James Bond y va tras ellos como si de unos mafiosos
se tratase, y mientras tú en el coche con los ojos como platos preguntándote cómo
se ha ido la situación de las manos. No todos son así (¡gracias a Dios!) pero
en el caso de que se produzca una trasformación al estilo Jekyl y Mr Hyde, por
mucho que le digas que no sea así o le critiques su actitud, no vas a conseguir
cambiarlo.
Su
casa: Igual que el coche, su casa es suya y la colocará y mantendrá como él
considere oportuno, para eso es él quien paga la luz, el gas o el agua. Mucho
menos aún cambies las cosas de lugar, él sabe dónde tiene todo y puede que
piense que estás hurgando en sus cosas para cotillear. Si en un futuro tenéis
pensado vivir juntos, entonces establece unas normas que los dos tendréis que
cumplir para una buena convivencia, pero mientras duermas con él los fines de
semana, intenta que los comentarios sobre la forma en la que tiene su hogar no
sean despectivos ni pueda tomarlas como críticas directas.
Habilidades:
A todos se nos da mejor hacer unas cosas que otras, sin embargo, se da por
sentado que un hombre tiene que ser hábil en cosas típicas de hombres. ¿Todas
las mujeres tenemos que saber coser? No. ¿Todas las mujeres tenemos que saber
cocinar? No. Entonces, si para nosotras es así para ellos es igual y no todos
los hombres son hábiles en montar muebles, arreglar enchufes, cambiar un grifo,
colocar un espejo… Sea lo que sea que no se le dé bien, no le critiques por
ello, a ti no te gustaría que alguien te insistiera en eso que no sabes hacer
porque te haría sentirte inútil ¿no? Así que, mejor es que valoremos aquellas
cosas que hace bien para minimizar aquellas que no controla tanto, además, todo
es cuestión de ponerse y aprender ¿cierto?
Amigos
y Familia: Ojo, si va a hablar de sus amistades y su familia busca bien las
palabras para evitar malentendidos. ¿Tiene un amigo que va de gracioso pero que
a ti no te hace ni pizca de gracia? ¿Su hermano es pedante y prepotente? Es
difícil lidiar con esto porque tampoco es que te tengas que callar a todo pero
es mejor no malmeter o, al menos intentarlo. ¿Y qué pasa con tu suegra? Para él
su madre es una santa, una buena mujer que le da sus caprichos y le hace su
plato favorito cada vez que va a visitarla a casa. ¿Crees que vas a hacerle
creer que su madre te tiene manía? Va a ser que no. Te dirá que eso no es
cierto, que le caes fenomenal y que te quiere como a una hija. ¿Perdona? ¿Cómo
a una hija? Disculpa pero no, la única que me ve como una hija es mi madre, su
madre me ve como una bruja arpía que le ha robado al niño de sus ojos y que no
va a saber cuidarle tan bien como ella (échate a temblar si tu novio no tiene
más hermanos). En fin, que mantener una relación relativamente “amistosa” con
su encantadora mamá es extremadamente difícil.
Pero
lo que por encima de todas las cosas no puedes criticar es su MIEMBRO, con mayúsculas,
porque es un aspecto muy importante para ellos, igual que para nosotras pueden
ser nuestros pechos o nuestro trasero. Hay unos que son más bonitos que otros,
tanto en tamaño como en la forma, pero ninguno es perfecto del todo, de la
misma manera que no hay pechos perfectos (que sean totalmente naturales, por
supuesto). Ellos ya saben con qué tipo de herramienta cuentan, por eso ahórrate
cualquier comentario que pueda resultar hiriente, porque sí, les molesta.
Siempre está la típica frase de "importa la calidad y no la
cantidad", pero en el fuero interno de cada uno de ellos es algo que les
importa.
¿Por
qué molestan tanto las críticas? Simple y llanamente, porque dañan nuestra
autoestima, nos hacen ser conscientes de que no somos perfectos o que nos ven
de forma diferente a como nosotros mismos nos vemos. Nosotras también tenemos
puntos débiles que no nos gusta que nos critiquen pero eso lo dejaremos para
otra ocasión.
sábado, 10 de agosto de 2013
Mi primera vez
¡La de cosas que hacemos de forma automática! Vamos,
que no nos damos cuenta del esfuerzo que hemos tenido que hacer para
aprenderlas. Por ejemplo, conducir. Lo hacemos a diario: te sientas, colocas la
radio, arrancas y en marcha. Intermitentes, cambios de carril, embrague y
cambio de marcha, un poco de freno... como si nada. ¿Alguien se acuerda de su
primera vez al volante? ¡Qué nervios! Todo lo que haces ahora como si nada
antes era todo un mundo y ese momento de horror cuando llegabas a una glorieta
o a un paso de peatones o cuando por tu camino se cruzaba un taxi, un autobús o
un camión de los grandes ("¡NO¡ adelantar no!" pensabas) aunque si
eso te ocurría el día del examen te empezaba a recorrer un sudor frio por la
nuca, que no sabías si era de los nervios o los ojos como puñales del
examinador clavados en todos tus movimientos. Y es que para todo hay una
primera vez y sólo hay que ir hacia atrás en el tiempo para recordarlo.

