
Para empezar, la soltería a partir de los 30 tiene dos aspectos importantes
que son más destacados en las mujeres que en los hombres, principalmente por el
tipo de educación recibida: Soledad
y Frustración. Cuando llegas a casa
después de trabajar, no puedes decir “¡Hola! Ya estoy en casa” y no hay nadie
que salga a recibirte. Tampoco puedes hablar con nadie de las cosas buenas que
te han ocurrido en el día y no te queda otro remedio que llamar por teléfono,
usar el email o los Whatsapp. De la
misma manera, no hay nadie a quien contar tus penas en el momento en el que te
suceden, nadie te abraza ni te anima justo cuando más lo necesitas y,
nuevamente, tienes que recurrir a la tecnología, mucho más fría para hablar de
sentimientos y emociones. Por otra parte, la generación de mujeres de los 70-80 (las que en estos momentos
rondamos la treintena), hemos crecido con el lema subliminal de que el matrimonio y los hijos son el objetivo
máximo al que toda mujer debe aspirar. No sé cómo serán las generaciones de
mujeres de los 90 en adelante, parecen más independientes que nosotras, pero
creo que la presión social hacia el matrimonio poco entiende de fechas de
nacimiento. También hay que tener en
cuenta que la gente de tu misma edad de tu entorno ya ha alcanzado ese punto, es evidente que en tu caso has fracasado y te crea una sensación de frustración
al pensar que no eres lo suficiente buena para nadie como para ejercer de
esposa y madre. Para agravar más la situación, te ves como un bicho raro porque
mientras que tus amigas hablan de cambiar pañales, de lo difícil que es
compaginar el trabajo con llevar a los niños a la guardería o al cole o el
elevado desembolso económico que tienen que hacer para adquirir el material
escolar, tu sólo puedes hablar de tu ajetreada semana con miles de actividades
después del trabajo, los after-works
con los compañeros de trabajo, las salidas nocturnas, tus ligues o tus viajes.
Vamos, que notas que no encajas en absoluto y te frustras más aún.
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Susan Sarandon y Genna Davis en "Thelma y Louise" |
Pasados los 30 años se hace cada vez más difícil encontrar pareja, y no porque no tengas
posibilidades, sino porque las cosas no se ven de la misma manera que con unos
cuantos años menos, las prioridades y las circunstancias en la vida son
diferentes a las etapas anteriores, hay más responsabilidades y tienes más
claro lo que buscas (y lo que no) en una pareja. Pasada cierta edad, tenemos
menos capacidad de aguante y menos ganas de que alguien nos trastoque nuestra
independencia, además nos volvemos más egoístas y nos cuesta pensar en la
comodidad de otros, centrándonos en la propia y en nuestras necesidades. Es
decir, que si conoces a un hombre y al mes ya está con pamplinas de que si está
ocupado, que no tiene tiempo o que simplemente empieza a desaparecer, se te
quitan todas las ganas de seguir conociéndole y que le aguante su madre. En lo
único en lo que te fijas es en el grado de interés que pone y si busca tu
compañía, algo que si no hace te da pie a perder la ilusión y desentenderte.
Puede que fallemos en no entender que el otro tiene también una vida, sin
embargo, lo que está claro es que cuando algo de verdad te importa, pones todo
tu empeño para conseguirlo o buscas la forma de lograrlo, y si no se
demuestra…algo no cuadra.