Un beso es la antesala del amor y el primer amor es
como de ensueño, un cuento de hadas en toda regla. Todo es muy tierno y se vive
tan intensamente que lo bueno se convierte en una explosión de euforia y lo
malo en un drama al estilo griego. Realmente de adultos seguimos viviendo las
sensaciones que provoca ese "primer amor" cada vez que estamos ante una nueva relación
o alguien que nos mueve por dentro por primera vez: ese cosquilleo en el
estomago, el rubor en las mejillas, el deseo intenso de verle... Lo que pasa
que en nosotros ya existe cierta desconfianza por los años de experiencia pero
el resto cambia poco. Y todo primer amor conlleva una primera ruptura, el
dramón del que hablaba. Ayer vi a una adolescente que iba llorando con gran
pena y lo primero que pensé fue en su ruptura con el novio, ¿por qué? Porque
estallamos en un mar de lágrimas, esa ruptura es como si nos arrancasen el alma
y nos quedáramos suspendidos en el vacío. Es más, incluso aunque hubiéramos
sido nosotras las que no quisiéramos seguir adelante, supone un cambio
emocional muy grande que superamos gracias al consuelo de nuestras amigas,
vamos, igual que de adultas.

También tenemos la "primera relación
seria", esa que se vive de una forma un poco más madura que "el
primer amor" y que suele ser más duradera, para algunos incluso la única
(como nuestros abuelos o padres). Creo que de todas las relaciones que tengamos
posteriormente (si es que las hay) es la que más recordaremos, tanto lo bueno
como lo malo, porque es de ahí desde donde partiremos en nuestro aprendizaje
sobre las relaciones hasta que somos capaces de distinguir los fallos y las
cosas que nos gustan más o menos. Es decir, esta "primera relación
seria" supone un aprendizaje en toda regla.
Pero no todo son emociones, también hay cuestiones
físicas y aquí aparecen los médicos. Esos señores con bata a los que no nos
gustaba ir cuando éramos pequeños. Tu madre te llevaba al médico de cabecera
por un catarro, ese señor de bata que te decía "di A" y te metía en
la boca una paleta plana de madera para sujetarte la lengua que te provocaba arcadas.
Aunque el verdadero terror de los niños es, sin lugar a dudas, el dentista
porque además de llevar bata blanca, también usa mascarilla y aparatos que
hacen ruido. La primera vez que pisas la consulta de un dentista te penetra ese
inconfundible olor a sala desinfestada y realmente lo que más asusta es ver las
caras de dolor de la gente que entra y sale que lo que te van a hacer. Con el
tiempo te acostumbras aunque siempre queda ese recuerdo cada vez que tienes que
hacerte una limpieza, un empaste o decides llevar aparato en los dientes.
Otro médico al que tenemos que acudir las mujeres de forma obligada: El ginecólogo. ¿Hay alguna mujer que le guste visitar al ginecólogo? De verdad, si la hay la admiraré y la aplaudiré porque no es una experiencia gratificante. La primera visita al ginecólogo da un poco de respeto, principalmente por el desconocimiento y el pudor (¡Me van a hurgar ahí dentro!), más aún si vas jovencita. Los nervios aumentan con las preguntas para tu ficha: "has mantenido relaciones sexuales", "has tomado la píldora", "cuándo te bajó el periodo la última vez", " tienes reglas regulares". Pero la peor parte está por llegar: la camilla. Te piden que te desvistas, te pongas una bata y te sientes en la camilla con las piernas abiertas y apoyadas en unas barras metálicas. De hecho, a esa sensación nunca te acostumbras, puedes verlo más normal y como ya sabes a lo que vas, no entras con tanta tensión. Sin embargo, y sin entrar en detalles, sigue resultando bastante incómodo sentir cómo te hacen la citología, como te toquetean o te aplastan el pecho para la mamografía o como te meten un tubo metálico (a modo de consolador) para hacerte la ecografía, que no sé si es peor esa forma o cuando te hacían beber litros de agua y no podías ir al baño hasta que no acabase la prueba. Ginecólogos del mundo, os estaríamos eternamente agradecidas si buscaseis técnicas menos invasivas para la mujer y más cómodas porque, disculpen la intromisión, pero la camilla actual es ortopédica y en ella parecemos animales a punto de entrar en el matadero. Que para estar con las piernas en alto me voy a una clase de Pilates o me tumbo en mi sofá que es mullido y muy acogedor. Además, que si quiero que alguien me meta mano (literalmente hablando) mejor que sea alguien de mi gusto y que me pueda dar placer.
Muchas cosas nos pasan por primera vez: el primer
trabajo, el primer coche, el primer viaje en avión, el primer año de
universidad, la primera vez que vas al cine, la primera vez que vives solo, la
primera vez que te enfrentas a un examen importante (como una oposición), la
primera vez que tienes que hablar con alguien en otro idioma. Todas suponen un
nuevo reto o te crean ilusiones y satisfacciones. Algunas de ellas son
placenteras, otras no lo son tanto pero poco a poco aprendemos de la
experiencia y sabemos cómo afrontar las situaciones que se nos presenten en el
futuro. Pero lo que realmente nos queda de todas esas primeras veces es el recuerdo,
ese recuerdo que inevitablemente nos saca una sonrisa
jueves, 1 de agosto de 2013
Pasotismo en estado puro
Ayer
me escribió mi amiga Graciela desde México, debido a la diferencia horaria es
complicado coincidir por Skype. En su mensaje me ponía al día de sus cosas y
entre ellas me comentaba su relación con su chico. Una de sus frases me resultó
muy familiar: “Mi novio no me hace caso ¿qué puedo hacer?”. Sí, parece que esta
sensación se produce más a menudo de lo que parece y en cualquier lugar del
mundo porque estamos viviendo una etapa de ¡dejadez masculina! Bueno, podríamos
llamarlo también individualismo o lo que es lo mismo MPSMC (Me preocupo sólo de
mis cosas)

Sus
aficiones componen otra de las grandes
categorías del "Me preocupo sólo de mis cosas" y sus aficiones son
eso, suyas, no para compartir, bueno, no para compartir contigo que eres su
novia pero si con sus amigos que, debido a su trabajo, no puede ver tanto como
quisiera. ¿A tu novio le gusta pintar, tocar el piano, leer, escribir, arreglar
cosas, esquiar? Sea lo que sea, hará
todo lo posible por sacar tiempo para dedicarse a aquello que le gusta porque
no sólo disfruta haciéndolo sino que se desestresa. Y una misma se pregunta:
“¿Y yo no sirvo? ¿Por qué no me incluye en sus cosas? ¿No le gusto? ¿No quiere
pasar tiempo conmigo?”. Y estas preguntas traen como consecuencia desánimo y el
no saber cómo hacer para que esa persona que te importa te preste un mínimo de
atención. En cambio, nosotras queremos que participen en nuestras actividades
de ocio, de hecho, buscamos cosas nuevas para poder hacer juntos simplemente
porque queremos estar con ellos, aprovechar nuestro tiempo libre para estar con
ellos, ¿eso es malo? Cierto es que hay cosas que nos gusta hacer por nuestra
cuenta o con amigas o quedarnos solas
pero si es cierto que si algo nos gusta tenemos ganas de compartirlo y
si es con alguien que quieres, mejor que mejor.

Como
mención aparte tenemos el “Hago lo que
me da la gana” y el “Simplemente despistado”. El primero está claro, digas lo
que digas y hagas lo que hagas va a dar lo mismo, él se interesa de lo suyo y
poco más y si en algún momento entras en sus planes es porque le conviene.
Penoso ¿no? Que tu pareja sólo te incluya por interés en lugar de por amor dice
mucho de él. Puede ser por cualquier cosa: dinero, trabajo, ocio… el objetivo
es aprovecharse del momento sin que eso suponga mucho coste (o esfuerzo) para
él, esto vulgarmente se llamaría ser un caradura pero como le quieres pues se
lo consientes. Con el segundo caso no
sabes muy bien cómo actuar, no lo hace a propósito pero… molesta, así que
intentas una táctica inicial de preaviso que, muy probablemente, no funciona.
El siguiente planteamiento es enfadarse pero no puedes o te dura poco porque
sabes que él es así, ¡si ni siquiera se acuerda de los cumpleaños! Y por
último, está el grupo “mixto” que es el que reúne todo lo mencionado, es decir,
trabaja mucho, se centra en sus aficiones, su familia y amigos suponen una
prioridad, no cuenta contigo y es despistado. En este caso podemos afirmar que
habrá muchas "mujeres al borde de un ataque de nervios".