Relacionado con el poco aguante, tenemos también las Manías. Según vamos madurando, vamos creando pequeñas o grandes
manías en nuestra rutina del hogar y como cada uno tiene las suyas propias,
cuando se juntan las manías de otra persona con las tuyas, la convivencia puede
resultar algo complicada. Ya sea por el amor o la confianza que da el tiempo,
cuando llevas con alguien desde más joven, estas situaciones son más llevaderas
porque ya se han incluido en tu rutina de vida y no te son desconocidas. Es
como cuando vives con tus padres, la familiaridad hace que ellos aguanten tus
rarezas al igual que tu aguantas las suyas sin problemas. Sin embargo, no es
tan sencillo cuando tienes que adaptarte a las de alguien relativamente nuevo
en tu vida. Y no se trata únicamente del tópico de no bajar la taza del wáter o
dejar la pasta de dientes abierta, sino que me refiero a manías sobre la
limpieza y orden, ducha, hábitos de sueño, horarios de comidas, forma de
cocinar…
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Cartel de "Cincuenta sobras de Grey" |
Otra cosa que nos pasa a las treintañeras
de hoy en día es que no sabemos qué les sucede a los hombres de nuestra
generación. Es como si estuvieran encerrados en un mundo aparte, centrados en
ellos mismos y totalmente al margen de relaciones o compromisos. Así que, te
planteas dos alternativas: hombres más mayores o más jóvenes que tú. Los que
para ti son mayores, aproximadamente rondando los 50 años, ya están curtidos y
con un trato más atento, ya sea por la edad o por la educación que recibieron.
Sin embargo, notas que no encajas en su mundo en el momento en el que te invita
a una cena con amigos. Intentas estar comedida, reír las gracias que no tienen
gracia, evitar las miradas de envidia de las mujeres presentes y hablar lo
justo para no meter la pata. Además, sus amigos le criticarán y le echarán en
cara que tienes unos años más que su hija y a ti te dirán que podría ser tu
padre. Por tanto, pruebas con chicos algo más jóvenes que tú, de unos 25 años. Están
en su apogeo sexual, con ganas de demostrarte que pueden hacerte ver las
estrellas no una sino hasta siete veces o las que sean necesarias y tú les
enseñas las habilidades amatorias propias de una mujer experimentada. Pero…
sigues sin encajar cuando te encuentras en la fiesta en casa de un amigo suyo,
rodeada de chavalinas mal pintadas pero con pantalones tan cortos y escotes tan
pronunciados que los chicos no las mirarán a la cara y más aún cuando acaben
bastante borrachos. Eso sí, en este caso, sus amigos tendrán envidia por saber
cómo es hacerlo con una madurita sexy mientras que sus amigas se reirán a tus
espaldas por ser una viejuna aparentando tener 15 años menos. Y sí, te sientes
mayor viendo aquel percal y cuando escuchas canciones de grupos musicales que
son totalmente desconocidos para ti.
Y aquí no acaba la cosa porque por suerte o por desgracia, la madurez nos
hace ser más exigentes, no todo vale. Por eso, juegas al descarte: Casado, no que es problemático. Casado
y con hijos, no que es más problemático aún. Divorciado, peligroso porque puede
estar resentido. Divorciado con
hijos, puede pero va a haber dificultades con respecto a sus hijos ya que son
lo primero. Soltero, hay que tener cuidado porque si con la edad que tiene
sigue sin pareja por algo será y seguro que alguna pega tiene. Celoso, malo
porque vamos a tener peleas todos los días. Excesivamente romántico, como sea de los que quiere estar pegado a todas horas no
vamos a acabar bien. Pesimista, escuchar quejas a todas horas no me hace
ninguna gracia. Hiperactivo, me va a tener de un lado para otro y sin ningún
fin de semana para los dos tranquilos en casa. Pedante, sólo va a hablar de sí
mismo y de lo bueno que es. Deportista, se va a pasar todo el día con la bici, corriendo
o en la montaña. Musculoso, va a adorar su cuerpo más que el mío y se va a
pasar horas y horas en el gimnasio. En fin, que no das con uno que sea medianamente
normal o al menos con el que veas que puedes compaginar bien.
Ah! Y por supuesto, no puedo olvidarme de lo que cuesta encontrar pareja
cuando has adquirido experiencia en
relaciones amorosas, pero esto lo dejaré para el próximo artículo. En
definitiva, todo tiene su lado bueno y su lado malo, y la soltería no es ninguna
excepción a esta regla. Te adaptas a las circunstancias e intentas hacer de tu
vida un poco mejor acompañada por familia, amigos y tus actividades diarias y
buscas ser feliz con lo que tienes.