domingo, 21 de julio de 2013
Conversaciones de hombres y mujeres
Las fiestas de los pueblos son muy entretenidas:
puestos tradicionales, peñas, vestimenta típica del lugar, mucha bebida y
comida... Las noches las amenizan diferentes orquestas (unas mejores que otras)
que pasan de pasodobles y canciones infantiles a pop de los años 80, rock y los
éxitos más actuales del momento. Pero hay algo que no me gusta de las fiestas
populares: la separación entre hombres y mujeres. ¿No os habéis fijado que
cuando vas a comer o cenar los hombres se sientan a un lado y las mujeres al
otro? Y generalmente la posición suele ser en forma de "C",
formándose una línea divisoria imaginaria entre ellos delimitada por un único
aspecto: los temas de conversación.
En las ciudades también pasan estas cosas ¿eh? No
vayáis a pensar que por el hecho de ser más cosmopolitas los que vivimos
rodeados de asfalto y polución somos más propensos a la integración de género,
no, no os equivoquéis. Y si no pensad en cualquier reunión que hayáis tenido
recientemente: un cumpleaños, una cena en casa de un amigo, una comunión, una
boda. No importa el número de personas, simplemente haced memoria y seguro que
recordaréis que en muchos momentos se formaba un corrillo de hombres y otro de
mujeres. Si es en una casa, lo típico es que en la cocina se reúnan las mujeres
que luego se trasladan a una parte de la casa, bien sea la habitación del niño
o el baño para enseñar la nueva ducha de hidromasaje instalada recientemente.
Por otro lado se encuentran los hombres, principalmente sentados en el sofá al
rededor de la televisión o cerca del mueble-bar.

Hay otro gran tema fundamental y que nunca falta en
las reuniones de mujeres: los hijos. ¡Cuánto amor de madre se respira en esos
encuentros! Y cuando todas tienen hijos de edades semejantes ya es lo más de lo
más. Cuando son pequeños se apoyan y se comprenden la unas a las otras: falta
de sueño, preparar biberones, cambiar al bebé, dormirle, las papillas... Las
más veteranas con dos o tres pequeñuelos aconsejan a las mamás principiantes y
comparten con ellas los momentos en los que el niño se les ha puesto malo o
remedios caseros que sólo se les ocurren a las madres. Si los hijos son
adolescentes o adultos, se centran en los progresos en los estudios y en lo
bien que les va en el trabajo y aquí es donde surgen pequeñas competencias
entre las madres, porque para cada una su hijo es el mejor.
Pero el tema más frecuente y el preferido de las
mujeres es único: Los hombres. ¿Por qué? Porque dan mucha guerra: no escuchan,
no nos entienden ni nosotras a ellos, a veces (por no decir muchas veces) sólo
se centran en ellos y sus cosas, se olvidan de fechas señaladas o no cuentan
contigo. Les falta empatía y comunicación por lo que explicarles ciertas cosas,
y más si se trata de sentimientos, es bastante complicado. Pero no sólo
hablamos de cosas malas también buenas, sobre todo al comienzo de la relación
y, por supuesto, hablamos de sexo y más de lo que los hombres se creen. En la
mayoría de grupos de amigas siempre hay una de ellas que es más atrevida y
picante que las demás, un poco al estilo de "Sexo en Nueva York", por
lo que son inevitables los comentarios sobre cómo funciona tu amante en la cama
o consejos para unas relaciones más satisfactorias y... sí, la cuestión del
tamaño también aparece. Podríamos decir que en este aspecto particular el sexo)
y en el tema en general (los hombres) las mujeres aprendemos las unas de las
otras y nos damos apoyo moral, muy necesario cuando nos enfadamos con nuestras
parejas.

Las féminas pocas veces hablamos de política o
economía, si acaso mencionamos la subida de precio del kilo de tomates y lo
caro que es hacer la compra. Ellos son más efusivos y no es de extrañar que
surjan momentos de tensión cuando se ofrecen opiniones opuestas sobre estos asuntos,
por eso, como suelen ser temas muy polémicos, mi consejo es evitarlos sobre
todo en reuniones familiares tipo Navidades que, no sé muy bien por qué, son
fechas en las que es muy común llegar a los postres discutiendo.

Como veis, somos muy distintos en nuestras
conversaciones y muy probablemente sea por eso que tengamos problemas de
comunicación entre hombres y mujeres, ¿llegaremos a solucionarlo? De momento,
voy a llamar a mi amiga, la atrevida, que tiene novedades interesantes que
contar.
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